MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
jueves, 21 de junio de 2018
NADINA O LA ATRACCIÓN DEL VACÍO DE MARISA SICILIA
Sinopsis:
Mathieu Girard es agente de los Grupos de Intervención de la Gendarmería Nacional, una unidad de élite francesa. Le gusta su trabajo y siente cierta atracción por el riesgo, que se empeña en negar y le causa problemas a la hora de mantener relaciones estables.
Es responsable y reflexivo y su situación afectiva no es su prioridad. En París y en situación de alerta máxima ante la amenaza de ataques terroristas, Mathieu deberá vigilar de cerca a Dmitry Zaitsev, un empresario ruso involucrado en negocios turbios que asegura que puede evitar que una letal partida de armas llegue a manos de los extremistas. Y también conocerá a Nadina.
Todas las señales le advierten de que no debe acercarse a ella, pero, cuando amas el peligro, eso no debería importar.
Mis impresiones:
Lo primero que tengo que decir es que me llevé una tremenda sorpresa al constatar que mis palabras acerca de Marisa Sicilia acompañan a esta novela en la contraportada en papel, un honor inesperado como no me voy a cansar de decir. Las voy a guardar aquí, con la reseña, porque son completamente sinceras: creo que es una de las mejores autoras de romántica que tenemos en estos momentos y, por qué no, una de las mujeres que mejor escriben en este momento en España.
"Me encanta Marisa Sicilia. Sabe escribir. Sabe transmitir. Con muy pocas palabras, con inicios que no necesitan fuegos artificiales para conquistar, consigue sumergirte en la historia que se proponga y lo hace con una narrativa de las que envuelven. Sencilla, pero no simple. Elegante, sin necesidad de utilizar palabras altisonantes. Dulce, aunque a veces no evite la crudeza en sus historias cuando es necesaria."
Lo segundo, que en realidad es la primera sensación que tuve al empezar a leer esta novela, es que ojalá leyéramos los libros siempre sin prejuicios de ningún tipo. Mira que yo no soy de reivindicarlo todo, creo que estamos en unos tiempos en los que se alza la voz muchas veces sin reflexionar cinco segundos, gracias a la inmediatez de las redes, pero en esta novela de Marisa sé que van a pesar los prejuicios por el género y mucha gente se va a perder una trama sólida, consistente y veraz que, en sus primeras páginas, podría haber sido escrita por un hombre. El principio plantea la ruptura sentimental del protagonista, un agente de la élite de la policía francesa, pero enseguida pasa a la acción. El Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional al que pertenece es requerido para una misión: un hombre de origen musulmán está atrincherado en un supermercado con rehenes y ellos se tienen que encargar de sacarlos de allí vivos.
La escena está narrada de manera impecable, se nota por todas partes la documentación que ha manejado la autora para construir un momento verosímil. Potente. Actual como es esta novela, que trata el tema del terrorismo que vivimos en estos momentos, centrado en París, que es una de las ciudades que más lo han sufrido.
Nadina habla de muchas más cosas que de la historia de amor entre ella y Mathieu, una historia que tiene momentos dulces y otros más amargos. Habla de la guerra y sus secuelas. Habla de decisiones que te salvan la vida, pero que a cambio suponen una condena perpetua. Habla del riesgo, de la soledad, del miedo, pero también tiene cabida la esperanza. Mantiene un equilibrio entre la acción, entre esa trama de tráfico de armas y la otra, la que se centra en las personas, que la convierte en una novela muy atractiva.
Los personajes de la novela, entre los que desfilan muchos de diferentes nacionalidades, están muy bien construidos. Incluso se molesta en modelar el lenguaje para que sintamos a un ruso que no habla bien el idioma y busca nombres para ellos que permitan una rápida identificación de su origen. Nada está al azar.
