lunes, 30 de julio de 2018
¿PARA QUÉ HACER PLANES?
Este verano lo había planificado al milímetro. Iba a retomar una historia que tengo a medias desde hace varios años, la iba a ordenar y dedicaría todas las tardes a ponerle fin. Lo tenía todo más que dispuesto: ganas, rotuladores de colores, me compré un cuaderno, me inventé un sistema para recordar datos de un vistazo y no tener que volver a releer -la peor pesadilla cuando te vas dejando historias a medias- y tenía tiempo.
Después de muchos meses, había encontrado la tranquilidad necesaria para que me pudiera poner ilusionada con algo.
Pues me duró tres días, el 2 de junio, después de la Feria, ya lo había mandado todo al carajo.
Ya no tenía ganas de nada y, sinceramente, pensé que se imponía tomarme unas vacaciones que durasen, al menos, todo el verano. Había una lectura cero por ahí pendiente que de pronto quería cancelar, porque esa historia necesita tiempo y meditar algunas cosas, y porque tampoco me apetecía ponerme con ella. Nada me impedía largarme de este mundo digital y recluirme en mi salón, que con los 33 grados que alcanzar en el verano a la que me despisto es tan agradable como el infierno.
Nada, excepto la promoción de Semana.
Como soy muy responsable, decidí quedarme hasta este miércoles 1, cuando salga la revista. Después, me tomaría esas vacaciones que creo que después de muchos años sin faltar ni una semana completa de las redes me parece que me tengo que dar. Pero claro, para quedarse hasta ese día desde el 2 de junio había que entretenerse con algo que no fuera mirando Facebook. Después de unos días maquetando una novela, descubrí otro programa de maquetación muy facilito. Tanto que tardé unos 20 minutos en ventilarme la misma novela que por otros medios me había costado varios días.
Y, de pronto, una idea de las mías.
¿Qué tal si escribes una historia cortita y fácil y la maquetas?, me dije. Solo para probar con el programa, porque no tenía nada por ahí susceptible de ser maquetado. Esa historia que está en lectura cero pendiente también tiene en mi mente revisión próxima, así que no merecía la pena que perdiera ni los veinte minutos que me llevaría hacerlo.
Me puse a escribir.
Partí de una escena y, sin saber muy bien dónde iba, me lancé con tan solo una premisa: vuelca el bote del azúcar, concédete no ser realista cien por cien. La historia que acababa de maquetar era tan dura, es tan dura cuando la leo porque tiene sus raíces en la realidad, que me apetecía distanciarme de algo así. Reconozco que al principio me costó, pero le fui cogiendo el aire y divirtiéndome.
Me puse un plazo.
Mediados de agosto, que tiene su explicación porque es cuando empiezan las fiestas aquí y es cuando me voy a conceder, al menos, dormir. Tampoco es que se presenten mucho más emocionantes que otras veces -es decir, nada emocionantes para mí que soy más bien poco fiestera-, pero tengo una pausa de trabajo y podría hacerla de todo.
Creo que voy a acabar, salvo catástrofe de última hora, un poco antes.
Me ha salido una pareja protagonista muy bonita, he sido cabrona con los secundarios lo que me ha dado la gana y no tengo ni idea de para qué estoy escribiendo esto a excepción de para maquetarla, creo que es más bien para no perder el pulso, para eso que me dijo una vez Víctor del Árbol, que siempre hay que escribir, lo que sea, porque si paras después cuesta un montón volver a encontrarte contigo mismo. Pues eso he hecho -al final siempre le hago caso, menudo par de conversaciones productivas que he tenido con él- y acabo llegando a alguna parte.
Mi destino este verano, si escucho a mi intuición, me dibuja una sonrisa en los labios.
Mi intuición es una hija de puta, me cuenta noticias malas incluso antes de que se produzcan, con la misma intensidad que si me dieran con un bate de béisbol en la cara, pero también me susurra cosas buenas.
Y ha habido una cosa que me ha hecho sonreír y mucho.
Espero que sea tan buena para lo bueno como lo es para lo malo, porque si lo malo era jodido, lo bueno es espectacular.
Etiquetas:
Reflejo
sábado, 28 de julio de 2018
ESAS RELACIONES QUE NO LLEVAN A NINGUNA PARTE
Me asomo al espejo para hablar de algo que llevo pensando mucho tiempo. El título de la entrada quizá no indica por donde voy, así que me voy a permitir una introducción.
Soy un poco especial para entenderme a veces...
