jueves, 8 de junio de 2017

EL ARTE DE PEDIR COMENTARIOS

He visto un vídeo que dice que para triunfar con tu libro tienes que pedir comentarios a tus amigos. Me he visto a mí misma abocada al fracaso, porque no me atrevo a hacer semejante cosa. No solo es por un pudor mayúsculo, es por otra cosa un poco más ridícula si cabe: nunca sabría la verdad sobre lo que escribo.

Bueno, igual tampoco la sé ahora, pero al menos sé que no la estoy manipulando de ninguna manera.

Sé que los que llegan (salvo alguno suelto por ahí, no necesariamente todos de los malos) son de verdad. Sinceros. Que cuentan lo que piensan del libro.

Una vez sí pedí un comentario, o más bien le supliqué a alguien que se leyera uno de mis libros (Boy for rent) porque no tenía ni puñetera idea de si eso era legible o no. Me lo podía parecer, pero mi nivel de inglés da para lo que da y no estaba segura.

Los demás han venido por su cuenta.

Es verdad que hace poco alguien me dijo que si yo no tenía amigos, por la escasez de comentarios que tengo con relación a las ventas y al tiempo que llevan mis libros. Me lo pregunté durante unos segundos. Después me eché a reír. En realidad, en literatura no se buscan amigos.

Se buscan lectores.

miércoles, 7 de junio de 2017

BOY FOR RENT GRATIS

Boy for rent, la versión en inglés de Su chico de alquiler estará GRATIS durante unos días en todas las plataformas en las que está subida. Comparto el enlace de Amazon, porque es en la que más fácil lo localizo.

Descargarlo os va a costar un simple click, no os van a cobrar nada de nada, no tenéis ni el compromiso de leerlo, pero oye, la ilusión que me hará a mí tampoco tiene ningún precio.

Ahí os lo dejo. Solo tenéis que pulsar en el título y os lleva a la página.

BOY FOR RENT
Amazon

BOY FOR RENT
Google Play



Ah, y os recuerdo que Entre puntos suspensivos, la historia de los personajes de Su chico de alquiler diez años después, está en una promoción de Amazon, ebooks al 50%. Durante junio se podrá conseguir a la mitad de su precio habitual en digital. A cambio de 1,42€ os prometo unas horas de lectura que os va a sacar carcajadas, alguna que otra lagrimilla y que, estoy segura, os hará pensar un poco.

También os la dejo.



martes, 6 de junio de 2017

EL INMENSO PODER DEL BOCA OREJA



Ayer me llegaba a mi correo un post del blog de Abel Amutxategi, Cómo escribir un libro, al que llevo suscrita tanto que ya ni me acuerdo de cuándo lo hice. Se titula 12 formas de ayudar GRATIS a tu autor favorito, y como él lo cuenta de maravilla, pinchando en el enlace veréis las que propone.

Después, volved, que quiero contaros yo algo.

¿Ya está?

Bien ahora os digo  yo. Ayer, cuando leí el post, me di cuenta de que llevo años haciendo esto, no solo con autores consagrados, sino con muchos que he ido conociendo a través de las redes, que me han gustado y no he dudado un instante en recomendar. Lo he hecho a través del blog, en Facebook, en Twitter, de viva voz... porque soy una cansina con las cosas que me gustan y, por qué no, porque también me apetecía compartir impresiones con otras personas sobre estos libros, y esa es una buena manera de hacerlo.

Incluso a los que han publicado con editorial los he ayudado "recolocando" sus libros en las librerías, algo que algún día me va a causar un disgusto.

Y, aún más allá, a veces he buscado en los ordenadores que hay en las grandes cadenas de venta de artículos informáticos los perfiles de las novelas y los he dejado abiertos, bien visibles. Yo que sé, igual el siguiente que tocase el ordenador se podría fijar en ellos...

Como autora, hay personas que han hecho conmigo algo así. Me han dedicado espacio en sus blogs, me hicieron entrevistas, han recomendado mis libros en sus perfiles... Y sé que eso ha sido esencial para que yo, a día de hoy, tenga tres novelas publicadas con editorial. Sin eso, sería todavía más desconocida. Una persona, a la que creo que le debo el principio y se lo tengo que reconocer, es Tatty, de El Universo de los libros, que me abrió las puertas cuando todas estaban cerradas. A ella se sumó Mónica, después Marga y un largo etcétera de blogs.

