martes, 7 de agosto de 2018

CARTA DEL FUTURO




7 de Agosto de 2018.
De Mayte Esteban.

Para Mayte Esteban.
7 de agosto de 1980.

Hola, Mayte:

Te estarás preguntando quién te escribe con tu mismo nombre, quién es la persona que le ha puesto dos fechas tan dispares una la carta. No estoy loca, soy yo, tu yo del futuro, y vengo a contarte algunas cosas.

Ahora mismo tienes diez años y un sueño que no le has contado a nadie, pero yo lo sé porque fue el mío. Ya te he dicho que soy tú pero con bastantes más años a la espalda, algunas canas disimuladas por un tinte y arruguitas en el rostro y en el alma. Nada importante, nada que no haya sido producto de que he vivido en todos estos años.

Sé que sueñas con escribir,  con convertirte en escritora, de hecho sé que hace poco terminaste una novela. Es muy tierna, pero aún tienes que darte tiempo. No te preocupes porque lo vas a conseguir. Practica mucho antes de enseñarle a nadie tus progresos, fíjate en los errores y lee todo lo que caiga en tus manos porque sé que aprenderás. Confío en ti y en tus posibilidades. Sé que eres lista y que vas a ser capaz de sacar provecho a cada libro que leas.

Aunque no hace falta que te lo diga, sigue yendo a la biblioteca. En ella vivirás la mejor etapa de tu vida, no solo porque está llena de mundos por descubrir, sino porque también en ella vas a conocer a algunas de las personas más importantes de tu vida, las que te marcarán el sendero. Y también el corazón. Las bibliotecas pueden hacer que te enamores muchas veces, que vivas peligros, aventuras, desafíos… pero no son peligrosas.

En cuanto cierres el libro volverás a estar a salvo.

A la que eres ahora no le hace falta que nadie la salve, pero habrá momentos en el futuro que lo necesitarás, y los libros son los mejores rescatando personas en apuros.

Hazme caso, lo he vivido.

Nadie te lo dice mucho, pero eres muy bonita. Sé que no me estás creyendo, porque ahora mismo no te ves así. Tienes el pelo tan corto como un chico, llevas siempre vaqueros y camisetas sin ninguna gracia, cualquiera que no te conozca juraría que eres un niño y no una niña. Tienes las rodillas llenas de costras y en la frente los restos de la herida que te dejó Raúl el otro día al tirarte una piedra. Tampoco te preocupes mucho por eso, solo está intentando llamar tu atención y dejará de pegarte en breve. No pasa nada por esas cicatrices, igual que esas heridas se curarán y desaparecerán, tú dejarás de parecer un niño un día y te convertirás en una chica preciosa. Da igual cómo seas por fuera, sé que por dentro tienes un corazón enorme que siempre se preocupa por los demás, aunque a veces lo demuestres un poco a lo bruto.

No te diré que moderes eso, en un futuro que no te contaré, para no asustarte mucho, el ser tan borrica de pequeña te salvará de un momento duro. Acuérdate de lo que te digo cuando llegue, no te paralices y pelea como sabes. Saldrás victoriosa. Al menos en lo físico, porque otras heridas se quedarán contigo. Pero tampoco te agobies, el tiempo es tan mágico como los libros de la biblioteca y te curará de eso.

El tiempo y la paciencia, que dicen que es la madre de la ciencia, pero que yo creo que es el arma de los héroes.

Estudia un poco más. Eres muy vaga y mientras no entiendas que con dedicarle unos minutos mejorarás un abismo, seguirás siendo del montón de la clase. Cuando por fin decidas hacerme caso, te prometo que serás la mejor. Está todo dentro de ti, aunque ahora mismo no lo veas y pienses que solo soy una señora pesada que viene del futuro a zumbar en tu cabeza y a contarte cosas raras.

