Cuando empecé a publicar en Amazon, la palabra que más se repetía en el entorno de escritores en el que me movía era la misma.
Ruido.
Teníamos que hacernos notar en un mercado que estaba vetado para nosotros, los autoeditados, y en el que, además teníamos una imagen pésima: son esos fracasados a los que no han querido las editoriales y han optado por el camino de en medio. No digo que no fuera verdad en algún caso, pero en otros muchos había un talento real que mostrar y teníamos un arma nueva, gracias a internet para hacerlo. Podíamos gritar. Podíamos hacer...
Ruido.
Hicimos mucho. Blogs. Facebook. Twitter. Posicionarnos a Amazon en España (nada es gratis ellos nos dieron la oportunidad de publicar, sí, pero la campaña de marketing que montamos les salió a coste de mercadillo de los viernes y en nada aquí todo Dios sabía qué era). Nos dimos a conocer. Algunos hasta firmamos contratos editoriales. Pero eso no era el final del camino. Seguía haciendo falta lo mismo...
Ruido.
Con sus consecuencias, que empiezo a notar ahora, en 2019.
Desde 2014 tengo sordera literaria. Tanto ruido ha provocado que sea incapaz de oír un poco más allá de lo que tengo a dos pasos. Y con oír me refiero a saber quién es quién en esto tan extraño en lo que se ha convertido la literatura. "¿Tú has leído la novela X de fulanita?", me preguntan. Y yo no sé ni quién es fulanita, si me estoy perdiendo algo o mi sordera me ha librado de perder el tiempo. En el caso de la autoedición, donde la calidad ha ido descendiendo hasta situarnos a todos en los niveles de escasísimo respeto que teníamos antes del principio del ruido, parece lógico. Uno no puede conocer a los dos millones de autores que publican cada semana (nótese la hipérbole y la ironía). Pero lo triste es que otros autores -de estos tan "imbéciles" que han publicado con editorial, aunque para ello hayan tenido que someter su texto a un severo juicio, pasarlo, esperar para ver su trabajo más de unas horas y que encima ganan muy poquito-, tampoco me suenan. Y sé por qué. Hay demasiado...
Ruido.
¿Quién se para en las promos de las redes? ¿Quién lee las reseñas en los blogs? Es imposible. No, porque hay mucho...
Ruido.
No es que los árboles no dejen ver el bosque, es que la maleza no permite ni caminar por él.
Y es una pena.