martes, 6 de noviembre de 2012

APOYOS


Cuando te embarcas en una aventura del calibre de la que yo me he puesto como reto, nada es posible sin el apoyo de gente que tienes detrás. La autoedición es un camino con más espinas que rosas y los triunfos son pequeños. Estos sólo se convierten en grandes por aliento de las personas que te quieren y que están cerca de ti, que te empujan para que no te rindas. 

Convierten, a tus ojos, algo insignificante en un logro enorme.

En casa me apoyan siempre, creen en mí y eso me ayudó a tomar decisiones que me han costado mucho. Antes de publicar El medallón de la magia había otra novela terminada a la que sigo pensando que le falta algo de madurez. Tuve dudas sobre cuál de ellas sería el siguiente paso y en todo ese camino varias manos se tendieron para ayudarme. Me leyeron, me dieron su opinión, me señalaron caminos que podría explorar. 

Me empujaron a la arena y los leones, de momento, no me han comido.

Sigo luchando ahí, como una gladiadora.

Igual que yo he necesitado de ese apoyo, he creído que había otros compañeros de aventura a quienes les vendría muy bien sentir que no estaban solos. Sus libros me gustaron y poco a poco, a través de correos y redes sociales, nos fuimos conociendo y conectando. Siempre he estado ahí, brindando mis manos para que cuando se produjera ese momento en el que las fuerzas flaquean y tienes ganas de rendirte, tuvieran un lugar donde agarrarse. Unos oídos dispuestos a escuchar, simplemente, que no estás solo.

He recibido de vuelta mucho cariño y mucho apoyo, y un año después de que este mecanismo empezase a funcionar, sigo teniendo amigos que no se han apeado de la aventura y que me siguen cuidando igual que yo a ellos. No sé cómo darles las gracias, probablemente les dedicaré unas palabras en mi próximo libro, si consigo algún día convencerme de que la siguiente novela está lista.

Espero no decepcionar.

viernes, 2 de noviembre de 2012

FIN DE SEMANA DE NOVELA NEGRA



El pasado fin de semana decidimos acercarnos a Getafe, para asistir a algunas de las conferencias que se celebraban con motivo del Getafe Negro, el festival de novela de Madrid. La charla sobre Amazon del día 24 me dejó buen sabor de boca y quería repetir.

Madrugamos un poco para llegar con tiempo. El plan era encontrarnos con Armando Rodera, que nos hacía de guía, y quería esquivar cualquier imprevisto de tráfico (o por si nos perdíamos). En realidad no hacía falta por dos razones: la primera es que no dependíamos de mi penoso sentido de la orientación para llegar y la segunda, el hecho de no atravesar Madrid facilitaba mucho las cosas. Ahora sé que hasta yo sola podría llegar, pero creo que no es lo mismo la primera vez que entras en una ciudad, de la que no conoces nada, como las siguientes que, aunque vagas, conservas referencias.

La primera parada fue la presentación exprés de Realidad Aumentada, de Bruno Nievas. Enmarcada en un programa de radio, Lorenzo Silva presentó al autor y cómo se fue haciendo un hueco a través de las redes sociales y su página web, hasta conseguir que B de Books se fijase en su libro y lo incluyera en la primera colección de autores surgidos en internet que acabó en papel. Tras la presentación, charlamos un rato con Bruno y me firmó su novela, que tengo en espera (como otras tantas, creo que tardaré un poco en llegar a ella). Alex, mi hijo, se apuntó a venir este fin de semana y acabó con un libro entre sus manos: La estrategia del agua, de Lorenzo Silva. Estaba emocionado mientras Lorenzo le firmaba el ejemplar, y ahora anda un poco nervioso porque quiere empezarlo, pero tiene que leer un par de novelas para sus trabajos del instituto y no puede. No me extraña nada que esté impaciente, entre elegir esta novela y una de un tigre que le tiene miedo a las gallinas no hay color… Luego decimos que los chicos no leen, pero es que a veces eligen con muy poco sentido común los libros para ellos en el instituto.



La feria del libro, pequeñita, montada en la plaza nos dio la excusa para cotillear un poco entre los ejemplares que por allí se exponían y después nos dedicamos a pasear y a tomar algo antes de que llegase la hora de la comida. Ésta fue en un restaurante al lado de la plaza, muy agradable, con Armando, Aranzta, Alberto y Alex, y curioso que cuando estábamos comiendo, en las noticias que ponían en la televisión, nos encontrásemos con una noticia del Getafe Negro y con el mismo Armando entre las personas que asistían a una de las charlas del día anterior.


