Arranca la trama y ya sabes que en esta historia algo no ha ido bien. Si no,
David Evan, el neurocirujano protagonista, no te la estaría contando desde el corredor de la muerte. Ese enfoque, perfecto disparador del interés del lector, me predispuso para seguir adelante. Empecé a leer.
Quienes frecuentáis El espejo de la entrada sabéis que
pongo siempre la sinopsis antes de empezar a contar mis impresiones de cualquier libro. En este caso, no será así.
No lo será porque, aunque os parezca imposible por
tratarse del libro que se trata, empecé a leer a ciegas, sin saber ni una
palabra de la trama, sin haber leído ni una sola reseña del libro. Ya sé que suena raro, que paso demasiado tiempo entre libros, redes y blogs como para no haber caído en la tentación de leer, aunque fuera una sola línea sobre el libro. Más si cabe pensando que en la Feria de Madrid estuve parada frente al autor, esperando a que se lo firmase a una amiga.
No estoy segura pero creo que les hice una foto y todo.
¿Por qué, entonces, yo que me paro hasta a mirar los catálogos de la ferretería, no había reparado en este libro? No lo sé, supongo que el verlo tanto me hizo convencerme de que ya sabía algo de él y lo pasaba de largo. A veces me pasa con los best sellers.
Habría cometido un error.
En muchas, casi todas mis reseñas, dejo anotado cómo llegó cada libro a mis manos. Soy socia del Círculo de Lectores desde tiempos
inmemoriales. Hace unas semanas me llamó la agente del Círculo y me preguntó qué libro quería. Como siempre. La verdad es que me cogió con el pie cambiado, no había abierto la revista por falta de tiempo y me pilló en medio de una de mis clases, así que tenía que responder rápido para no perder demasiado tiempo. No era el momento de ponerse a buscar la revista y como aplazase la llamada para devolvérsela, lo más seguro era que me olvidase. Recordé que en Facebook alguien había mencionado que El Paciente estaba en la revista.
Le solté el nombre del libro y colgué, pidiendo perdón a mis chicos por usar el teléfono y continué con la clase de literatura.
Cuando, días después, me lo trajo a casa, ni me acordaba de qué era lo que le había pedido. Lo dejé, con el plástico y todo, en la estantería, para cuando me apeteciera.
A mediados de esta semana empecé a leerlo, después de decidirme, por fin, a dejar un tostón con el que no puedo y tras haberme deshecho de La familia de León Roch (a unos sicarios me apetecía casi contratar para eliminar a la estirpe al completo, de lo costoso que ha sido leer esa novela de Galdós). Reconozco que tuve la tentación de darle la vuelta a El Paciente y enterarme de qué iba pero, total, si no lo había hecho hasta ese momento y ya lo tenía en mis manos, en papel, en edición de tapa dura... ¿para qué ya? ¿Por qué no dejarle que me contase lo que quisiera? ¿Por qué no entrar en él a ciegas?
Es lo que hice.
La verdad es que me ha encantado. Me ha durado tres ratos, me lo he pasado muy bien con la historia. Tiene la dosis de intriga que hace falta para interesar, los giros precisos para sorprender, la narrativa fluida para no tener que releer. Tiene unos personajes atractivos, su dosis de reflexión, su pizca de sentimentalismo, un poco de pasado familiar, un pelín más de actualidad... Lo tiene todo y todo medido, en su sitio. Ah, y no acaba, de ningún modo, como te daría por pensar al principio.
Quiero felicitar al autor y a ti, lector, decirte que, si no lo has hecho, lo leas. No deja mal sabor de boca.
Para nada.
Pondré la sinopsis aunque te aseguro que no hace ninguna falta leerla.
El prestigioso neurocirujano David Evans se enfrenta a una terrible encrucijada: si su próximo paciente sale vivo de la mesa de operaciones, su pequeña hija Julia morirá a manos de un psicópata. Para el Dr. Evans se inicia una desesperada cuenta atrás cuando descubre que el paciente que debe morir para que su hija viva no es otro que el presidente de Estados Unidos.
Con su habitual maestría en la literatura de intriga, Juan Gómez-Jurado atrapa irremediablemente al lector. Una novela apasionante y emotiva que se desarrolla en 63 frenéticas horas, que no da respiro en su lectura y que plantea un dilema moral imposible que puede cambiar el curso de la Historia.