miércoles, 9 de noviembre de 2016

LA IMAGEN DE UNA MALA ORTOGRAFÍA



Mi hijo tenía que escribir una redacción de una cara sobre ortografía. El texto debía articularse como una argumentación, si estabas de acuerdo con que debían seguirse las normas ortográficas y académicas a la hora de escribir, o si te parecía que era mejor escribir tal como suena. Eso de que te toque las narices si la palabra va con b o v y escribas la primera que te apetezca.

Antes de que se pusiera a redactar, le hablé de la conveniencia de hacer una reflexión, de plantear un esquema previo en el que señalase los argumentos que iban a apoyar su texto para que, llegado el momento de la escritura, tuviera las ideas más claras y tardase menos en conseguir el resultado que buscaba.

Estuvimos un buen rato hablando sobre las dos posturas.

Al final, recogió las ideas y se quedó con ellas. Aún no sé el resultado, ya me lo enseñará, aunque sé que se ha decantado por la buena ortografía, que por suerte practica. Nunca intervengo en sus redacciones. Ni lo necesita, ni sería bueno para él que yo me adjudicase sus tareas. No le dejaría crecer, aprender. No permitiría que se equivocase solo, que al final es como mejor se aprende todo.

No me olvidé del tema, porque a mí una de las ideas sobre las que hablamos se me quedó danzando por la mente. Era una de las que se le habían ocurrido a él, tan esencial que me sentí orgullosa de mi criatura, de lo que es capaz de pensar y de lo que él me enseña a mí.

Uno de sus argumentos giraba en torno a la imagen que da de ti tu ortografía.

En un mundo en el que la comunicación ha cambiado tanto, escribir se ha convertido en algo esencial. Todos los días enviamos y recibimos mensajes a través de las distintas aplicaciones que tienen nuestros teléfonos. Escribimos.

Y lo hacemos muy mal.

Las prisas, muchas veces. Los dichosos correctores otras. La dejadez...

Ese era el tema que él puso encima de la mesa. La imagen que le transmite a él alguien que constantemente está cometiendo faltas de ortografía en un chat. Eso de que dé lo mismo escribir "ola! que "hola", o que las conjunciones de tres letras pierdan dos no le convence. Y no lo hace, porque él piensa que una persona así, en su vida real, tiene que ser alguien dejado. Poco ordenado. Descuidado. Alguien que pone muy poco interés.

Y no solo eso.

Entre los dos, llegamos a la conclusión de que si escribimos a una persona mal, tampoco le estamos enviando nuestro más profundo respeto.

Seguimos pensando, y acabamos concluyendo que, si buscas un trabajo y llenas de faltas de ortografía tu currículo, mal vas. Te restará puntos lo quieras o no, porque puestos a elegir a alguien, elegirán a una persona menos dejada que tú. Porque, vuelta a lo mismo, es lo que transmites.

Regreso a este blog, al tema que lo unifica y que son los libros. Me he dado cuenta de que esos libros de los que hablaba hace unos días, los que estaban llenos de incorrecciones ortográficas, sintácticas, etc., a mí me trasmitían descuido. Poco interés. Poco cuidado. Prisa por llegar a exponer algo que no estaba preparado para otros ojos. Y esa imagen de la persona que estaba detrás de las palabras es algo inconsciente que frena la lectura y, algunas veces, como en aquellos libros, directamente la anula.

Así que, sí, la ortografía importa. Se puede cargar tu imagen.

sábado, 5 de noviembre de 2016

A IRA DOS MANSOS DE MANUEL ESTEBAN



La reseña están en castellano, aunque mantenga la sinopsis en gallego. No me atrevo a traducirla y a escribir alguna burrada.

Sinopsis (en gallego):

Premio Xerais de Novela, 2016 - O cadáver dunha nena con síndrome de down aparece nos terreos do edificio Bandeira en Vigo. Para resolver o crime, o inspector Carlos Manso ten que percorrer os intestinos da delincuencia viguesa e internacional. O inspector móvese habilmente polos diversos escenarios da cidade e vive, ao tempo, un proceso que derruba as súas barreiras emocionais. 

A ira dos mansos é unha magnífica novela policíaca, cun acusado enfoque social, que propón unha viaxe de superación de moitos prexuízos, cuestionando a normalidade e a perfección e obrigando á reflexión. 