Veréis, hace años descubrimos que con las redes sociales, los autores autoeditados teníamos acceso a un gran número de lectores que de otro modo nos estaban vetados. Esa proximidad, fruto de la interconexión virtual, lograba que personas que jamás se habían cruzado contigo se leyeran tus libros y empezó esa famosa relación autor-lector, que ha ido evolucionando con los años.
Esa en la que el escritor puede interactuar con el lector mucho más allá del libro.
Pero me he dado cuenta de que, a pesar de lo interesante que resulta, esto no es una relación sana entre el autor y el lector. Entre el escritor y el destinatario de lo escrito. Entre dos personas que en principio no estaban destinados a cruzarse más allá de las palabras impresas en un papel.
He tardado años en ser consciente y me he tenido que romper la crisma tres o cuatro veces para captar este fenómeno desde todos sus ángulos.
Voy a hablar desde la perspectiva de la lectora que soy, desde la experiencia de años acumulados cruzándome con escritores y también como autora más adelante. Vaya por delante que esto no ha pasado con todos, pero si en un número suficiente como para pensar que no se trata de un fenómeno aislado. Si un autor traspasa el límite invisible que lo separa de ti y te falla como persona, dejas de ser su lector.
Así de simple.
Así de tonto.
Así de humano.
Es el problema de humanizar y aproximar un proceso que se mantenía a una distancia insalvable casi siempre: el libro. Ese era el único punto de contacto entre el emisor y el receptor de esta forma de comunicación que se ha desvirtuado en los últimos diez años. Una forma de comunicación tan peculiar que era posible mantener ese canal aunque el autor se hubiera muerto hacía siglos.
Pero algo ha cambiado ahora.
Algo que se ha vuelto en contra del autor si no sabe gestionarlo con la suficiente inteligencia.
Me he dado cuenta de que si deja de interesarte un autor como persona, uno de esos con los que generaste un contacto desde tu posición de lector, debido a la enorme oferta de títulos que hay en el mercado lo arrinconas y pasas de leer sus textos hasta que acaban cayendo en el más miserable de los olvidos por tu parte. Como lector poco importa, hay millones de escritores esperándote -vivos y muertos-, pero para el autor, si se ha dedicado a recolectar lectores a base de relaciones personales eso puede ser una catástrofe.
Ahí es cuando me puse a pensar cuántos de mis lectores han llegado a través de relaciones personales. Igual son más de los sensatos, aunque llevo casi dos años corrigiendo este fenómeno en la medida de mis posibilidades.
Intento, si alguien se acerca a mí como lector, ser amable, pero procuro que la barrera permanezca bajada para lo que no es un mero intercambio breve de impresiones derivadas de un trabajo que hice. Porque también me he dado cuenta de que eso me protege de invasiones a mi vida personal que trascienden lo literario y que es posible que no esté dispuesta a consentir. Eso, lo personal, es humano y forma parte de las relaciones cotidianas, pero es que relacionarse con el autor de los libros que lees no lo es, esto es otro proceso diferente, o debería serlo.
Me di cuenta hace un par de años de que esto no consiste en relaciones personales sino relaciones de palabras. El autor a un lado, el libro en medio y el lector al otro. Y las barreras en su sitio, que para las cañas están los amigos y para la vida personal, la familia.
Por eso, desde entonces, como autora sigo siendo correcta, pero mucho más distante de lo que fui con los lectores. Por eso no soy inaccesible, pero sí mucho más cauta. Por eso intento no ser amiga de mis lectores, sino más bien alguien que solo sea visible lo justo para que sepan quién soy y, si quieren, se encuentren con mis libros que es lo importante.
A casi todo el mundo le sobra la información de con quién me acuesto, si tengo hijos o no o si me voy de vacaciones. Procuro no excederme publicando estas cosas -muy escogidas, muy pocas, muy meditadas- y me limito a mis textos, noticias, a alguna anécdota sin importancia, a mis frases que siempre suelen ser algo que acaba teniendo su reflejo en lo que escribo y a mi perro, que he decidido, irónicamente porque es un animal, que sea lo que más me humaniza.
Y, desde el otro lado, también he puesto barreras a los egos desmedidos, que los ha habido, que solo me buscaron como potencial lectora y que, cuando creyeron que me tenían en sus manos, me dieron una patadita en el culo.
Ya no hay patadas, ni mías ni de los demás. Ya no hay confianza, porque esto es otra cosa, no es amistad con todo el mundo, es literatura.
Nota: sigo teniendo amigos escritores y lectores. Pocos, pero los tengo. Por fortuna, hay personas que se salvan de todo.
Soy un poco especial para entenderme a veces...
