lunes, 9 de noviembre de 2015

LA LIBRERÍA A LA VUELTA DE LA ESQUINA. VARIOS AUTORES.


Sinopsis:

Diez autores y once relatos rinden un espléndido homenaje a librerías, libreros, libros y lectores. Policíacas, misteriosas, románticas, fantásticas, realistas... historias extraordinarias con el protagonismo indiscutible de una librería siempre única, como la imaginación de quien la describe y la habita, de quien la dota de personajes y llena sus estantes de libros raros y maravillosos para que el lector se pasee por entre sus prometedores estantes. Por estas páginas transitan encantadoras investigadoras, clásicos que cobran vida, libreros excéntricos, herencias librescas, detectives suspicaces, acertijos de siglos pasados, palabras mágicas que conjuran hechizos olvidados, James Joyce, Hemingway, una dragona y hasta el mismísimo señor de las tinieblas. 

Entra, lector, ponte cómodo y respira sin prisas el aroma de la literatura bajo el tenue polvo de sus estantes. Traspasa el umbral de estas librerías, eres más que bienvenido.

Mis impresiones:

Sabía de esta antología de relatos desde que empezó a gestarse por lo que, en cuanto la vi publicada, me hice con ella. Tenía varios elementos que despertaban mi interés, empezando por el tema de fondo, el que hace de nexo conector entre todos los relatos: que estaban ambientados en librerías. Por otro lado, entre los autores que participan hay algunos a los que he leído antes y que me gusta su estilo al narrar, y otros tienen blogs que suelo visitar. Lo compré y me dije que lo leería entre otras lecturas, ya que se trata de cuentos cortos. Y eso hice. En cuanto acabé con el libro anterior, me puse con ellos.

Belén Barroso tiene el honor de arrancar, con su relato La típica librería, donde enseguida hace gala de su sentido del humor, ese que pudimos conocer ya en su novela Confesiones de una heredera con demasiado tiempo libre. El relato es una metáfora de lo vívidas que pueden ser las historias que nos llegan a través de los libros, tanto que a veces pareciera que nos hemos metido de cabeza en ellas.

Ana Bolox es la siguiente, con Un cadáver en la librería, un relato que me recordaba a Agatha Christie. La protagonista es muy divertida y cuando te quieres dar cuenta ya lo ha terminado esta pequeña historia con sabor detectivesco.

En El colmado de papel, Javi de Ríos, al que podéis conocer por sus blogs y por su libro de relatos Cuentos para gente impaciente, nos cuenta una historia de misterios familiares que tienen de fondo una librería heredada del abuelo del protagonista. A mí se me ha quedado corto, creo que esta historia podría dar mucho más de sí.

Ítaca es la primera aportación de Alejandro Gamero, a quien conocéis seguro por su blog, La piedra de Sísifo. Un relato plagado de referencias literarias donde incluso podremos escuchar al mismísimo James Joyce. En un segundo relato, algo más oscuro que el anterior, La maleta, nos ofrece una trama de misterio, impecablemente escrita, como no podía ser de otro modo en él.

Nicte, de Rebeca C. Garin plantea una historia de misterio en torno a un asesinato y en la que se van revelando secretos familiares.

Hacia la mitad del libro llegamos al relato de Ana González Duque, la doctora Jomeini para muchos de los que la conocéis desde hace tiempo a través de su blog y sus novelas. La desaparición del librero de la luna aúna misterio y fantasía, con una escritura de esas que te llevan en volandas por todo el relato. Me ha parecido precioso el relato.

Cuando leí el siguiente título, El té de los viernes en Moonlight Books ya sabía que tenía que ser el relato de Mónica Gutiérrez Artero, Serendipia para quienes nos movemos en los blogs, la autora de Cuéntame una noctalia y Un hotel en ninguna parte. El relato es Mónica en estado puro, tiene una ambientación maravillosa y lo lees queriéndote quedar con los personajes para siempre. A mí me dio mucha pena que se terminase, quería que siguiera contándome qué pasó con Alice y Percival.

La sorpresa la puso para mí el relato de Aranzazú Mantilla, Satán en una pequeña librería. Me encantó cómo escribe la autora y su faceta cómica en este relato que nos presenta a alguien que ya está tardando en escribir una novela.