Escrita cun estilo directo, rápido, eficaz, sen adobíos, a novela apóiase nun gran sentido do humor, ás veces ácido e cínico, e nunha trama que nos atrapa, e que nos obriga a seguir lendo, colocándonos contra as cordas á hora de percibir o que é e non é pertinente dentro das convencións sociais, e poñendo en valor as persoas que traballan con colectivos con síndrome de down. 

A ira dos mansos é unha novela negra cunha historia trepidante que trata sobre a inclusión, a dignidade e o respecto.

Mis impresiones:

Para hacer algo, lo que sea, siempre hace falta tener las herramientas necesarias, aunque solo con ellas, aunque las domines, no sirve. También hace falta motivación. Si esta es fuerte, el resultado llega y esta novela es un ejemplo de ello. El autor, que manejaba las herramientas necesarias para trasladar una historia al papel, tenía motivaciones personales para arrancarse con la novela, como ha dicho él mismo en varias entrevistas. La escritura fue su manera de sanar heridas, de expresar su punto de vista ante cómo la sociedad no permite que las personas con discapacidad encajen en ella. Su hijo, con Síndrome de Down, supuso para él la chispa para arrancar y desde la ficción, usando al personaje principal de esta novela, el inspector Carlos Manso, poner sobre el tapete prejuicios que se ha ido encontrando, ante los que reflexiona, enmarcado dentro de una trama de novela negra.

La ficción tiene ese poder de remover conciencias que muchas veces es más fuerte que una charla documentada.

Esa fuerte motivación ha tenido como resultado esta novela, A ira dos mansos, que he leído por otra motivación. La mía. No ha sido fácil. Como la sinopsis que os dejo, está en un idioma que ni hablo ni escribo, y en el que apenas había leído algo más que noticias de prensa, pero que ahora sé que entiendo. Aunque por el camino se me queden palabras y más de una vez haya tenido que recurrir al diccionario (maravillosa tecnología que me permite llevar todos los diccionarios del mundo en el móvil y conocer la respuesta al instante). Quería leerla porque él es quien es, mi primo, porque cuando supe que había ganado el Xerais me sentí como todos en la familia, orgullosa y feliz, pero me faltaba saber cómo escribía.

Lo resumo: impresionante.

Es que no se me ocurre otra palabra. Incluso con la barrera del idioma, la prosa de Manuel Esteban es impecable, ácida y en algunos puntos cínica. El personaje del inspector Carlos Manso transmite verdad por los cuatro costados y es uno de esos protagonistas redondos que de vez en cuando aparecen en las novelas y a los que apetece tanto conocer. Quizá es el que mejor retrata el autor, porque para contar la trama escoge la primera persona y es a él a quien escuchamos prácticamente en toda la narración, salvo en algunos párrafos de la segunda parte. Desde la limitación técnica que supone el uso de esta persona, que no te deja como autor asomarte a lo que piensan o viven el resto de los personajes, construye una novela en la que dos investigaciones, en principio separadas, acaban confluyendo en una idea. He visto en esas dos historias a dos padres opuestos. Protección y desapego, dos maneras de enfrentarse a una realidad que les ha tocado cuando la vida les ha puesto en los brazos un niño con Síndrome de Down.

Y he visto a un hombre, el inspector, a en quien esas dos historias le provocan que salten por los aires sus ideas preconcebidas, que quizá son las de muchos, ante las personas con Síndrome de Down. A Carlos Manso nos lo presenta como un cuarentón solitario, adicto al café y con problemas para conciliar el sueño. Descreído, algo antisocial y con un humor ácido.

La historia arranca con el asesinato de Violeta, una joven con Síndrome de Down cuyo cadáver aparece en los terrenos del edificio Bandeira en Vigo. De madrugada, Carlos Manso recibe una llamada para presentarse en el lugar y los rasgos especiales de Violeta no le pasan desapercibidos. La investigación comienza y toma contacto con la Asociación a la que pertenecía la víctima, Alza Down. Descubre un mundo al inspector que enseguida se da cuenta de que no se corresponde con los prejuicios que estaban asentados en él, que se van plantando frente a sus ojos y ante los nuestros como lectores. Carlos Manso resuelve el caso, pero el conflicto interno, lo que se ha despertado en él conocer un mundo del que se da cuenta de que no sabía nada en realidad, se queda flotando y, cuando aparece otro relacionado con la Asociación, él ya no es el mismo. Hay un personaje femenino, Lorena, la directora de la Alza Down, que al autor le sirve de excusa para dos cosas: que arranque en él un interés personal en la mujer y que sus propias barreras emocionales se vayan derrumbando cuando ella le sirva de guía en este universo.