Te vas a enamorar muchas veces en tu vida. Muchísimas, porque tu corazón es enorme, pero habrá una especial. No la dejes pasar, por mucho ruido que haya, por muy difícil que parezca. Funcionará y serás muy feliz, tendrás eso otro que tú y yo sabemos que deseas. No te voy a decir cuándo llegará, te tocará a ti averiguarlo. Por el camino seguro que piensas que te habrán roto el corazón algunas veces, pero no está roto, solo está entrenando, solo está viendo el lado oscuro para que cuando llegue la luz la disfrutes mucho más.

Porque habrá luz, tanta que te parecerá que nunca ha habido sombras.

No todo lo que va a pasar en estos años será bonito, también sucederán cosas muy tristes. Ahí sí que se te romperá el corazón, pero no te las voy a contar porque todo tiene su momento y no es este. Para cuando llegue, que lo sabrás, procura solo recordar esto: da gracias por lo vivido. Nunca te hundas en lo que se acaba, piensa en todo lo que tuviste mientras duró y analiza las cosas buenas que eso te dio.

En todo hay algo que rescatar y me consta que serás experta en construir fuertes con los restos de cada naufragio.

¿Te acuerdas de Víctor, verdad? Es ese niño de gafas con el que vas a clase. El empollón, como le llaman muchos, para meterse con él. Víctor sigue siendo mi amigo y se ha convertido en un hombre muy especial. Por si no te has dado cuenta todavía de lo que vale, ve fijándote en él en estos años que tienes por delante. Nunca te va a fallar, siempre estará cuando necesites hablar con él y seguirá riéndose de todas las tonterías que digas, como hace siempre. Víctor nunca se olvidará de tus cumpleaños y jamás hará nada solo por compromiso, sino porque es como tú. No dejes que se vaya lejos demasiado tiempo, no hay dos personas así.

De lo que suceda de aquí en adelante no sé nada. Tendría que llegarme una carta de mi yo futura. Si pasara eso, prometo escribirte, pero solo si lo que contiene es importante para que no tengas demasiado miedo. Ese va a ser tu único enemigo, el miedo a no estar a la altura de las personas que quieres. Pero sabes una cosa, le pregunté a papá y me dijo que sí, que siempre ha estado orgulloso de mí.

De nosotras.

Así que por eso, ni te preocupes.

Te quiero mucho, princesa (alguien te llamará princesa alguna vez y no seré solo yo)
Mayte

jueves, 2 de agosto de 2018

lunes, 30 de julio de 2018

¿PARA QUÉ HACER PLANES?



Este verano lo había planificado al milímetro. Iba a retomar una historia que tengo a medias desde hace varios años, la iba a ordenar y dedicaría todas las tardes a ponerle fin. Lo tenía todo más que dispuesto: ganas, rotuladores de colores, me compré un cuaderno, me inventé un sistema para recordar datos de un vistazo y no tener que volver a releer -la peor pesadilla cuando te vas dejando historias a medias- y tenía tiempo.

Después de muchos meses, había encontrado la tranquilidad necesaria para que me pudiera poner ilusionada con algo.

Pues me duró tres días, el 2 de junio, después de la Feria, ya lo había mandado todo al carajo.

Ya no tenía ganas de nada y, sinceramente, pensé que se imponía tomarme unas vacaciones que durasen, al menos, todo el verano. Había una lectura cero por ahí pendiente que de pronto quería cancelar, porque esa historia necesita tiempo y meditar algunas cosas, y porque tampoco me apetecía ponerme con ella. Nada me impedía largarme de este mundo digital y recluirme en mi salón, que con los 33 grados que alcanzar en el verano a la que me despisto es tan agradable como el infierno.

Nada, excepto la promoción de Semana.

