Con este nombre tan sugerente se presenta una editorial muy diferente a la mayoría de las que podemos encontrar en el mercado actual. Es distinta porque Palabras del Candil está enfocada a narradores orales, a gente que, según dicen en su página, vive del cuento, por supuesto, en el mejor sentido de la palabra. Al menos en el más literal. Los cuentos que en ella se publican no sólo están pensados para ser leídos, sino también para ser escuchados. Nació en 2005 en Guadalajara y desde entonces se mantienen fieles a su línea, y son muchos los autores que han ido encontrando su hueco en ella. Me gusta algo que he leído en el blog "nuestros textos se leen con la oreja y se susurran al ojo".
La literatura, realmente, nació así. Los juglares que en la Edad Media recorrían el mundo a pie, cargados sólo con palabras, con poemas que memorizaban para contarlos en las plazas de los pueblos a cambio de unas monedas, con la finalidad de entretener. Contaban historias, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días, como es el caso del Poema de Mio Cid, aunque es cierto que si no hubiera habido alguien que se hubiese molestado en ponerlas por escrito, se habrían perdido. Hoy, aunque el mundo ha cambiado y las formas de ocio son otras, todavía quedan cuentacuentos y algunos de ellos tienen su espacio en Palabras del Candil, que de algún modo se ocupa de que estas historias que nacen para ser escuchadas, permanezcan.
Pep Bruno es una de las personas que están al frente de esta editorial. Le conocí hace ya mucho tiempo, un 23 de abril en el que, disfrazado de Miguel de Cervantes, convenció a los niños que esa tarde deambulaban por la biblioteca, que era su fantasma, que había venido a celebrar el día del libro. Después de un rato muy divertido, sentó a los niños a su alrededor y les contó cómo se le había ocurrido escribir El Quijote. Los niños le escuchaban, interrumpiendo su relato sólo cuando querían preguntarle cualquier cosa que se les iba ocurriendo relacionada con el libro. Fue una tarde mágica que siempre voy a recordar. No me extraña nada que haya acabado dedicándose a esto porque lo lleva en la sangre.
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
viernes, 9 de diciembre de 2011
miércoles, 7 de diciembre de 2011
CARTAS
Antes de que llegaran las cartas no se había dado cuenta de que estaba muerta.
La primera no tenía importancia, era una simple reclamación, algo que no había salido como ella esperaba y buscó alguien que le diera una respuesta satisfactoria a sus dudas. Tardó en llegar y los argumentos de la persona que le contestó no terminaron de convencerla, por lo que optó por contestar. Así, despacito, día a día, se fueron sucediendo. Cartas formales, centradas en el tema que había iniciado esa extraña relación. Poco a poco, la persona al otro lado introdujo en ellas matices sin importancia. El atentamente de despedida, se convirtió en un abrazo. El adiós, otro día, pasó a transformarse en un beso y, sin querer, sin planearlo, los dos fueron abriendo su alma. Ya no importaba el principio de aquella historia. Lentamente se había convertido en otra cosa, la necesidad imperiosa de no sentirse tan solo.
Todos los días, a partir de entonces, la rutina se transformó. Empezaba el día con alegría, abordaba sus tareas con otro talante, sabiendo de antemano que, cuando llegase al buzón, encontraría una carta. Su recompensa. Nunca se habló en ellas de sentimientos. No se lo permitió. Demasiada soledad encima, demasiados fracasos que desbordaban su capacidad vital como para permitirse uno solo más. No sabía que ya había empezado el camino lento de su propia destrucción.
Un día la carta no llegó. El buzón le devolvió un vacío, negro, oscuro, que apagó la luz en su interior. No se dio cuenta, pensó, quizá, en un retraso del cartero. Volvió a mirar varias veces y, cuando se convenció de que era inútil, decidió esperar hasta el día siguiente. Nada. Tampoco al otro, ni siquiera una semana después.
La rutina, esa que siempre había marcado sus tiempos, se volvió insoportable. Los días se movían lentos y aunque la esperanza le hacía volver al buzón, ya no había alegría en el gesto sino un miedo terrible a la confirmación de su soledad.
