Creo que me vais a tener que aguantar escuchando cosas sobre
esta nueva novela a lo largo de los próximos meses. Lo haré porque, aunque desde mi
editorial siempre me dicen que a mí me corresponde escribir y a ellos vender
las historias, sé que no desentenderse de ellas tiene resultados y ya estaré yo aquí para hacerlo.
O quien, de manera voluntaria, tenga la necesidad de contar
qué ha sentido al leerla.
Una de las labores más duras en esto de escribir, al menos
para mí, es enfrentarme a presentar las novelas a los lectores una vez que
están ya listas para que las puedan –espero– disfrutar. Es mucho más complicado
que sentarme a escribirlas, corregirlas, tramarlas, soñarlas… Lo es, porque
siempre cabe pensar en que estaré siendo muy subjetiva, que quizá os cuente lo
que he querido contar y no lo que realmente he hecho, porque conozco a los
personajes mucho más allá de lo que narro en las páginas de la novela. Ellos
han sido mis compañeros durante muchos meses, he tenido que crearlos partiendo
de unas primeras pinceladas a las que he añadido colores para darles la vida
que quiero que transmitan, pero también sé bastante más de lo que cuento. Es
necesario para dotarlos de coherencia, pero en la ficción hay que elegir qué
expones y qué te quedas.
Entre puntos
suspensivos tiene dos tramas. Una, la superficial, es la que cuenta cómo
Paula y Javier se embarcan en un viaje en moto, en el que tratarán de buscar
pistas que les conduzcan a encontrar a Mario, el padre de ella. Los vais a ver
pasear por el lago de Sanabria, por las costas de Asturias e incluso por una
pequeña aldea gallega. Ese viaje, para mí, era una excusa para que estos dos
personajes volvieran a enfrentarse a estar juntos.
¿Volver?
Sí, volver, porque son dos viejos conocidos. Ambos protagonizaron
esa novela que yo titulé Su chico de
alquiler, una novela light, juvenil, de iniciación, escrita hace más de
veinte años (aunque retocada en algunos puntos necesarios para hacerla actual,
hace 20 años no había móviles) y necesaria para llegar donde estoy.
¿Por qué retomé los personajes?
Por varias razones. La primera, porque me apetecía. Sin más.
Otra de mucho peso, porque son mis personajes y si de ellos alguien a quien no
conozco le dio por colgar un fanfic en Wattpad sin mencionar que yo era la
autora, ¿por qué no escribir yo misma sobre ellos, que para eso son míos? Los
dos, Paula y Javier, eran apenas adolescentes en Su chico de Alquiler. No del todo por edad, pero sí en su
comportamiento. Yo quería verlos un poco mayores, saber qué había pasado con su
historia que en la primera novela se queda en una toma de contacto.
Creo que pocos se imaginarían que el happy end de la anterior me lo iba a cargar en las primeras líneas
de esta nueva novela.
Javier ha encarrilado su vida. Dejó la carrera, que ya en la
otra novela no le motivaba en absoluto, y decidió hacer unas oposiciones en la
Policía y sentar la cabeza después del descalabro de su relación con Paula.
Ella, por su parte, tiene un trabajo estable y, cuando arranca la novela, una
hija de siete años y un novio italiano. No están juntos.
Cosas de la vida.
Aunque…
Ese título, Entre
puntos suspensivos, alude a la relación que han tenido en estos años que
han pasado entre las dos novelas. Al principio cuento esa vieja leyenda
asiática que dice que dos personas están unidas por un hilo rojo que los ata
por los meñiques y, aunque lo intenten, esa unión no se puede romper, porque
están destinados el uno al otro. Ellos, mis personajes, son así.
Pero una cosa es estar destinado y otra que sea sencillo
lidiar con ello.
En la novela no hay un antagonista claro. Hay alguien, pero
no tiene mucho peso porque el principal escollo para que esta relación que
empezaron funcione es Paula. Sus miedos, su carácter, hacen que se vaya
poniendo zancadillas y esas reboten en Javier a lo largo de los años. Un
sentimiento poderoso que la invade y que no es capaz de gestionar, porque hace
daño. Solo que Paula, en lugar de empujar ese daño hacia Javier, se lo hace a
sí misma, hiriéndole a él de manera involuntaria.
Y complicando lo sencillo.
Volver a reunirlos fue darles una oportunidad para que ellos
mismos entendieran qué era lo que les pasaba e intentasen solucionarlo.
La novela tiene dos partes. En la primera, los conoceréis
tal y como son ahora. En lo que se han convertido en esos diez años de
distancia narrativa. En la segunda, la vida les va a dar un bofetón en plena
cara. A veces entendemos por fin la vida cuando se nos planta de frente y nos
demuestra que estamos aquí solo de paso. Tal vez en ella hay algo muy personal,
vengarme de la realidad a través de la ficción, remodelar lo que uno siempre
querría que sucediera frente a la dureza de algunas cosas que te toca vivir.
Quizá al final, al leer la última línea de los
agradecimientos de la novela, entendáis esta confusa frase que acabo de poner.
O, tal vez, haya ya quien sepa de qué estoy hablando. Si no, dejadlo en cosas
mías, ya sabéis que la cordura no me asiste todos los minutos del día. Si fuera
así, probablemente no me dedicaría a esto.
He querido conservar cierta coherencia entre las dos novelas
y por eso el tiempo verbal de la primera se mantiene, la narración en el presente
que empleé, y algunas escenas intento que sean como en la otra, divertidas,
aunque esta novela es más emotiva que la primera y, sobre todo, se nota mi
madurez como escritora.
Es la primera vez que una de mis novelas va a salir al
mercado de manera simultánea en papel y digital de manos de una editorial. Eso
es un paso nuevo para mí. Me da mucho respeto, porque también vengo de una
novela premiada, que se ha vendido muy bien, y de otra de la que los lectores
no dejan de decirme que dejó en ellos, a pesar de lo loco del planteamiento,
sensaciones maravillosas.
Es un listón muy alto.
Tomo aire. Respiro y solo os pido que los tratéis tan bien
como lo hicisteis cuando eran unos críos.
Yo creo que se lo merecen.
Javier, seguro, más que Paula, pero perdonadla, he tratado
de que sea un poco humana y los humanos no paramos de cometer errores.
Uno detrás de otro.