lunes, 28 de noviembre de 2016

IGNORANTIA JURIS NON EXCUSAT


Estos días, a los que nos autoeditamos utilizando plataformas como Amazon, nos ha sorprendido una nueva noticia que vulnera nuestros derechos como autores. Hemos sabido que hay quien, echándole un morro impresionante, se ha dedicado a subir novelas con seudónimo, vendiéndolas o usando la promoción que permite regalarlas, cuyos derechos pertenecen a otras personas.

El método, en este caso, ha rizado el rizo. Para que los autores no nos enterásemos, se han cambiado los títulos y las portadas y listo. El perfil de la persona que se dedicaba a hacer esto, en muy poco tiempo, se llenó de títulos. Intuyo que algún euro también cayó en sus bolsillos...

Supongo que ha sido casualidad el que se haya descubierto el engaño, los buscadores no interpretan que se trata del texto de otra persona porque la comparación se hace solo en base a título y autor, y ha tenido que suceder que alguien, por una de esas casualidades de la vida, se haya dado cuenta de que una de esas novelas era suya para que el "negocio" se destapase y se cayera.

Pero es solo un caso, ¿podemos estar seguros de que no hay más?

El debate que se abre es el lógico y las medidas que se deberían tomar son tan sencillas como exigirnos, a los autores, que incluyamos al subir las novelas la documentación que acredite que somos los propietarios de los derechos de esa obra.

Creo que esto es tan fácil que no entiendo por qué no se hace.

Bastaría con una casilla en la que se tuvieran que adjuntar los documentos que quienes sí nos tomamos la molestia de ir al registro de la propiedad intelectual, tenemos en nuestro poder. Eso, si me permitís, también limpiaría de morralla la página. Muchas de las seudonovelas que se publican no estarían ahí, porque ir a hacer los trámites, pagar por ellos, perder la mañana, esperar a que te llegue la confirmación de que la novela en efecto es tuya, lleva tiempo. Y esfuerzo. Estoy segura de que mucha gente que piensa que esto es Jauja, dejarían lo de publicar.

La pereza que demuestran en corregir seguro que es un síntoma de la que tendrían para hacer todo lo que hay que hacer para hacerte con los derechos de un texto.

Amazon, que es donde ha surgido el problema concreto del que hablo, también tendría que tener consecuencias legales. "Ignorantia juris non excusat o ignorantia legis neminem excusat (del latín, ‘la ignorancia no exime del cumplimiento de la ley’) es un principio de Derecho que indica que el desconocimiento o ignorancia de la ley no sirve de excusa, porque rige la necesaria presunción o ficción legal de que, habiendo sido promulgada, han de saberla todos." Creo que no saber que esa obra que se ha subido sin los pertinentes derechos y que vulnera el del autor, tendría que tener consecuencias legales para ellos.

Si yo me salto un semáforo, alegando que no sé que cuando está rojo me tengo que parar, creo que no habrá juez que dicte a mi favor.

¿O sí?

viernes, 25 de noviembre de 2016

EL ÚLTIMO EMPUJÓN




Esta tarde he terminado una primera vuelta por las galeradas de Entre puntos suspensivos (Febrero, 2017, HQN, HarperCollins Ibérica, ya lo sabéis). En lo que queda de fin de semana espero poder hacerlo al menos un par de veces más, para que cuando llegue la novela a vuestras manos esté perfecta. Es un trabajo que me tomo muy en serio, porque para mí significa respeto para los lectores, mucho respeto por la oportunidad que se me brinda desde una editorial de las grandes de publicar un segundo libro con ellos en los tiempos que corren y respeto por la literatura.

(No sé si alguna vez llegaré a escribir literatura, pero al menos espero no ser una terrorista de la ortografía y la sintaxis.)

Creo que en el proceso de creación de una novela todos los momentos son muy importantes, pero pueden quedarse en nada si a este último esfuerzo, la corrección, no se hace con el interés que se merece.

Sé que la novela no necesita muchos más repasos, porque lleva unas cuantas correcciones. Las mías. Las que hice tras las impresiones de mis lectores cero. La de la editorial. La que he hecho yo hoy mismo. Y queda lo que me dé tiempo a mí hasta el lunes. No será la última porque no podré dejar la historia de Paula y Javier hasta que no tenga más remedio.

Así que, ahí estoy, en el último empujón, a punto de soltarla ya para que empiece el camino sola.

¡Qué ganas tengo de enseñárosla!