Veréis, hace años descubrimos que con las redes sociales, los autores autoeditados teníamos acceso a un gran número de lectores que de otro modo nos estaban vetados. Esa proximidad, fruto de la interconexión virtual, lograba que personas que jamás se habían cruzado contigo se leyeran tus libros y empezó esa famosa relación autor-lector, que ha ido evolucionando con los años.
Esa en la que el escritor puede interactuar con el lector mucho más allá del libro.
Pero me he dado cuenta de que, a pesar de lo interesante que resulta, esto no es una relación sana entre el autor y el lector. Entre el escritor y el destinatario de lo escrito. Entre dos personas que en principio no estaban destinados a cruzarse más allá de las palabras impresas en un papel.
He tardado años en ser consciente y me he tenido que romper la crisma tres o cuatro veces para captar este fenómeno desde todos sus ángulos.
Voy a hablar desde la perspectiva de la lectora que soy, desde la experiencia de años acumulados cruzándome con escritores y también como autora más adelante. Vaya por delante que esto no ha pasado con todos, pero si en un número suficiente como para pensar que no se trata de un fenómeno aislado. Si un autor traspasa el límite invisible que lo separa de ti y te falla como persona, dejas de ser su lector.
Así de simple.
Así de tonto.
Así de humano.
Es el problema de humanizar y aproximar un proceso que se mantenía a una distancia insalvable casi siempre: el libro. Ese era el único punto de contacto entre el emisor y el receptor de esta forma de comunicación que se ha desvirtuado en los últimos diez años. Una forma de comunicación tan peculiar que era posible mantener ese canal aunque el autor se hubiera muerto hacía siglos.
Pero algo ha cambiado ahora.
Algo que se ha vuelto en contra del autor si no sabe gestionarlo con la suficiente inteligencia.
Me he dado cuenta de que si deja de interesarte un autor como persona, uno de esos con los que generaste un contacto desde tu posición de lector, debido a la enorme oferta de títulos que hay en el mercado lo arrinconas y pasas de leer sus textos hasta que acaban cayendo en el más miserable de los olvidos por tu parte. Como lector poco importa, hay millones de escritores esperándote -vivos y muertos-, pero para el autor, si se ha dedicado a recolectar lectores a base de relaciones personales eso puede ser una catástrofe.
Ahí es cuando me puse a pensar cuántos de mis lectores han llegado a través de relaciones personales. Igual son más de los sensatos, aunque llevo casi dos años corrigiendo este fenómeno en la medida de mis posibilidades.
Intento, si alguien se acerca a mí como lector, ser amable, pero procuro que la barrera permanezca bajada para lo que no es un mero intercambio breve de impresiones derivadas de un trabajo que hice. Porque también me he dado cuenta de que eso me protege de invasiones a mi vida personal que trascienden lo literario y que es posible que no esté dispuesta a consentir. Eso, lo personal, es humano y forma parte de las relaciones cotidianas, pero es que relacionarse con el autor de los libros que lees no lo es, esto es otro proceso diferente, o debería serlo.
Me di cuenta hace un par de años de que esto no consiste en relaciones personales sino relaciones de palabras. El autor a un lado, el libro en medio y el lector al otro. Y las barreras en su sitio, que para las cañas están los amigos y para la vida personal, la familia.
Por eso, desde entonces, como autora sigo siendo correcta, pero mucho más distante de lo que fui con los lectores. Por eso no soy inaccesible, pero sí mucho más cauta. Por eso intento no ser amiga de mis lectores, sino más bien alguien que solo sea visible lo justo para que sepan quién soy y, si quieren, se encuentren con mis libros que es lo importante.
A casi todo el mundo le sobra la información de con quién me acuesto, si tengo hijos o no o si me voy de vacaciones. Procuro no excederme publicando estas cosas -muy escogidas, muy pocas, muy meditadas- y me limito a mis textos, noticias, a alguna anécdota sin importancia, a mis frases que siempre suelen ser algo que acaba teniendo su reflejo en lo que escribo y a mi perro, que he decidido, irónicamente porque es un animal, que sea lo que más me humaniza.
Y, desde el otro lado, también he puesto barreras a los egos desmedidos, que los ha habido, que solo me buscaron como potencial lectora y que, cuando creyeron que me tenían en sus manos, me dieron una patadita en el culo.
Ya no hay patadas, ni mías ni de los demás. Ya no hay confianza, porque esto es otra cosa, no es amistad con todo el mundo, es literatura.