Todas ellas contribuyeron al boca oreja, que tiene un poder inmenso de convocatoria. Es más poderoso que cualquier campaña de marketing orquestada, porque siempre suele haber detrás de él un producto que tiene calidad suficiente como para que alguien arriesgue el valor de su palabra recomendándolo.

Espera, ¿qué acabo de decir?

Me temo que aquí hay un punto que debo matizar.

Cuando empecé a publicar en Amazon los autores independientes nos organizamos para publicitarnos entre nosotros. La plataforma era nueva, el fenómeno estaba en pañales y se hacía necesaria una difusión importante y conjunta para crear el ruido suficiente y que nos prestasen atención. Organizamos una lista con los libros que teníamos en la plataforma y la compartimos, para que cada uno pegase, por turnos, los tuits en su perfil. Los demás solo tendrían que retuitearlo y el ruido estaba asegurado. Al principio éramos un número razonable de autores, una docena aproximadamente, pero pronto se empezó a unir mucha más gente atraída por la posible repercusión de la estrategia. (Para quienes no tienen memoria, que los hay, sí, yo estuve desde el primer día en eso que se llamó Generación Kindle). La verdad es que funcionó, Amazon en pocos meses pasó de ser una página más a una de las más recomendadas en las redes. Nosotros, pasamos de desconocidos totales a autores que se buscaban la vida con bastante ingenio y sin apoyo editorial. Ganamos, pero también ganó Amazon.

Y mucho más que nosotros.

En ese momento, yo creo que algo no estaba bien planteado; se recomendó sin leer, solo por el apoyo recíproco, incumpliendo una premisa que desde el principio debía de haber sido básica. Yo, que encima era de las pocas que habían leído a muchos de ellos, salí bastante escaldada de esto, no creáis, y no solo porque no conseguí muchos lectores entre esos escritores, sino por otros fenómenos que se dieron en paralelo.

Llevo un imán de neodimio que atrae idiotas insertado en lo más profundo de mi organismo.

El primer día que me tocó tuitear tropecientas novelas (ya os digo que enseguida se enganchó mucha gente) lo hice religiosamente, pero tuve que aguantar a una pedante en Twitter que me atacó por usar este sistema (y eso que a la pedante le vino de maravilla porque favorecía a una persona de su entorno, pero ya sabéis que Twitter tiene el mayor número de imbéciles por bit cuadrado). Me llevé un disgusto de la leche, porque yo en ese momento era más pava que ahora y era incapaz de mandar a la mierda a nadie, por mucho que se lo mereciera.

Aguanté casi un año siendo generosa con personas que en muchos casos no lo estaban siendo conmigo (la persona a la que más tuits le puse en esas fechas no me puso ni uno solo a mí y eso que se declaraba en privado -en público no- mi mejor amigo escritor). Un día, después de aguantar a otro individuo que no sé por qué motivos recomendó a todo el mundo que me bloqueasen en todas las redes (un tipo infernal, recuerdo que se llamaba Dante) decidí zanjar el asunto y cambiar la estrategia.

Justo como hicieron conmigo, dejé de recomendar porque sí. Total, si ya me habían puesto a caer de un burro, era mejor que al menos fuera honesta conmigo misma.

Empecé a recomendar solo los libros que había leído y me habían gustado, que por otro lado eran un montón, porque soy de esa clase de escritores en extinción que leen muchísimo.

Desde entonces, las personas que me siguen saben que cuando recomiendo un libro lo hago convencida de lo que estoy diciendo, que si tuiteo algo, es porque creo en ello. Que lo hago porque quiero y no porque deba nada a nadie.

Y hablando de deber, fijaos hasta donde llega lo tonta que soy que en el último caso que he vivido de desequilibrio tuiteril (cómo me gusta inventarme palabras) este ha ido de tres o cuatro tuits al día en mi cuenta para una novela y tres tuits (tres) de ese autor entre mis dos últimas novelas para mí. Si hiciera cuentas, no compensaría, pero el caso es que a mí las novelas me gustaron y me da igual lo que hagan los demás. No los pongo para que me los pongan, de hecho los pongo incluso cuando a mí se me ignora.