Esta tarde, leyendo, me he vuelto a enamorar de Javier.


viernes, 18 de noviembre de 2016

LA CHICA DE LAS FOTOS




Sinopsis:

Rocío, una atractiva camarera de pisos, está a punto de casarse con su novio. Todo parece ir sobre ruedas hasta que Alberto Enríquez y Lucía Vega, los dos actores más populares del cine español, eligen el encantador hotel rural donde trabaja Rocío para descansar unos días. La relación que mantienen se va a hacer pública coincidiendo con el estreno de su último trabajo juntos y buscan desconectar hasta que empiece el acoso mediático.
La impaciencia de un fotógrafo por firmar una jugosa exclusiva pondrá a Rocío en el disparadero, trastocando por completo su tranquila existencia.
Prensa, rumores entre vecinos, unas fotos y la historia de un amor fuera del guion.

Y ahora os estaréis preguntando por qué se me ocurre hablar de mi propia novela en el blog, sobre todo después del tiempo que lleva publicada. Supongo que ahora toca enfocarse en la siguiente, en la que llegará de nuevo de la mano de HQÑ, pero esta novela sigue ahí y, revisando las entradas que le he dedicado en el blog, me he dado cuenta de que, a pesar de que he hablado de ella, no lo he hecho tanto como hice con las otras.

Me apetece compensar.

También creo que ahora, pasado el tiempo, puedo contar lo que yo quise hacer. Muchos ya la habéis leído. Desde mi punto de vista ¿qué es lo que cuenta esta novela?

Más o menos podréis intuir que Rocío acaba en medio de ese huracán que se forma cuando la prensa rosa decide subir los niveles de audiencia de los programas de televisión, y eso afectará a su vida personal. No lo dejé ahí, por supuesto. Rocío, al conocer a Alberto Enríquez, empezará a tener dudas sobre su relación y todos los acontecimientos que rodean esas fotos inoportunas de las que será víctima harán que algunos secretos sobre su vida salgan a la luz. Secretos que en realidad solo existen para ella, porque a su alrededor todo el mundo los conoce.

Mi intención con la novela era que nos planteásemos, al leer, cuánto hay de cierto en lo que se nos vende a través de la televisión y cómo afecta a sus protagonistas cuando en realidad no buscan serlo. Y, por otro lado, que nos parasemos a pensar cuánto desconocemos de nuestra propia vida, de lo que los demás saben (o presumen de saber) en ámbitos mucho más privados. Los rumores en esta novela a veces son vox populi y quienes menos son conscientes de ellos son sus propios protagonistas.

De los personajes, confieso que tengo debilidad por tres: Víctor, un adolescente insolente que no es más que el reflejo de aquellos con los que comparto mis tardes; Luisa, una mujer mayor, gruñona al extremo, que trata de protegerse en esa apariencia. Y Lucía Vega, la actriz. Lucía fue más divertido de trazar, jugué con ella todo el tiempo y al final acabé enamorada de este personaje.

Hay momentos muy disparatados, tan difíciles de seguir como los programas de la televisión que destripan la vida de famosos, porque yo misma, puesta en la tesitura de verlos para intentar reflejarlos, no era capaz nada más que de registrar un sinsentido detrás de otro.

He dejado caer un par de guiños que quienes me conocéis encontraréis sin problema. Siempre los hay en mis novelas, pero me los guardo.

¿Por qué la escribí?

Llevaba tiempo tentándome la idea de contar una historia que transcurriera en un pueblo pequeño. Empecé a pensar en la posibilidad de que sucediera algo excepcional, pero se me antojaba escasa, porque yo misma he vivido en un pueblo tan pequeño como Grimiel y casi nunca pasa nada. En ello estaba cuando me acordé de que vivo en una zona llena de hoteles rurales con mucho encanto y me pareció el mejor escenario para empezar. Hotel e historia romántica son una combinación perfecta, ¿no creéis?

Después pensé en qué tipo de clientes podrían causar revuelo si se alojaran en ese hotel y se me ocurrió que fueran dos actores de mucho éxito. Soy muy impaciente, así que comencé a escribir sin tener clara la trama. Sin embargo, solo hicieron falta tres o cuatro escenas para que la historia empezara a tomar cuerpo dentro de mi mente y de ahí surgió todo este enredo que vais a leer.

Por otro lado quería reflexionar un poco sobre la manipulación que se hace con las noticias, de cómo se usan para conseguir determinados fines. Se me ocurrió que esta historia era perfecta para esa pequeña crítica. En el caso de la novela, lo que empieza siendo un montaje entre los actores -Alberto Enríquez y Lucía Vega- para obtener publicidad para una película que se acaba de estrenar, acaba yéndose de las manos y poniendo a Rocío, la camarera de pisos del hotel, en mitad de los flashes. Su vida cotidiana, tranquila, encauzada, de pronto salta por los aires cuando un paparazzi decide publicar unas fotos suyas que adornan con una enorme mentira.

