miércoles, 7 de agosto de 2019

ESCRIBIR UNA NOVELA



¿Cuándo se tarda en escribir una novela? Me han hecho esa pregunta muchas veces y no tengo una respuesta exacta. No existe un tiempo de germinación de la idea ni hay fórmulas mágicas de riego del manuscrito, ni abonos que se puedan comprar en cualquier parte y que vengan con instrucciones precisas sobre el tiempo que se necesita para que esté lista.

Escribir no se mide con relojes ni calendarios.

No se puede.

Es lo más impredecible que conozco.

Yo he tardado cuatro años en terminar una novela. Y tres meses. Y dos años. Y 267 días. Y un suspiro. Y también ha sido un agónico periplo que ha durado más tiempo del que tardó Ulises en volver a casa.

¿Cómo se escribe una novela? Eso sí lo sé. Eliminando lo superfluo. El lector no es idiota. No quiere que le digas que tu personaje está desnudo ante sus ojos, quiere verlo. Le importa una mierda que le expliques qué siente, necesita sentirlo.

¿Entiendes ya la fotografía que acompaña a este texto? Así se escribe, ese es el cómo. Desnudo. Expuesto. Vulnerable. Sin esconderse bajo mil capas, porque entonces todo se vuelve mentira. No hay moda que valga, ni plan de marketing ni nada. Si no hay alma, la historia se olvida.
Me queda una pregunta, ¿para qué se escribe?

Esa ya no sé si sé responderla. En este mundo tan rápido, quizá para que esos cuatro años, tres meses, dos años, 267 días, un suspiro o el tiempo que tardó Ulises en volver a casa se esfumen en una semana, perdidos entre tanto ruido. Solo se me ocurre para quién escribir: para ti mismo.

Desnudo.

Auténtico.

Así siempre merecerá la pena.

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