miércoles, 15 de octubre de 2014

ELECCIONES

Hoy me apetece reflexionar.

Será que es miércoles.

Será que fuera llueve y el día gris invita a abstraerse, a pensar en el camino que voy recorriendo. Me preparo un café y escribo…

En los dos últimos años he escrito tres novelas aunque no haya publicado nada. Al principio fue solamente que no quería solapar la salida en papel de Detrás del cristal con cualquier otra novela, quería concentrar mi energía en esta porque suponía un cambio radical en todo lo que había estado haciendo hasta ese momento. Había traspasado la frontera entre el autor que se ocupa de poner en las manos del lector su obra, sin intermediarios, a hacerlo de la mano de una editorial importante.

Después creo que fue miedo.

Miedo a no ser capaz de superar mi propio listón, y cuando digo esto no pienso en ventas (esas, en tiempos de crisis y sin los medios a tu alcance son directamente una quimera) sino en ser capaz de construir otra historia que emocionase, que enganchase, que entretuviera y que hiciera pensar al lector. Y que, además, estuviera bien escrita.

Soy perfeccionista y exigente conmigo misma, mucho más que con cualquier otra persona, así que para lanzarme a dejar leer algo tenía que estar muy segura de que el relato mereciera la pena. Entre las tres novelas, ATCLV era la que, a mi modo de ver, reunía las características que buscaba.

Dejé que la leyeran otros ojos, con el miedo normal en estos casos, con un nudo en el estómago cada vez que venía de vuelta una crítica. Confiaba en haberlo hecho bien y la respuesta de mis primeros lectores, elegidos en un amplio abanico de edades y de ambos sexos, me animó porque todos coincidieron en que mi objetivo estaba cumplido.

Toco entonces dar el siguiente paso, buscarle acomodo en algún lugar para que un día pudiera vivir de nuevo la experiencia de ver uno de mis libros en una librería.

No lo logré. O lo logré, pero a medias, porque recibí dos ofertas que no me convencieron en absoluto. Ninguna de ellas me proporcionaba lo que buscaba, así que guardé el manuscrito para mejor ocasión. Ahí estará hasta que encuentre el modo de darle lo que se merece porque estoy convencida de que se lo merece.

Hoy he leído esto:

José Ovejero: ' Hay una calidad fácil de medir que es la calidad artesanal, pero para mí eso no es una gran obra. Para mí un gran escritor es aquel que tiene una mirada profunda sobre la realidad'.

Me ha hecho sonreír porque esa última frase venía en la crítica de una de las propuestas rechazadas, acompañada de otra menos alentadora: es muy literaria pero muy poco comercial. Supongo que cuando una editorial apuesta por un libro es porque quieren venderlo, ahí está el negocio y no se van a arriesgar a llenar sus almacenes de libros no vendidos. Acepté que me dijeran que lo que escribo no es comercial pero entonces me asaltaron pensamientos de muy diversa índole. ¿Una obra que refleja la realidad actual no interesa? ¿Debería escribir sobre temas de moda? ¿Escribo para vender? ¿Para qué escribo?

Las respuestas acudieron, desordenadas, aportando algo de luz a la decepción inicial que parecía decirme “te has equivocado”. (A la que yo, muy chulita, contesté que lo cobarde es no intentarlo.)

Escribo para mí, sobre todas las cosas. Para comprender la realidad, para reflexionar sobre ella, para intentar ordenar ideas y recoger en palabras el mundo que me ha tocado vivir. No me rijo por modas, ni por géneros concretos. Escribo. Lo hago con pasión, esa que me impide a la vez buscarle el lado comercial a las historias. Lo hago también para esos lectores fieles que he ido recolectando en estos años que siempre me devuelven mis historias envueltas en mil matices que las enriquecen.

No serán comerciales pero laten, están vivas.

