El 10 de marzo, a las 19:30, en
la librería Lé (Paseo de la Castellana, 154), María José Moreno tenía una
importante cita dentro de su carrera literaria: la presentación de El poder de la Sombra (ed. Versátil), la segunda parte
de esta Trilogía del Mal. Después de
La caricia de Tánatos, la novela en
la que conocimos a Mercedes Lozano y en la que de manera tan magistral aborda
el tema de los malos tratos psicológicos, le toca el turno a esta segunda
parte. En ella, la psicoterapeuta protagonista de la trilogía, se enfrenta a la
amnesia de Rosa María Luque, a quien todas las pruebas acusan de varios asesinatos.
Mercedes tendrá que bucear en su mente para reconstruir su pasado y así
plantear su defensa. Para entender el puzle de su vida contará con la ayuda del
psiquiatra Miguel Vergara, a quien ya conocimos en la primera parte y cuya
relación con Mercedes es otro de los puntos atractivos de esta trilogía. El poder de la Sombra, una novela con
ritmo trepidante, trata el tema de los abusos en la infancia y sus secuelas en
la vida adulta. Entre otros, porque si algo tiene María José Moreno es
capacidad para condensar en muy pocas páginas multitud de enfoques.
En cuanto me enteré de la cita,
supe que acudiría. Desde la primera vez que estuvo en Madrid para presentar Bajo los tilos, he acompañado a María
José cuando ha venido a la capital. Me cuesta mucho esfuerzo cuadrar horarios,
todavía mis hijos son relativamente pequeños como para irme tan feliz de casa,
pero por ella busco la manera. El destino quiso que compartiéramos la primera
presentación, hace dos años, y entre nosotras surgió una amistad que se ha ido haciendo
fuerte. A diario, a través de las redes. Esporádicamente, cuando nos hemos ido
viendo: en Madrid y en Córdoba, ciudad que visité con mi familia en septiembre
y en la que, tanto ella como Pilar Muñoz, hicieron de anfitrionas de lujo.
Puedo decir muy orgullosa que ambas son mis amigas, de las mejores que se
pueden tener. Y por las amigas que nunca te fallan, se mueven montañas. Y de las amigas que escriben como ellas dos solo se puede hacer una cosa: presumir.
Por cierto, ya he leído la
novela.
Como siempre, no os la voy a
destripar, porque mi objetivo aquí, en esta que es mi casa, es dejar pinceladas
sueltas de las lecturas que hago por varias razones. La primera, para mí misma,
para que cuando pase un tiempo y quiera volver a recordar un libro, tenga unas
notas en las que apoyarme. La segunda, porque me gusta compartir las lecturas
satisfactorias con quienes cruzan el espejo, me gusta decir: «Oye, que este
libro a mí me ha merecido la pena. He pasado con él unas horas estupendas y ha
sido por esto, por esto y por aquello». La tercera, porque estoy segura de que
las 342 páginas del ejemplar con sobrecubierta que ahora tengo a mi lado son de
las que merece la pena hablar.
De El poder de la Sombra os diré que, además de una portada preciosa,
muy en sintonía con la de La caricia de
Tánatos, tiene multitud de cambios de giro, de esos que te van dejando sin
aliento. Cuando te haces una composición, estableces hipótesis sobre lo
sucedido con Rosa María en el pasado y sobre su culpabilidad o inocencia… algo sucede
o que concluyen te descoloca. Y dudas tanto que te obliga a pensar de nuevo. Pensar
y disfrutar leyendo… una combinación fantástica.
La acusada es un personaje
complejo, con mil matices que María José Moreno nos va desvelando poco a poco
en una novela que literalmente te bebes. La estructura en capítulos cortos,
introducidos por la fecha y la hora, te empuja a eso que se conoce como «un
poquito más y lo dejo». Cuando quieres dejarlo… te falta ya tan poco para
terminarla que no lo dejas. Te acaban dando las tantas pegada al libro. Hace
poco leí que el sueño de un autor es ese, escribir una novela que el lector no
pueda soltar hasta que se acabe y que, cuando lo haga, se quede con la
sensación de que quería más.
Ella lleva ya tres así.
El narrador de esta novela, en
primera persona, es la misma Mercedes Lozano. A través de ella conoceremos la trama,
salvo al final, en el que otro narrador, que no voy a desvelar, toma la palabra
para terminar de contarnos la historia.
