Un pequeño adelanto de cómo nació esta novela.
Esta debería ser una historia de espadas y magia, pero por más que lo intentamos las espadas brillan, pero por su ausencia. Un día mi hijo, con seis años, me pidió un cuento y yo, como soy su madre y le quiero se lo regalé. Ese regalo, sin embargo, tenía una condición: él sería mi guía. Yo me iba a limitar a escribir lo que él quisiera, los personajes se llamarían como le apeteciera y elegiría desde los escenarios hasta las aventuras se que iban a vivir en el cuento. Por mi parte, trataría de que la historia incluyera elementos con los que él aprendiera algo de Historia. Aceptamos los dos y nunca me pude imaginar lo fácil que iba a resultar en algunos momentos y lo enrevesadamente difícil que me lo pondría en otros. Pero el reto lo superamos ambos y el medallón, con tiempo y paciencia comenzó a brillar. Hoy, nuestra historia, abandona la estantería familiar para intentar abrirse un huequito en vuestros corazones. ¿Os animáis a conocerla?
El medallón de la magia estará disponible en lulu a partir del próximo 25 de febrero.
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
jueves, 19 de enero de 2012
miércoles, 18 de enero de 2012
LA DEDICATORIA DE LEA TOBERY
Hace ya tiempo, Lea Tobery, la autora de Resurreción informó a sus lectores que en su próxima novela iba a incluir, en la dedicatoria, a las personas y los espacios que le habían prestado su apoyo. Esta mañana, cuando he entrado en internet y he empezado mi habitual exploración de blogs, me he encontrado que este blog, El espejo de la entrada, y yo misma estamos en esa dedicatoria.
La próxima novela de Lea se llama Vapor y está previsto que se pueda acceder a ella en el mes de abril, así que hasta entonces tendremos que conformarnos con leer Resurrección. No es un mal plan, la verdad.
De momento, os animo a que indaguéis en su blog.
La próxima novela de Lea se llama Vapor y está previsto que se pueda acceder a ella en el mes de abril, así que hasta entonces tendremos que conformarnos con leer Resurrección. No es un mal plan, la verdad.
De momento, os animo a que indaguéis en su blog.
martes, 17 de enero de 2012
DAR Y RECIBIR
Al principio, el comercio era un caos. Empezamos por algo que se llamó trueque, un intercambio en el que cada uno ofrecía lo que tenía y se lo cambiaba a otro. El valor real no importaba demasiado. Al fin y al cabo, cuando se necesita un lápiz y no se tiene, si alguien lo cambia por el bolígrafo que le sobra, sentirá que no pierde nada en el trato. En la balanza imaginaria donde los poníamos se pesaban, no sólo los gramos, sino también elementos subjetivos como su utilidad y su necesidad en ese momento.
Un buen día surgieron los conflictos, eso de que lo mío vale más que lo tuyo, porque ha costado más producirlo… un caos que desembocó en la idea de inventar el dinero. Simplificó muchas cosas, la verdad. Es fuente de otros miles de conflictos posteriores, pero en ese primer contexto, fue una buena idea. Ahora no sé si tanto.
Pero no quería hablar de dinero sino de sentimientos. Cuando alguien da mucho, se ofrece a los demás, también espera de algún modo que los demás le devuelvan algo. Diga lo que diga en público. Los sentimientos no se pueden medir y por lo general es cierto que las personas expertas en dar se conforman con muy poquito. A veces, sólo una sonrisa, una palabra, un mensaje de vuelta. Para ellas es suficiente pero tan necesario como en el trueque primitivo que existieran, al menos, objetos en los dos lados de la balanza.
Hoy he visto tristeza en la mirada de alguien que siempre da. Cansancio. La sensación que transmitía es que ya no siente la alegría de antes haciendo lo que hace por los demás porque no recibe a cambio ni el medio minuto que hace falta pararse para escribir un gracias. Con una palabra o con un beso. Se ha dado la vuelta, ocultando su rostro unos instantes, y al volver a mirar ha seguido con su entrega habitual, tratando de ponerle una pasión que, ahora lo sé, ya no siente. No creo que nadie más que yo haya notado su enorme desencanto con todo. Yo lo entiendo. No en la misma medida, pero muchas veces siento que doy más que recibo. Es lo malo de tener la manía de leer entre líneas: no es lo mismo emocionar que ser emotivo. Hay millones de kilómetros de distancia.
Un buen día surgieron los conflictos, eso de que lo mío vale más que lo tuyo, porque ha costado más producirlo… un caos que desembocó en la idea de inventar el dinero. Simplificó muchas cosas, la verdad. Es fuente de otros miles de conflictos posteriores, pero en ese primer contexto, fue una buena idea. Ahora no sé si tanto.
