Viernes, 6 de junio de 2014.
Agotada pero feliz. He vuelto a casa con un par de libros
bajo el brazo, ampollas en los pies y toneladas de cansancio, pero ha merecido
la pena.
A las nueve me monté en un autobús que me descargó en la
estación de Méndez Álvaro, donde Mercedes Gallego me esperaba, dispuesta a
darme una sorpresa. Era tan, tan, tan secreta que se la dio también a ella
misma: una ruta turística en coche por Madrid de una hora y pico intentando
aparcar el coche. Ella estaba convencida de que su TomTom iba genial hasta que
me monté en su coche.
Conclusión: soy gafe.
Después de relajarnos un poco nos dirigimos al restaurante
donde nos esperaba Julio G. Castillo. Apenas unos minutos después de llegar
nosotras, se abrió la puerta y apareció Eduardo Perellón. A la mesa preparada
para ese día le faltaban aún tres personas: Manuel Navarro, su mujer y María
José Moreno. Salvo Mercedes, nadie sabía que yo estaría allí porque quería que
fuera una sorpresa para María José, pero no aguanté para dársela hasta que
llegó porque me llamó antes por teléfono. No pude resistir más: le dije que lo
que me quisiera contar me lo dijera en la comida. Tras la sorpresa inicial
entendió que la confusa historia que le había contado esta semana sobre un
cambio de horarios no era más que una excusa.
La comida transcurrió envuelta en una charla agradable y las
horas se fueron escurriendo poco a poco entre ensaladas, foie y pasteles,
poniéndole a todo la guinda con un café. Y vino del Campo de Borja.
A las seis y media, tras tomar algo en la Casa Árabe,
entramos en la Feria. El recorrido hasta la 222 lo hice regular, notando ya que
los zapatos habían decidido morderme en varios sitios. María José se instaló en
la caseta, al lado de Nati y tras charlar con los lectores que se fueron
acercando (Marina, María Loreto, Gema, Tino,...), me marché a ver a César Pérez
Gellida. Y cuando volví, otro paseo para buscar La curva de tu sonrisa, de Alex
von Karma. Los zapatos, a estas alturas, los hubiera lanzado al aire. Seguro
que descalza, pisando piedrecitas, hubiera ido más cómoda.
En la caseta 222 me encontré con Pedro, El Buho Entre Libros
y con Teresa Seshat. La próxima semana hemos quedado en vernos de nuevo
Justo antes de cerrar la caseta una pareja de mediana edad
se acercó y ella agarró un libro de María José. La verdad es que me lo puso
fácil, yo que estaba a su lado se lo recomendé sin dudarlo y ella acabó
decidiendo que se lo llevaba dedicado, para regalarlo en un cumpleaños. Ahí
María José, cual maestra del capóte, rápida como el rayo, le contó que yo
también tenía un libro. ¡Qué casualidad! ¡Ella necesitaba otro regalo de
cumpleaños! Total, que acabé firmando un libro, en realidad el segundo del día
porque el primero fue un ejemplar de La arena del reloj que le regalé a
Mercedes Gallego.
El próximo viernes me toca a mí, estaré en la caseta 222 con
la misma sonrisa ilusionada que ayer no abandonó a María José. Espero que tenga
algo de la magia de este primer viernes de junio.