Nota: sigo teniendo amigos escritores y lectores. Pocos, pero los tengo. Por fortuna, hay personas que se salvan de todo.
jueves, 26 de julio de 2018
ENTREVISTA EN SEMANA
Me guardo esto aquí, como siempre, para que no se me pierda. Y esta vez con más motivos, porque mi ordenador está a punto de romperse. Ya va dando síntomas.
Etiquetas:
Mayte Esteban,
Revista Semana
miércoles, 18 de julio de 2018
PROMOCIÓN DE LA REVISTA SEMANA
Arranca la promoción de la revista Semana hoy, 18 de julio, y lo hace con la novela de Carla Crespo, No reclames al amor, la primera de la colección de seis títulos que ofrece HQÑ para que disfrutemos con historias románticas este verano.
He tenido la inmensa suerte de ser una de las autoras elegidas con mi novela Entre puntos suspensivos, que llegará en un par de semanas al kiosko, pero hay más. La semana que viene, a la vez que saldrá la revista con la novela de Marisa Sicilia, Tú en la sombra (que estrena portada), en el interior habrá una entrevista mía. No es la primera vez que aparezco en prensa escrita, fui contraportada de El Adelantado de Segovia cuando se publicó Detrás del cristal y ha habido prensa local que también ha recogido mi trabajo, pero será la primera vez que un medio de difusión nacional se ocupará de mí.
Gracias por la oportunidad.
Hoy también la radio está hablando de esto, hay una cuña publicitaria en Cadena Cien y Cadena COPE que anuncia las novelas. Si queréis, esto me hace más ilusión, porque yo misma he grabado cuñas en el pasado, cuando colaboraba en Radio Azuqueca.
Os dejo el enlace del vídeo, no sé si llevará alguna parte. No sé cómo se hace para ponerlo aquí.
Vídeo.
Más adelante saldrán los libros de Erika Fiorucci, Arwen Grey y Claudia Velasco, así como sus entrevistas. Lo iré contando en el blog, guardándomelo como todas las experiencias increíbles que está dándome esto de escribir.
He tenido la inmensa suerte de ser una de las autoras elegidas con mi novela Entre puntos suspensivos, que llegará en un par de semanas al kiosko, pero hay más. La semana que viene, a la vez que saldrá la revista con la novela de Marisa Sicilia, Tú en la sombra (que estrena portada), en el interior habrá una entrevista mía. No es la primera vez que aparezco en prensa escrita, fui contraportada de El Adelantado de Segovia cuando se publicó Detrás del cristal y ha habido prensa local que también ha recogido mi trabajo, pero será la primera vez que un medio de difusión nacional se ocupará de mí.
Gracias por la oportunidad.
Hoy también la radio está hablando de esto, hay una cuña publicitaria en Cadena Cien y Cadena COPE que anuncia las novelas. Si queréis, esto me hace más ilusión, porque yo misma he grabado cuñas en el pasado, cuando colaboraba en Radio Azuqueca.
Os dejo el enlace del vídeo, no sé si llevará alguna parte. No sé cómo se hace para ponerlo aquí.
Vídeo.
Más adelante saldrán los libros de Erika Fiorucci, Arwen Grey y Claudia Velasco, así como sus entrevistas. Lo iré contando en el blog, guardándomelo como todas las experiencias increíbles que está dándome esto de escribir.
CIRCUNSTANCIAS
Estoy escribiendo una novela y estoy asustada. Avanza a un ritmo endiablado, y eso que hace dos semanas ni siquiera estaba en mi cabeza. No conocía a los personajes, no sabía nada de lo que les sucede, no tenía ni idea ni siquiera de que quería escribirla.
Solo la primera escena la había visto alguna vez en esos momentos en los que nos estamos quedando dormidos y dejamos volar la imaginación.
Tengo que obligarme a frenar, a ir despacio, a serenar las manos y no escribir más allá de lo que es sensato, pero no puedo. Ellos me empujan a que siga contando su historia, pidiendo que les dedique mi tiempo, reclamando a mis dedos y obligándolos a moverse rápido sobre las teclas del ordenador.
Ni siquiera estoy tomando notas.
Avanzo casi sin pensar, sacando de alguna parte todas sus palabras. Poniéndolas unas tras otras y disfrutando el camino como hacía tiempo no sucedía. Casi se me había olvidado qué es esto, lo que sucede solo de vez en cuando.
