Hay días de cielos con nubes y mar embravecido, en los que solo apetece taparse con una manta y esconderse hasta que el azul regrese y el sol vuelva a recuperar su fuerza. Días grises que suman seis y restan intensidad a esas otras cosas que están por venir y que te hacen feliz, pero que parece que se han perdido. Porque el sonido de la lluvia ha amortiguado la música y hace que la melodía sea tan difusa que ni siquiera la reconoces. Porque tanta nube te ha dejado sin la luz necesaria para ver claro.
Hace falta lo de siempre. Tiempo. Distancia. Palabras escritas o leídas. Dejar que amaine el temporal para volver a desplegar velas y navegar en el mar de los sueños que poco a poco se cumplen, sin la amenaza de que las olas te empujen y acabes engullido por ellas.
Respira.
Siente.
Pelea.
Que no te ahoguen ni el silencio ni el ruido.
Que no te venza el miedo.
Tu sabes quién eres.
Cómo eres.
Lo que vales.
Y si no hay oídos para escucharte ahora, recuerda que siempre están los tuyos. Y si tienes algo que contar, cuéntalo. Y si no puedes compartir algo, guárdalo. Seguro que algún día podrás porque ningún estado es eterno.