No se trata de personas, se trata de novelas.

Si te tuitean por cómo eres y no por cómo escribes, vamos mal.

Por cierto, mientras estaba redactando esto, se me ha ocurrido otro post: cómo perjudicar a tu autor favorito. Igual hasta un día lo escribo.

O no, este año no ando muy bien de tiempo. 

lunes, 5 de junio de 2017

LO DIFÍCIL DE ESCRIBIR SENCILLO



Hace unos lunes, uno de esos que fue festivo en toda España, me levanté a las seis y media de la mañana. Tonta de mí, lo hice para encontrar un momento de tranquilidad en casa, un par de horas de margen en las que nada perturbase la tranquilidad.

Para intentar escribir.

Más en concreto, para intentar escribir sencillo.

Y eso que estoy convencida de que muy poca gente le da la importancia que tiene a escribir así, la dificultad que entraña el hacer frases en las que el lector no se encalle, limpias, claras y precisas. Escribir textos que tengan un ritmo que te empuje a seguir leyendo. Que incluyan metáforas, alguna sinestesia (que tengo debilidad por ellas), tres o cuatro símiles o un par de anáforas, pero que no se ahoguen en epítetos innecesarios.

Que no se note que hay muchísimo trabajo detrás, que parezca que te han salido tan naturales como respirar.

A las nueve y pico, después de haber dedicado casi tres horas a esta labor, me di cuenta de que quizá estoy perdiendo el tiempo. 

¿De verdad merece la pena esforzarse en algo que se vuelve invisible? Estoy convencida de que sí, aunque no se vea nada. Aunque se pasen por alto mil cosas. ¿Quién sabe? Igual hay alguien en alguna parte que, aunque no me lo cuente, que me entiende.

Tampoco pasa nada si no me entiende nadie. 

A veces no me entiendo ni yo.

domingo, 4 de junio de 2017

DÍAS DE FERIA

Ayer fue mi día de la Feria del Libro de Madrid 2017. Casi todos los años suelo ir un par de veces, si hay suerte hasta los tres fines de semana, pero este año raro que estoy pasando solo me podía permitir ayer y lo disfruté a tope.

Empezó prontito. Al Retiro entré con mi hija cuando las casetas no habían levantado las persianas, pero es que yo, siempre lo digo y siempre lo repetiré, ante todo soy lectora y quería una firma. Una que me hacía ilusión y no porque fuera para mí, que no es el caso, porque el libro no es mío, sino porque me apetecía decirle al autor que estoy fascinada con su libro. Se trata de Patria, de Fernando Aramburu. Sí, un best-seller (estoy imaginándome cómo le sale a cierta profesora de literatura -sonrisa perversa en este momento- un salpullido por toda la piel). Sí, un libro escrito, como le dije, quitándose el corsé y la coraza. Como se debería escribir siempre, como él me dijo que lo ha escrito: disfrutando cada palabra.

La firma no es para mí, pero la conversación fue totalmente mía. A pesar de la cola, tenía más prisa yo en acabar que él, porque entiendo lo importante que es para el siguiente lector tener esa oportunidad de saludar al autor y decirle lo que te ha parecido el libro.




Por cierto, sí. Aunque no se me vea la cara (y mejor, creedlo) soy la loca del sombrero. He descubierto que el día a pleno sol lo paso mucho mejor con la cabeza cubierta. Este pelo tan negro que tengo absorbe el calor del sol y al final sudo como un pollito. Así que me veréis más veces con mi sombrero, aunque mi primo diga que me queda fatal.

Da lo mismo, la cara también me queda fatal y no existen opciones de cambiarla, es la que me tocó.

Tengo que decir que antes de llegar a esta caseta, yo ya había firmado un libro. Quedé con una lectora y me guardo como muy especial el paseo que dimos charlando, ella hasta la caseta que buscaba y yo hasta esta, donde firmaba el autor de Patria. Creo que es lo que más me llena de esto, el tú a tú, la proximidad con alguien con quien, de no existir un libro por medio, quizá no hubieras coincidido jamás.