Pero no quería hablar de dinero sino de sentimientos. Cuando alguien da mucho, se ofrece a los demás, también espera de algún modo que los demás le devuelvan algo. Diga lo que diga en público. Los sentimientos no se pueden medir y por lo general es cierto que las personas expertas en dar se conforman con muy poquito. A veces, sólo una sonrisa, una palabra, un mensaje de vuelta. Para ellas es suficiente pero tan necesario como en el trueque primitivo que existieran, al menos, objetos en los dos lados de la balanza.
Hoy he visto tristeza en la mirada de alguien que siempre da. Cansancio. La sensación que transmitía es que ya no siente la alegría de antes haciendo lo que hace por los demás porque no recibe a cambio ni el medio minuto que hace falta pararse para escribir un gracias. Con una palabra o con un beso. Se ha dado la vuelta, ocultando su rostro unos instantes, y al volver a mirar ha seguido con su entrega habitual, tratando de ponerle una pasión que, ahora lo sé, ya no siente. No creo que nadie más que yo haya notado su enorme desencanto con todo. Yo lo entiendo. No en la misma medida, pero muchas veces siento que doy más que recibo. Es lo malo de tener la manía de leer entre líneas: no es lo mismo emocionar que ser emotivo. Hay millones de kilómetros de distancia.
PASADO
Llegó a casa y soltó el bolso en cualquier lugar, sin molestarse en si aquel gesto era el adecuado. Las noticias en la última revisión eran demoledoras: el tumor avanzaba rápido y el tratamiento ya no estaba resultando eficiente. Mientras la doctora hablaba, con toda la parafernalia técnica que acompaña a estas explicaciones, ella pensaba en sus propias cosas, sus asuntos pendientes, esos que consideró de pronto más importantes que nada.
Daba lo mismo el tiempo que le quedase si era suficiente para lo que tenía que hacer.
El abrigo fue a parar al suelo. De un vistazo recorrió la entrada de la casa. Descolgó un cuadro y lo puso en el suelo. Lo había pintado de pequeña y era horrible, pero era suyo y por eso tenía su lugar en casa. Para nadie más tendría sentido conservarlo. Entró en el salón y fue vaciando cajones, sacando de ellos cualquier objeto que a ojos de alguien que no fuera ella misma tuviera algún valor. Le siguieron su habitación, su armario, su carpeta de documentos, incluso el disco duro de su ordenador… uno por uno los fue despojando de las partes de su alma que los componían.
Cuando acabó era tarde, muy tarde, y un buen montón de cosas esperaban en la entrada de casa. Necesitó cinco viajes al contenedor de basura. Exhausta por el esfuerzo que todo esto supuso para sus menguadas fuerzas se acostó en su cama. No se durmió enseguida pensando si todavía quedaban asuntos pendientes. Había uno, ser capaz de deshacerse de los recuerdos que anidaban en su mente. Sonrió porque para eso quedaba muy poco tiempo.
Ya no había futuro.
Daba lo mismo el tiempo que le quedase si era suficiente para lo que tenía que hacer.
El abrigo fue a parar al suelo. De un vistazo recorrió la entrada de la casa. Descolgó un cuadro y lo puso en el suelo. Lo había pintado de pequeña y era horrible, pero era suyo y por eso tenía su lugar en casa. Para nadie más tendría sentido conservarlo. Entró en el salón y fue vaciando cajones, sacando de ellos cualquier objeto que a ojos de alguien que no fuera ella misma tuviera algún valor. Le siguieron su habitación, su armario, su carpeta de documentos, incluso el disco duro de su ordenador… uno por uno los fue despojando de las partes de su alma que los componían.
Cuando acabó era tarde, muy tarde, y un buen montón de cosas esperaban en la entrada de casa. Necesitó cinco viajes al contenedor de basura. Exhausta por el esfuerzo que todo esto supuso para sus menguadas fuerzas se acostó en su cama. No se durmió enseguida pensando si todavía quedaban asuntos pendientes. Había uno, ser capaz de deshacerse de los recuerdos que anidaban en su mente. Sonrió porque para eso quedaba muy poco tiempo.
Ya no había futuro.
Etiquetas:
relato breve
lunes, 16 de enero de 2012
OBSESIÓN, DE ANTONIO LAGARES.
Supe de la existencia de este libro casi desde el momento en el que entré a formar parte del grupo Reseñas de Facebook. El que se tratase de relatos cortos frenó un poco el interés por él, ya que, aunque sabía que todos tienen un hilo conductor, el título me desconcertaba. Anticipaba una sensación que en principio no me apetecía experimentar. Sin embargo, cuando Tatty, desde El universo de los libros, propuso dedicarle un mes al autor, no me lo pensé. Me apetece darle apoyo a gente que escribe y no es demasiado conocida y he descubierto verdaderas joyas en esta aventura. También sé, por experiencia, que los libros que menos te llaman la atención en principio pueden esconder una historia que te toque. Yo estoy abierta a descubrir.