Hoy, cuando a esta hora mediada la tarde me he obligado a hacer una pausa, me he quedado pensando en qué es lo que ha sucedido para que cambiase todo en mí. Desde el mes de marzo apenas he escrito más que un par de relatos y las entradas de este blog, en una pausa a la que me obligo cuando termino una novela. Pero no ha sido solo por eso, era que no encontraba la fuerza necesaria. Intenté volver a historias de las que tengo a medias, pero enseguida me cansaba. Dos páginas desvaídas que no llevaban a ninguna parte y lo dejaba.
¿Qué ha pasado entonces?
Llevo un rato con un café delante, pensando en ello y creo que he encontrado la respuesta. Es más, creo que fue ayer cuando en realidad di con ella, pero he necesitado un día para entender que es la correcta.
Me han tocado la moral.
A veces ni siquiera es nadie en concreto, son las circunstancias. Lo que sucede a mi alrededor, la información que me llega del exterior y que voy procesando, desgranando y convirtiendo en un discurso que de pronto toma sentido.
Me han tocado la moral y hacerme eso es como ponerme alas en los pies. O en este caso en las manos. Vuelo. Respondo y saco lo mejor que llevo dentro, porque sé que lo tengo. Aunque alguien me haya hecho sentir que valgo menos que nada.
Me acordé de cuando estaba terminando la carrera y alguien tomó la decisión de lanzar contra mí una acusación que no había por dónde cogerla. Descontextualizada, estúpida, falsa. Mi reacción fue la misma. Apretar los dientes y concentrarme y, desde ese momento, convertir un historial más bien anodino en uno brillante.
Ha pasado algo así, creo que he sentido que no se me estaba valorando y mi reacción no ha sido cabrearme o esconderme y llorar. Ha sido agarrar mis herramientas y empezar a construir, porque para destruir ya están otros, para cargarse todo lo que ha llevado años levantar solo hace falta un día y muy poca memoria.
Tengo ganas de demostrarme que puedo y lo estoy haciendo.
Solo la primera escena la había visto alguna vez en esos momentos en los que nos estamos quedando dormidos y dejamos volar la imaginación.
Tengo que obligarme a frenar, a ir despacio, a serenar las manos y no escribir más allá de lo que es sensato, pero no puedo. Ellos me empujan a que siga contando su historia, pidiendo que les dedique mi tiempo, reclamando a mis dedos y obligándolos a moverse rápido sobre las teclas del ordenador.
Ni siquiera estoy tomando notas.
Avanzo casi sin pensar, sacando de alguna parte todas sus palabras. Poniéndolas unas tras otras y disfrutando el camino como hacía tiempo no sucedía. Casi se me había olvidado qué es esto, lo que sucede solo de vez en cuando.
Hoy, cuando a esta hora mediada la tarde me he obligado a hacer una pausa, me he quedado pensando en qué es lo que ha sucedido para que cambiase todo en mí. Desde el mes de marzo apenas he escrito más que un par de relatos y las entradas de este blog, en una pausa a la que me obligo cuando termino una novela. Pero no ha sido solo por eso, era que no encontraba la fuerza necesaria. Intenté volver a historias de las que tengo a medias, pero enseguida me cansaba. Dos páginas desvaídas que no llevaban a ninguna parte y lo dejaba.
¿Qué ha pasado entonces?
Llevo un rato con un café delante, pensando en ello y creo que he encontrado la respuesta. Es más, creo que fue ayer cuando en realidad di con ella, pero he necesitado un día para entender que es la correcta.
Me han tocado la moral.
A veces ni siquiera es nadie en concreto, son las circunstancias. Lo que sucede a mi alrededor, la información que me llega del exterior y que voy procesando, desgranando y convirtiendo en un discurso que de pronto toma sentido.
Me han tocado la moral y hacerme eso es como ponerme alas en los pies. O en este caso en las manos. Vuelo. Respondo y saco lo mejor que llevo dentro, porque sé que lo tengo. Aunque alguien me haya hecho sentir que valgo menos que nada.
Me acordé de cuando estaba terminando la carrera y alguien tomó la decisión de lanzar contra mí una acusación que no había por dónde cogerla. Descontextualizada, estúpida, falsa. Mi reacción fue la misma. Apretar los dientes y concentrarme y, desde ese momento, convertir un historial más bien anodino en uno brillante.
Ha pasado algo así, creo que he sentido que no se me estaba valorando y mi reacción no ha sido cabrearme o esconderme y llorar. Ha sido agarrar mis herramientas y empezar a construir, porque para destruir ya están otros, para cargarse todo lo que ha llevado años levantar solo hace falta un día y muy poca memoria.
