domingo, 8 de enero de 2017

ESOS PERSONAJES MASCULINOS


Estos días he leído una novela catalogada en romántica, que era bastante crítica con las novelas románticas. A todo lo que olía a sentimientos lo catalogaba como ñoño o cursi, vendiendo como “ejemplo” unos personajes que, para mí, son completamente irreales. Las mujeres eran desinhibidas, sexualmente activas, de las que cambian de pareja en la cama como de complementos de ropa (a los que se dedicaban líneas y líneas, algo que me pone de los nervios porque no aporta nada a las novelas) y el personaje masculino… ahí es donde me mató.

Nos quejamos, y con razón, de personajes masculinos que esconden maltratadores, topicazos increíbles de seres de otra galaxia (en la mía no existen, al menos) con físicos de infarto y modales controladores y perversos, pero que hacen que las mujeres de las novelas caigan rendidas a sus ¿encantos.?

Pero ¿y esos otros como el que nos plantea esta novela?

El tipo era guapo a rabiar, sexi, con un pecho duro como una pared de hormigón y, a la vez, sensible, tierno y el más encantador de los seres humanos que habitan el universo conocido. Nada de machista, suave y dulce como el algodón de azúcar, tan imposible de encontrar como un diamante puro. Comprensivo, paciente hasta la náusea. Incapaz de que se le moviera un pelo para decir algo incorrecto.

Y, eso, no es ñoño.

Una mierda.

Eso es una puñetera mentira, los hombres así no existen. Al menos en mi galaxia, por lo que nunca encontraréis a ninguno así en mis novelas, aunque sean ñoñas porque el narrador se permite hablar de emociones, esas que sí conozco porque me las encuentro cada día al doblar la esquina.

Me parece tan perverso vender que es malo dibujar un personaje “malote” como esos otros que son la divinidad caída de pie en la Tierra y me desmontan la novela del mismo modo. No tienen ni una tara, ni un puto defecto que achacarles y eso es tan horrible si la mente de la lectora no sabe que eso no existe en la vida real como el poner como ejemplo de lo más de lo más a seres tan poco ejemplares como el ejemplar de las cincuenta sombras.

Por eso, esta novela, no me ha gustado.

Por eso y porque me vende un mundo con el que no empatizo, el típico grupito de amigas a las que les cuentas hasta tus aventuras sexuales con pendejos y señales.

Que no, que no me lo creo, que no lo entiendo.

Debo de ser muy bruta, o en el mundo en el que vivo lo que más veo es la imperfección.

viernes, 6 de enero de 2017

LAS HIJAS DE BANU DE ELENA FUENTES MORENO



Sinopsis:

Sara vive en un futuro perfecto, hasta que un libro se cruza en su camino cambiándolo todo para siempre.
Una saga familiar maldita.
Un amor que hará tambalear el mundo.
Una era insólita.
Un nuevo orden.
Una civilización perfecta.
Ellas dirigirán la tierra...
¿Estás preparado para ver el futuro?

Mis impresiones:

Las hijas de Banu es la tercera obra que leo de Elena Fuentes Moreno en menos de un año. Eso, evidentemente, es porque me han gustado las dos anteriores, porque en ningún momento me he sentido defraudada por lo que he ido encontrando en sus novelas.

Ya os conté que la primera que leí, Barridos por el salitre, me sorprendió muchísimo. ¿Podría pasar de nuevo? Pues sí, la prueba es esta novela, totalmente distinta a las anteriores. Esta es una distopía.

Para mí, el atractivo de las distopías está en crear una sociedad casi desde sus cimientos y eso Elena Fuentes lo hace de manera sorprendente. Pero vamos al principio de la historia, para que nos podamos entender bien.

La novela se divide en un prefacio, titulado La semilla, para que podamos entender qué era lo que pasó en la Tierra para que todo llegase al extremo de hacerse necesaria una nueva manera de organizar la civilización. Después la novela se divide en cinco capítulos largos y un epílogo, donde la historia principal de Las hijas de Banu queda cerrada (aunque tengo la sensación de que es una de esas novelas en las que se podría seguir narrando durante muchas más entregas).

