Me asomo al espejo para hablar de algo que llevo pensando mucho tiempo. El título de la entrada quizá no indica por donde voy, así que me voy a permitir una introducción.
Soy un poco especial para entenderme a veces...
Veréis, hace años descubrimos que con las redes sociales, los autores autoeditados teníamos acceso a un gran número de lectores que de otro modo nos estaban vetados. Esa proximidad, fruto de la interconexión virtual, lograba que personas que jamás se habían cruzado contigo se leyeran tus libros y empezó esa famosa relación autor-lector, que ha ido evolucionando con los años.
Esa en la que el escritor puede interactuar con el lector mucho más allá del libro.
Pero me he dado cuenta de que, a pesar de lo interesante que resulta, esto no es una relación sana entre el autor y el lector. Entre el escritor y el destinatario de lo escrito. Entre dos personas que en principio no estaban destinados a cruzarse más allá de las palabras impresas en un papel.
He tardado años en ser consciente y me he tenido que romper la crisma tres o cuatro veces para captar este fenómeno desde todos sus ángulos.
Voy a hablar desde la perspectiva de la lectora que soy, desde la experiencia de años acumulados cruzándome con escritores y también como autora más adelante. Vaya por delante que esto no ha pasado con todos, pero si en un número suficiente como para pensar que no se trata de un fenómeno aislado. Si un autor traspasa el límite invisible que lo separa de ti y te falla como persona, dejas de ser su lector.
Así de simple.
Así de tonto.
Así de humano.
Es el problema de humanizar y aproximar un proceso que se mantenía a una distancia insalvable casi siempre: el libro. Ese era el único punto de contacto entre el emisor y el receptor de esta forma de comunicación que se ha desvirtuado en los últimos diez años. Una forma de comunicación tan peculiar que era posible mantener ese canal aunque el autor se hubiera muerto hacía siglos.
Pero algo ha cambiado ahora.
Algo que se ha vuelto en contra del autor si no sabe gestionarlo con la suficiente inteligencia.
Me he dado cuenta de que si deja de interesarte un autor como persona, uno de esos con los que generaste un contacto desde tu posición de lector, debido a la enorme oferta de títulos que hay en el mercado lo arrinconas y pasas de leer sus textos hasta que acaban cayendo en el más miserable de los olvidos por tu parte. Como lector poco importa, hay millones de escritores esperándote -vivos y muertos-, pero para el autor, si se ha dedicado a recolectar lectores a base de relaciones personales eso puede ser una catástrofe.
Ahí es cuando me puse a pensar cuántos de mis lectores han llegado a través de relaciones personales. Igual son más de los sensatos, aunque llevo casi dos años corrigiendo este fenómeno en la medida de mis posibilidades.
Intento, si alguien se acerca a mí como lector, ser amable, pero procuro que la barrera permanezca bajada para lo que no es un mero intercambio breve de impresiones derivadas de un trabajo que hice. Porque también me he dado cuenta de que eso me protege de invasiones a mi vida personal que trascienden lo literario y que es posible que no esté dispuesta a consentir. Eso, lo personal, es humano y forma parte de las relaciones cotidianas, pero es que relacionarse con el autor de los libros que lees no lo es, esto es otro proceso diferente, o debería serlo.
Me di cuenta hace un par de años de que esto no consiste en relaciones personales sino relaciones de palabras. El autor a un lado, el libro en medio y el lector al otro. Y las barreras en su sitio, que para las cañas están los amigos y para la vida personal, la familia.
Por eso, desde entonces, como autora sigo siendo correcta, pero mucho más distante de lo que fui con los lectores. Por eso no soy inaccesible, pero sí mucho más cauta. Por eso intento no ser amiga de mis lectores, sino más bien alguien que solo sea visible lo justo para que sepan quién soy y, si quieren, se encuentren con mis libros que es lo importante.
A casi todo el mundo le sobra la información de con quién me acuesto, si tengo hijos o no o si me voy de vacaciones. Procuro no excederme publicando estas cosas -muy escogidas, muy pocas, muy meditadas- y me limito a mis textos, noticias, a alguna anécdota sin importancia, a mis frases que siempre suelen ser algo que acaba teniendo su reflejo en lo que escribo y a mi perro, que he decidido, irónicamente porque es un animal, que sea lo que más me humaniza.
Y, desde el otro lado, también he puesto barreras a los egos desmedidos, que los ha habido, que solo me buscaron como potencial lectora y que, cuando creyeron que me tenían en sus manos, me dieron una patadita en el culo.
Ya no hay patadas, ni mías ni de los demás. Ya no hay confianza, porque esto es otra cosa, no es amistad con todo el mundo, es literatura.
Nota: sigo teniendo amigos escritores y lectores. Pocos, pero los tengo. Por fortuna, hay personas que se salvan de todo.
Creo que también debemos distinguir entre el esscritor y su obra, con los autores muertos lo hacemos.
ResponderEliminarEso sería lo sensato, María, pero creo que el fenómeno que cuento se da y creo que lo justo, ya que en este blog llevo años recogiendo lo que sucede entre bastidores en la literatura, era contarlo. Como lectora me ha pasado e intento remediarlo como escritora aunque hay personas que siempre son excepción 😉
EliminarA mi siempre me ha generado mucho respeto eso de hacerme amiga de los escritores. No sé, por mucho que me guste un libro, efectivamente, hay que distinguir la posición de cada cual. Hay a quien le gusta jactarse de ser amig@ de un montón de escritores (hablo de lectores o blogueros, lógicamente), a mi siempre me ha dado qué pensar. Los amigos son otra cosa... y siempre pienso que quizás no saben distinguir la importancia de cada cosa.
