Lo prometido dicen que es deuda. Aquí tenéis la portada de El medallón de la magia. Y alguna cosita más del libro, que ya está a punto de dejar de ser invisible…
Estos días he dejado que personas que han estado al margen de todo este proyecto leyeran el libro. Siempre lo hago, tratando de suplir de alguna manera el hecho de no tener a nadie "profesional" detrás. Este proyecto de escritora que soy va a su bola completamente y he descubierto que, a pesar de todo, los resultados son mucho mejores que mis propias expectativas. Dejé que lo leyesen adultos, a pesar de que en principio se escribió para un niño y las palabras de vuelta han sido las mejores.
Leído en muy poco tiempo, disfrutado a tope.
Así que, con el miedo unos grados por debajo, dentro de unos días la novela estará disponible para todo el mundo. ¿Mi plan? Dejarla que se mueva, como las otras dos, en el plano real, en formato libro de papel primero. Concentrarme en ello, aunque también apostaré por un formato digital, con el único objetivo de que sea más accesible para quien sienta curiosidad. En ello estoy aunque como todo lo que haces por primera vez, me está costando. Tengo un barullo mental de términos informáticos que para que os cuento. Menos mal que hay almas caritativas que me orientan (gracias Armando, Arantza… ¿qué haría sin vosotros?).
En todo este tiempo, desde que en 2009 se me ocurrió la feliz idea de autoeditar La arena del reloj, mis planes han ido cambiando. He pasado por todos los estados de ánimo que se os puedan pasar por la cabeza: desde la euforia del principio, cuando tuve el primer ejemplar entre mis manos, la emocionante presentación del libro, los comentarios positivos… El periplo sudamericano de Su chico de alquiler fue también extraño y genial a la vez (mi primera entrevista vino de Costa Rica y mi primera recomendación de Chile; la primera reseña y las que significaron más para mí, de México).
Frente a eso, alguna vez no hace demasiado he sentido que no merecía la pena el esfuerzo y quise dejarlo todo abandonado. TODO. Menos mal que tengo alguien que creo que no me merezco que me dio un buen tirón de orejas. Todo esto hasta que empezó este 2012 y el eco que provoca internet hizo visible lo invisible y empecé a recibir mucho más de lo que ni siquiera me atreví a imaginar.
Por eso, ahora tengo clara una cosa: no me importa no tener una editorial que respalde todo esto. A lo mejor es que no conozco la sensación, o quizá es que me da lo mismo (va a ser esto último). Me parece que me quitaría trabajo, no tendría que hacerlo todo sola, pero también restaría magia al proyecto. No me importaría quedarme aquí, desarrollar lo que sea sólo a través de internet y de este blog.
Dije que este libro sería el último que publique y de momento así será. Sé que os he contado que hay otra novela casi terminada (os enseñé la portada de Nadia, gracias de nuevo, preciosa), que El medallón tiene su continuación, pero habrá que darles su tiempo.
A ellas y a mí misma.
Esto requiere toneladas de energía que ahora necesito para otras cosas más importantes.
No significa que deje de escribir o de seguir de cerca todo lo que se avecina (que es mucho) desde este espejo. Eso es imposible. Digamos que necesito unas pequeñas vacaciones mentales para recargar pilas.
Mientras tanto, ahí os dejo lecturas, para que las disfrutéis.