El sueño de Camelia es el relato de Desirée Ruiz Perez, a la que podéis conocer por su novela Ofelia descalza. Es otra de esas historias, como la de Mónica o Javi, que me apetecería que fuera más larga. Un cuento de los que encierran una novela, con un secreto familiar muy romántico.

El último relato se titula La puerta y lo ha escrito JAP Vidal, que desde hace años escribe relatos en su blog, recogidos en una antología titulada Historias para el camino. Es otra historia fantástica muy lograda, con la que ponemos fin a este libro.

Me consta que los autores han puesto mucho cariño en este proyecto y desde aquí les mando mis felicitaciones.

Añadido: mil disculpas a Silvia, MientrasLeo, porque ha hecho un prólogo tan literario como los relatos y no tengo perdón, ¡se me olvidó! No dejéis de leerlo.


domingo, 8 de noviembre de 2015

ENSAYANDO PORTADAS: OASIS DE ARENA

El relato está maquetado y listo para la primera revisión, esa que tienen que hacer otros ojos que no sean los míos porque yo ya no veo nada. La decisión sobre lo que haré con él está tomada y solo queda centrarse en dos temas: portada y sinopsis. La segunda me daba un poco de pereza, creo que con una historia tan corta me va a costar mucho, así que empecé por la portada. Estas son las dos opciones que barajo.


OPCIÓN 1

OPCIÓN 2
Ahora solo me queda decidir. Tengo también dos opciones para esto: dejarme llevar por la que más me atraía de un primer vistazo o jugar al pito pito.

Cualquiera me vale, estoy muy conformista últimamente.


domingo, 1 de noviembre de 2015

NECESITO RESOLVER UNA DUDA

El otro día me contó mi madre que estaba leyendo el relato que he ido publicando por entregas, Oasis de arena, pero no le resultaba cómodo. Es normal, para alguien que no se maneja bien con internet –le daré tiempo, seguro que lo logra- es un poco difícil ir saltando de enlace en enlace, así que he pensado que podría hacer una cosa: maquetarlo y meterlo en su Kindle para que pueda leerlo del tirón.

Y ya que estaba pensando en maquetarlo, se me ha ocurrido otra cosa. ¿Por qué no lo subo a Amazon? 

La verdad es que lo único que necesitaría para hacerlo sería escribir una sinopsis y crear una portada, pero todo es ponerse. Podría incluirlo en el programa KDP y de ese modo, quien esté suscrito, lo descargaría gratis independientemente del precio que le pusiera yo al relato (que ya os aviso que es muy posible que fuera 2,99€). Me da igual que alguien piense que es demasiado para tan pocas páginas, no le voy a poner una pistola en el pecho a nadie para que lo compre, incluso puede que hasta me abstenga de publicitarlo. Solo pienso que no quiero que se pierda entre las cientos de entradas de este blog, que me está dando muchos problemas en las últimas semanas y cualquier día no me dejará ni volver a entrar.

También he pensado que puedo recopilar algunos relatos que he ido escribiendo en este blog en una antología, pero eso me parece menos sensato porque entre ellos el único hilo conductor que hay es que los he escrito yo, pero no se parecen en nada ni tienen nada en común.

Estoy valorando la idea, pero me gustaría saber qué os parece. Tengo muchas preguntas.

¿Lo subo?
¿Me estoy quieta?
¿Me dedico mejor a estudiar matemáticas?
¿Me tomo un café y me echo una siesta?
¿Lo alargo?
¿Quedo con alguien para comer y me dejo de tonterías?
¿Leo un poco?
¿Sigo escribiendo?
¿Lo dejo para siempre?


¡Sacadme de dudas!

viernes, 30 de octubre de 2015

DICEN DE UN ABRAZO


Con los abrazos tengo una relación extraña.

Creo que de manera inconsciente los evito en los saludos. No es que no me guste que me abracen, pero me desconcierta mucho, no sé qué hacer, me siento torpe y los abrevio. Si tú que estás leyendo alguna vez has recibido un abrazo mío, largo, cálido, intenso, que sepas que ha sido algo excepcional. No me salen solos salvo en contadas, contadísimas excepciones. Con contadas, contadísimas personas.