ResponderEliminarDe cualquier modo, creo que la actitud que has tomado es muy acertada y seguro que te librará de más de un sofocón.
Un beso.
Espero.
EliminarCreo que se puede compartir son cruzar algunas líneas que, si bien no son inabordables porque siempre hay alguien con quien las fulminas, deben existir.
Amabilidad, pero sin dejar entrar hasta la cocina.
Un saludo
Interesante y acertado. Establecer un equilibrio y un límite en la accesibilidad entre lector y escritor es crucial para mantener una relación «sana». Aunque es difícil saber dónde colocar ese límite.
ResponderEliminarUn beso, escritora.
En alguna parte tiene que estar y lo bueno sería tenerlo en cuenta. Es mucho mejor para todos.
EliminarBesos
Es muy difícil separar nuestro yo escritor de nuestro yo personal y en este mundo en el que la pugna por cazar lectores cada vez es más salvaje, mantener esa distancia es casi imposible. Ha llegado un punto en el que en vez de vender libros, nos vendemos a nosotros mismos 😓
ResponderEliminarPues eso es justo lo que creo que no debemos hacer. Es humano equivocarse, sobre todo cuando el fenómeno te pilla sin precedentes. Ahora que lo sabemos, a mí no me parecen sensatas muchas cosas, muchos errores que seguro que yo he cometido y que he visto -y veo- cometer delante de mis ojos.
EliminarComo decía arriba, de mi vida personal, lo justo en las redes. Es sagrada. Solo me permito acompañarme de mi perro.
Es cierto que acercarte a alguien a quien admiras tiene el riesgo de hacerte caer "el mito".
ResponderEliminarA mí, como lectora que soy, me hace muchísima ilusión intercambiar algunas palabras con un autor/a al que admiro, pero también me corto mucho porque nunca logro expresar cuantísimo lo admiro, y porque me da vergüenza, ¿para qué negarlo? Y aunque no me jacto de conocer a nadie, porque como bien dices, la amistad es otra cosa, soy inmensamente feliz si ese autor/a me sigue en alguna red social :) Soy así de facilona jajaja
Eso entra dentro de lo que en principio es normal, pero a veces sobrepasamos los límites lógicos entre dos personas que coinciden y hablan de un trabajo. Eso es lo que creo que hay que cuidar. Yo no sé si he sabido hacerlo desde el principio.
EliminarInteresante reflexión. Por un lado está la maldad humana: si discuto contigo dejo de leer tu obra. Por otro, las relaciones personales, siempre complicadas en las redes sociales.
ResponderEliminarTengo muchos "conocidos" escritores, pero solo dos amigas y otros tres a los que quiero mucho y son más que conocidos.
De cualquier forma hay que saber respetar y separar lo que se habla en privado con la amiga y lo que se comenta en las redes sociales con la escritora.
😘😘😘
Yo creo que no es ni maldad, es desinterés que deriva de algo que en principio no debería haber sucedido .
EliminarEn general pienso que atraer lectores -sean legión o media docena- a base de relaciones personales no es inteligente ni profesional. Supongo que es extrapolable a más ambitos de la vida.
Hola, Mayte.
ResponderEliminarEse es el problema general de las redes, que mucha (pero mucha) gente vende su vida a los demás. Y no puedes o no debes, crearte una página de autor para contar las penas, jactarte de tus vacaciones u opinar de política. Es poco profesional. Para eso hazte un perfil personal ajeno al de escritor y no mezcles entre tus "amigos" a la familia o al grupo de madres del colegio de tus hijos. De entrada te proporcionará un colchón por aquello de que el "salseo" es un gran motor, pero a la larga, esa humanización es muy fácil que decepcione a muchos lectores. Eso es lo que pasa cuando te asomas a la vida de otros y ves sus virtudes y defectos, que deja de interesarte como persona y automáticamente dejas de leerle.
También yo pienso que la relación lector-autor debería ser de otro modo. Menos directa y siempre a través del libro. Pero de algún modo, es tanta la competencia, tanta la avalancha de títulos, que muchos autores se esfuerzan en conquistar a sus lectores y darles algo más que literatura quizá pensando en que eso les fidelizará de algún modo. Y creo que nada más lejos.
Un abrazo, Mayte.
Ese es el punto, la fidelidad lograda a base de relaciones personales a la larga es contraproducente. Yo no creo que tengamos que ser máquinas y que no pongamos de vez en cuando alguna anécdota que nos humanice, pero desde luego no cabe hablar de nuestra vida personal como si esto fuera Sálvame. Eso no. Ya lo he dicho, con quien me acuesto es solo cosa mía, si quiero ser una escritora seria, eso no entra.
EliminarPor poner un ejemplo extremo.
A mí como lectora me ha pasado de todo. Autores autoeditados que sigo leyendo y con los que tengo una relación fantástica, y otros que he intentado apuntar para leer más adelante y finalmente no lo he hecho.
ResponderEliminarBesos.
Pero eso nos pasa a todos. No hay vida para leer todo lo qque se publica.
EliminarHay que poner barreras en las redes sociales, que si no, se nos va de las manos. Pero para todo. Las redes sociales creo que ya no están acercando demasiado... Y llega un momento que no es sano.
ResponderEliminarBesotes!!!
Efectivamente. Pero teníamos que aprender probando. Todo era demasiado nuevo.
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