Leía estos días un artículo de prensa en el que un autor francés de cincuenta años (me ahorro el nombre porque se le está dando una publicidad innecesaria) afirmaba que no le gustan las mujeres de cincuenta porque son "demasiado viejas para quererlas". A las mujeres de esa edad se nos quedó cara de "qué me estás contando", sobre todo porque para querer a alguien es bien sabido que la edad importa más bien poco.
O eso pienso yo, que las almas de las personas no entienden de edad y el amor mucho menos.
En realidad, si se hubiera quedado ahí, aunque es bastante ofensivo para quienes rondamos esta edad, -a las que nos condena a una vida de soledad y ausencia de amor porque ya se nos ha pasado la fecha de caducidad como si fuéramos yogures-, no hubiera desatado tanta polémica. Pero hay más. Según ese mismo artículo, publicado en la revista Marie Claire, también afirmó con contundencia: "El cuerpo de una mujer de 25 años es extraordinario. El cuerpo de una mujer de 50 años no es extraordinario en absoluto".
Aquí es donde se metió en un jardín de los gordos.
Resulta que no estaba hablando del alma de una persona, que se supone que es de lo que te enamoras de verdad, sino del cuerpo, del deterioro físico al que conduce la edad y que provoca que la firmeza de otro tiempo se pierda y, con ella, deduzco, el atractivo. Porque, leído esto, solo te queda pensar que un alma bien amueblada no es tan interesante como unos pechos firmes o un culo en su sitio.
Mujeres de 50, no sé qué hacemos leyendo en lugar de ir al gimnasio a practicar spinning.
Multitud de famosas, en sus cuentas de las redes, le han dado la réplica a la estupidez que ha dicho un señor, al que no conozco de nada, pero que intuyo en plena crisis de madurez. Digo yo que a los señores también se les caen las cosas. No mantienen sus biceps en plena forma y la barriga empieza a desarrollar una tendencia hacia una forma esférica que, quizá, solo quizá, no ha tenido desde antes. Y se llenan de arrugas, porque no son inmunes al paso del tiempo. Tal y como le sucede a las mujeres. Exactamente lo mismo porque pertenecemos a la misma especie.
La verdad es que, si lo pensamos despacio, da lo mismo lo que le guste a este señor, mientras no cometa un delito de pederastia es perfectamente lícito que prefiera estar con mujeres jóvenes. Incluso que lo diga. Otra cosa es cómo lo ha dicho, aunque me reservo una pequeña duda, aquella que me hace pensar que a veces, las palabras descontextualizadas adquieren significados que no han salido de tu boca. La verdad es que, como estrategia de marketing para que hablen de él en medio planeta le ha quedado bordada, porque lo ha conseguido del todo, aunque para ello haya tirado por tierra su reputación de pensador (se supone que los escritores piensan) y se haya retratado a sí mismo como un ser humano bastante superficial.
Al final del artículo había una frase que ha pasado un poco más desapercibida: "¡Las mujeres de 50 tampoco me miran a mí!".
Igual es eso, tal vez es que, cuando cumples años, las personas con cientos de miles de tonterías las vas esquivando con una habilidad que no tienes a los 25 porque te faltan años de calle y experiencias vitales para saber que hay ciertos hombres a los que hay que mantener a toda la distancia posible. Solo puede ser, es una hipótesis, que alguna de 50 le haya hecho sentirse inferior intelectualmente y haya tenido que buscar en otro rango de edad menor a quien le soporte las tonterías.
A los cincuenta y alrededores, ahora hablo desde mi perspectiva, la paciencia te la quedas para las cosas importantes y, puestos a elegir, creo que un neurótico que dice tonterías cada vez que abre la boca lo relegas a un lugar que no sea tu cama.
O tu corazón.
Porque, las de 50, aunque seamos demasiado viejas para querernos, de tontas no tenemos un pelo.
(Todavía me queda para tener esa edad, pero como si los tuviera).