Llevo unos días en los que no paro un momento. Me he tomado unos días de vacaciones de esas en las que te lo dan todo hecho, para recargar energía, pero como siempre que intento algo así, se me han juntado con un montón de noticias, de proyectos que tenía empezados.
Total, no he descansado del todo.
Es igual, no sé hacerlo.
Lo primero que os tengo que contar es que desde hoy está disponible la revista digital Pluma Amateur del mes de febrero. Esta revista argentina, está editada por Dany Nphenix (podéis seguir el enlace a su blog en el lateral derecho del mío, en la lista de blogs que suelo visitar), contactó conmigo hace unas semanas, después de que Daniela se leyera La arena del reloj, para hacerme una entrevista. Muchas gracias, de verdad, por pensar en mí. Ahí que me he marchado, a la otra punta del planeta.
Este es el enlace de la revista. La entrevista empieza en la página 7.
https://docs.google.com/file/d/0B8crja99GwrhWlZlRWdYOE9PNzA/edit
Pluma Amateur tiene además una página en FB que está recién nacida, en busca de seguidores, así que si os apetece, podéis pasaros. Tienen un compromiso personal con los autores noveles, indies, autoeditados...
https://www.facebook.com/PlumaAmateur
La otra gran noticia (para mí, para el mundo ya sé que es lo del Papa) es que esta semana, más concretamente el viernes 15, saldrá a la venta en Amazon la que es mi cuarta novela, Detrás del cristal. Estos días, a través de FB, voy descubriendo cada vez un poco más de la portada, hasta mostrárosla completa. Aunque hoy es martes (todavía queda un poco de día), este es mi espacio y los visitantes de casa y de confianza, así que... os muestro la que pondré mañana. La imagen que se va dibujando poco a poco.
Estoy nerviosa, lo reconozco, porque dejar que otros ojos lean lo que tú has escrito siempre es una responsabilidad. Puede que no te entiendan, puede que tampoco tú te expliques muy bien, puede que no hayas elegido el mejor punto de vista para contar la historia... Os juro que yo, antes de todo esto, no era de puede, era de cerrar los ojos, poner una sonrisa y tirar hacia adelante. Como me dijeron una vez, hiperactiva e hiper-resuelta, pero en este tiempo, desde que me sumergí en este lío, me he llevado algunos palos y unas cuantas decepciones que han alimentado el miedo y la inseguridad. No me importa confesarlos. De hecho, siempre escribo lo que me preocupa y cuando lo leo al cabo de un tiempo, si me río, es que ya lo he superado. Seguro que esto lo supero, soy también fuerte. De los baches aprendo y si son piscinas, hasta a nadar...
Tonterías mías.
Esta novela, además, lleva un reto. Algo novedoso que sabréis dentro de unos días. Acorde con los tiempos que corren, con los cambios, con las nuevas tecnologías. Una travesura que se me ocurrió de pronto y que abre muchas posibilidades.
Pero eso, de momento, no os lo contaré yo...
Por cierto, el viernes 15, en cuanto salga, Detrás del cristal tendrá un precio de lanzamiento de 0,89€ que mantendré durante 24 horas. Después, será un poco más elevado.
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
martes, 12 de febrero de 2013
viernes, 8 de febrero de 2013
ADOLESCENCIA
Hoy he dado un abrazo... raro. Uno de esos que te salen del alma y que encuentras que no tiene correspondencia porque la presión de los brazos del otro no es lo que esperabas.
-¿No te gusta que te abrace?
-Me da lo mismo.
Lo reconozco, el nudo en el corazón ha puesto en marcha el mecanismo de las lágrimas, a las que no les he dado opción: las he acallado con una inspiración fuerte.
La adolescencia no es fácil para nadie. Ni para quien está inmerso en ese tiempo de profundos cambios físicos que alteran los niveles hormonales, ni para los que rodean quien está en pleno crecimiento.
Para una madre, la adolescencia de un hijo es una pesadilla de la que te quieres despertar lo más pronto posible.