Hasta la siguiente conferencia faltaban unas horas, así que dimos un paseo, descansamos de nuevo hablando de libros y a las seis estábamos en La fábrica de harinas, esperando para asistir a la mesa redonda que tenía como tema central el cine negro español. Como moderador, el escritor Javier Marías fue dando la palabra a Agustín Díaz Yanes, Alberto Rodríguez y Juanjo Artero. Alex estaba fascinado, no sabía que además de escritores habría algún actor que le suena mucho, y menos que entre el público estaría Secun de la Rosa, el actor que interpreta al hermano de Mauricio en Aida, y que iba a elegir sentarse precisamente a su lado. Javier Márquez, autor de Letal como un solo de Charlie Parker entre otras novelas, estaba sentado delante y se marchó antes de terminar a su propia presentación exprés, a la que también asistimos, aunque esta vez no nos quedó más remedio que llegar un poco tarde. Mientras Javier terminaba su intervención estuvimos departiendo un rato con Lorenzo Silva y después nos marchamos a la última conferencia.
Era el momento por el que nos habíamos desplazado, la mesa redonda entre Javier Cercas y Lorenzo Silva, sobre la novela del primero, Las leyes de la frontera. ¡Odio el móvil! Lo apagué, como hice en todas y cada una de las charlas, pero no del todo, y le dio por empezar a vibrar. A mí, que no me llama nadie porque saben lo poco que me gusta, me empezaron a llover llamadas. Reconocí los teléfonos y hubo un momento en el que me asusté cuando a Alberto le empezaron a llamar las mismas personas. Con la racha de despropósitos que llevo pensé que pasaría algo grave, más después de enviar un mensaje en el que dejé claro que no podía responder. Alberto salió para averiguar qué pasaba y no era nada importante, pero eso hizo que una señora, rápida como el rayo, ocupase su silla y le obligase a asistir a la charla desde el pasillo.
Salimos de allí de noche, envueltos en un frío que crecía por minutos y deseosos de buscar refugio en algún lugar caliente. ¡Qué pena damos! Antes de la conferencia habíamos quedado con Paco Gómez Escribano y algunos amigos de Armando y ya en el coche éste nos llamó para ver dónde nos habíamos metido.
Fue un día fantástico, de esos que no se olvidan con facilidad, que registro en mi blog para que la memoria lo tenga más fácil cuando quiera recordar.

lunes, 29 de octubre de 2012

EL HOMBRE DE GRAFENECK DE FÉLIX JAIME CORTÉS








  • Editorial: TAGUS
  • Lengua: ESPAÑOL
  • ISBN: 9788415623038
  • Formato: EPUB







SINOPSIS (de Casa del Libro):

Un escritor maduro y solitario, al que hace tiempo que no le llega la inspiración, conoce casualmente a una muchacha mucho más joven que él, que acaba de perder a su novio en uno de los dos trágicos sucesos, casi simultáneos, con los que se abre la novela. Sus destinos se unen para encontrar una explicación a la muerte del muchacho, que la policía y la prensa han achacado, tras cerrarse el caso, a un ajuste de cuentas por asuntos de drogas.

Mi opinión:

Durante varios meses habréis visto la portada de este libro (la primera que tenía, no la actual) en la parte derecha de la pantalla. Era porque siempre despertó mi curiosidad y me propuse estrenar el kindle que me regalé este verano con él. Recibido en casa el cacharrito nuevo, me puse en contacto con Félix para decirle que por fin iba a ponerme con la novela. ¡Pues no! ¡No me dejó! ¿Será posible? Me tuvo unos días con la intriga, preguntándome qué demonios pasaría para que un autor no quisiera que me leyera su libro. Y no un autor cualquiera, sino uno de los pocos que he conocido en persona a lo largo de los últimos meses.

Al final, me lo contó. El hombre de Grafeneck iba a ser publicada por Tagus, en formato digital. Dejaba de ser uno de nosotros, de los autores independientes que reculamos en su día en Amazon. Me contó que no quería que lo leyese todavía porque se habían hecho algunas correcciones mínimas, supongo que esas cosillas que se nos escapan a todos cuando nos autoeditamos, y prefería que leyera el libro definitivo. Tuve que morderme la lengua, porque supe la noticia un pelín antes que la mayoría, y os digo que me costó no ponerme a saltar de contenta.