El mundo que encuentra tras las paredes de Alza Down, difuso, imperfecto, extraño, empieza a enfocarse en su mente y encuentra en las personas que conviven allí mucha más humanidad que fuera.

Como novela policíaca, es muy interesante, pero añadido ese plus que le dan las reflexiones del personaje, aderezado con una prosa sobresaliente (incluso, lo repito, aunque no esté en mi idioma), me ha parecido magnífica.

Una buena apuesta lectora.

Podéis pensar que es pasión de prima. Creo que no, que es más bien pasión de lectora. Es cierto que la he leído por ser él, pero lo que he encontrado ha superado las mejores expectativas.

Y sabéis que en esta casa no se miente sobre los libros. Solo os cuento lo que me encanta.

Por cierto, es el libro más vendido en gallego estas semanas. Eso también da una pista de que os estoy contando algo que es cierto.

jueves, 3 de noviembre de 2016

LOS CÓDIGOS LITERARIOS



Estaba repasando los elementos de la comunicación, aplicados a la literatura, cuando una idea me asaltó por sorpresa.

En literatura, el emisor es el autor, el receptor es múltiple, los lectores de la obra, incluso los espectadores cuando se trata de teatro que ha sido para representarse sobre un escenario. Los canales han ido variando a lo largo de la historia, desde las primeras tablillas de arcilla encontradas que marcan el inicio de lo que conocemos como Historia, pasando por soportes como el pergamino, el papiro, el papel y, hoy en día, el digital. El mensaje es propio de cada obra y el contexto tiene que ver con la época que se refleja.

Me falta el código, pero me voy a parar antes en el contexto, porque aquí también hay algo que decir.

Es importante conocer el contexto histórico de cada obra para que no hagamos análisis simplistas de lo que nos está contando el autor, para que no digamos estupideces como las que he tenido que leer a veces. No es lo mismo una escena escrita para una obra del siglo XXI, que la misma para mediados del XX, porque la sociedad no era la misma y lo que ahora nos parece reprobable (porque lo es) quizá en ese momento formaba parte de la "normalidad" social. Criticarlo como algo intolerable es signo de ignorancia.

Esto lo he visto en algún comentario que no tenía en cuenta el contexto de la obra y siento pena por quien se atreve a lanzarse a la piscina con argumentos absurdos. Yo no vería verosímil, en pleno siglo XXI, un duelo con pistolas al amanecer, pero en La Regenta hay uno y jamás se me ocurriría tildarlo de absurdo. En esa época la gente se comportaba así y si yo decido escribir sobre ese tiempo y retratar un duelo es porque es perfectamente verosímil. Aunque lo escribiera ayer mismo.

Pero vamos al código, que era en realidad lo que me hizo pensar ayer.

El código literario tiene sus reglas. Hay que conocerlas para entender del todo la obra, porque si no hay matices que se nos escapan. Tenemos que saber qué es una metáfora, por ejemplo. Las figuras literarias forman parte de ese código y alejan el lenguaje literario del coloquial. Lo enriquecen, lo transforman, le dan contenido. Si yo escribo: "El texto estaba tan mal escrito que el autor parecía hijo de la ESO", estoy diciendo mucho más que lo que pone y si el lector no encuentra la metáfora, obviamente se estará perdiendo gran parte del contenido de la obra.

Por poner un ejemplo.

Pero no solo existe ese código. Hay otros que hemos interiorizado con el tiempo y que regulan de alguna manera cómo funcionan las obras. Por ejemplo, y me voy a lo que conozco de primera mano, la novela romántica tiene sus códigos. Siempre, en primer plano, debe existir una historia de amor. Chico chica. Chico chico. Chica chica. Eso ya lo elige el autor, pero siempre tiene que estar ahí, moviendo el hilo principal porque si no no sería romántica. Por debajo de eso, debe existir otra trama que mueva a los personajes. Que suponga la diferencia con respecto al resto de historias. Y, al final, siempre, de manera ineludible, un final satisfactorio para el lector, que en este género es feliz y que acaba con perdices en el menú. Si te saltas el código, descolocas al lector del género. Si el lector que se acerca a la obra lo desconoce, emite análisis absurdos en los que la palabra "predecible" se convierte en la estrella.