Como soy muy responsable, decidí quedarme hasta este miércoles 1, cuando salga la revista. Después, me tomaría esas vacaciones que creo que después de muchos años sin faltar ni una semana completa de las redes me parece que me tengo que dar. Pero claro, para quedarse hasta ese día desde el 2 de junio había que entretenerse con algo que no fuera mirando Facebook. Después de unos días maquetando una novela, descubrí otro programa de maquetación muy facilito. Tanto que tardé unos 20 minutos en ventilarme la misma novela que por otros medios me había costado varios días.

Y, de pronto, una idea de las mías.

¿Qué tal si escribes una historia cortita y fácil y la maquetas?, me dije. Solo para probar con el programa, porque no tenía nada por ahí susceptible de ser maquetado. Esa historia que está en lectura cero pendiente también tiene en mi mente revisión próxima, así que no merecía la pena que perdiera ni los veinte minutos que me llevaría hacerlo.

Me puse a escribir.

Partí de una escena y, sin saber muy bien dónde iba, me lancé con tan solo una premisa: vuelca el bote del azúcar, concédete no ser realista cien por cien. La historia que acababa de maquetar era tan dura, es tan dura cuando la leo porque tiene sus raíces en la realidad, que me apetecía distanciarme de algo así. Reconozco que al principio me costó, pero le fui cogiendo el aire y divirtiéndome.

Me puse un plazo.

Mediados de agosto, que tiene su explicación porque es cuando empiezan las fiestas aquí y es cuando me voy a conceder, al menos, dormir. Tampoco es que se presenten mucho más emocionantes que otras veces -es decir, nada emocionantes para mí que soy más bien poco fiestera-, pero tengo una pausa de trabajo y podría hacerla de todo.

Creo que voy a acabar, salvo catástrofe de última hora, un poco antes.

Me ha salido una pareja protagonista muy bonita, he sido cabrona con los secundarios lo que me ha dado la gana y no tengo ni idea de para qué estoy escribiendo esto a excepción de para maquetarla, creo que es más bien para no perder el pulso, para eso que me dijo una vez Víctor del Árbol, que siempre hay que escribir, lo que sea, porque si paras después cuesta un montón volver a encontrarte contigo mismo. Pues eso he hecho -al final siempre le hago caso, menudo par de conversaciones productivas que he tenido con él- y acabo llegando a alguna parte.

Mi destino este verano, si escucho a mi intuición, me dibuja una sonrisa en los labios.

Mi intuición es una hija de puta, me cuenta noticias malas incluso antes de que se produzcan, con la misma intensidad que si me dieran con un bate de béisbol en la cara, pero también me susurra cosas buenas.

Y ha habido una cosa que me ha hecho sonreír y mucho.

Espero que sea tan buena para lo bueno como lo es para lo malo, porque si lo malo era jodido, lo bueno es espectacular.

sábado, 28 de julio de 2018

ESAS RELACIONES QUE NO LLEVAN A NINGUNA PARTE

Me asomo al espejo para hablar de algo que llevo pensando mucho tiempo. El título de la entrada quizá no indica por donde voy, así que me voy a permitir una introducción.

Soy un poco especial para entenderme a veces...

Veréis, hace años descubrimos que con las redes sociales, los autores autoeditados teníamos acceso a un gran número de lectores que de otro modo nos estaban vetados. Esa proximidad, fruto de la interconexión virtual, lograba que personas que jamás se habían cruzado contigo se leyeran tus libros y empezó esa famosa relación autor-lector, que ha ido evolucionando con los años.

Esa en la que el escritor puede interactuar con el lector mucho más allá del libro.

Pero me he dado cuenta de que, a pesar de lo interesante que resulta, esto no es una relación sana entre el autor y el lector. Entre el escritor y el destinatario de lo escrito. Entre dos personas que en principio no estaban destinados a cruzarse más allá de las palabras impresas en un papel.

He tardado años en ser consciente y me he tenido que romper la crisma tres o cuatro veces para captar este fenómeno desde todos sus ángulos.