Al final todo llega y el día de leer esta novela llegó.

El hombre de Grafeneck empieza en febrero del 39, cuando un granjero alemán pide ayuda al mismo Adolf Hitler para que le ayude a deshacerse de un hijo deforme que acaba de tener.  La carta despierta el interés de Vicktor Brack, miembro de las SS y se estudia eliminar a la criatura, hecho que finalmente sucederá cuando tenga cinco meses, dando el pistoletazo de salida a un programa muy cruel: el Aktion T-4. La muerte por compasión. El inicio de todo lo que vendría después.

Félix Jaime estructura el libro en dos acciones que van alternando capítulos. En unos vamos viendo la historia de Lorenz, un miembro de las SS, albañil en el pasado, al que el foco de la historia sigue para irnos contando las atrocidades que se cometieron en Alemania incluso antes de que empezase la Segunda Guerra Mundial. Grafeneck es el principio, una especie de ensayo para lo que vendría después. El personaje de Lorenz va experimentando una evolución a lo largo del relato, perdiendo por el camino la empatía con el ser humano que al principio sí que tiene, cuando empieza a ser consciente de lo que las autoridades están planificando.

La otra historia, ambientada en el presente, sigue los pasos de Bernardo Soto y una joven llamada Sandra Limonero, que acude a él para que la ayude a investigar la muerte de su novio Roberto. Oficialmente el chico murió por un asunto de drogas, pero Sandra sabe que eso no puede ser cierto y decide que si la policía ha echado tierra sobre el asunto y no quiere seguir buscando, ella no lo dejará. Quiere limpiar la memoria de su novio. Ahí, en la muerte de Roberto, está la clave de la unión de estos dos relatos.

Fluctuando entre ambos tiempos, yendo del pasado al presente, nos vamos metiendo, a medida que avanza más la lectura, en esos dos mundos aparentemente diferentes. Durante los hechos que se desarrollan en la Alemania nazi no se puede evitar sentir perplejidad por el escaso valor que le daban a la vida, la crueldad que se empleó no sólo para eliminar a todo aquel que no cumplía los patrones del delirio de Hitler, sino también las brutalidades que fueron capaces de cometer "investigando" los límites de la resistencia humana. Hay momentos en los que los prisioneros de los campos de concentración se convierten en cobayas humanas a las que se somete a situaciones extremas, para anotar las reacciones y la capacidad de supervivencia. El éxito de cada hombre que es capaz de sobrevivir a lo imposible es premiado con un tiro en la cabeza al terminar. Una manera sencilla de asegurar el silencio sobre lo que estaba ocurriendo.

Los personajes de la historia están muy bien caracterizados. Lorenz, como ya he dicho, va evolucionando en crueldad, hasta el punto de que la única vida que le importa es la suya y no le tiembla jamás el pulso cuando tiene que deshacerse de alguien. Sandra es una chica decidida que logra finalmente averiguar la razón verdadera de la muerte de su novio y de paso encuentra el amor de nuevo y Bernardo, qué decir de él. Me ha encantado este personaje, con el que no puedes dejar de reírte algunas veces con sus ocurrencias y su glotonería. Viene de una historia dura, está bloqueado por ella, pero en este proceso de ayudar a Sandra sus heridas empiezan a cicatrizar. Ya no es sólo que le interese ayudar a Sandra para conseguir una buena historia para su siguiente novela, es que él mismo ha experimentado un cambio.

Me habían avisado de que en la novela hay tramos muy duros. Los hay. Supongo que habrá a quien le impresionen mucho pero quizá es porque ya había leído sobre ello y he podido afrontarlos sin demasiados problemas, o quizá mi hijo lleva razón cuando me dice que no es tan duro leer como ver. Supongo que si algunas de las cosas que aparecen lo hicieran en forma de imágenes, en una película por ejemplo, serían de poner los pelos de punta. Con respecto a esto tengo que decir que la novela me ha resultado muy cinematográfica.

Os animo a que conozcáis la novela. No decepciona nada.

viernes, 26 de octubre de 2012

MISIÓN OLVIDO



El título es un poco tramposo porque no voy a hablar de la novela de María Dueñas, sino que voy a hacer una de mis reflexiones, de esas que me salen cuando me aburro o cuando me cabreo por algo. Sigue leyendo, a lo mejor esta historia no te pilla tan lejos…

Olvido.