La trama arranca en 2152. Banu huye de un mundo sumido en una guerra devastadora, buscando un lugar seguro, aunque con una guerra bacteriológica en ciernes es poco probable que lo encuentre. Banu procede de Irán y, tras un penoso viaje, llega sola a Lisboa, donde coge un barco en el que cruzará el Atlántico. Tiene solo 18 años. Al llegar al otro lado del mar, la guerra ya es un hecho en todo el planeta y quedan pocos supervivientes.

Por otro lado, el narrador omnisciente de la novela da un salto temporal de unos cien años hacia adelante nos presenta a la joven Sara, miembro de la nueva sociedad creada por Banu. Y aquí llega mi problema. Si os cuento cómo es esta sociedad, os destrozo la novela, la parte que a mí me ha parecido un ejercicio fantástico de creatividad. Por eso, solo me voy a quedar con un detalle. Para crear esa sociedad partiendo casi de cero, Banu toma una decisión muy drástica, con implicaciones éticas importantes: eliminar una parte esencial de lo que somos.

Ya, ya sé que en este punto de la reseña solo me están entendiendo los que hayan leído la novela y la autora, pero os prometo que tiene que ser así, que no puedo decirlo porque el spoiler sería de los gordos. Solo os diré que es en ese punto cuando la novela toca la conciencia de quien la lee, porque te hace plantearte si realmente sería justo hacer algo así y cuáles serían las consecuencias. Elena usa la historia para poner a los personajes en el aprieto de descubrir que su vida, tal como la conocen, es una gran mentira y usa para ello, para el primer descubrimiento de que las cosas no son como se las han contado, un libro: Romeo y Julieta de Shakespeare. Un libro que descubre que existen también emociones que les han sido vetadas.

Por cierto, vais a entender muy bien por qué se llama Las hijas de Banu.

Ha habido momentos en los que el libro me ha traído a la memoria otra distopía, Juntos, de Ally Condie, que leí hace unos años. Sobre todo en un pequeño detalle, que es algo que de esa distopía no he podido olvidar, porque no me parece descabellado: los personajes no saben escribir a mano porque han dejado de hacerlo. En el caso de Las hijas de Banu, se juega con un lápiz para dibujar o contrapuesto a hacerlo con dispositivos electrónicos.

En cuanto a la narración, la novela se lee con fluidez, sin escollos. Los personajes son coherentes, aunque a los "malos" los he visto menos perfilados. Son más tópicos que los buenos.

¿Os la recomiendo? Si os gustan las distopías, sí, por supuesto. La creación de esa sociedad que hace Elena merece la pena. Es muy visual, muy futurista pero, a la vez, no imposible. Hay elementos de los que habla que no creo que haga falta que pasen dos siglos para que los tengamos en nuestras manos. Y eso de que los dispositivos que utilizan y de los que dependen para todo... ¿Esto no está pasando ya?

Podéis encontrar Las hijas de Banu en Amazon, por menos de un euro.

La novela ha sido mi última lectura de 2016 y la primera de 2017, porque se me coló un libro de por medio:  Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket, una novela de fantasía, para niños, que disfruté mucho (las explicaciones de lo que significan las palabras son muy divertidas). Estoy pensando que quizá haga una reseña, depende del tiempo que tenga esta semana.

jueves, 5 de enero de 2017

LO QUE OPINAN DE BRIANDA

Os voy a poner la captura de un comentario de Brianda. Me lo dejó Cristina en Facebook y me dijo que lo había puesto en Amazon, pero no aparece. Puede que tarde, o puede que nunca se vea. Como no es la primera ni la segunda vez que a esta novela le desaparecen -como por arte de magia- los comentarios buenos, que se registran ventas y lecturas en Unlimited sigue anclada en el treinta mil -las ventas y lecturas que ellos mismos me reflejan en la gráfica- y que pasan cosas extrañas con el archivo, he decidido guardarme aquí el comentario.