Voy a seguir publicando, sería tonta si no lo hiciera con los medios que tenemos hoy en día, si enterrase los manuscritos para siempre en el cajón del olvido, pero no empezaré por esta novela. Tengo antes que saldar una deuda conmigo misma, con una lectora que se quedó con una duda, con otra que disfrutó tanto una historia que merecía que se la terminase de contar. Voy a poner en vuestras manos la continuación (más bien una precuela) de El medallón de la magia y dentro de un tiempo, si sigo sin encontrar alguien que confíe en mí, os dejaré ATCLV como lo había venido haciendo hasta ahora.

Pero, todo esto, con calma.

Hay oficios en los que los años se convierten en un lastre (mirad las caras de las actrices que se operan para parecer más jóvenes y acaban con caras de plástico) pero en este de escribir, cada año vivido, cada arruga en el rostro es experiencia, matices, cada año te da mucho más que la juventud que te quita.

Y yo, aún, soy una niña.


domingo, 12 de octubre de 2014

UN AMOR PARA REBECA DE MAYTE UCEDA



Sinopsis:

Rebeca está a punto de casarse cuando emprende un viaje con sus amigas al corazón de Escocia. En medio de un paisaje de subyugante belleza comienza a dudar si Mario, su prometido, es el amor de su vida. Pero ¿cómo saberlo?, ¿cómo darse cuenta de que estamos haciendo la elección correcta? Cuando conoce a Kenzie MacLeod, un joven con el aspecto de haber vivido mil vidas del tamaño de la suya, Rebeca encuentra todas las respuestas.
Tres amigas; tres formas diferentes de entender el amor.

Mis impresiones:

¿Os ha pasado alguna vez que un libro os atraiga desde el primer minuto que lo veis? A mí sí, montones de veces. No siempre tras esa atracción se esconde algo interesante, a veces incluso han sido verdaderos fracasos lectores, pero no es este el caso. No sé decidir por qué, si fue la portada, la sinopsis o porque no esperaba el cambio de género de Mayte F. Uceda, pero en cuanto lo vi supe que quería leerlo. El mismo día que lo puso a la venta en Amazon lo descargué.

Han sido unas horas de lectura maravillosas.

¿Qué vais a encontrar? El arranque está en la sinopsis: tres amigas (Rebeca, Lola y Berta) y un viaje a Escocia, un viaje que no es solo un recorrido turístico más o menos largo (tres semanas) sino un despertar para la protagonista.

Me gusta que los libros me cuenten una historia y me la cuenten bien. Eso es lo que pasa con Un amor para Rebeca. No hace alardes, no se recrea en palabras a las que no afectarían unas tijeras sino que nos va llevando de la mano por el paisaje escocés, por las leyendas del pasado, por un bosque en el que un druida llena de magia una noche… Los personajes hablan como nosotros mismos, aproximándonos al carácter alocado de Lola, a la serenidad de Berta o al debate interno de Rebeca y convirtiéndonos un poco en ellas.

Mayte sitúa la trama en dos escenarios principales: Barcelona, la ciudad de origen de Rebeca, y el pequeño pueblo escocés de Beauly (se pronuncia parecido a beauty), al que describe con tal precisión que acabamos conociendo como si cada día pisáramos sus calles. (Incluso parece que pudiéramos llamar a la puerta de la señora Munro y nos estuviera esperando con una taza de té y una historia que contar sobre los vecinos.) Pero no se queda ahí, de su mano iremos conociendo sitios emblemáticos de Escocia y acontecimientos históricos que quedan perfectamente engazados en la trama. Incluso el reciente referéndum por su independencia tiene un pequeño lugar en la novela.

Rebeca es el centro de esta historia, o más bien las dudas que Kenzie, un atractivo músico escocés cuatro años mayor que ella, despierta en una muchacha que ha sido educada en unos patrones morales tan rígidos que le han planificado la vida hasta el milímetro, impidiendo que sea ella misma. Un viaje a Escocia de fin de carrera con sus mejores amigas, Lola y Berta, le abre los ojos y el corazón. Le enseña que el amor no es un plan sino un accidente, que cuando llega se siente sin poder impedirlo y que es mejor dejarse llevar que arrepentirse toda la vida de aquellas cosas que nunca hicimos por miedo.