Las personas se mueren por muchas causas. Ella, murió de tristeza. Murió por la ausencia de esas cartas que la mantenían en pie. Se rindió a la evidencia de que, de algún modo, llevaba mucho tiempo muerta.
Tres días después de su entierro, el cartero puso en el buzón una carta.
La primera no tenía importancia, era una simple reclamación, algo que no había salido como ella esperaba y buscó alguien que le diera una respuesta satisfactoria a sus dudas. Tardó en llegar y los argumentos de la persona que le contestó no terminaron de convencerla, por lo que optó por contestar. Así, despacito, día a día, se fueron sucediendo. Cartas formales, centradas en el tema que había iniciado esa extraña relación. Poco a poco, la persona al otro lado introdujo en ellas matices sin importancia. El atentamente de despedida, se convirtió en un abrazo. El adiós, otro día, pasó a transformarse en un beso y, sin querer, sin planearlo, los dos fueron abriendo su alma. Ya no importaba el principio de aquella historia. Lentamente se había convertido en otra cosa, la necesidad imperiosa de no sentirse tan solo.
Todos los días, a partir de entonces, la rutina se transformó. Empezaba el día con alegría, abordaba sus tareas con otro talante, sabiendo de antemano que, cuando llegase al buzón, encontraría una carta. Su recompensa. Nunca se habló en ellas de sentimientos. No se lo permitió. Demasiada soledad encima, demasiados fracasos que desbordaban su capacidad vital como para permitirse uno solo más. No sabía que ya había empezado el camino lento de su propia destrucción.
Un día la carta no llegó. El buzón le devolvió un vacío, negro, oscuro, que apagó la luz en su interior. No se dio cuenta, pensó, quizá, en un retraso del cartero. Volvió a mirar varias veces y, cuando se convenció de que era inútil, decidió esperar hasta el día siguiente. Nada. Tampoco al otro, ni siquiera una semana después.
La rutina, esa que siempre había marcado sus tiempos, se volvió insoportable. Los días se movían lentos y aunque la esperanza le hacía volver al buzón, ya no había alegría en el gesto sino un miedo terrible a la confirmación de su soledad.
Las personas se mueren por muchas causas. Ella, murió de tristeza. Murió por la ausencia de esas cartas que la mantenían en pie. Se rindió a la evidencia de que, de algún modo, llevaba mucho tiempo muerta.
Tres días después de su entierro, el cartero puso en el buzón una carta.
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relato breve
viernes, 2 de diciembre de 2011
PRIMER SORTEO EN EL ESPEJO DE LA ENTRADA: EL BOLÍGRAFO DE GEL VERDE.
Hola todos.
Para celebrar el primer año de funcionamiento del blog (que no su primer año de vida), os traigo un sorteo que espero que os haga la misma ilusión que a mí.
Los que leísteis la entrada, La relación autor lector, sabréis que uno de los escritores que ha colaborado ha sido Eloy Moreno. Cuando le pedí que me diera su opinión, él me propuso sortear un ejemplar de su novela, El bolígrafo de gel verde, entre mis seguidores. La idea me encantó, sobre todo porque a quien gane le llegará el ejemplar DEDICADO por él. Como muchos de los que atravesáis el espejo venís de lejos, le pregunté si el sorteo podía ser INTERNACIONAL y... me dijo que sí. Eso supone que TODOS, viváis donde viváis, podéis conseguir la novela.
Las reglas del sorteo son sencillísimas:
1º- dejar un comentario en esta entrada, pidiendo vuestra participación. Si habéis leído el libro, podéis decir alguna palabra que según vosotros lo defina. Si no, lo que os sugiere.
2º- enviar un correo aquí, con vuestros datos. No hace falta una dirección postal, eso sólo se lo pediré al ganador. Es para que os pueda decir el número con el que participáis en el sorteo. Si no os funciona el enlace, podéis poneros en contacto conmigo a través de la página CONTACT@.