Por si no les viene bien colocarlo, que no se pierda como los anteriores.

Pincha en la imagen si quieres leerlo mejor.















*Editado: la opinión  apareció el dia 6, recortada a gusto de Amazon.

Y no, no pago comentarios, por si alguien lo duda. Ni pido ni pongo por encargo.



martes, 3 de enero de 2017

ESOS SUEÑOS DE MEDIA TARDE



He soñado con una campaña de marketing. Ha tenido que ser que en la comida he puesto salsa barbacoa, porque otro ingrediente extraño no ha entrado en mi dieta de hoy. Lo cierto es que me he quedado dormida y me ha perseguido la portada de un libro que (creo) no he visto nunca antes de que apareciera en mi sueño.

En esta portada se veía a un personaje enmascarado; llevaba una de esas máscaras del Carnaval de Venecia, blanca y con plumas. Y un traje azul, con reminiscencias del siglo XVIII. Hasta ahí, todo normal, podría tratarse de una novela histórica, pero... aquí es donde aparece la campaña de marketing.

Había individuos disfrazados así por toda la ciudad.

A veces estaban dentro de un escaparate. Vivos, siguiendo con la mirada enmascarada (lo que era bastante inquietante) los pasos de los viandantes. Otras veces estaban sentados como copilotos de los coches, daba igual si iban en marcha o permanecían aparcados. Uno, incluso, estaba en Mercadona haciendo la compra. Con una mano empujaba el carrito, mientras que con la otra sostenía ese palito por el que se sujetan las máscaras.

Ha sido muy raro, bastante inquietante, porque te miraban todo el rato, aunque no daban miedo. En el sueño, yo estaba segura de que se trataba de una campaña de marketing de un libro y la verdad es que funcionaba, porque la gente no hablaba de otra cosa.

Me he despertado sobresaltada, pero no ha sido por el enmascarado, es que no llevaba zapatos.

lunes, 2 de enero de 2017

ONCE VECES 2 DE ENERO

Los años empiezan siempre en fiesta, celebrando con la familia y los amigos ese nuevo ciclo al que le hemos puesto como fecha el último día de diciembre. En casa, seguían siendo fiesta el día 2, el día de tu cumpleaños.

Hoy hubieras cumplido 76.

Siempre te echo de menos, no solo los 2 de enero. Te echo de menos los martes, los sábados y los domingos, sobre todo los domingos, aunque no se libran tampoco lunes, miércoles, jueves y viernes. Fuiste mi padre, mi guía en la vida, la persona que me enseñó a ser quien soy, que me llevó de la mano recorriendo el mundo. Me enseñaste a pescar y la geografía de España, a hacer raíces cuadradas y a distinguir los níscalos de esas otras setas que son tan parecidas. Me enseñaste a conducir y no me libré de una buena bronca el día que me fui tan feliz con mis patines y se me olvidó llegar a la hora que me habías puesto. Me enseñaste que para crecer hay que leer, pero también para poder desarrollar el pensamiento crítico, y que no sean otros los que piensen por ti y te conviertan en su marioneta. Me enseñaste que se puede querer con toda el alma a alguien, incluso cuando hace mucho tiempo ya que se ha ido.

Siempre he pensado que tuve una inmensa suerte en que me tocases como padre.

Sé que discutíamos mucho, a veces incluso cuando estábamos diciendo lo mismo, pero he llegado a la conclusión de que era nuestra manera de medirnos y retarnos, un juego entre dos personas que no se podían querer más. Porque también estaban las otras veces. Las que me tumbaba en el sofá y apoyaba mi cabeza en tu hombro, segura y protegida, feliz por tenerte a mi lado.

Hoy es once veces después del 2 de enero y llevo toda la tarde añorándote.

Ya son muchos 2 de enero sin ti, papá.