Volví a
la Feria del Libro de Madrid el pasado sábado. Ya sin la presión de firmar,
paseé como espectadora entre las casetas, hice cola como está mandado con mi
hijo para que le firmase sus libros Lorenzo Silva (qué ilusión me hizo cuando
le miró y le señaló lo que ha crecido desde que no le veía), saludé a conocidos
y asistí a una presentación.
La
verdad es que el plan era pasar todo el día en Madrid pero hacía tanto calor
que desistimos y partimos la jornada. Por eso, y porque vivo despistada, me
perdí la firma de Félix G. Modroño. Pensaba que era por la tarde, algo que era
claramente invención mía, y al final me quedé con las ganas de pasar a
saludarlo.
Lo que
no me perdí fue la presentación de Consummatum Est de César Pérez Gellida y Los
cuerpos extraños de Lorenzo Silva, una amena charla a dos voces en la que se
habló de sus novelas. La conducía un librero de Barcelona (no me acuerdo de su
nombre, sorry), que tiene una librería especializada en novela negra: «un sitio
chiquitito y desordenado pero en el que él sabe dónde está todo», dijo César en
algún momento.
Habíamos quedado unas cuantas blogueras para ir y aunque hubo
bajas de última hora, al final logramos reunir un pequeño grupito. Ahí estaba
Margalida Ramon, que no sé cómo no acaba reventada de trasladar la bolsa llena
de libros. ¡Y que se los leerá la bruta! Esto no es nada más que envidia
cochina porque no me puedo comprar los que me gustaría. También estuvo Manuela
Marín, que tardó una hora entera en aparcar y casi no llega a la firma que
quería, la de Carla Montero. Supe que había venido Susana Palacios pero se
había tenido que marchar antes y no llegué a verla. Vaya, espero que haya otra
ocasión. Ya estábamos sentadas ya en el pabellón, echando de menos a las que se
habían tropezado con imprevistos, cuando apareció María Alonso. Nos dio tiempo
a charlar muy poco porque enseguida empezó el acto.
A mí se
me hizo corto.
Lo pasé
escuchando atentamente, haciendo fotos y observando. Mi cabeza se giraba de vez
en cuando para mirar a mi hijo que no pestañeaba, atento a la conversación. Me
fascina cómo, a pesar de su edad, es capaz de disfrutar de estos actos que en
principio están pensados para adultos. Ahora ha crecido y ya no resulta tan
chocante como hace solo un par de años, pero sigue igual, sin perder un solo
detalle. De la charla se llevó la necesidad de investigar qué es un sociópata
(ha llegado a la conclusión de que una persona que conoce lo es, pero necesita
asegurarse, jajaja). También las ganas de empezar enseguida con el último libro de
Lorenzo Silva, su autor preferido desde hace años.
Al
terminar, ya fuera del pabellón, después de que César me firmase Memento Mori,
nos encontramos con Concha Fernández y su hija. Tengo que decirte, Concha, que
me pasé un buen rato pensando que había visto a tu hija en alguna parte y no
fue hasta que nos marchamos, cuando estábamos llegando al coche, cuando
descubrí por qué tuve esa sensación. Alberto me señaló que si la imaginaba
rubia podría ser capaz de saber a quién se parece. ¡Y es verdad! Es muy
parecida a mi vecina. Va a ser cierto que todos tenemos un doble en alguna
parte.
Estábamos
charlando con María Alonso, con Concha, con Manuela y Margalida cuando vino
alguien y me tapó los ojos. Intentaba saber quién era tocándole las manos pero
no fui capaz de acertar con el test de la piel hasta que me dejó mirar: Armando
Rodera. No nos veíamos desde finales de marzo y me hizo mucha ilusión
encontrarme con él y con Arantza en la Feria.
El plan
era tomarnos algo y salir rumbo a casa de nuevo, a descansar de estos
agotadores días, pero apareció César y acabamos sentándonos con él a tomar una
cerveza y charlar un poco de todo. De libros. De la herida que se hizo Concha
en la pierna. De todo y de nada mientras los minutos iban deslizándose,
empujándonos a dar por terminada esta Feria para mí hasta el año que viene.
Estas
despedidas me cuestan porque nunca sabes cuándo se volverán a repetir.
Margalida, por ejemplo, volvía a Mallorca que no está precisamente ahí al lado
pero nos quedan las redes, los encuentros virtuales, Alcalá que está a un paso
para volver a quedar con el huracán Manuela, las presentaciones de libros donde
acabaremos coincidiendo, las charlas vía mensaje cuando nos apetezca, los tuits
compartidos y, sobre todo, lo que más nos gusta, lo que nos ha puesto en
contacto.
Los
libros.