Tengo ganas de demostrarme que puedo y lo estoy haciendo.
domingo, 8 de julio de 2018
AQUELLO QUE FUIMOS DE PILAR MUÑOZ
Sinopsis:
En plena juventud y tras cuatro años de ausencia, Blanca regresa a su Málaga natal arrastrando una maleta y un pasado que no sabe si podrá afrontar.
En otro punto de la ciudad, un año más tarde, Víctor recibe una llamada de teléfono en relación con Fuensanta, su madre, que pondrá su vida en jaque dejando al descubierto una estela de engaños en la que todos se verán implicados, hasta descubrir una oscura verdad.
Vidas con diferente origen, fuertemente marcadas por decisiones propias o ajenas de aparente insignificancia. Futuros rotos que requerirán un máximo de valor, fuerza y coraje para poderlos superar.
Mis impresiones:
La nueva novela de Pilar Muñoz, además de traer con ella una portada preciosa, viene con una premisa para que el lector piense: cuando juzgamos a los demás, ¿estamos seguros de que no nos estaremos equivocando? ¿Las cosas son como parecen o puede que se nos estén escapando detalles esenciales que convierten un hecho que a todas luces parece claro en algo mucho más complejo? ¿Hay víctimas y verdugos? ¿Existen el bien y el mal sin matices entre ambos?
Todas esas cuestiones son las que van a estar planeando por la mente de los lectores mientras se encuentran inmersos en esta historia que transcurre en Málaga y cuyos tres ejes protagonistas recaen en Blanca, Víctor y Fuensanta. Sus vidas están unidas en el pasado aunque al principio nos cueste un poco saber por qué. Sus destinos tienen mucho en común, aunque en apariencia cuando empieza la novela tengan vidas separadas y distantes.
Pilar Muñoz ha tejido una novela compleja, pero muy consistente, apoyada en una narrativa que fluye sola, correcta y llena de reflexiones que harán que el lector se pare de vez en cuando a plantearse todo eso de lo que hablaba antes. Sobre todo, se centra en las decisiones tomadas a veces a vuelapluma, momentos que en principio no pensamos que nos vayan a cambiar la vida y que, sin embargo, lo hacen. ¿Quién no ha contestado un mensaje rápidamente, sin fijarse mucho en lo que ha puesto, y acaba provocando un malentendido de proporciones épicas? Nunca estaría en su intención hacerlo, y sin embargo sucede porque en la vida los detalles cuentan. ¿Quién no hace algo que piensa que no tendrá consecuencias y le cambia la vida por completo?
Esta, Aquello que fuimos, es una novela de detalles, de estar atento, de tratar de entender a unos personajes cuyas circunstancias los señalan. Es una novela de giros en el camino, leves, sutiles, intrascendentes, pero que a veces provocan que crucemos esa frontera invisible entre el bien y el mal.
¿Qué vas a encontrar, además? Ya sabéis que no cuento nada de las novelas, nada del desarrollo a ser posible, y en este caso menos porque acabaría haciendo spoilers desde el minuto uno. Pasan muchas cosas, pero sobre todo, de fondo de la novela, tenemos problemas sociales actuales que ocupan portadas y muchos minutos en la prensa diaria. Los había escrito, pero como no están en la sinopsis prefiero no contarlos. Quizá es mejor que los descubráis por vosotros mismos.
Sobre el género: narrativa. No cabe ninguna duda para Aquello que fuimos, que está disponible en Amazon en papel y en formato digital.
La veo redonda.
Etiquetas:
Aquello que fuimos,
Pilar Muñoz Alamo
viernes, 6 de julio de 2018
EL VERANO DE PAULA Y JAVIER
Este es el verano de Paula y Javier, casi más que ese primer verano en Amazon en 2012, cuando subí la primera novela de la que son protagonistas, Su chico de alquiler, sin decir ni mu hasta que no llegó al uno y ya no había manera de tapar el sol con un dedo. Lo es porque precisamente esta novela estará gratis para los clientes de Amazon Prime. Me consta que se la está leyendo gente, porque cada día se mueve en el ranking y hace tiempo que se ha quedado en las primeras posiciones de su categoría.
Hacedlo, que os vendrá bien para lo que se avecina.
Porque también será el verano de Paula y Javier por algo más, y es que su segunda novela, Entre puntos suspensivos, que fue publicada en la colección HQÑ por HarperCollins Ibérica, ha sido seleccionada para formar parte de la colección de seis novelas que regalará la revista Semana a lo largo de este verano.
Estoy emocionada.
Hacedlo, que os vendrá bien para lo que se avecina.
