VERSOS CANCIONES Y TROCITOS DE CARNE I
Sinopsis:
Septiembre de 2010.
Aquella mañana de domingo nada hace presagiar al inspector de homicidios de
Valladolid, Ramiro Sancho, que acaba de dar comienzo una pesadilla que lo
dejará marcado para el resto de sus días: la investigación del asesinato de una
joven ecuatoriana a la que le han mutilado los párpados y en cuyo cuerpo han
encontrado unos versos amenazantes.
Antecedentes.
¿Cómo llegué hasta ella?
Dando un rodeo, os lo cuento.
Algunos blogueros decidimos quedar este año en la Feria del
Libro de Madrid para desvirtualizarnos. No había manera de ponernos de acuerdo,
así que al final decidimos vernos en la presentación de Consummatum est, la última parte de la trilogía que inicia este
libro: Versos, canciones y trocitos de
carne. Como quería llevar hechos los deberes (era la única que no se había
leído una línea de lo que escribe César Pérez Gellida) el 6 de junio, al pasar
por delante de la caseta donde estaba firmando, pensé que comprándome un libro
lo solucionaría de cara a la charla.
Tenía una semana, tiempo de sobra.
De vez en cuando me pasan cosas absurdas porque creo que mi sensatez
vive en Burgos y yo en Segovia. ¿A qué viene esto? Pues a que yo, en la lógica trastocada
que preside mi cerebro, como llevaba retraso de lecturas con respecto a los
demás, decidí empezar a leer la trilogía por el final.
Así, a lo bruto y sin encomendarme a nada.
Me compré Consummatum est, César amablemente me lo firmó y
me volví tan pichi a la caseta de Ediciones B donde firmaba en ese momento
María José Moreno. Allí estaban charlando con ella Pedro, de El búho entre
libros, y Teresa, de Leyendo en el bus, y no me llevé una colleja por tratar de
hacer trampas en los “deberes” (menudo ejemplo de profe estoy hecha) porque son
los dos personas pacíficas.
Así que el día 14 aparecí en la charla habiendo leído solo
el fragmento de muestra de esta novela en Amazon y sabiendo, solo con esas
primeras líneas, que aunque éste no sea mi género favorito, la novela me iba a
gustar porque la escritura desde el principio es brillante.
No me equivoqué.
Una vez en la Feria compré la novela de la que hoy hablamos
y César también me la firmó.
Recogida de datos.
Si se pretende hacer un análisis serio de un libro, la
lectura debería ser minuciosa, acompañada de apuntes a los que acudir cuando
llegase el posterior análisis. Para ello me hice con las herramientas
indispensables: lápiz y papel.
¡No tomé ni una miserable nota!
Acabé haciendo lo mismo de siempre, doblando las esquinas de
las páginas y memorizando lo que me había llamado la atención.
La escena de los
hechos.
Memento Mori está
ambientada en Valladolid, una ciudad que no es desconocida para mí porque vivo
relativamente cerca y por circunstancias familiares durante algunos meses tuvimos
que frecuentar uno de sus hospitales. Se hacía eterno estar en un edificio tan
deprimente, así que los paseos por la ciudad formaban parte de la rutina
hospitalaria y he sido capaz de mantener claro en mi mente por donde se movían
los personajes. No creo que sea imprescindible para la lectura de la novela
conocer la ciudad pero, al menos en mi caso, la ha hecho más amena y, sobre
todo, me ha ayudado a poner en el plano lugares por los que había pasado sin
prestar demasiada atención.
Los hechos.
En las novelas policíacas o en el género negro, uno de los
alicientes que suele tener la lectura es que el lector no conoce al asesino. Va
de la mano de los investigadores moviéndose a la vez que ellos y estableciendo
hipótesis. En Mememento Mori, en realidad en toda la trilogía, esta máxima
queda fulminada desde el principio. César Pérez Gellida nos cuenta quién es el
asesino y gran parte de la novela se centra en él, en conocer a este personaje
que está lleno de capas y pliegues.
Memento mori narra los esfuerzos del inspector Ramiro Sancho
por darle caza en la capital castellana, a la vez que vamos conociendo a Augusto
Ledesma, su pasado, su fría manera de actuar cuando elimina a sus víctimas.
Todo al potente ritmo de la música que pone banda sonora a esta novela. A
medida que avanza la lectura los giros que da provocan que sea imposible
soltarla.
El equipo de
investigación.
Al principio de la novela aparece una relación de
personajes. Aunque no me ha sido muy necesaria durante la lectura, en el
momento de hacer esta reseña (o lo que sea esto) la reviso y veo que son
bastantes más de los que pensaba. Para conocerlos a todos hay que leer el libro, por eso yo solo elijo
los tres que me apetecen.