El protagonismo recae en Mathieu un hombre capaz de enfrentarse a situaciones de las que los demás escapamos; en palabras de Marisa, es deportista, osado, sacrificado, paciente, un hombre honesto y con un alto autocontrol, que solo salta por los aires cuando se ve incapaz de resistirse a esa atracción por el peligro, un peligro que en la novela está personificado en Nadina. Ella es frágil y fuerte a la vez, un personaje contradictorio y redondo, contrapunto perfecto para esta novela de intriga y romance. El tercer pilar será es Dmitry Zaitsev, un personaje oscuro relacionado con el tráfico de armas. Mathieu entrará a trabajar en el Lumiere, un local de copas en las cercanías del Puente de Alejandro III, en París, del que aquel es el propietario para vigilarlo de cerca. La policía lo quiere usar como cebo para detener el tráfico de unas armas que se han extraviado y que sospechan que van a ir a parar a integristas islámicos. Dima es un hombre cínico, divertido, manipulador, que representa la tentación.
Los tres forman un triángulo que por si solo habría bastado para mantener la atención. Pero como he dicho, Nadina o la atracción del vacío es mucho más que eso. Es una novela actual, llena de matices, que te regala unas cuantas horas de lectura y reflexión.
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miércoles, 20 de junio de 2018
NO SE ME DAN BIEN LAS PORTADAS
Tengo varios libros en el cajón, envejeciendo. No sé si lo harán como el buen vino o, por el contrario, dejarlos ahí hará que se vuelvan vinagre, pero el caso es que no me decido a dejarlos volar.
Hay varias razones.
Una, seguro que la más potente, es que no son lo que se espera de una autora de romántica. Aunque personalmente no me considere eso, sé que es la imagen que se tiene de mí y dudo mucho que estos textos vayan a encontrarse con los lectores potenciales que podrían ser su público objetivo. Pienso que mucha gente, que me conoce por mi otra faceta, se sentiría decepcionada si tropieza con historias que son duras y que, de ninguna manera, tienen el final feliz que se supone para el género que llevo publicando un tiempo.
Otra razón es que se me da muy mal eso de crear una portada, de acertar con ella. Ya metí la pata con Brianda, estropeé el impacto que una historia que considero muy potente -aunque puedo estar equivocada y de hecho lo estaré- podía tener a primera vista. Se quedó perdida y eso me dio mucha pena, porque trabajé muchísimo en ella. No solo en la documentación del Siglo de Oro, sino en encajar todas las piezas de una historia que es mucho más que una novela de aventuras y magia.
También pesa el que no quiera confundir a la gente y que me niegue a usar seudónimo. De momento, quiero que lo que escriba lleve mi nombre, independientemente de si se trata de un género u otro. Eso ya sé que va contra las leyes del marketing, pero es lo que siento, que sería deshonesta conmigo misma si lo hiciera de otro modo. Yo soy yo siempre, con luces y sombras.
Y sin esa parte, estaría incompleta.
Hace unos años, en la Feria del Libro de Madrid, hablando con Víctor del Árbol me dijo una cosa. Una frase que no se me ha olvidado a pesar del tiempo transcurrido: "Escribe lo que sientas que quieres escribir". Sigo su consejo, aunque para mí, de momento, esté vetado el publicar estas otras historias. Necesito un nombre para que al lector le dé igual si cuento una historia de amor o, lo contrario, una en la que pese más esa otra faceta del amor que también existe y que arrasa cuando se pone frente a tus ojos, el lado oscuro del desamor. Sé que en eso hay más verdad y más emociones que en cualquier otra cosa que haya escrito, pero también entiendo que no todo el mundo está dispuesto a dejarse llevar de la mano a la parte más difícil de una relación, darla por concluida, desvincularse de la persona a la que se ama cuando no es uno quien toma la decisión de marcharse, sino que se la encuentra.
Un día, de pronto, de la manera más tonta e inesperada.
Hoy, quizá porque sigo sin rendirme del todo, he estado mirando fotos para portadas y he vuelto a constatar que no se me dan bien, que aunque yo sola quisiera salir a la palestra con esta historia, aunque venciera todos los inconvenientes que acabo de exponer, me ocurriría lo mismo que con Brianda: la acabaría estropeando del todo. Y he vuelto a cerrar la página y a dejar a oscuras esas novelas.