Porque también será el verano de Paula y Javier por algo más, y es que su segunda novela, Entre puntos suspensivos, que fue publicada en la colección HQÑ por HarperCollins Ibérica, ha sido seleccionada para formar parte de la colección de seis novelas que regalará la revista Semana a lo largo de este verano.
Estoy emocionada.
Como podéis ver en la foto, mi novela saldrá la tercera, después de No reclames al amor, de Carla Crespo y Tú en la sombra, de Marisa Sicilia.
Después será el turno de Erika Fiorucci y su novela Una sonata para ti, Arwn Grey con El amor llegó como un rayo y finalmente Claudia Velasco cerrará el verano con Bloody Mary.
¿No me digáis que no es un plan estupendo?
Gracias a todos los que nos estáis ayudando a darle visibilidad a esto, aunque estoy segura de que no le hace mucha falta. En cuanto lleguen a los kioskos ellas solitas van a volar. Son novelas con mucho encanto y con unas alas estupendas.
Etiquetas:
Promoción,
Revista Semana,
verano 2018
jueves, 5 de julio de 2018
TODOS LOS VERANOS DEL MUNDO DE MÓNICA GUTIÉRREZ
Sinopsis:
Helena, decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos sus veranos de infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar la boda y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. Un lugar sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen amigo al que había perdido de vista durante muchos años, y la vida en el pueblo deja de ser tranquila.
Quizás sea el momento de refugiarse en la nueva librería con un té y galletas, o acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las terribles ausencias. Quizá sea tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando
Mis impresiones:
Cuando un libro de Mónica Gutiérrez llega a mis manos, sé que tengo las expectativas muy altas, porque ella no me ha fallado nunca. Todas sus historias me han encantado, todas han tenido algo mágico que las envuelve y que de alguna manera me arropa como lectora. En definitiva, me he sentido muy cómoda en todas sus obras.
Sin embargo, a esta, le tenía un poco de miedo.
Venga, preguntadme por qué.
Bueno, ya sé que no me lo podéis preguntar, así que os lo cuento yo. Transcurre en verano. Mónica es la mujer del invierno, de las historias navideñas o de las tormentas de nieve en noviembre y, de pronto, se saltaba una de las premisas de todas sus novelas, una que me gusta especialmente porque soy una adoradora del invierno. Me temía un libro sin mantitas y sin chimeneas encendidas, un libro sin toda la magia que ella sabe ponerle a esta estación.
¿Qué encontraría?
Al final ha sido un paseo tan agradable como todos los demás que he dado de su mano, en el que no han estado ausentes las reflexiones durante toda la lectura. En el que he sentido pellizquitos en el corazón cuando a Helena le pesa tanto la ausencia de su padre. Una oleada de empatía me ha invadido, y me he parado a pensar si será cierto que el no tenerlo te hace idealizar su figura. Yo me peleaba con el mío un par de veces por día, pero nos reconciliábamos a la misma velocidad y creo que hasta eso echo de menos desde que no está...
Creo que de todas sus historias, y esto es aventurarme mucho, Todos los veranos del mundo es la más romántica. Tiene una historia de amor de esas que te gustaría vivir, de ese que puede con el tiempo y aguanta paciente durante décadas mientras le llega su oportunidad. Es una historia de familia que se quiere y que se extraña y es la nostalgia de un padre ausente y de una madre a la que le cuesta demostrar afecto. Es la historia de unos hermanos que se adoran a pesar de que son tan distintos como el agua y el aceite.
Mónica se marca la novela menos feelgood de todas sus novelas, pero no pierde ese toque que la hace única, esa forma de narrar en la que de vez en cuando deja caer perlas literarias que te recuerdan que ella misma es una lectora voraz y apasionada. Aparecen sus personajes entrañables, esos que sabe dibujar tan bien. Como siempre hay un librero, un anciano que se parece a Eduardo Mendoza, un hermana loca y adorable, un hermano escritor de éxito y unos sobrinos encantadores. Pero también hay una protagonista, Helena, que vive dentro de una mentira que ha fabricado ella misma para protegerse del dolor, de esas mentiras que, por mucho mimo que les pongas, te acaban haciendo el mismo daño que tratas de evitar.
Y está Marc. De todos los protagonistas masculinos de Mónica Gutiérrez es el que más me ha gustado, un Peter Pan que hace un tándem perfecto con su Wendy, a la que está empeñado en enseñar a volar. ¿Dónde existe un hombre como él? Porque si los vendieran, os aseguro que habría cola para hacerse con uno. De los que hacen levitar con sus besos y no se cortan en ir a por lo que quieren, por muy imposible que parezca. Hay mucha química entre los personajes protagonistas y se nota.