Sin embargo… no os cuento más, tendréis que leer….

Mis impresiones acerca de esta novela son excelentes. Lo sé porque cuando siento “este libro me hubiera gustado escribirlo a mí” es que me ha conquistado.

Tengo su anterior novela, Los ángeles de la torre, sepultada entre todas aquellas novelas no leídas que se van quedando en el kindle, eterna pendiente entre una lista larguísima que Un amor para Rebeca se ha saltado, pasándolas a todas.


Sin intermitentes ni nada.

sábado, 4 de octubre de 2014

TERMINÉ EL MEDALLÓN DE LA MAGIA II

¡Qué ganas tenía de poder escribir esto!

Si hay una novela con la que he necesitado mucho tiempo ha sido con esta, por la dificultad que implica el que forme parte de otra historia previa y por el extra que supone el salto atrás en el tiempo que se produce en la trama.

En esta segunda parte dejo el siglo XXI para adentrarme en el XVII. El escenario, como ya ocurriera en la anterior, será la ciudad de Toledo aunque los personajes en algún momento se vuelven viajeros y visitan la capital, Madrid, donde tendrán la oportunidad de asistir a una representación teatral en un corral de comedias...

No os voy a contar nada más, solo diré que como ya ocurriera con la otra novela, las aventuras de los personajes (otra bruja de la misma estirpe, a la que ya conocimos en el anterior es ahora la protagonista), son una excusa para recrear la España del Siglo de Oro. La Historia, la de verdad, se funde con una historia de ficción que espero que disfrutéis cuando esté lista para ser presentada en sociedad.


Desde mi punto de vista la escritura es más madura, los personajes tienen mucho encanto (a mí me tiene conquistada Sebastián, un niño de la calle) y conoceréis el origen del medallón y su leyenda.

Con respecto a su "hermana mayor" os diré que estoy más que orgullosa de ella porque, aunque es la que menos ruido ha hecho en las redes (en cambio es la que más he vendido en papel de las que controlo yo), ya van unas cuantas veces que es elegida en colegios como lectura para los alumnos y este año incluso tengo a la vista una visita a un centro para charlar con ellos. Creo que será una experiencia estupenda.

De momento no hay fecha de salida, tengo que terminar una lectura para detectar errores ortográficos y dejarla reposar uno o dos meses para otra nueva lectura con algo más de perspectiva. Falta una lectura más de la mano de mis lectores cero, más necesaria que nunca porque al formar parte de una saga es conveniente que no se me haya escapado nada.

Y la portada, mi asignatura pendiente... Si no soy capaz de encontrar una tendré que recurrir a los expertos.

Viene sin avales, salvo el criterio de esos lectores beta, tendréis que confiar de mí.

Aún quedan para poderla mostrar unos meses pero os lo tenía que contar.

Por cierto, con esta van tres novelas ya que he terminado. 

domingo, 28 de septiembre de 2014

NOCHE EN TOLEDO: LO QUE ENCONTRÉ BAJO EL SOFÁ

Los que habéis leído la novela probablemente sabéis que arranca cuando Alicia, recién llegada a Toledo, decide realizar una ruta guiada para conocer la ciudad que la acogerá en las siguientes semanas. Ha llegado para hacer una suplencia en un instituto y piensa que estos días serán un simple paréntesis en su vida. Lo que no imagina es que la cambiarán para siempre.

Como en la novela, la ruta partió de noche. Acompañados por Eloy Moreno y por los guías de rutas de Toledo (Alberto con un grupo y Gudi con el otro) recorrimos los escenarios de la novela a la vez que nos contaban las leyendas de la ciudad de Toledo.