Hay varias razones.
Una, seguro que la más potente, es que no son lo que se espera de una autora de romántica. Aunque personalmente no me considere eso, sé que es la imagen que se tiene de mí y dudo mucho que estos textos vayan a encontrarse con los lectores potenciales que podrían ser su público objetivo. Pienso que mucha gente, que me conoce por mi otra faceta, se sentiría decepcionada si tropieza con historias que son duras y que, de ninguna manera, tienen el final feliz que se supone para el género que llevo publicando un tiempo.
Otra razón es que se me da muy mal eso de crear una portada, de acertar con ella. Ya metí la pata con Brianda, estropeé el impacto que una historia que considero muy potente -aunque puedo estar equivocada y de hecho lo estaré- podía tener a primera vista. Se quedó perdida y eso me dio mucha pena, porque trabajé muchísimo en ella. No solo en la documentación del Siglo de Oro, sino en encajar todas las piezas de una historia que es mucho más que una novela de aventuras y magia.
También pesa el que no quiera confundir a la gente y que me niegue a usar seudónimo. De momento, quiero que lo que escriba lleve mi nombre, independientemente de si se trata de un género u otro. Eso ya sé que va contra las leyes del marketing, pero es lo que siento, que sería deshonesta conmigo misma si lo hiciera de otro modo. Yo soy yo siempre, con luces y sombras.
Y sin esa parte, estaría incompleta.
Hace unos años, en la Feria del Libro de Madrid, hablando con Víctor del Árbol me dijo una cosa. Una frase que no se me ha olvidado a pesar del tiempo transcurrido: "Escribe lo que sientas que quieres escribir". Sigo su consejo, aunque para mí, de momento, esté vetado el publicar estas otras historias. Necesito un nombre para que al lector le dé igual si cuento una historia de amor o, lo contrario, una en la que pese más esa otra faceta del amor que también existe y que arrasa cuando se pone frente a tus ojos, el lado oscuro del desamor. Sé que en eso hay más verdad y más emociones que en cualquier otra cosa que haya escrito, pero también entiendo que no todo el mundo está dispuesto a dejarse llevar de la mano a la parte más difícil de una relación, darla por concluida, desvincularse de la persona a la que se ama cuando no es uno quien toma la decisión de marcharse, sino que se la encuentra.
Un día, de pronto, de la manera más tonta e inesperada.
Hoy, quizá porque sigo sin rendirme del todo, he estado mirando fotos para portadas y he vuelto a constatar que no se me dan bien, que aunque yo sola quisiera salir a la palestra con esta historia, aunque venciera todos los inconvenientes que acabo de exponer, me ocurriría lo mismo que con Brianda: la acabaría estropeando del todo. Y he vuelto a cerrar la página y a dejar a oscuras esas novelas.
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Reflejo
martes, 19 de junio de 2018
A SOLAS CON EL VIENTO
Hay gente que solo es capaz de vivir a base de emociones
grandes. Necesita cambiar constantemente los escenarios, las personas, los
trabajos, buscar a su alrededor algo que haga que la adrenalina corra por sus
venas y active su organismo de manera salvaje. Necesitan vivir al límite.
Otras personas, lo contrario.
Necesitan muy poco. Un abrazo, unas
palabras, un cielo azul, un te quiero a media voz, un gesto amable o
dos minutos de música. Esas cosas tan sencillas llenan su corazón hasta desbordarlo de una felicidad que otros a veces no entienden.
No soy de grandes emociones, soy más de lo segundo. A mí las montañas rusas
no me van, ya me pone en bastantes aprietos la vida como para subirme de manera
voluntaria en ellas. Pero a veces, conformarte con poco tiene su lado oscuro. No haces ruido, parece que no te hace falta nada y hay días que fallan los abrazos, las palabras, el cielo azul, los gestos y la música.
