Te has ido.
Debería haberlo imaginado, la fidelidad es algo tan
intangible que por fuerza tiene que ser etérea y finita. Dura mientras dura y,
cuando se acaba, queda un vacío oscuro y silencioso, ese el que se ahogan las
palabras y solo puedes escuchar a un corazón que va perdiendo sentido a cada
latido.
Yo tengo corazón.
Hay quien no lo cree, quien piensa que la gente como yo no
somos nada más que una ficción loca, pero no es cierto. Soy palabras que se
ordenan, nacen, crecen, sienten, respiran...
Y se enamoran.
Ya sé que todo el mundo está pensando ahora que la historia
de amor que se termina no es nada excepcional. Hay miles así, solo hay que
fijarse en los ojos de la gente que uno se cruza para cada día. Si sabes
hacerlo, descubrirás que detrás de la tristeza que asoma en algunos hay un amor
no correspondido que está matándolos
poco a poco. Como a mí me está pasando contigo. Mis ojos no lo transmiten,
porque no son como los tuyos, pero si pudieras mirarlos verías que es justo lo
que me pasa.
Ahora que te has ido, ya no tengo sentido.
No quiero seguir adelante.
Yo te contaba mis aventuras, que se nutrían de sentimientos,
de pensamientos, de una vida que poco a poco fue solo para ti. Sin el aliento
que suponía para mí esa conexión entre tú y yo, no me siento con fuerzas para
seguir existiendo, aunque la mía sea una vida frágil a la que no se le puede
poner la palabra real en ninguna parte. Y, sin embargo, yo me siento real, y lo
que provocabas en mí, eso que he perdido, eran las mariposas de las que hablan
tantas veces, el amor que todo lo puede, que puede incluso lograr algo tan
imposible como que un personaje se enamore de su lector.
Si tú no estás, mi lector, nada tiene sentido.
Voy a susurrarle a mi autor el final de mi historia y quizá
con eso logre desvanecerme, dejar de lado esta congoja que arde dentro de mí
desde que sé que ya no te importa nada de lo que te cuento.
Quizá no me creas, pero es cierto.
Algunos personajes se enamoran de un lector.
***
Este pequeño relato es una deuda pendiente con un lector. Un día, hará un par de años, me retó a que escribiera un relato en el que un personaje se enamoraba de su lector. Sabemos que hay lectores que se enamoran de personajes, eso es muy frecuente. Incluso autores que se enamoran de sus lectores, pero ¿los personajes se pueden enamorar del lector?
Llevo siglos dando vueltas a la idea y hasta esta mañana no se me había ocurrido nada. Esto es lo que ha salido, Jorge.