Con los únicos que nunca he tenido reservas ha sido con mis «A».

Dicen que los abrazos son poemas que escribimos en la piel y creo que no todo el mundo hace que nazca en ti la poesía, que se produzca una explosión de emociones de un calibre tal que, durante el tiempo que dura, parezca que el mundo se desvanezca a tu alrededor.

Debería abrazar más.

Dicen que cuando abrazas se segrega oxitocina, que mejora nuestra salud.

Dicen que con los abrazos aumentamos la cantidad de serotonina y dopamina, que provocan sensación de bienestar y tranquilidad, y mitigan el estrés.

Dicen que si abrazas te baja la tensión y mejora tu sistema inmunitario.

Es más, dicen que cuando envejezcas no te perderás en una maraña de recuerdos difíciles de ordenar.

Dicen que tu autoestima puede mejorar, así como el dolor de espalda y quizá hasta te sientas más joven.

Creo que debería dejar que me abracen y abrazar un poco más.

Lo dicho, abrazaos más, yo pienso ponerlo en práctica desde ya mismo. 

lunes, 26 de octubre de 2015

UN JUEVES DE OCTUBRE

Para alguien que de pronto aterrice en mi blog puede parecer que me paso la vida de evento en evento, y nada más lejos de la realidad. Se ha dado la coincidencia de que, en menos de siete días, tenía la posibilidad de asistir a dos citas literarias en la Gran Vía madrileña, dos citas a las que tenía muchas ganas. Aunque salir de mi pequeño mundo supone siempre un trastorno mayúsculo, lo hice. La primera de ellas, porque no podía quedarme con el medio millón de preguntas que tenía -aunque un cuarto de millón se quedaron en el tintero por falta de tiempo- y la segunda porque se trataba de María José Moreno y no me lo podía perder. Presentaba La caricia de Tánatos en la Casa del Libro de Gran Vía y quería estar con ella.

María José y yo coincidimos en nuestra primera presentación en Madrid hace casi dos años, cuando ambas presentamos las novelas que habíamos publicado en papel con Vergara: Bajo los tilos y Detrás del cristal. Desde el momento en el que nos vimos hubo una conexión que ya intuíamos a través de nuestras conversaciones virtuales, un lazo que a medida que ha ido pasando el tiempo se ha ido estrechando y haciéndose más fuerte. Para mí tiene tanta importancia el evento como verla a ella, la conversación delante de un café.

Por eso, el pasado jueves 22 de octubre, hice todo lo posible por estar a su lado. Y no fue sencillo.

Vivo en un desierto demográfico. Eso significa que, aunque existe transporte público, es muy limitado porque no es rentable. Hasta hace un año teníamos la posibilidad de ir en autobús a Madrid, pero la escasa cantidad de viajeros provocó que lo quitasen. Para llegar hasta allí no queda más remedio que ir a Segovia y, desde allí, montar en otro autobús. Y no se puede volver el mismo día si la cita es por la tarde, como era este caso. Sí o sí, te tienes que quedar si nadie te puede recoger.

Con mi desconocimiento absoluto de cómo funciona esto, me fui con mi mochila al hombro. Monté en el primer autobús y cuando llegué a Segovia... la estación de autobuses estaba en obras. ¡Genial! Si me pierdo cuando todo está en su sitio, empezaba con todo descolocado. Lo bueno de esto es que no era la única despistada y, preguntando, como todo el mundo ese día, logré montarme en el autobús correcto.

Y quedarme dormida.

Los nervios por volver a verla, por enfrentarme al hecho de que apenas viajo sola, habían provocado una noche más de insomnio y el solecillo, unido al traqueteo de la máquina me desconectaron hasta que desperté en Villalba. Al llegar al intercambiador de Moncloa salí a la calle, le pedí a mi teléfono que trazase la ruta que debería seguir para ir andando -ya sé que estáis pensando que debería haber cogido el metro, pero dos autobuses en un día eran ya suficientes para mí- y a ello me puse.