A algunos personajes que aparecen
en esta novela los conocemos ya de La
Caricia de Tánatos, sobre todo a Mercedes y a Miguel, pero también hay
otros nuevos, la misma Rosa María y Felipe, viejo amigo de la familia de
Mercedes, abogado, que le pide colaboración profesional para construir la
defensa de una mujer amnésica acusada de varios asesinatos. La habilidad narrativa
de María José Moreno consigue entrelazar sus vidas personales con esa trama de
investigación, dotando a la novela de una magnífica solidez.
Y luego está cómo escribe.
Siempre lo digo, las historias no
son lo que cuentan -que también-, sino cómo lo cuentan. De ello depende que te mantengan
pegado a las páginas, que vuelvas la última diciendo que es una pena que se te
haya acabado el libro, o que te pases desde el principio lanzando suspiros de
desesperación. El poder de la Sombra
pertenece a la primera categoría, a esos que cuando se acaban querrías que
continuase. Que te saben a poco y no porque no se cierre la historia, sino
porque quieres que la autora te cuente más. Se trata de la segunda parte de una
trilogía, así que en un pequeño punto se queda abierta, pero la trama principal
cierra del todo, pero dejando esa sensación de quiero más.
Menos mal que después del verano
nos enteraremos del final.
¿Habéis visto en
booktrailer? Os dejo el e
nlace, por si acaso.
Versátil ha hecho algo magnífico,
y es rodarlo especialmente para el libro, con dos actrices que encarnan a las
dos protagonistas femeninas de la novela: Rosa María Luque y Mercedes Lozano.
Para el papel de esta última contrataron a la actriz
Marta Bascuñana, que estuvo en la presentación en la librería.
Estaba emocionada con el personaje y encantada de haber sido elegida para el
papel porque lo que ha leído sobre el libro le ha encantado. María José quería
que viéramos el booktrailer en la presentación, pero no pudo ser. A cambio,
tuvimos a la mismísima Mercedes sentada entre el público.
Por cierto, ¿a que sería genial
una serie sobre la trilogía? Señores de A3 Media, aquí hay material y del
bueno, no digo más…
¿Os apetece saber algo más de esa
tarde? Os voy a contar una anécdota que emocionó a la autora, y de paso a mí,
como espectadora.
Llegué a Madrid por la mañana,
porque tenía un compromiso profesional. Después de la reunión, y hasta las
siete y media que era la charla, no había nada que hacer y lo fácil hubiera
sido coger el teléfono y llamar a María José, a quien estaba deseando ver, pero
no podía porque le había dicho que tenía otras cosas pendientes. Desde hacía
más o menos un mes llevaba contándole pequeñas mentiras para que no se diera
cuenta del regalo que le teníamos preparado para momentos antes de la
presentación Pilar, Alberto y yo. Yo le había dicho que no me iba a perder la
presentación. Alberto y Pilar, sin embargo, se habían disculpado con ella porque
sus trabajos no les permitían acudir y le habían deseado que todo fuera bien. Y
seguro que incluso le habían pedido fotos y crónica del día para vivirlo desde
la distancia, que los conozco.
Una trola detrás de otra…
Si es que parecemos niños, a
pesar de la edad, porque la verdad es que los dos se las habían arreglado para
conseguir días libres. Querían acompañar a María José en esta cita y, de paso,
darle la sorpresa del día.
¡Y vaya si se la dieron!
Un par de horas antes de la
presentación María José me llamó para ver dónde estaba, yo creo que un poco
extrañada de que no hubiera dado señales de vida hasta entonces, y le contesté
que en Atocha. Era cierto, pero a medias, estaba frente a la estación, pero iba
a bordo de un coche en marcha (y con la radio a tope, que no sé ni cómo no la
oyó). Un coche particular, no un taxi. Quedamos en la librería para tomarnos
algo las dos y charlar un rato hasta que llegase la hora.
