El otro día, leyendo Mientras escribo, el ensayo de Stephen
King, tropecé con su definición de Lector Ideal. Al leer el nombre pensé
inmediatamente en ese lector complaciente que te dice que eres un genio como no
ha nacido otro y que te mereces todos los premios literarios que se otorgan a
la gente que escribe en tu idioma y alguno más como el Nobel, pero enseguida
recapacite.
Imposible.
El lector ideal es justo lo contrario, es aquel que es capaz
de decirte, sin paños calientes, que hay algo que chirría en la narración, que
logra transmitirte las sensaciones que recibe sin ahorrarse las necesarias
críticas. Sin ser borde, pero sin la complacencia que no sirve para
nada más que para que te des un porrazo de los gordos.
Yo creo que es una figura impagable.
King dice que el lector ideal es alguien para quien el autor
escribe, y lo suele colocar en su círculo próximo vital. Las parejas son los
lectores ideales más frecuentes, pero hay quien deja esto en manos de su mejor
amigo. Tener lector ideal es como ir con el cinturón de seguridad. No impide que
te des un tortazo con el coche, pero siempre serán los daños menores que si
sales volando por el parabrisas.
O, como dice él en el libro, el que te avisa para que no salgas a escena con la bragueta bajada.
Yo he tenido lector ideal en algunas novelas y en otras no
tanto y se nota mucho en la seguridad con la que te enfrentas a los primeros
lectores del mundo exterior. Tenerlo no es obligatorio, pero sí es cierto que te sientes
desprotegido sin él, sobre todo si eres como yo, que me quito el cinturón del
coche solo porque si no, no me puedo bajar de él.
Por cierto, el lector ideal no es igual que el lector cero o
beta. De este hablamos otro día.