Sé que nadie se cree mis reseñas porque son buenas, y eso que este es el único libro que he salvado de los diez últimos leídos -llevo unos días que leo un montón-, pero no por eso voy a dejar de recomendarla en mi blog. Yo estoy tranquila, digo la verdad siempre aquí porque hacer otra cosa sería como mentirle a tu diario. ¿Quién es tan estúpido como para hacer eso? Este es mi registro de lecturas y me niego a guardar las que no me llenan. Me ahorro los libros de los que mi verdad sería decir que he perdido miserablemente el tiempo porque lo que más prisa me corre es olvidarme de ellos. Me han dejado fría, así que para qué...
Puedo asegurar que con Todos los veranos del mundo no fui capaz de sacar la nariz del libro hasta que lo terminé: en una tarde. Ayuda que es cortito, pero además es que está tan bien escrito que, si tienes tiempo como tengo yo ahora que no estoy escribiendo, no lo podrás soltar.
Espero impaciente el siguiente libro de Mónica Gutiérrez. O paciente, tengo todos los veranos del mundo por delante.
Gracias por estos libros, son un remanso de paz en medio de las tormentas cotidianas.
Etiquetas:
Mónica Gutiérrez,
novedad,
novela,
Roca,
romantica,
Todos los veranos del mundo
lunes, 2 de julio de 2018
ARRANCA OTRO VERANO
La verdad es que los veranos me dan un poco de pánico, porque siempre hay algo que se altera de tal manera que se convierten en etapas desastrosas de mi vida. Por eso no quiero que lleguen, porque con la edad me he debido volver algo supersticiosa y temo hasta respirar, no sea que vuelva a cagarla y vuelvan a ser unos meses de esos que quieres que pasen a toda velocidad y, si es posible, sin dejar huella.
Este verano ya sé que viene con cambios, no ha hecho falta que llegase julio. Cambios en el trabajo y en la rutina, cambios en la gente que te rodea a diario, cambios en general que espero ser capaz de gestionar con menos corazón y más cabeza que otras veces.
Dentro de media hora, empiezo a trabajar. No sé si escribiré una novela en estos meses, pero lo que sí sé es que voy a empezar a ponerle cara a una de las que tengo en el cajón. Al menos para mí. Ya está maquetada para digital, ahora solo quedaría centrarse en el papel. Me tengo que mentalizar de que hay que dar pasos porque llevo demasiado tiempo plantada en la misma baldosa del pasillo y me van a acabar saliendo raíces si no avanzo.
El viernes empecé otra historia. Este fin de semana no he estado en casa y apenas he tenido tiempo para ponerle palabras, pero sí he pensado mucho en ella. No aspira a ser novela sino experimento, algo así como lo que hice con Oasis de arena. A ver qué sale. Las demás novelas, las que tengo empezadas, se van a quedar ahí porque no me apetecen ahora y la que tengo por corregir la paro hasta otro momento en el que me sienta acompañada para emprender esa tarea con ella.
Ah, y a lo mejor subo algún vídeo más al canal de YouTube. Las tardes son muy largas y yo demasiado inquieta para estar mano sobre mano.
Esta soy yo con mis tonterías.
Este verano ya sé que viene con cambios, no ha hecho falta que llegase julio. Cambios en el trabajo y en la rutina, cambios en la gente que te rodea a diario, cambios en general que espero ser capaz de gestionar con menos corazón y más cabeza que otras veces.
Dentro de media hora, empiezo a trabajar. No sé si escribiré una novela en estos meses, pero lo que sí sé es que voy a empezar a ponerle cara a una de las que tengo en el cajón. Al menos para mí. Ya está maquetada para digital, ahora solo quedaría centrarse en el papel. Me tengo que mentalizar de que hay que dar pasos porque llevo demasiado tiempo plantada en la misma baldosa del pasillo y me van a acabar saliendo raíces si no avanzo.
El viernes empecé otra historia. Este fin de semana no he estado en casa y apenas he tenido tiempo para ponerle palabras, pero sí he pensado mucho en ella. No aspira a ser novela sino experimento, algo así como lo que hice con Oasis de arena. A ver qué sale. Las demás novelas, las que tengo empezadas, se van a quedar ahí porque no me apetecen ahora y la que tengo por corregir la paro hasta otro momento en el que me sienta acompañada para emprender esa tarea con ella.
Ah, y a lo mejor subo algún vídeo más al canal de YouTube. Las tardes son muy largas y yo demasiado inquieta para estar mano sobre mano.
Esta soy yo con mis tonterías.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)