Quiero comentar un pequeño aspecto de la novela que solo UN lector (él, era chico) vio. Luego yo lo he comentado en las redes, así que a lo mejor lo sabéis, pero para quien no me lo haya escuchado, se lo cuento. Tiene que ver con los nombres de los personajes. Todos los que pertenecen a la farándula tienen apellido, aunque su participación en la historia sea mínima, mientras que el resto no. Rocío es solo Rocío, aunque sea la protagonista. ¿Por qué? No era casual, sino una manera de acercar y alejar focos. Los personajes del mundo del espectáculo necesitan apellidos porque están lejos del común de los mortales. Los habitantes de Grimiel, no. ¿Tú llamas a tu amiga Rocío, Rocío Gómez? No, ¿verdad?

Supongo que leo de más, que analizo demasiadas novelas a lo largo del día y se me ocurren cosas de estas para las mías que después no se ven (os remito a un comentario en la página americana de Amazon que me hizo una lectora, que me decía que la novela está poco trabajada).

Gracias por todo lo que me habéis devuelto con ella, por las seis mil copias digitales que lleva vendidas, por todos los préstamos en unlimited, por los ejemplares en papel que están en vuestras casas.

Sueño con que la siguiente os guste tanto o más que esta.

De momento, ya sabéis el título: Entre puntos suspensivos.

lunes, 14 de noviembre de 2016

LO MALO DE SOLO HABLAR DE LO BUENO


Un día mi editora me comentó lo incómodo de mi posición. Estoy en medio de la nada, teniendo un blog en el que se hacen reseñas, y además escribiendo. Me coloca en un limbo donde apenas hay gente, en una postura que puede ser incómoda vista desde fuera. Le dije que no lo sentía así, porque solo hablo de los libros que de verdad me apetece comentar, que nunca destrozo el trabajo de otra persona porque yo, mejor que nadie, sé del esfuerzo que supone sentarte durante mucho tiempo a tramar una historia como para que venga alguien y en unas cuantas líneas lo tire todo por tierra.

Por mucha razón que lleve, por bien que pueda argumentar dónde encuentro fallos.

Por eso me centro en reseñas positivas, pero hoy me he dado cuenta de la otra interpretación que se le hace a esto. “Tú no me reseñas, luego no te ha gustado”. Y eso, que parece un silogismo de filosofía básica, no es cierto en todos los casos, porque se pueden dar infinidad de circunstancias por las que no me siento a escribir nada de un libro.

Un ejemplo: la falta de tiempo.

Es mío, y si acabo de terminar un libro y me embarco en otras cuestiones, pasa el tiempo y dejo correr una posible reseña. Total, es mi blog, no es referente, no soy ninguna influencer como para preocuparme. Me lo he comprado yo con mi dinero y no tengo que rendirle cuentas a nadie sobre si hago o no hago.

Otra: que no me apetezca, aunque me haya gustado mucho.

Este fin de semana he terminado un libro que me ha gustado mucho: El peso de los muertos. No habrá reseña porque me senté y no se me ocurría qué contar, así que lo voy a dejar correr. ¿Significa que no me ha llenado? En absoluto, pero no sé qué aportar con mi análisis, ni siquiera a mí misma, y no lo voy a hacer.

Más razones: que no me haya terminado de convencer.

Tampoco lo reseñaré, porque seguro que lo voy dejando, intentando encontrar la manera de decir las cosas que sea lo más constructiva posible y… al final se cruzarán mil historias y el libro quedará perdido en el limbo de los que se me escapan sin reseñar.

Otra más: que no lo haya leído.

Y diréis, pues normal, si no has leído un libro cómo puñetas te vas a poner a reseñarlo (y entonces me da la risa cuando me acuerdo de las cientos de veces que veo reseñas publicadas en las que me juego lo que queráis a que no se ha hecho una lectura del libro). No entro en por qué se hace eso, por qué se copia de otros blogs, cuando este no es un trabajo que se tenga que hacer. Ni siquiera es un trabajo escolar del que dependa una nota, así que…  Pero yo no lo haré. No reseño ni opino sin leer.

La última, que en realidad es la primera: que no me haya gustado.

Tengo todo el derecho del mundo a pasarlo por alto, ¿no es cierto? Hay libros que no me han gustado nada de nada y ahí se han quedado, en mi privacidad, porque no tengo derecho, creo, a condicionar la futura lectura que quiera hacer alguien de ellos. Todos, los libros pueden tener lectores, porque todos los lectores somos diferentes. Incluso cada uno podemos vivir el libro de modo diferente según lo que nos esté pasando en ese momento.