Fueron dos horas en los que hubo una invitada imprevista: la lluvia. Se presentó sin reserva y ahí estuvo, intermitente, dándonos algunas treguas. También nos libramos de ella cuando entramos en La Almunia de San Miguel, el pequeño hotel en el que se ambienta parte de la novela (me encantó el aljibe y ese túnel tapado con el botellero del que nos hablaron), o en el momento en el que pasábamos bajo los cobertizos toledanos.

A mí se me hizo corto, ni siquiera me cansé con tanta cuesta, y eso que hoy tengo unas estupendas agujetas toledanas.

Me dejo aquí las fotos, algunas, las que se han salvado porque tampoco es que fuera muy sensato sacar la cámara con la que estaba cayendo, y os invito a que hagáis la ruta. Con la entrada, además, nos dieron unas claves para descargarnos dos libros sobre Toledo.

Lo malo es que yo perdí la mía...







Yo pienso hacer más rutas con ellos, en cuanto vuelva a Toledo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

UN MILLÓN DE GOTAS DE VÍCTOR DEL ÁRBOL.



Sinopsis:

Gonzalo Gil es un abogado metido en una vida que le resulta ajena, en una carrera malograda que trata de esquivar la constante manipulación de su omnipresente suegro, un personaje todopoderoso de sombra muy alargada. Pero algo va a sacudir esa monotonía. Tras años sin saber de ella, Gonzalo recibe la noticia de que su hermana Laura se ha suicidado en dramáticas circunstancias. Su muerte obliga a Gonzalo a tensar hasta límites insospechados el frágil hilo que sostiene el equilibrio de su vida como padre y esposo. Al involucrarse decididamente en la investigación de los pasos que han llevado a su hermana al suicidio, descubrirá que Laura es la sospechosa de haber torturado y asesinado a un mafioso ruso que tiempo atrás secuestró y mató a su hijo pequeño. Pero lo que parece una venganza es solo el principio de un tortuoso camino que va a arrastrar a Gonzalo a espacios inéditos de su propio pasado y del de su familia que tal vez hubiera preferido no afrontar. Tendrá que adentrarse de lleno en la fascinante historia de su padre, Elías Gil, el gran héroe de la resistencia contra el fascismo, el joven ingeniero asturiano que viajó a la URSS comprometido con los ideales de la revolución, que fue delatado, detenido y confinado en la pavorosa isla de Nazino, y que se convirtió en personaje clave, admirado y temido, de los años más oscuros de nuestro país.

Una gran historia de ideales traicionados, de vidas zarandeadas por un destino implacable, una visceral y profunda historia de amor perdurable y de venganza postergada; un intenso thriller literario que recorre sin dar respiro la historia europea.

Mis sensaciones:

Me pilló por sorpresa, lo reconozco. Yo, la que no derrama una lágrima frente a las historias de ficción en un momento dejé la lectura, me senté en el sofá y, mientras miraba las nubes que rasgaban el cielo al otro lado de mi ventana, me sorprendí con un nudo en la garganta, mientras unas lágrimas silenciosas recorrían mi mejilla.

No era solo la historia que me cuenta.

Era yo.

Eran las reflexiones que se iban colando en mi mente cada vez que tropezaba con una de las cientos de frases sublimes que contiene la novela, algunas de las cuales he anotado en mi agenda (la que me regalaste, Juan Carlos, por fin encontré algo con lo que estrenarla) para releer de vez en cuando.

Llevaba meses tras este libro, entretenido mi tiempo en lecturas cero de las que no se puede hablar y otras que no he elegido con demasiado acierto. Y alguna muy buena también, menos mal. Después de un verano en el que probablemente solo se salvarán tres o cuatro libros en mi memoria, Un millón de gotas llegó a mis manos. Es más grueso de lo que pensaba pero resulta liviano al sostenerlo, la edición es muy cómoda, de esas que se manejan bien y te invitan a que no las sueltes. Tiene solo un pero, una letra diminuta para mis ojos que ya no se aclaran, que con gafas no ven y sin ellas tienen que acercar el libro a la nariz tanto que cualquier día acabaré dentro de uno de ellos. ¿O acaso eso no ha sucedido ya con éste? ¿No me ha atrapado incluso las emociones que siempre domino mientras leo?