3º- hacerlo antes del 15 de diciembre, fecha en la que se cierra el concurso.
Para que sea todavía más sencillo no es necesario ser seguidor del blog, pero me haría ilusión que lo fuerais, la verdad...
El nombre del ganador se publicará el día 17 de diciembre en este blog y avisaré al ganador.
¿A qué estáis esperando? Creo que es una oportunidad fantástica de conocer esta novela, si es que todavía no lo has hecho.
Para celebrar el primer año de funcionamiento del blog (que no su primer año de vida), os traigo un sorteo que espero que os haga la misma ilusión que a mí.
Los que leísteis la entrada, La relación autor lector, sabréis que uno de los escritores que ha colaborado ha sido Eloy Moreno. Cuando le pedí que me diera su opinión, él me propuso sortear un ejemplar de su novela, El bolígrafo de gel verde, entre mis seguidores. La idea me encantó, sobre todo porque a quien gane le llegará el ejemplar DEDICADO por él. Como muchos de los que atravesáis el espejo venís de lejos, le pregunté si el sorteo podía ser INTERNACIONAL y... me dijo que sí. Eso supone que TODOS, viváis donde viváis, podéis conseguir la novela.
Las reglas del sorteo son sencillísimas:
1º- dejar un comentario en esta entrada, pidiendo vuestra participación. Si habéis leído el libro, podéis decir alguna palabra que según vosotros lo defina. Si no, lo que os sugiere.
2º- enviar un correo aquí, con vuestros datos. No hace falta una dirección postal, eso sólo se lo pediré al ganador. Es para que os pueda decir el número con el que participáis en el sorteo. Si no os funciona el enlace, podéis poneros en contacto conmigo a través de la página CONTACT@.
3º- hacerlo antes del 15 de diciembre, fecha en la que se cierra el concurso.
Para que sea todavía más sencillo no es necesario ser seguidor del blog, pero me haría ilusión que lo fuerais, la verdad...
El nombre del ganador se publicará el día 17 de diciembre en este blog y avisaré al ganador.
¿A qué estáis esperando? Creo que es una oportunidad fantástica de conocer esta novela, si es que todavía no lo has hecho.
Suerte!!!
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jueves, 1 de diciembre de 2011
¿POR QUÉ NO?
Es sólo una parte de la pregunta: ¿por qué no te ofreces a algunas editoriales para reseñar sus novedades? Me lo sugirió un amigo que sabe de la pasión que despiertan en mí los libros y el interés que pongo en cada uno de ellos. Así, me dijo, podrás leer sin que eso afecte a tu economía. Le respondí que no, que de momento quería seguir haciendo lo que hago, hablar solo de los libros que me apetecen. ¿Estoy dejando pasar de largo algo? Quizá. Puede que mi blog no se convierta jamás en un punto de referencia literario, ni que logre una cantidad inmensa de visitas pero no siento que me esté perdiendo nada. Me los regalen o no, sabré arreglármelas para seguir leyendo. Alguien que creció en una biblioteca no puede vivir de otro modo.
Algo que me frena es el tema de las puntuaciones a libros, tan habituales en muchos blogs. ¿Por qué hay que puntuar el arte? Arte es cualquier cosa que despierte emociones pero como esto es absolutamente subjetivo, ¿quién soy yo para decir que un libro no cumple esa condición? Cada persona es un mundo y las sensaciones que nuestros sentidos captan, por mucho que sean iguales, se procesan de modo muy distinto. Por eso prefiero estas reseñas mías, tan poco técnicas, tan llenas de sensaciones subjetivas. No pretenden ser más que mi propia verdad.
Además, últimamente me están gustando mucho más los libros autopublicados, y esos jamás llegarán a través de una editorial. Sabéis que no puedo resistir la tentación de abrir un libro. Tampoco a los que llegan hasta mí, porque me los enviáis a través del correo electrónico o porque, sencillamente, la suerte o la casualidad los ponen en mis manos. Nunca me voy a negar a darles una oportunidad, porque he descubierto novelas muy interesantes de este modo, mucho más que algunas que se exponen en los escaparates de las librerías con el sello de superventas.