Qué palabra más curiosa. Borra lo que vivimos y a veces no deja ninguna huella. El pensamiento ha surgido tras mi experiencia con mi coche, con el robo que sufrí la semana pasada y que me mantiene más nerviosa de lo normal. Tengo la sensación de que nunca olvidaré la sensación que sentí al llegar a mi plaza de garaje, que nunca me dejará de hacer daño verlo "descalzo", que la imagen de los extintores debajo de él, que me despierta cada noche, me seguirá despertando toda la vida, como lo ha hecho esta semana.

Pues creo que no, y lo creo por varias historias que he recordado…

Curioso, olvido y recuerdo se entrecruzan…

Hace poco, mi amiga Yoli vino a verme a casa. Vivimos juntas tres años de la facultad y un viaje a Grecia, y entre el aroma de un café compartido en una tarde de este verano, nos entretuvimos un rato viendo las fotos de aquellos días en los que paseamos por los escenarios que fueron el origen de nuestra civilización. Yoli y yo nos contamos anécdotas de ese viaje, momentos que se nos quedaron a ambas sellados en el alma y… ¡qué curioso! No se parecían. Los suyos hablaban de un viaje que no era el mío y sin embargo ahí estábamos las dos, posando para la cámara, con veinte años menos y una cara de sueño producto de esa necesidad que tenemos de jóvenes de apropiarnos de todo el tiempo eludiendo las necesidades del cuerpo. Y vaya si lo hicimos. Curioso comprobar que tanto mantenernos despiertas para acaparar recuerdos y estos, traicioneros, han ido mutando, cambiando tanto que podrían ser de dos viajes diferentes. Lo que ella conserva en su mente ni se parece a lo que guardé yo, y hay momentos que hemos borrado por completo, días que no dejaron huella.

Entre las caras que nos devolvían las fotos, había un chico de clase que las dos reconocimos al unísono: "Who". Bueno, sabíamos quién fue, lo recordamos pero… ¡ninguna se acuerda de su nombre real! Who era como le llamábamos porque llevaba en la carpeta una foto de The Who y por más que quisimos hacer memoria se había disipado por completo su nombre real.

Me pareció mentira.

Alguien con quien vivimos muchas cosas, con quien compartimos ese primer viaje solas, apuntes, fiestas de la facultad, risas, exámenes… se ha eliminado de nuestra carpeta de recuerdos y no nos ha quedado de él nada más que una foto antigua y un apodo que no sé si él conocía sobre sí mismo. Hemos olvidado, como si no hubiera dejado ninguna huella en nuestras almas.

En el mismo álbum había otra foto, de un primo mío con uno de sus amigos, con los que salíamos cada fin de semana en esa época. Nada. Ni rastro del nombre de este muchacho en mi memoria… ¿Será posible? 

¿Cómo he podido olvidarme de algo así?

Seguimos charlando y viendo fotos y surgieron compañeros de clase que entre las dos pudimos ubicar, con mucho esfuerzo. Salieron a la luz antiguas relaciones de esas que parecían para toda la vida, de puro románticas y profundas y que se han ahogado en las hondonadas del olvido y de la ignorancia mutua entre los protagonistas. Y eso que parecían el argumento de la película más romántica del año, candidata a óscar de la academia de Hollywood…

Puñetero tiempo, que pasa y lo borra todo, con tanta fuerza como nos marca.

Pienso en ahora. Seguro que en mi presente hay personas que a día de hoy considero importantes por diversas razones y de los que dentro de unos años no conservaré ni el recuerdo de su nombre.

¿Imposible?

Ahora sé que no.

Curiosa palabra el olvido, que elimina lo accesorio y que se alía con el recuerdo para mitigar el dolor del pasado. Lima todo tanto, que estoy segura de que del robo de mis ruedas no quedará nada en mí. Lo sé porque removiendo en mi mente he encontrado que, hace unos años, me rompieron la cerradura intentando robarme el coche y prácticamente lo había olvidado.

Como si no hubiera sucedido nunca.