Nos separamos, pero volvimos a encontrarnos porque cuando me estaba firmando Fernando Aramburu me di cuenta de que se me había llevado un marcapáginas que era para ella. (No eres tú sola el desastre, Diana).

Después de esto tocaba reencontrarse con María José Moreno, antes de que entrase a firmar en su caseta, y Pilar Muñoz. Detrás de la caseta, a la sombra -hizo un día de esos en los que apetece-, nos encontramos con más compañeros escritores. A lo mejor reconocéis a Mónica Gutiérrez y a Eduardo Perellón, que había pensado quedarse a comer con nosotras, pero se tuvo que marchar. Dejamos a María José con sus fans y nos movimos un poco, en busca de agua -también necesaria en un día como el de ayer- y para seguir con las firmas.



Mónica Gutiérrez, que había venido a la Feria a firmar El noviembre de Kate, en una caseta muy cerquita de la de María José. Como siempre, estuvo encantadora. No puedo decir nada que no sea maravilloso de ella. Me hace reír, me hace sentir a gusto y me firma sus libros. En esta ocasión, como ese ya lo tenía firmado del verano pasado, me llevé Un hotel en ninguna parte. 

Mónica Gutiérrez, sonriente, como siempre.


Pilar y yo, cuando nos firmó el libro Mónica

En el paseo por la Feria me pasó algo que no me había sucedido hasta ahora. Aparte de firmar libros de gente que estaba esperando en las colas de otros -el resto de las personas de la cola me miraban y estoy segura de que se preguntaban quién demonios era la loca del sombrero-, me pararon por la calle, reconociéndome. Alucinaba, siempre he sido anónima, incluso era anónima cuando firmé por primera vez y eso que había un cartel con mi nombre y lo dijeron por megafonía.

También, por primera vez, he firmado libros en una caseta a alguien que no conocía de nada. Normalmente, para que nos vamos a engañar, vienen personas que conoces a través de las redes, directa o indirectamente, pero esta vez ha habido dos personas a las que no había visto jamás. 

A medio día nos fuimos a comer, aprovechando que las casetas cerraban. Había visto a Laura Sanz de pasada, a algunas lectoras con las que he coincidido en otras ocasiones -Mónica, Lucía, Inma, Marie, Loli, Cristina...- y era hora de tomar una cerveza fresquita mientras esperábamos nuestro turno para comer. Allí, entre cerveza y albóndiga de bacalao, nos dimos cuenta de que estábamos un buen número de autoras de las que participamos en un antología solidaria que aún no está publicada. Nos hicimos foto para celebrar la casualidad.


Pilar, Mónica, yo (en medio, como siempre), María José y Ana

Nos faltó gente para completar esa antología, así que me acuerde de pronto Víctor Fernández Correas, José Antonio Vidal, Nieves Muñoz, Roberto Martínez Guzmán... pero ya haber coincidido tantas es increíble, porque no lo hicimos a propósito.

Con nosotras comieron también Ana González Duque, otros tres González, un ingeniero y Mercedes Gallego. Creo que hay comuniones menos multitudinarias.

La tarde fue muy calmada. Tanto que de pronto me di cuenta de que me tenía que ir a la caseta de HarperCollins por dos poderosas razones. Una, que tenía que firmar yo en breve; otra, que quería El último baile de Marisa Sicilia y como me descuidase, habría terminado de firmar para cuando yo llegase. Somos un par de pavas, se nos pasó hacernos una foto juntas. En realidad, a mí se me pasaron muchas fotos, las he tenido que ir robando de aquí y de allá. Cuando salgo a estas cosas, de lo que menos me acuerdo es del teléfono.

Voy a poner fotos, voy a dar las gracias a todas las personas que vinieron a verme, a quienes se acercaron a que les firmase el libro y a quienes me siguen empujando para que escriba. Cuando todo acabó, cuando se marcharon todos, quedó una compañera de facultad, Reyes, y un rato que me quiero guardar. El de habernos reencontrado, después de tanto tiempo. Aunque nos vemos por las redes, no es lo mismo. Y tampoco nos hicimos foto...

Si es que.
Con Pilar Muñoz y María José Moreno

Patricia y Esmeralda.

Scarlet y Laura