Obsesión reúne relatos cortos en los que se analiza el comportamiento humano. A cada uno de los relatos le acompaña una ilustración que resume la esencia del mismo. Me ha sorprendido, sobre todo, el hecho de que estén muy bien escritos, con una prosa fluida y elegante que te arrastra en la lectura. Entre los libros que he leído en los últimos meses había un poco de todo, desde quienes utilizan un lenguaje llano para acercarse al lector, demasiado llano en algunos casos puntuales, hasta otros que se pierden en la grandilocuencia de sus frases. Antonio Lagares logra la medida justa: no se pierde entre palabras vacías, ni redacta con una sencillez excesiva. Para quien le gusta leer, para quien disfruta de verdad con las palabras, este libro es una delicia.
Por otro lado están los argumentos de cada relato. Cada historia es diferente y, sin embargo, cada lectura te hace llegar a la misma conclusión: lo complicada que es la mente humana, lo frágiles que somos en realidad. Tengo una costumbre que a lo mejor es chocante para muchos: retardo las lecturas que me gustan mucho. Un libro que me está llenando no me lo bebo de golpe, lo saboreo como se saborea una copa de buen vino. Por eso este me ha costado varios días, porque cada relato ha tenido su tiempo para que pensase en lo que me había ido contado el autor. No sabría con cual quedarme, la verdad. Cada uno encierra en sí mismo lo que podría ser el germen de una novela y, a la vez, no creo que hagan falta más palabras para contarlo todo. Escribir relatos breves, por lo menos a mí, me parece más complicado que enfrentar una novela. Hay que ser capaz de construir en la mente del lector una historia completa, dejarle también puertas abiertas a su reflexión y cerrarlo por completo. En diez páginas. Difícil pero no imposible, Antonio lo demuestra.
Entre los relatos, con El despertar he recordado a Kafka y en El paseo incluso me he reído con los dos locos que se creen Don Quijote y Sancho Panza. Los miedos del alma creo que ha sido el más intenso para mí y Secuelas me ha hecho pensar en que, en muy pocas páginas, se puede dar un giro a una historia que parecía que tenía un final previsible en tu cabeza para, poco después, volver a girar y terminar de un modo absolutamente inesperado.
Os invito a conocer a Antonio Lagares y a sumergiros en ese mundo de obsesiones de la mente. No creo que os arrepintáis. A él le doy las gracias por dejarme conocer sus relatos. Me han encantado.
Obsesión reúne relatos cortos en los que se analiza el comportamiento humano. A cada uno de los relatos le acompaña una ilustración que resume la esencia del mismo. Me ha sorprendido, sobre todo, el hecho de que estén muy bien escritos, con una prosa fluida y elegante que te arrastra en la lectura. Entre los libros que he leído en los últimos meses había un poco de todo, desde quienes utilizan un lenguaje llano para acercarse al lector, demasiado llano en algunos casos puntuales, hasta otros que se pierden en la grandilocuencia de sus frases. Antonio Lagares logra la medida justa: no se pierde entre palabras vacías, ni redacta con una sencillez excesiva. Para quien le gusta leer, para quien disfruta de verdad con las palabras, este libro es una delicia.
Por otro lado están los argumentos de cada relato. Cada historia es diferente y, sin embargo, cada lectura te hace llegar a la misma conclusión: lo complicada que es la mente humana, lo frágiles que somos en realidad. Tengo una costumbre que a lo mejor es chocante para muchos: retardo las lecturas que me gustan mucho. Un libro que me está llenando no me lo bebo de golpe, lo saboreo como se saborea una copa de buen vino. Por eso este me ha costado varios días, porque cada relato ha tenido su tiempo para que pensase en lo que me había ido contado el autor. No sabría con cual quedarme, la verdad. Cada uno encierra en sí mismo lo que podría ser el germen de una novela y, a la vez, no creo que hagan falta más palabras para contarlo todo. Escribir relatos breves, por lo menos a mí, me parece más complicado que enfrentar una novela. Hay que ser capaz de construir en la mente del lector una historia completa, dejarle también puertas abiertas a su reflexión y cerrarlo por completo. En diez páginas. Difícil pero no imposible, Antonio lo demuestra.
Entre los relatos, con El despertar he recordado a Kafka y en El paseo incluso me he reído con los dos locos que se creen Don Quijote y Sancho Panza. Los miedos del alma creo que ha sido el más intenso para mí y Secuelas me ha hecho pensar en que, en muy pocas páginas, se puede dar un giro a una historia que parecía que tenía un final previsible en tu cabeza para, poco después, volver a girar y terminar de un modo absolutamente inesperado.
Os invito a conocer a Antonio Lagares y a sumergiros en ese mundo de obsesiones de la mente. No creo que os arrepintáis. A él le doy las gracias por dejarme conocer sus relatos. Me han encantado.
Etiquetas:
Antonio Lagares,
Obsesión
Suscribirse a:
Entradas (Atom)