Encabeza el reparto el inspector Ramiro Sancho, del grupo de
Homicidios de Valladolid, encargado de la investigación: pelirrojo, divorciado,
destinado en la capital castellano-leonesa después de su paso por el País Vasco.
A medida que la novela avanza evoluciona al ritmo de los
acontecimientos. Me ha gustado mucho el personaje, sobre todo por su manera de expresarse.
Armando Lopategui, «Carapocha. Exagente del KGB y la Stasi. Albino, con
la cara marcada por la viruela, lo que le ha agenciado el apodo. Es hijo de uno
de los niños enviados a Rusia durante la Guerra Civil, de esos que nunca volvieron,
y experto en perfiles psicológicos. Aparece para trazar un retrato de
personalidad que ayude a atrapar al asesino en serie. Es el personaje que más
me ha fascinado de la novela. De principio a fin porque en él nada es como parece (¿o sí?).
Martina Corvo,
Doctora en Psicolingüística. Ayuda en la investigación analizando los poemas
que el asesino va dejando en cada una de sus víctimas y mantiene una relación
algo más que profesional con Ramiro Sancho. Eso la colocará en el punto de mira
de...
El asesino.
Augusto Ledesma sustenta él solo la mitad de la novela. Es
un personaje oscuro, un sociópata narcisista que se siente por encima de los
demás y que se enorgullece de sus hazañas. El comienzo de su vida fue muy duro,
un niño maltratado que es separado de su madre para acabar en una familia adoptiva
que tampoco se muestra espléndida en cariño con él. Esto podría explicar su
evolución negativa. Lo tiene todo en cuanto a lo material pero es incapaz de
sentir afecto hacia sus semejantes
(bueno, él no ve a nadie semejante a él, ahora que lo pienso, se siente
por encima de los demás). Es un personaje complicado, redondo, consecuente en
su delirio y cuya voz se distingue perfectamente del resto. Como dije antes
está lleno de pliegues, matices y dobleces…
Creo que merece la pena conocerlo (literariamente hablando,
en persona ya me lo pensaría).
Las víctimas.
María Fernanda es un entrenamiento para asegurarse de que es
capaz de matar sin dejar cabos sueltos. Una joven ecuatoriana con la que se
cruza una noche y que acaba siendo su víctima de iniciación. Mercedes es su primer
objetivo serio, la tortura como hizo ella con él puesto que se trata de su
madre biológica a quien le es retirada la custodia debido a que lo maltrataba. El
único de sus crímenes que podría tener justificación, si fuera posible justificar
el asesinato como solución a un problema.
Y hay más, claro está, pero creo que no debo seguir
desvelándolas…
La autopsia.
La novela comienza
in
media res, lanzando el disparador de la trama para que el lector quiera
saber más inmediatamente. La escena narrada tiene tal fuerza que se hace
necesario seguir leyendo. ¿No me creéis? Descargad el
fragmento
gratuito aquí si no tenéis el libro y empezad. A ver si sois capaces
después de no ir a comprarlo… Posteriormente, aunque avanza siguiendo una línea
temporal continua, incluye algún capítulo en
racconto trasladando escenas completas al pasado, algo
necesario para que vayamos componiendo el puzle.
El libro se divide en capítulos
con su título correspondiente y estos a su vez en escenas. Cada una aparece con su datación: lugar, fecha y hora, un
recurso cinematográfico que además
ayuda a que el lector no se pierda. Al no ser demasiado largas y la sensación lectora
es de querer avanzar otro poquito más. Sin darte cuenta estás en mitad de la
novela casi del tirón.
El narrador elegido
por César Pérez Gellida nos cuenta la historia en tercera persona. Es un
narrador omnisciente, que mantiene
una posición de focalización externa, sin entrar a formar parte de la trama.
Esto distancia los hechos y sitúa al lector como espectador. Se va trasladando
desde la investigación hasta las andanzas del asesino, de modo que siempre,
mientras leemos, sabemos más que los mismos personajes. (No, siempre, siempre,
no).
No me gustan nada las descripciones. Tiendo a aburrirme y
hago lectura vertical, por eso creo que las evito al escribir, huyo de ellas
normalmente como lectora. Pues en este libro no ha sido así. Algunas juegan con
metáforas de una manera magnífica. Un ejemplo cortito, y prometo que no pongo
ni un spoiler más:
“En la urna de
cristal, sobre los tres pilares de hielo, vertió cuatro segundos de sabiduría.
Dejó que el frío envolviera los conocimientos ancestrales antes de instruirse
de un trago”.
¿Se puede decir mejor? Yo creo que no.