Voy a hablar desde la perspectiva de la lectora que soy, desde la experiencia de años acumulados cruzándome con escritores y también como autora más adelante. Vaya por delante que esto no ha pasado con todos, pero si en un número suficiente como para pensar que no se trata de un fenómeno aislado. Si un autor traspasa el límite invisible que lo separa de ti y te falla como persona, dejas de ser su lector.

Así de simple.

Así de tonto.

Así de humano.

Es el problema de humanizar y aproximar un proceso que se mantenía a una distancia insalvable casi siempre: el libro. Ese era el único punto de contacto entre el emisor y el receptor de esta forma de comunicación que se ha desvirtuado en los últimos diez años. Una forma de comunicación tan peculiar que era posible mantener ese canal aunque el autor se hubiera muerto hacía siglos.

Pero algo ha cambiado ahora.

Algo que se ha vuelto en contra del autor si no sabe gestionarlo con la suficiente inteligencia.

Me he dado cuenta de que si deja de interesarte un autor como persona, uno de esos con los que generaste un contacto desde tu posición de lector, debido a la enorme oferta de títulos que hay en el mercado lo arrinconas y pasas de leer sus textos hasta que acaban cayendo en el más miserable de los olvidos por tu parte. Como lector poco importa, hay millones de escritores esperándote -vivos y muertos-, pero para el autor, si se ha dedicado a recolectar lectores a base de relaciones personales eso puede ser una catástrofe.

Ahí es cuando me puse a pensar cuántos de mis lectores han llegado a través de relaciones personales. Igual son más de los sensatos, aunque llevo casi dos años corrigiendo este fenómeno en la medida de mis posibilidades.

Intento, si alguien se acerca a mí como lector, ser amable, pero procuro que la barrera permanezca bajada para lo que no es un mero intercambio breve de impresiones derivadas de un trabajo que hice. Porque también me he dado cuenta de que eso me protege de invasiones a mi vida personal que trascienden lo literario y que es posible que no esté dispuesta a consentir. Eso, lo personal, es humano y forma parte de las relaciones cotidianas, pero es que relacionarse con el autor de los libros que lees no lo es, esto es otro proceso diferente, o debería serlo.

Me di cuenta hace un par de años de que esto no consiste en relaciones personales sino relaciones de palabras. El autor a un lado, el libro en medio y el lector al otro. Y las barreras en su sitio, que para las cañas están los amigos y para la vida personal, la familia.

Por eso, desde entonces, como autora sigo siendo correcta, pero mucho más distante de lo que fui con los lectores. Por eso no soy inaccesible, pero sí mucho más cauta. Por eso intento no ser amiga de mis lectores, sino más bien alguien que solo sea visible lo justo para que sepan quién soy y, si quieren, se encuentren con mis libros que es lo importante.

A casi todo el mundo le sobra la información de con quién me acuesto, si tengo hijos o no o si me voy de vacaciones. Procuro no excederme publicando estas cosas -muy escogidas, muy pocas, muy meditadas- y me limito a mis textos, noticias, a alguna anécdota sin importancia, a mis frases que siempre suelen ser algo que acaba teniendo su reflejo en lo que escribo y a mi perro, que he decidido, irónicamente porque es un animal, que sea lo que más me humaniza.

Y, desde el otro lado, también he puesto barreras a los egos desmedidos, que los ha habido, que solo me buscaron como potencial lectora y que, cuando creyeron que me tenían en sus manos, me dieron una patadita en el culo.

Ya no hay patadas, ni mías ni de los demás. Ya no hay confianza, porque esto es otra cosa, no es amistad con todo el mundo, es literatura.

Nota: sigo teniendo amigos escritores y lectores. Pocos, pero los tengo. Por fortuna, hay personas que se salvan de todo.




jueves, 26 de julio de 2018

ENTREVISTA EN SEMANA

Me guardo esto aquí, como siempre, para que no se me pierda. Y esta vez con más motivos, porque mi ordenador está a punto de romperse. Ya va dando síntomas.