Llegué andando sin problemas -y con un bolso nuevo, porque me paré por el camino en una tienda- hasta la puerta de la Casa del Libro, casi una hora antes. Es también otro problema de ir en transporte público: llegas a la hora que te deja, no a la que quieres. Menos mal que allí encontré, en plena Gran Vía, a Marina Collazo y nos fuimos a tomar algo mientras se hacía la hora.

Juntas alcanzamos la tercera planta, donde era la presentación, y tras los saludos nos instalamos para escuchar a María José, que antes me dio dos besos y su cámara de fotos para que inmortalizase el momento. Mientras se preparaba todo conocí a varias lectoras con las que mantengo contacto en las redes, saludé a Sany, a Pedro, a Concha y a Teresa, blogueros vocacionales como yo y pronto hubo que sentarse para que David G. Panadero presentase a María José.



Me encantó el entusiasmo de los editores de Versátil, el mismo David y Consuelo Olaya, la pasión con la que hablan de una novela que la verdad es que sorprende mucho. Como dice muchas veces su autora, es una novela que asusta mucho sin que haya sangre, porque en esta historia no hace falta. El maltratador, con solo una "caricia", consigue matar a sus víctimas. Es una novela que de pronto te hace pararte a pensar en quienes tienes alrededor, te das cuenta de que cualquier persona encantadora puede llevar dentro un monstruo que se lo está haciendo pasar mal a alguien de tu entorno. Una novela inteligente y muy bien construida, que me consta que está haciendo disfrutar a los buenos lectores.


Hablaron los editores, habló María José y preguntó el público, mayoritariamente femenino. En un momento dado me di la vuelta. Quería elegir un lugar desde atrás donde se viera bien que el espacio se había llenado por completo y mi cara tuvo que reflejar desconcierto porque no podía creer a quién me había parecido ver. ¿Marlene Monleon? ¡Pero si vive en Miami! Cuando me levanté y fui hacia atrás confirmé que no me había equivocado. ¡Era ella! Y, justo detrás, estaba Víctor Fernández Correas, al que pido perdón desde aquí porque me emocioné al verlo y le di un abrazo y un beso de lo más efusivo en medio del acto. Tan efusivo que Manuela Marín, que estaba al lado, me gruñó un poco -y con razón- porque la ignoré.


Volví a mi sitio hasta que terminó y cuando empezó la firma de libros fui hablando con mucha gente, aunque sin poder prestarles toda mi atención porque esa tarde-noche yo ejercía el papel de reportera gráfica. Le he robado a María José las fotos de su cámara, la mayoría  de las cuales disparé yo. ¡Montones de fotos! No podía ser más emocionante, la fila esperando para firmar era enorme, tanta que en un momento dado se apagaron las luces de la sala y nos indicaron que no tenían más remedio que cerrar. Hubo de firmar los últimos ejemplares en la puerta de la librería, en plena Gran Vía.



¿A quién le pasa eso? Solo a los grandes.

Tras eso nos fuimos a tomar algo, una cena informal de chicas, donde conversamos, nos reímos, repasamos el día y se nos hizo, como siempre pasa cuando estás a gusto, demasiado corto. Tanto que María José y yo apenas pudimos hablar casi nada -lo solucionamos al día siguiente-.



Me quedé en Madrid con Mercedes Gallego, mi hada madrina particular, a la que tengo que volver a ver pronto porque me llevé a casa puesta una de sus chaquetas. ¡Si es que siempre tengo frío, aunque Marina me diga que en lugar de abrigo llevo una manta zamorana! Al día siguiente teníamos planes pero un retraso aéreo nos los desbarató. Fui con ella al aeropuerto a recoger a Blanca Miosi, pero al final no la pude conocer. El sábado era el evento de Amazon, pero no me quedé porque tengo obligaciones familiares que cumplir y escaparme dos días ya era mucho.

Pronto llegarán las otras dos novelas de esta Trilogía del Mal y espero que para entonces sean muchos más los lectores que se enganchen a esta historia.

Al día siguiente continuaron mis aventuras en transporte público: metro, tren, autobús... todo un reto para alguien como yo, que va andando -o en coche- a todas partes.

Pero esa ya es otra historia.