Sinopsis:
Pocas veces un libro sobre el oficio de escribir ha resultado tan clarificador, útil y revelador. Mientras escribo empieza el relato de la asombrosa infancia de Stephen King y su extraño y temprano interés por la escritura. Una serie de vívidos recuerdos de la adolescencia, de la universidad y de los años de lucha que lo llevaron a la culminación de su primera novela, Carrie, aportan al lector una amena y divertida perspectiva sobre la formación del escritor. A continuación King describe las herramientas básicas del oficio y expone sus opiniones personales sobre el secreto de la escritura. Mientras escribo culmina con el conmovedor relato de cómo su necesidad de escribir lo estimuló para recuperarse de su casi fatal accidente en el verano de 2000.
Mis impresiones:
Es mi primer libro de King.
Lo juro.
Yo, la que no para de leer, la que creció en una biblioteca pública, la que no tiene reparos en confesar que lee best sellers (incluso algunos de ellos me gustan mucho), la que no tiene prejuicios con los géneros... no había leído ni un solo libro de Stephen King.
Y empiezo por un ensayo...
La verdad es que, conociéndome, tiene bastante sentido, porque Mientras escribo habla del oficio de escribir y me interesan mucho todas esas cuestiones. Supongo que comparo con lo que yo misma hago, me gusta saber cómo es la manera de trabajar de otros escritores.
Fue la escritora Antonia Romero quien me puso sobre la pista de este libro (que no conocía de nada) en Facebook y me pareció que podría colarlo en mis lecturas. Lo encargué y lo he ido leyendo poco a poco, bolígrafo en mano, tomando notas sobre lo que me llamaba la atención.
La primera parte del libro es una especie de biografía caótica, recuerdos. Es interesante, pero para mí no tanto como cuando empieza a contarnos QUÉ ES ESCRIBIR.
La primera palabra que utiliza llama la atención inmediatamente, porque él habla de telepatía. Considera que escribir es una magia portátil que conecta dos mentes, la del lector y la del escritor y hace una advertencia a quien quiera escucharle: escribir es algo que debes tomarte en serio. Si no, es mejor que te dediques a otra cosa.
Para hablarnos de los elementos que necesita el escritor para desarrollar su tarea, King elige un símil muy acertado, LA CAJA DE HERRAMIENTAS. Considera que aunque no las necesitemos todas en un momento dado, sí es bueno tenerlas a mano, manejarlas. Esas herramientas son el vocabulario, la gramática, el estilo, etc..
King establece una catalogación de escritores muy simple: malos, aceptables, buenos de verdad y genios como Shakespeare, y opina que solo se puede convertir en bueno un escritor aceptable. Para uno malo, no tiene compasión.
Después de este inicio divide en 16 fragmentos la narración. El primero empieza con mi frase favorita del libro, porque es algo en lo que creo, que repito hasta el aburrimiento siempre que me preguntan y que me encantó encontrar en este ensayo:
"Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo"
Y le da lo mismo si lo que se leen son buenos o malos libros, porque de todos se aprende. Incluso opina (otra vez como yo) que de los malos se aprende hasta más, porque podemos ver con claridad errores de bulto a evitar. Me hizo mucha gracia que dijera que cuanto más lees, menos riesgo corres de hacer el tonto con un boli en la mano.
Esta es una de las cuestiones que quiero destacar de este libro, lo coloquial del lenguaje, lo fácil que te lo pone para que sigas su discurso que es casi como una conversación con un amigo, separados por la mesa de un bar, compartiendo una cerveza.
El autor analiza el espacio donde trabaja y comenta cómo lo hace él. No es algo rígido, a cada cual le sirven sus propios métodos. Eso sí, insiste en evitar distracciones como internet, teléfono o televisión. Yo añadiría otras que distraen mucho más que esto.
Después de esto entra en algo que a mí me hizo reflexionar. Te dice que escribas lo que quieras, pero que lo llenes de verdad, singularizándolo con tu manera de ver el mundo, dotándolo de vida a través de tu experiencia personal de la vida, de la amistad, las relaciones humanas, el sexo o el trabajo. Es algo en lo que había pensado muchas veces. Ha habido novelas que me han llenado, que he sido capaz de sentir a los personajes y, de pronto, al leer otra del mismo autor, no he encontrado el más leve rastro de las sensaciones que me hicieron empatizar con los personajes de la primera. Era, ahora lo sé, demasiada impostura, demasiada ausencia de la verdad que sí dejaron ver en la primera.
En esta parte también hay un apunte perfecto, a tener muy en cuenta: no hay que dar sermones sobre lo que se cree o lo que se sabe, sino insertarlo de manera natural en la narración. Creo que a todos a veces se nos escapan nuestras ideas y hay veces, es verdad, que con la sutileza de un rinoceronte en estampida.
Los siguientes puntos los dedica a analizar la trama, la descripción y el diálogo. Para él la trama es algo secundario, no le gusta sentirse prisionero de ella (otra cosa en la que nos parecemos) e incluso va más allá y quiere que los personajes le vayan sorprendiendo porque cree que si lo hacen con él, también lo harán con el lector. En cuanto a la descripción propone no abusar de ella, dejarla solo en detalles bien escogidos, los justos, porque entretenerse en esto afloja el ritmo de lo importante que es la historia. Los diálogos deben hacer sentir al lector "el placer vergonzante de estar escuchando conversaciones ajenas".
Uno de los puntos que leí con más placer fue el de la creación de los personajes. Habla de observar y reproducir con toda la verdad que se pueda porque son los motores de la historia, e insiste que debemos ser conscientes de que siempre tendrán algo de ti, de lo vivido, de lo observado y de tu imaginación. Quien se empeñe en que no tienen nada suyo a lo mejor es de los escritores de la base de la pirámide.
¿Qué hay que hacer para ganar una maratón? Entrenar. ¿Qué hay que hacer para ser escritor? Escribir. Lo que sea. Hablando de algo en nuestra historia, usando el simbolismo (sin forzarlo) y revisando el texto una vez terminado muchas veces, tras un tiempo de reposo (otra cosa que he hecho siempre).
Al final del libro se hace una pregunta: ¿Escribes por dinero? La respuesta es no. Hay que hacerlo porque te llena, porque te hace vibrar, porque el simple placer de hacerlo.
"Escribir no es la vida, pero es una manera de volver a la vida".
Escribe esta frase introduciendo la última parte, donde cuenta el accidente que sufrió en 1999 mientras paseaba. Fue atropellado por una camioneta, hubo de ser operado cinco veces y tardó bastante en recuperarse. La escritura fue su terapia.