¿Has olvidado tú algo importante? 

jueves, 25 de octubre de 2012

AYER, PRIMERO EN GETAFE Y LUEGO EN EL RITZ



Ayer fue un día completamente literario. Tenía muchas ganas de asistir a la mesa redonda que sobre Amazon y la publicación digital estaba en el programa de la V edición del Getafe Negro y allí que me presenté con mi amiga Tatty, de El universo de los Libros. La cara de sorpresa de Armando Rodera se la debía, ya que él me sorprendió a mí presentándose sin avisar (a mí, los demás lo sabían) a mi charla en la Biblioteca Almudena Grandes en junio. Tenía una cómplice entre los asistentes, Magüi Cabral, que sí sabía que yo estaría allí desde hacía unas semanas.




Cuando llegamos, nos encontramos con la sorpresa de que Juan Gómez Jurado había perdido el avión y no podría llegar a tiempo y por piruetas del destino, otro de los autores que publican en Amazon, Iván Hernández, que como yo había asistido a escuchar, acabó sentado en la mesa. Gracias, Iván, me temo que si no hubieras aparecido me hubiera tocado estar ahí y la verdad es que se está más tranquilo al otro lado, escuchando y haciendo fotos, que es más lo mío. Lo hiciste muy bien.





En la mesa redonda se habló de Amazon, de la nueva vía de publicación que supone, de sus ventajas para los autoeditados, de precios, de repercusión, de caminos nuevos que estamos explorando y abriendo quizá para quienes lleguen después. La introducción corrió a cargo de Lorenzo Silva, comisario del evento y reciente premio Planeta, y tras la exposición que hicieron los autores, moderados por  Javier López Tazón,  tocó el turno de preguntas. El público se implicó, plantearon dudas y a mí se me hizo muy corto. No puedo resumirlo demasiado bien, se me olvidó llevarme ni una miserable hoja de papel en la que anotar todo lo que allí se habló… ¡Soy un desastre!

Terminada la charla hubo unos momentos para hablar con los autores, de sus sensaciones sobre lo que allí se había contado. Magüi estaba radiante, me encantó su sonrisa, su tranquilidad en todo momento; Armando firmó unas fotocopias de El color de la Maldad que alguien se llevó (no me fijé bien quién) y estuve un ratito hablando con Lorenzo Silva, felicitándole por el premio y departiendo sobre otras cuestiones que no tenían nada que ver con lo que allí se habló. Iván llamó a su madre, para que buscase al niño en el colegio. Le habían cambiado los planes de esa mañana y la verdad es que fue un cambio maravilloso.

La organización tenía preparada una comida y Tatty y yo la misión de salir de Getafe, rumbo a Madrid, porque nuestro día, el programa que debíamos cumplir, no estaba completo. ¡Cómo es tan difícil salir de Getafe! Dimos vueltas buscando un centro comercial para comer algo antes de entrar en la ciudad y tras un montón de equivocaciones (el GPS funciona de maravilla pero a veces le hacemos un caso relativo) logramos llegar al centro de Madrid. Nos sobraba tiempo, así que paseamos por los alrededores del hotel Ritz, incluso entramos en la Iglesia de los Jerónimos para hacer un poco de tiempo.

En la recepción del hotel informaron a los blogueros asistentes de cómo sería en encuentro con Ken Follet, los cinco minutos de entrevista que tendrían con el autor que está en España presentando su novela, El invierno del mundo. Yo, como estaba allí de ocupa, me quedé en la recepción esperando a que Tatty terminase. Fue una hora mágica, en la que estuve haciendo una de las cosas que más me gustan en el mundo: leer. Me empapé de las sensaciones que me producía el libro que tenía entre mis manos, del sonido del piano que sonaba a mi espalda mientras estaba sentada en un cómodo sillón. Veía, de vez en cuando, entrar a los clientes, escuchaba hablar en muchos idiomas y durante unos momentos me sentí transportada a otro tiempo. El escenario era para ello, el hotel Ritz tiene ese sabor antiguo que le da una decoración que apenas ha cambiado en mucho tiempo y el uniforme y la manera de comportarse del personal, atemporal ya. Fue un privilegio, un momento que no sé si se repetirá alguna vez más en toda mi vida y que pienso guardar en mi memoria.

Hoy vivo la resaca de ese día espectacular y casi, de tan especial que fue, no puedo escribir sobre él. Dejaré que repose un poco en mí y volveré a ello cuando esté mucho más tranquila.

Sobre la entrevista, seguro que Tatty os lo cuenta (y os enseña las imágenes) en Eluniverso de los libros.