No importa.
Hace mucho que descubrí que existían unos objetos mágicos, los
libros, capaces de salvarme de cualquier desastre. Hace mucho, casi por
casualidad, supe que tenía el don de escribir historias. Más o menos
buenas, pero era capaz de hacerlo.
Desde entonces, cuando la vida me niega ese poquito de
felicidad que necesito, no me desespero del todo. Sé que hay una estantería llena de tesoros
en mi salón, sé que, si esos no me apetecen, solo tengo que cerrar los ojos un
tiempo, abrir mi portátil y empezar a contar una historia. Tengo el poder en mis dedos y la música bailando en ellos siempre que quiera.
A veces salgo a esa
mar sin rumbo a pescar palabras, me da igual si no regreso con las redes llenas. El caso es sentir el viento en la
cara y contagiarme de la paz de la travesía.
Llega el verano, para mí la peor época del año por millones
de razones, pero no me voy a preocupar. Tengo mi barca preparada para salir al
mar. Las redes esperando a que conquiste cualquier orilla, a que me deje llevar.
Sin rumbo, sin compañero.
A solas con mis palabras.
A solas con el viento.
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Mayte Esteban,
microrrelato
domingo, 10 de junio de 2018
¿UNA TERCERA PARTE? NO SÉ, NO SÉ...
Ayer pasé el día fuera de casa. Por la tarde, el teléfono vibró en mi bolso y fui a mirar qué pasaba. No suelo recibir muchos mensajes y, además, lo llevo silenciado casi todo, así que solo se me ocurrió que tenía que ser muy importante para haberse saltado todos mis filtros.
Era de Instagram.
Vale, ahí no filtro nada porque apenas recibo más mensajes que los de algunos hombres que intentan contactar conmigo a ver si consiguen algo de sexo, a los que bloqueo ipso facto puesto que no tengo intención de acceder a sus peticiones. Esto no pasa todos los días, ni siquiera todos los meses, así que no me he preocupado de averiguar cómo callarlo.
El caso es que me habían mencionado en una historia y por eso me avisaba el silbido. Ana Draghia, escritora, profe de literatura y compañera de editorial me decía que no haga hype de Entre puntos suspensivos porque quiere saber qué puñetas va a pasar con la novela y la tengo nerviosa.
Tuve que mirar qué era hacer hype y me sentí muy mayor en ese instante.
Ana me hizo sonreír y me volví a casa en el coche pensando en la posibilidad de una tercera novela. Incluso tracé una trama posible, me fui imaginando cómo podrían ser también Mario o Silvia, cómo habría cambiado Valeria y si ella podría ser el detonante de algo más que les sucediera a sus padres. Vine a casa la mar de entretenida, aunque esta mañana me he dado cuenta de que esa no es una historia que pueda escribir ahora. Necesitaría que pase algo de tiempo y sentirme una tonelada más tranquila para que el resultado sea luminoso y esté a la altura de las dos novelas que ya están ahí.
No, ahora no es el momento para esto.
Puede que dentro de un par de años me lo replantee, puede que hasta que llegue ese instante siga escribiendo en mi mente bocetos de lo que podría ser la historia entre los dos personajes que más me han dado hasta ahora. Una historia, esta vez, de madurez, de padres de una adolescente...
¡Basta!
La que has liado, Ana. Tengo varias novelas por terminar, estoy corrigiendo una y me tengo que poner dentro de nada con otra que está en borrador, a falta de que me siente con ella a escribirla de verdad y mi cabeza se ha puesto a divagar de nuevo.
¡Si es que lo pides con una gracia que cuesta decirte que no!
No sé, no sé...
Era de Instagram.
Vale, ahí no filtro nada porque apenas recibo más mensajes que los de algunos hombres que intentan contactar conmigo a ver si consiguen algo de sexo, a los que bloqueo ipso facto puesto que no tengo intención de acceder a sus peticiones. Esto no pasa todos los días, ni siquiera todos los meses, así que no me he preocupado de averiguar cómo callarlo.
