Sinopsis:
Rocío, una atractiva camarera de pisos, está a punto de casarse con su novio. Todo parece ir sobre ruedas hasta que Alberto Enríquez y Lucía Vega, los dos actores más populares del cine español, eligen el encantador hotel rural donde trabaja Rocío para descansar unos días. La relación que mantienen se va a hacer pública coincidiendo con el estreno de su último trabajo juntos y buscan desconectar hasta que empiece el acoso mediático.
La impaciencia de un fotógrafo por firmar una jugosa exclusiva pondrá a Rocío en el disparadero, trastocando por completo su tranquila existencia.
Prensa, rumores entre vecinos, unas fotos y la historia de un amor fuera del guion.
Y ahora os estaréis preguntando por qué se me ocurre hablar de mi propia novela en el blog, sobre todo después del tiempo que lleva publicada. Supongo que ahora toca enfocarse en la siguiente, en la que llegará de nuevo de la mano de HQÑ, pero esta novela sigue ahí y, revisando las entradas que le he dedicado en el blog, me he dado cuenta de que, a pesar de que he hablado de ella, no lo he hecho tanto como hice con las otras.
Me apetece compensar.
También creo que ahora, pasado el tiempo, puedo contar lo que yo quise hacer. Muchos ya la habéis leído. Desde mi punto de vista ¿qué es lo que cuenta esta novela?
Más o menos podréis intuir que Rocío acaba en medio de ese huracán que se forma cuando la prensa rosa decide subir los niveles de audiencia de los programas de televisión, y eso afectará a su vida personal. No lo dejé ahí, por supuesto. Rocío, al conocer a Alberto Enríquez, empezará a tener dudas sobre su relación y todos los acontecimientos que rodean esas fotos inoportunas de las que será víctima harán que algunos secretos sobre su vida salgan a la luz. Secretos que en realidad solo existen para ella, porque a su alrededor todo el mundo los conoce.
Mi intención con la novela era que nos planteásemos, al leer, cuánto hay de cierto en lo que se nos vende a través de la televisión y cómo afecta a sus protagonistas cuando en realidad no buscan serlo. Y, por otro lado, que nos parasemos a pensar cuánto desconocemos de nuestra propia vida, de lo que los demás saben (o presumen de saber) en ámbitos mucho más privados. Los rumores en esta novela a veces son
vox populi y quienes menos son conscientes de ellos son sus propios protagonistas.
De los personajes, confieso que tengo debilidad por tres: Víctor, un adolescente insolente que no es más que el reflejo de aquellos con los que comparto mis tardes; Luisa, una mujer mayor, gruñona al extremo, que trata de protegerse en esa apariencia. Y Lucía Vega, la actriz. Lucía fue más divertido de trazar, jugué con ella todo el tiempo y al final acabé enamorada de este personaje.
Hay momentos muy disparatados, tan difíciles de seguir como los programas de la televisión que destripan la vida de famosos, porque yo misma, puesta en la tesitura de verlos para intentar reflejarlos, no era capaz nada más que de registrar un sinsentido detrás de otro.
He dejado caer un par de guiños que quienes me conocéis encontraréis sin problema. Siempre los hay en mis novelas, pero me los guardo.
¿Por qué la escribí?
Llevaba tiempo tentándome la idea de contar una historia que transcurriera en un pueblo pequeño. Empecé a pensar en la posibilidad de que sucediera algo excepcional, pero se me antojaba escasa, porque yo misma he vivido en un pueblo tan pequeño como Grimiel y casi nunca pasa nada. En ello estaba cuando me acordé de que vivo en una zona llena de hoteles rurales con mucho encanto y me pareció el mejor escenario para empezar. Hotel e historia romántica son una combinación perfecta, ¿no creéis?
Después pensé en qué tipo de clientes podrían causar revuelo si se alojaran en ese hotel y se me ocurrió que fueran dos actores de mucho éxito. Soy muy impaciente, así que comencé a escribir sin tener clara la trama. Sin embargo, solo hicieron falta tres o cuatro escenas para que la historia empezara a tomar cuerpo dentro de mi mente y de ahí surgió todo este enredo que vais a leer.
Por otro lado quería reflexionar un poco sobre la manipulación que se hace con las noticias, de cómo se usan para conseguir determinados fines. Se me ocurrió que esta historia era perfecta para esa pequeña crítica. En el caso de la novela, lo que empieza siendo un montaje entre los actores -Alberto Enríquez y Lucía Vega- para obtener publicidad para una película que se acaba de estrenar, acaba yéndose de las manos y poniendo a Rocío, la camarera de pisos del hotel, en mitad de los flashes. Su vida cotidiana, tranquila, encauzada, de pronto salta por los aires cuando un paparazzi decide publicar unas fotos suyas que adornan con una enorme mentira.
Quiero comentar un pequeño aspecto de la novela que solo UN lector (él, era chico) vio. Luego yo lo he comentado en las redes, así que a lo mejor lo sabéis, pero para quien no me lo haya escuchado, se lo cuento. Tiene que ver con los nombres de los personajes. Todos los que pertenecen a la farándula tienen apellido, aunque su participación en la historia sea mínima, mientras que el resto no. Rocío es solo Rocío, aunque sea la protagonista. ¿Por qué? No era casual, sino una manera de acercar y alejar focos. Los personajes del mundo del espectáculo necesitan apellidos porque están lejos del común de los mortales. Los habitantes de Grimiel, no. ¿Tú llamas a tu amiga Rocío, Rocío Gómez? No, ¿verdad?
Supongo que leo de más, que analizo demasiadas novelas a lo largo del día y se me ocurren cosas de estas para las mías que después no se ven (os remito a un comentario en la página americana de Amazon que me hizo una lectora, que me decía que la novela está poco trabajada).
Gracias por todo lo que me habéis devuelto con ella, por las seis mil copias digitales que lleva vendidas, por todos los préstamos en unlimited, por los ejemplares en papel que están en vuestras casas.
Sueño con que la siguiente os guste tanto o más que esta.
De momento, ya sabéis el título: Entre puntos suspensivos.