Así que aquí seguiré, leyendo lo que quiera, escribiendo lo que necesite sacar de mi cabeza, dejando este espejo a la vista de todo el que lo quiera atravesar. Y ofreciendo mi propio reflejo, tan verdad o tan mentira como lo son todos los reflejos de los espejos de la entrada.
Algo que me frena es el tema de las puntuaciones a libros, tan habituales en muchos blogs. ¿Por qué hay que puntuar el arte? Arte es cualquier cosa que despierte emociones pero como esto es absolutamente subjetivo, ¿quién soy yo para decir que un libro no cumple esa condición? Cada persona es un mundo y las sensaciones que nuestros sentidos captan, por mucho que sean iguales, se procesan de modo muy distinto. Por eso prefiero estas reseñas mías, tan poco técnicas, tan llenas de sensaciones subjetivas. No pretenden ser más que mi propia verdad.
Además, últimamente me están gustando mucho más los libros autopublicados, y esos jamás llegarán a través de una editorial. Sabéis que no puedo resistir la tentación de abrir un libro. Tampoco a los que llegan hasta mí, porque me los enviáis a través del correo electrónico o porque, sencillamente, la suerte o la casualidad los ponen en mis manos. Nunca me voy a negar a darles una oportunidad, porque he descubierto novelas muy interesantes de este modo, mucho más que algunas que se exponen en los escaparates de las librerías con el sello de superventas.
Así que aquí seguiré, leyendo lo que quiera, escribiendo lo que necesite sacar de mi cabeza, dejando este espejo a la vista de todo el que lo quiera atravesar. Y ofreciendo mi propio reflejo, tan verdad o tan mentira como lo son todos los reflejos de los espejos de la entrada.
domingo, 27 de noviembre de 2011
INDECISIÓN
El buen escritor reinventa el mundo, suscitando en el lector emociones desconocidas o aletargadas, y mostrando la faz profunda de lo cotidiano, aquella que, por costumbre, ya no puede ver.
Fernando Lázaro Carreter.
Qué hermoso sería ser capaz de hacer esto, proponerse despertar las emociones de quienes se acerquen a leer nuestras palabras y lograrlo. Una vez, lo sé, fui capaz de hacerlo pero con trampa, lo reconozco. No inventé. Con La arena del reloj fue fácil. Cómo te escondes del dolor, cómo te las arreglas para que no te inunde y contagie a todo lo que haces cuando es tan grande, tan nuevo, tan difícil de manejar. Al fin y al cabo, desde el siglo XV llevamos dándole vueltas a este tema en literatura. Es un libro difícil, de los que te gustan para siempre o los que no eres capaz de soportar. Justo como yo, carente de ese término medio que me haga encajar perfectamente en este mundo en el que vivimos. En lo único que soy exactamente así es en mi reflejo, esa imagen que tienen sobre nosotros los que nos ven a diario sin conocernos. Ni alta, ni baja. Ni guapa, ni fea. Ni tonta, ni la más lista. Invisible casi siempre.
Me puse un reto, un libro* que tocase a quien se atreviese a sumergirse en sus páginas, pero esta vez inventando, partiendo de cero. Está hecho y sé que lo he logrado con el pequeño círculo que siempre está ahí dispuesto a darme su opinión. Sin embargo, ha habido un "pero". Diminuto aunque desconcertante. Un matiz que se me había pasado por alto. Suficiente para que un proyecto de años no salga a la luz. La indecisión que siempre me acompaña de la que nunca voy a ser capaz de deshacerme. Podría corregirlo pero, fíjate tú por donde, no quiero. Se me olvidaba que también he sido una rebelde.
*Ese libro del que hablaba sin hablar era Detrás del cristal. Ese pero fue alguien que me sugirió que estaría mejor en la papelera de reciclaje (y a punto estuve de tirarlo). Por fortuna lo hice al contrario: rescaté el libro y tiré a la papelera a la persona. 10/01/2016
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La arena del reloj,
Mayte Esteban
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