Siempre habíamos sido un equipo, desde el día en el que su llegada me transformó por completo, desde ese momento en el que dormir y comer se convirtieron en una utopía porque me tuve que acostumbrar a sus rutinas. Daba lo mismo porque cada abrazo, cada beso, cada sonrisa eran el mejor alimento y el mayor de los descansos. Sentirlo entre mis brazos, acariciar su rostro, escuchar los sonidos que entrenaban su garaganta para que más tarde hablase, me hacían tocar el Cielo, ese que existe de verdad y que está tan cerca cuando quieres a alguien que te quiere de verdad.
Ahora, mi niño, no está.
Lleva meses evitando que nos vean juntos en público, no quiere que nadie sepa que aún, a escondidas, se le escapan besos. Prefiere mantenerme a una distancia prudencial. No quiere que nadie más que yo sepa que me sigue queriendo, elige la privacidad de nuestro mundo compartido para devolverme su cariño, pero siempre y cuando nadie más lo sepa.
Sé que se pasará, que llegará un día en el que sus hormonas se asentarán de nuevo y dejará las tonterías de lado. Volverá a ser el que era, recuperaré sus abrazos, sus besos y su presencia. Estoy completamente segura, pero ahora el camino es una cuesta arriba. Menos mal que sé que todo lo que sube, acaba bajando, y que dentro de un tiempo volverá.
Cuando la complicidad es tanta, puede que haya un tiempo de dudas pero se acaban pasando.
Estoy convencida.
(Para todas esas madres que saben de lo que estoy hablando)
-¿No te gusta que te abrace?
-Me da lo mismo.
Lo reconozco, el nudo en el corazón ha puesto en marcha el mecanismo de las lágrimas, a las que no les he dado opción: las he acallado con una inspiración fuerte.
La adolescencia no es fácil para nadie. Ni para quien está inmerso en ese tiempo de profundos cambios físicos que alteran los niveles hormonales, ni para los que rodean quien está en pleno crecimiento.
Para una madre, la adolescencia de un hijo es una pesadilla de la que te quieres despertar lo más pronto posible.
Siempre habíamos sido un equipo, desde el día en el que su llegada me transformó por completo, desde ese momento en el que dormir y comer se convirtieron en una utopía porque me tuve que acostumbrar a sus rutinas. Daba lo mismo porque cada abrazo, cada beso, cada sonrisa eran el mejor alimento y el mayor de los descansos. Sentirlo entre mis brazos, acariciar su rostro, escuchar los sonidos que entrenaban su garaganta para que más tarde hablase, me hacían tocar el Cielo, ese que existe de verdad y que está tan cerca cuando quieres a alguien que te quiere de verdad.
Ahora, mi niño, no está.
Lleva meses evitando que nos vean juntos en público, no quiere que nadie sepa que aún, a escondidas, se le escapan besos. Prefiere mantenerme a una distancia prudencial. No quiere que nadie más que yo sepa que me sigue queriendo, elige la privacidad de nuestro mundo compartido para devolverme su cariño, pero siempre y cuando nadie más lo sepa.
Sé que se pasará, que llegará un día en el que sus hormonas se asentarán de nuevo y dejará las tonterías de lado. Volverá a ser el que era, recuperaré sus abrazos, sus besos y su presencia. Estoy completamente segura, pero ahora el camino es una cuesta arriba. Menos mal que sé que todo lo que sube, acaba bajando, y que dentro de un tiempo volverá.
Cuando la complicidad es tanta, puede que haya un tiempo de dudas pero se acaban pasando.
Estoy convencida.
(Para todas esas madres que saben de lo que estoy hablando)
martes, 5 de febrero de 2013
EL RELATO DE HOY
No está, no se puede leer todavía.
Lo escribí, claro que sí, pero... esta mañana me he levantado con los cables cruzados y en lugar de abrir el blog he tecleado en Google...
CONCURSO DE RELATO POR EMAIL
¿Casualidad?
¿El destino?
No sé.
El caso es que antes de que se me ocurriera cambiar de opinión, o que se me olvidase, que es muy propio de mi carácter despistado, me he puesto manos a la obra y en media hora tenía un correo confirmándome que participo.
Tiene un premio en metálico considerable, pero en realidad lo que me ha movido ha sido el reto, el probarme de nuevo que no tengo que tener miedo de hacer esas cosas, que antes me salían con una espontaneidad que, no sé por qué, he ido perdiendo. Esto, hace unos años, no habría sembrado en mi ni una mínima duda. Últimamente he tenido muchas con respecto a casi todo y ya va siendo hora de que me las sacuda.