Cuando le dije dónde estaba, no
pensé en distancias: aparecí muy pocos minutos después de hablar con ella. Al
fin y al cabo, en coche, no se tarda tanto desde Atocha hasta el 154 del Paseo
de la Castellana, al contrario que si te desplazas en metro. Fue lo único que
mosqueó a María José que, aunque no se explicaba cómo había llegado en tan
pocos minutos, estaba tan contenta que lo obvió. Nos fuimos a un hotel cercano
a tomar un café y en ello estábamos cuando Alberto me llamó para que le contase
dónde estábamos. Le había mandado un mensaje disimuladamente, pero
necesitaba confirmación de la ubicación exacta. Yo tenía que decírselo sin que
se notase, así que nuestra conversación fue de besugos, llena de lagunas y
algún «¿pero qué dices?» por su parte. Tan dispersa estaba que María José me
decía que le diera recuerdos y no la escuché. Bueno, sí, cuando él ya había
colgado, así que me tocó hablar con el teléfono: «María José te manda recuerdos…
Sí, yo se lo digo… Qué pena que no hayas podido venir…» Y cosas por el estilo
que le dije a un teléfono que al otro lado no tenía a nadie.
Vale, ahora es gracioso, pero yo
me sentía idiota en ese momento.
Unos minutos después, me hubiera
gustado grabar la cara de María José cuando los vio entrar en la cafetería. Vinieron
hacia nosotras y, como no se lo esperaba, tardó un poco en reconocerlos. Se
emocionó de verdad, el abrazo con el que saludó a Pilar tendría que haberlo
fotografiado por lo menos. Al final, lo
logramos. La sorprendimos de verdad. Me confesó que durante los últimos días
había estado pensando si me pasaría algo porque estaba un poco rara, más
callada de lo habitual.
Normal, era la mejor manera de no
meter la pata.
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Con María José Moreno y Pilar Muñoz. Foto robada a Marina Collazo. |
Nos tomamos algo los cuatro
juntos y cuando se acercó la hora salimos de allí. Al llegar a la librería,
empezó a acercarse la gente. Mucha, como siempre que ella presenta una novela.
Entre las personas que vinieron, voy a destacar a dos que tenía muchas ganas, a
uno de volver a ver y a otro de conocer por fin: Víctor Fernández Correas y
Enrique Laso. Dos escritores, distintos completamente, pero que forman parte de
este grupo de gente con la que me relaciono en las redes y que me sacan una
sonrisa cada vez que tropiezo con ellos.
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María Loreto Navarro me envió esta foto. En primer plano, Almudena con su hermana. Detrás se puede ver a Marta Bascuñana y al fondo, junto a Marina Collazo, la única foto que tengo con Enrique y Víctor a la vez. |
Acudieron lectores, blogueros,
escritores, clubs de lectura, actrices… un grupo de medio centenar de personas
que abarrotaban el espacio que la librería tiene en el sótano para las
presentaciones de libros. Se presentó la novela y al final empezó un turno de
preguntas del público que abrió un interesante debate. Porque, si algo tiene
esta novela, como todas las de María José en general, es que despiertan
reflexiones. Se habló de lo esencial que es la educación desde la infancia
quizá como algo a lo que deberíamos prestarle más importancia de la que se le
da: es mejor educar que tener que resolver los problemas que surgen de no
hacerlo. Del machismo, de los traumas infantiles, y de un tema que genera
polémica: las víctimas de malos tratos cuando no son mujeres. Yo estoy
convencida, desde hace mucho, que algo estamos haciendo mal en este tema. Hay
muchas víctimas hombres a las que no se les da voz porque no es políticamente
correcto. Que no hablan por vergüenza. Que no cuentan en las estadísticas de
maltrato, pero existen y sufren tanto o más que las mujeres, porque además está
la soledad, el no tener a quien acudir porque no te van a escuchar. También se
habló de las denuncias falsas y se dijo algo que me parece muy sensato: que no
se castigan con la suficiente contundencia cuando se demuestra que lo son. Y
debería ser así si queremos ser justos de verdad.
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Foto robada del muro de Facebook de María José Moreno |
Hubiéramos seguido, pero tenía
que firmar libros, charlar con sus lectores y poner la guinda a esa noche
maravillosa, que acabó con un refrigerio con el club de lectura Tardes en
sepia, al menos con gran parte de sus componentes. Con ellas nos reímos mucho,
sobre todo por ese «camarero infiltrado» que tuvo la poca vergüenza de tomarse
una caña con nosotras e integrarse en la conversación como si alguien le
hubiera invitado.
Ah, y María José me regañó porque hablé mucho, pero es que creo
que estaba tan feliz ese día que no me di ni cuenta.
Nos vemos en la próxima: en septiembre.