Igual pasa en la novela policiaca. ¿Os imagináis una en la que se plantee un asesinato y no se resuelva? ¿Qué pensaríais?

...

Pues eso, que la novela no funciona porque se ha saltado una de las premisas básicas de este subgénero narrativo, la que regula que todo misterio tiene que tener su solución completa.

Creo que antes de lanzarnos a analizar las obras literarias deberíamos hacer un pequeño trabajo de reflexión, intentar conocer el ADN literario para juzgar de verdad, no solo desde lo que a nosotros nos gustaría que pasara. Porque, eso de que "no es lo que esperaba", solo me indica que se ha hecho un nulo trabajo en este sentido.

SOBRE PLAGIOS. O POR QUÉ PUBLICAS SI NO ESCRIBES

El lunes encontré en Wattpad a una usuaria que había subido Su chico de alquiler, atribuyéndose su autoría. No es la primera vez que esto sucede, hace años logré que retiraran otra versión de esta novela. Esa vez lo disfrazaron de fanfic. El del lunes era una "adaptación", que consistía en que había cambiado la portada, poniendo en ella a un chico horroroso y había tocado el texto.

Por descontado, no lo mejoraba...

Desde hace tiempo, a los autores se nos abre un frente más con el que luchar. Además de los piratas, ahora tenemos que lidiar con los listos que se dedican a subir nuestros textos con su nombre.

Lo único bueno de Wattpad es que, en unas horas, habían escuchado mi petición, habían comprobado la información que mandé, y que me reconoce como autora legítima de esa obra, y retiraron el plagio, aunque no sé si esa usuaria estará bloqueada para usar la página, al menos con ese perfil. Estaría bien que lo hicieran, aunque no sirva de mucho porque podría abrir otra cuenta, pero ya sabemos que crear otro correo y empezar de nuevo un camino recorrido a veces da pereza.

Quizá no es una idea tan idiota.

Todo esto me ha hecho reflexionar sobre algo. ¿Por qué publicar una historia que no es tuya en una plataforma como esta? Lo veo en Amazon. Y cuando digo que lo veo, me refiero a que se puede obtener un beneficio. Estos días, sin ir más lejos, hay una novela vendiendo muchísimo, de la que los rumores cuentan que es un refrito de los libros de otra. Es una idea estupenda. Coges un libro conocido y te lo casi apropias, cambiando tres tontunas, y si suena la flauta, para ti los beneficos. Pero, ¿en Wattpad? ¿Para qué?

En mi caso la novela se empeoró y eso sí me molesta. No estoy libre de que alguien me pueda atribuir un texto que al final no es el mío.

viernes, 28 de octubre de 2016

OS EMPIEZO A PRESENTAR MIS PUNTOS SUSPENSIVOS...


Creo que me vais a tener que aguantar escuchando cosas sobre esta nueva novela a lo largo de los próximos meses. Lo haré porque, aunque desde mi editorial siempre me dicen que a mí me corresponde escribir y a ellos vender las historias, sé que no desentenderse de ellas tiene resultados y ya estaré yo aquí para hacerlo.

O quien, de manera voluntaria, tenga la necesidad de contar qué ha sentido al leerla.

Una de las labores más duras en esto de escribir, al menos para mí, es enfrentarme a presentar las novelas a los lectores una vez que están ya listas para que las puedan –espero– disfrutar. Es mucho más complicado que sentarme a escribirlas, corregirlas, tramarlas, soñarlas… Lo es, porque siempre cabe pensar en que estaré siendo muy subjetiva, que quizá os cuente lo que he querido contar y no lo que realmente he hecho, porque conozco a los personajes mucho más allá de lo que narro en las páginas de la novela. Ellos han sido mis compañeros durante muchos meses, he tenido que crearlos partiendo de unas primeras pinceladas a las que he añadido colores para darles la vida que quiero que transmitan, pero también sé bastante más de lo que cuento. Es necesario para dotarlos de coherencia, pero en la ficción hay que elegir qué expones y qué te quedas.

Entre puntos suspensivos tiene dos tramas. Una, la superficial, es la que cuenta cómo Paula y Javier se embarcan en un viaje en moto, en el que tratarán de buscar pistas que les conduzcan a encontrar a Mario, el padre de ella. Los vais a ver pasear por el lago de Sanabria, por las costas de Asturias e incluso por una pequeña aldea gallega. Ese viaje, para mí, era una excusa para que estos dos personajes volvieran a enfrentarse a estar juntos.

¿Volver?