No intento hacer una reseña que diseccione el argumento o estos personajes tan alejados del maniqueísmo que a veces predomina en las novelas actuales, porque no puedo, porque si intentara contarlo y pretendiera hacerlo bien la reseña sería eterna. Probablemente no lograría nada más que dejar constancia de que es uno de esos libros que narran dos tramas simultáneas, una en el presente y otra que llega del pasado para arrojar luz en la primera. Dos novelas en una que se complementan y se dan sentido mutuamente. Sería un análisis demasiado simple de lo que de verdad se esconde en estas más de 600 páginas. Una mera sinopsis como la que copié arriba, cuando lo que de verdad importa, lo que marca la diferencia entre Un millón de gotas y otro libro es el narrador, cómo nos cuenta la historia, cómo se mete debajo de tu piel o te sacude en el estómago. Las bofetadas de realidad sumergidas en la ficción.

La sensibilidad en la observación del mundo sin ahorrarse ni sus aspectos más mezquinos.

Gonzalo Gil, el abogado protagonista, va encendiendo luces en su pasado mientras nosotros, a su lado, recomponemos la historia de una familia llena de secretos, de silencios rellenados con historias inventadas, tan huecas como la tumba a orillas del lago, la que contiene un viejo traje que no vistió a ningún muerto. Como él, yo he ido descubriendo fragmentos de mi pasado que han venido a visitarme cada vez que una de las brillantes frases del narrador se descontextualizaba y venía a mí para llevarme a otro lugar muy lejos de estas páginas. ¿No es un libro excepcional cuando consigue eso en el lector? Cuando, sin pretenderlo, sin acercarse a tu realidad, la mueve.

Me ha gustado mucho leer la historia que tiene como protagonista a Elías Gil. Me ha costado ser testigo de lo salvajes que podemos llegar a ser para sobrevivir, de cómo ese hijo de un minero de Mieres llegado a la Unión Soviética a principios de los años 30 ve quebrarse su inocencia casi nada más llegar y se amolda al horror para sobrevivir. La barbarie del ser humano, sin disimulos, se plantó frente a mis ojos y mientras leía era capaz de sentir el frío de Siberia, la repulsa hacia Igor, el dolor de Irina, el llanto de Anna… Tanto que a veces cerré el libro en esta parte para tomar un poco de aliento, para distanciarme de lo que me contaba un poco y poder seguir respirando.

No había leído a Víctor del Árbol nada más que a través de su blog. Lo visitaba, entrada tras entrada, aunque apenas me haya atrevido a comentar sino un par de veces. La palabra atrevido no es casual, hay plumas que te parecen tan grandes que no te arriesgas a profanar su espacio con un comentario que, probablemente, no será brillante. Me conformaba con leer, con envidiar de algún modo la capacidad que tiene de escoger la palabra exacta en cada momento.

A lo mejor he llorado por eso.

Porque sé que durante un tiempo, aunque lo intente, no guardaré nada de lo que escriba. Lo borraré furiosa al releerlo porque le faltará siempre algo, ese matiz que solo le dan los grandes a lo que escriben. Porque constato que no manejo a mi antojo las herramientas necesarias para dar a un texto la contundencia que requiere. Porque me sentiré torpe, pequeña y a la vez prisionera en mi empeño de escribir, condenada como Sísifo a empujar una piedra que inevitablemente acaba rodando ladera abajo cuando creo que he alcanzado la meta. Porque necesitaré respirar y replantearme muchas cosas.

Necesitaré reponerme de esta experiencia lectora que os recomiendo.

Sin el más leve temor a equivocarme.


El talento, se siente y Víctor del Árbol lo tiene. Felicidades.