Los diálogos de la novela están muy logrados, no son nada
forzados. En todo momento tiene en cuenta el decoro poético, asignando a cada personaje el lenguaje que mejor encaja
con su personalidad o el ambiente en el que se mueve. Me ha gustado cómo
caracteriza a cada uno a través de las palabras, como reserva para Sancho los refranes
y los latinajos los escuchamos en boca de Augusto, una manera más de establecer
distancia entre el asesino y el lector (yo, sin las notas a pie de página, no
me habría enterado de ninguna expresión y eso que se supone que estudié latín
cuatro años. Rectifico: fui a clase, estudiar no lo recuerdo).
Me han encantado los guiños personales y eso que apenas he
podido ver media docena en la novela. Muchas veces yo misma lo hago, incluyo
elementos cercanos en las novelas pero procuro que sean muy, muy sutiles. Estoy
convencida de que escribimos en primer lugar para nosotros mismos y quizá eso
es lo que nos empuja a “inmortalizar” elementos de nuestro entorno, personas,
situaciones vividas o que nos han contado. En este caso los he visto a veces
hasta divertidos (ese César Pérez entre la lista de posibles sospechosos que maneja la doctora Corvo me
hizo sonreír, por ejemplo). De todos modos pienso que hay que tener cuidado con
ellos porque a veces son un arma que se te puede disparar en las manos. Algún
guiño de estos (en otra novela), estaba tan mal manejado que me provocó acidez
de estómago. Pero no ha sido así en este caso.
Hay algo en la novela que no me gusta nada de nada y que no
he podido evitar ver. Ahora se os abren mucho los ojos porque apenas pongo
pegas a los libros que atraviesan el espejo pero… es que esto me puede. La
novela tiene leísmos. Ya, ya sé que me vais a decir que César es de Valladolid y
allí es lo más normal del mundo. No hace falta, vivo en Segovia y tengo dos
hijos leístas a los que corrijo constantemente aunque sin resultados. Más bien
se me están escapando a mí de vez en cuando, algo que me empieza a preocupar.
Hace solo unos años no tenía dudas porque los sentía como patadas en el oído
pero ahora tengo que hacer a veces la prueba del algodón para asegurarme
(cambiar la oración a pasiva).
Banda sonora.
La música es otro de los protagonistas de la novela. Lo
reconozco, soy una completa analfabeta musical, apenas me suenan vagamente los
nombres de los intérpretes. Sin embargo, la banda sonora de esta trilogía no ha
sido complicado encontrarla, recopilada y todo. La tienes
aquí.
Mientras preparaba la reseña, César la colgó en Facebook, así que solo tuve que
copiar el enlace. Gracias porque no sabía qué poner en este apartado y sé, por
lo que he leído de ella, que es uno de los puntos fuertes de la novela. Creo
que me he perdido algo…
Referencias
literarias.
La literatura es una parte esencial de este libro. Hay
referencias mitológicas, a obras clásicas, a la poesía del 27, a James Joyce… siempre
enredadas en la trama y perfectamente justificadas.
Algo que me llamó la atención desde el primer vistazo del
plano que incorpora el libro, antes incluso de empezar la lectura, fue que
aparezca un hito como: residencia de Gregorio Samsa. Pensé, ¿qué hace el
protagonista de La Metamorfosis de Kafka viviendo en Valladolid? Tiene su
explicación, por supuesto, pero tendréis que averiguarla.
A esto hay que sumar un montón de frases en latín que
siempre salen de boca de Augusto. Me ha hecho gracia que el asesino se llame
Augusto, el padre Octavio y el autor César. Yo, que siempre acabo pensando
cosas raras mientras leo.
Conclusión.
Memento Mori me ha gustado mucho. Creo que es una novela
redonda, con una fuerza extraordinaria, que te arrastra desde la primera
página. La mezcla de intriga, literatura y música enganchan al lector, aunque
este no sea su género. Va creciendo a medida que avanzas en la lectura,
enredándose y enredándote en una trama que deja sin aliento. César Pérez
Gellida se maneja con las palabras como un experto en malabares, me ha dejado
muchas veces con la boca abierta en las descripciones.
Sin duda, de lo mejor que he leído este año.
La siguiente, Dies Irae, tengo ganas de leerla pero aún no
la tengo en mis manos por lo que he contado al principio, aunque sí la tercera.
Dependerá de mi verano, de lo que trabaje, para que pueda comprármela (o de si
algún alma caritativa me la presta). En principio lo del trabajo es escaso así que hay pocas posibilidades de andar comprando libros. Se han puesto
primeros en la fila los huevos, la leche, las galletas y los yogures. Cosas que
pasan en la vida real, que no hay asesinos (en serie) entre el vecindario pero
sí una enorme crisis que está arrasando con los caprichos tontos.
Como leer.
Ahora voy a buscar un libro muy malo para recuperar la
confianza en mí misma. Después de leer esta novela he acabado pensando que no
sé escribir. Que tengo millones de cosas que aprender.