Sí, volver, porque son dos viejos conocidos. Ambos protagonizaron esa novela que yo titulé Su chico de alquiler, una novela light, juvenil, de iniciación, escrita hace más de veinte años (aunque retocada en algunos puntos necesarios para hacerla actual, hace 20 años no había móviles) y necesaria para llegar donde estoy.

¿Por qué retomé los personajes?

Por varias razones. La primera, porque me apetecía. Sin más. Otra de mucho peso, porque son mis personajes y si de ellos alguien a quien no conozco le dio por colgar un fanfic en Wattpad sin mencionar que yo era la autora, ¿por qué no escribir yo misma sobre ellos, que para eso son míos? Los dos, Paula y Javier, eran apenas adolescentes en Su chico de Alquiler. No del todo por edad, pero sí en su comportamiento. Yo quería verlos un poco mayores, saber qué había pasado con su historia que en la primera novela se queda en una toma de contacto.

Creo que pocos se imaginarían que el happy end de la anterior me lo iba a cargar en las primeras líneas de esta nueva novela.

Javier ha encarrilado su vida. Dejó la carrera, que ya en la otra novela no le motivaba en absoluto, y decidió hacer unas oposiciones en la Policía y sentar la cabeza después del descalabro de su relación con Paula. Ella, por su parte, tiene un trabajo estable y, cuando arranca la novela, una hija de siete años y un novio italiano. No están juntos.

Cosas de la vida.

Aunque…

Ese título, Entre puntos suspensivos, alude a la relación que han tenido en estos años que han pasado entre las dos novelas. Al principio cuento esa vieja leyenda asiática que dice que dos personas están unidas por un hilo rojo que los ata por los meñiques y, aunque lo intenten, esa unión no se puede romper, porque están destinados el uno al otro. Ellos, mis personajes, son así.




Pero una cosa es estar destinado y otra que sea sencillo lidiar con ello.

En la novela no hay un antagonista claro. Hay alguien, pero no tiene mucho peso porque el principal escollo para que esta relación que empezaron funcione es Paula. Sus miedos, su carácter, hacen que se vaya poniendo zancadillas y esas reboten en Javier a lo largo de los años. Un sentimiento poderoso que la invade y que no es capaz de gestionar, porque hace daño. Solo que Paula, en lugar de empujar ese daño hacia Javier, se lo hace a sí misma, hiriéndole a él de manera involuntaria.

Y complicando lo sencillo.

Volver a reunirlos fue darles una oportunidad para que ellos mismos entendieran qué era lo que les pasaba e intentasen solucionarlo.

La novela tiene dos partes. En la primera, los conoceréis tal y como son ahora. En lo que se han convertido en esos diez años de distancia narrativa. En la segunda, la vida les va a dar un bofetón en plena cara. A veces entendemos por fin la vida cuando se nos planta de frente y nos demuestra que estamos aquí solo de paso. Tal vez en ella hay algo muy personal, vengarme de la realidad a través de la ficción, remodelar lo que uno siempre querría que sucediera frente a la dureza de algunas cosas que te toca vivir.

Quizá al final, al leer la última línea de los agradecimientos de la novela, entendáis esta confusa frase que acabo de poner. O, tal vez, haya ya quien sepa de qué estoy hablando. Si no, dejadlo en cosas mías, ya sabéis que la cordura no me asiste todos los minutos del día. Si fuera así, probablemente no me dedicaría a esto.

He querido conservar cierta coherencia entre las dos novelas y por eso el tiempo verbal de la primera se mantiene, la narración en el presente que empleé, y algunas escenas intento que sean como en la otra, divertidas, aunque esta novela es más emotiva que la primera y, sobre todo, se nota mi madurez como escritora.

Es la primera vez que una de mis novelas va a salir al mercado de manera simultánea en papel y digital de manos de una editorial. Eso es un paso nuevo para mí. Me da mucho respeto, porque también vengo de una novela premiada, que se ha vendido muy bien, y de otra de la que los lectores no dejan de decirme que dejó en ellos, a pesar de lo loco del planteamiento, sensaciones maravillosas.

Es un listón muy alto.

Tomo aire. Respiro y solo os pido que los tratéis tan bien como lo hicisteis cuando eran unos críos.

Yo creo que se lo merecen.

Javier, seguro, más que Paula, pero perdonadla, he tratado de que sea un poco humana y los humanos no paramos de cometer errores.


Uno detrás de otro.