Por cierto, ahora que estáis por aquí. ¡Ya he visto la portada de mi novela!
No sé si todavía no es la definitiva pero
ME GUSTA.
sábado, 2 de febrero de 2013
DETRÁS DEL CRISTAL
Mentiría si dijera que esto está siendo fácil. Perseguir los sueños tiene la dificultad añadida de que son intangibles, que no se pueden agarrar con las manos y prenderlos a tu cuerpo, que se queden contigo para siempre.
En el camino se van dando pasos, algunos hacia adelante, y otros te obligan a retroceder, a pararte, incluso hay momentos tan complicados que puedes sentir la tentación de abandonar.
Merece la pena cuando encuentras manos a las que agarrarte, que tiran de ti cuando la tentación de sentarte a mirar el paisaje es muy fuerte.
Tengo un plazo, unos días más para dar por concluida la cuarta aventura, para dejar ya a mis personajes solos, que sean ellos, a partir de ese momento, quienes caminen. Me queda poco para presentaros a Ana y Andrés.
Y a Raquel.
Y a Pedro.
Y a Pablo...
Lo reconozco, estoy asustada. Reconozco que como Ana, me siento a veces más cómoda Detrás del Cristal.
Etiquetas:
nueva novela
jueves, 31 de enero de 2013
GESTOS, PALABRAS, NOTICIAS...
Ese día
hacía un calor mortal. Como en casa eran difíciles de soportar los más de
treinta grados en el salón, decidí coger a los niños y bajarlos al patio del
edificio donde, no sé por qué, siempre hace muchísimo frío.
Faltaba poco para
que su padre volviera de trabajar y le esperaríamos los tres mientras jugábamos
un rato.
Llegó
puntual, como siempre, aunque algo en su rostro me dijo que traía dentro una
noticia que no me iba a gustar. Siempre he sabido leer cada uno de sus gestos,
aunque quiera ocultarlos.
Al lado
de los buzones me dio un abrazo inesperado, fuerte, como si con ese preludio
quisiera espantar el rastro amargo de lo que tenía que contarme. Después, sin
preámbulos que lo hicieran todavía más doloroso para él, lo soltó:
-Tu
padre me ha llamado esta tarde… Tiene cáncer.
En mi
interior, lo sabía. Las alarmas llevaban tiempo disparadas y mi sexto sentido,
ese que odio con todas mis fuerzas porque nunca se equivoca, me lo había
susurrado días antes.
No sé
por qué reacciono así. Supongo que es un mecanismo de defensa, pero en ese
momento no lloré. Mantuve cierta calma, mientras subíamos a casa. Me
decía que siempre hay una solución, un tratamiento, que la gente lucha y se
cura, que lo he visto otras veces en mi propia familia… Me estaba protegiendo
del dolor con pensamientos positivos, incluso mientras hablaba un poco después con
mi hermana por teléfono y ella me regañaba porque decía que no estaba siendo
razonable, que el diagnóstico era demoledor. Que tenía que despertarme del
sueño de un final feliz.
Lloré,
claro. ¡Cómo no hacerlo! Cuando se desdibujó la coraza, el mundo se me vino
encima y lo regué con una lluvia de lágrimas.
Los
días siguientes mi cerebro se desbocó. Quería hacer algo, aunque no fuera
consciente de qué era lo que podía suponer una solución. De pronto, una idea se
coló en mi mente: tenía que decirle que me contase quién había sido, cómo había
logrado convertirse en el hombre que era. Teníamos que escribir juntos su vida,
ese plan que estaba aplazado para momentos con más tiempo, para cuando mis
niños no me necesitasen tanto. Tenía que apresar cada instante que nos quedase
juntos y hacerlo especial.
Me
compré un portátil y juntos empezamos a escribir La arena del reloj.
Hoy,
años después, sé que no pude tener mejor idea. No lo mantuve conmigo, no se
puede luchar contra el destino, pero se quedaron en mí sus recuerdos, su
historia, y sus palabras, y cada vez que veo este libro me siento orgullosa de
ser su hija.
Etiquetas:
La arena del reloj,
vivencias
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