El caso es que me habían mencionado en una historia y por eso me avisaba el silbido. Ana Draghia, escritora, profe de literatura y compañera de editorial me decía que no haga hype de Entre puntos suspensivos porque quiere saber qué puñetas va a pasar con la novela y la tengo nerviosa.
Tuve que mirar qué era hacer hype y me sentí muy mayor en ese instante.
Ana me hizo sonreír y me volví a casa en el coche pensando en la posibilidad de una tercera novela. Incluso tracé una trama posible, me fui imaginando cómo podrían ser también Mario o Silvia, cómo habría cambiado Valeria y si ella podría ser el detonante de algo más que les sucediera a sus padres. Vine a casa la mar de entretenida, aunque esta mañana me he dado cuenta de que esa no es una historia que pueda escribir ahora. Necesitaría que pase algo de tiempo y sentirme una tonelada más tranquila para que el resultado sea luminoso y esté a la altura de las dos novelas que ya están ahí.
No, ahora no es el momento para esto.
Puede que dentro de un par de años me lo replantee, puede que hasta que llegue ese instante siga escribiendo en mi mente bocetos de lo que podría ser la historia entre los dos personajes que más me han dado hasta ahora. Una historia, esta vez, de madurez, de padres de una adolescente...
¡Basta!
La que has liado, Ana. Tengo varias novelas por terminar, estoy corrigiendo una y me tengo que poner dentro de nada con otra que está en borrador, a falta de que me siente con ella a escribirla de verdad y mi cabeza se ha puesto a divagar de nuevo.
¡Si es que lo pides con una gracia que cuesta decirte que no!
No sé, no sé...
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Mayte Esteban
sábado, 9 de junio de 2018
TODO SEGUIRÍA IGUAL
Llevaba ya la friolera de cinco años como candidata al puesto. La vez anterior, cuatro años atrás, se había quedado a las puertas de conseguirlo; una enfermedad inoportuna se llevó todas sus posibilidades, pero no se rindió. Pensó que había que ponerle al tiempo buena cara, que había que seguir trabajando con honestidad y firmeza y, cuando el puesto quedase libre, ella sería la más cualificada para conseguirlo.
El incremento de sueldo era considerable, pero no lo quería por eso, sino algo más intangible: lo habría logrado sin llevarse por delante a nadie, esperando, preparándose mucho para, una vez en él, ser la mejor.
A finales de abril, con la primavera mostrándose en todo su esplendor, tuvo la primera entrevista. A juzgar por las sensaciones, todo parecía encarrilado. Quince días más y sería la definitiva. Se preparó para ella. Solo llegó cinco minutos tarde, los que le llevó dar con la puerta correcta, puesto que habían cambiado el lugar de la reunión y no había sido avisada.
La entrevista con el jefe fue distendida. Duró exactamente una hora, en la que trató de ser agradable. Los primeros treinta minutos tuvo la sensación de que estaba a punto de conseguirlo, pero algo en las palabras de él le hizo dudar.
Dos veces.
Se fue de allí, a pesar de todo, contenta.
Los siguientes días, las noticias no llegaban. Empezó a ponerse nerviosa, pero trató de concentrarse en su trabajo. Esa espera alteró sus nervios, pero no fue capaz de llevarse por delante la ilusión de conseguir, al fin, el trabajo.
El resultado llegó tres semanas después de la entrevista.
Ni siquiera se lo comunicaron en persona, lo vio publicado en el tablón de anuncios y también presenció las felicitaciones a la que sí había conseguido el puesto. No la había visto por allí nunca, pero al fin y al cabo el puesto era abierto y ella había sentido que algo en la entrevista había ido mal.
Sintió la decepción pateándole las tripas, pero se obligó a sonreír, a seguir en su mesa de siempre a centrarse en los papeles que ocupaban sus días. Todo seguiría igual, salvo por un detalle.
Ya no se presentaría candidata.
Nunca más.
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