Esto viene a cuento de algo de lo que me he enterado y que me ha hecho reír (por no llorar). Cosas de la vida, he sabido que tengo a alguna persona resentida porque no hice en su día reseña de su texto. Como es mejor siempre echar mierda sobre los demás que reconocer lo propio, ha preferido decir que yo me enfadé porque no hizo reseña de uno de mis trabajos. Dándole la vuelta de manera conveniente a un argumento un poco endeble.

¡Qué poquito me conoce!

No he pedido un comentario ni una reseña jamás, es más, he regalado montones de ejemplares digitales de mis libros y siempre digo lo mismo: no existe un compromiso de reseñarlo. Si lo regalo, es porque me da la gana,  pero no para obtener nada a cambio. Igual que no vendo mi criterio. ¿Cómo os sentiríais si os recomendase un libro que no me ha gustado? Que no, que no lo pienso hacer, que encima se me nota un montón.

Que las reseñas que hago son sinceras y, sobre todo, para mí misma, y que no estoy buscando nada a cambio de nadie.

¿Lo necesito como autora?

Pues igual sí, porque hay mucha gente que después de casi nueve años con el blog y seis publicando ni tienen ni puñetera idea de quién soy, pero es que me da lo mismo. Ya llegarán los lectores que tengan que llegar y se quedarán lo que se quieran quedar.


El camino, el que sea, lo pienso hacer, sobre todo, con la verdad por delante.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

LA IMAGEN DE UNA MALA ORTOGRAFÍA



Mi hijo tenía que escribir una redacción de una cara sobre ortografía. El texto debía articularse como una argumentación, si estabas de acuerdo con que debían seguirse las normas ortográficas y académicas a la hora de escribir, o si te parecía que era mejor escribir tal como suena. Eso de que te toque las narices si la palabra va con b o v y escribas la primera que te apetezca.

Antes de que se pusiera a redactar, le hablé de la conveniencia de hacer una reflexión, de plantear un esquema previo en el que señalase los argumentos que iban a apoyar su texto para que, llegado el momento de la escritura, tuviera las ideas más claras y tardase menos en conseguir el resultado que buscaba.

Estuvimos un buen rato hablando sobre las dos posturas.

Al final, recogió las ideas y se quedó con ellas. Aún no sé el resultado, ya me lo enseñará, aunque sé que se ha decantado por la buena ortografía, que por suerte practica. Nunca intervengo en sus redacciones. Ni lo necesita, ni sería bueno para él que yo me adjudicase sus tareas. No le dejaría crecer, aprender. No permitiría que se equivocase solo, que al final es como mejor se aprende todo.

No me olvidé del tema, porque a mí una de las ideas sobre las que hablamos se me quedó danzando por la mente. Era una de las que se le habían ocurrido a él, tan esencial que me sentí orgullosa de mi criatura, de lo que es capaz de pensar y de lo que él me enseña a mí.

Uno de sus argumentos giraba en torno a la imagen que da de ti tu ortografía.

En un mundo en el que la comunicación ha cambiado tanto, escribir se ha convertido en algo esencial. Todos los días enviamos y recibimos mensajes a través de las distintas aplicaciones que tienen nuestros teléfonos. Escribimos.

Y lo hacemos muy mal.

Las prisas, muchas veces. Los dichosos correctores otras. La dejadez...

Ese era el tema que él puso encima de la mesa. La imagen que le transmite a él alguien que constantemente está cometiendo faltas de ortografía en un chat. Eso de que dé lo mismo escribir "ola! que "hola", o que las conjunciones de tres letras pierdan dos no le convence. Y no lo hace, porque él piensa que una persona así, en su vida real, tiene que ser alguien dejado. Poco ordenado. Descuidado. Alguien que pone muy poco interés.

Y no solo eso.

Entre los dos, llegamos a la conclusión de que si escribimos a una persona mal, tampoco le estamos enviando nuestro más profundo respeto.

Seguimos pensando, y acabamos concluyendo que, si buscas un trabajo y llenas de faltas de ortografía tu currículo, mal vas. Te restará puntos lo quieras o no, porque puestos a elegir a alguien, elegirán a una persona menos dejada que tú. Porque, vuelta a lo mismo, es lo que transmites.

Regreso a este blog, al tema que lo unifica y que son los libros. Me he dado cuenta de que esos libros de los que hablaba hace unos días, los que estaban llenos de incorrecciones ortográficas, sintácticas, etc., a mí me trasmitían descuido. Poco interés. Poco cuidado. Prisa por llegar a exponer algo que no estaba preparado para otros ojos. Y esa imagen de la persona que estaba detrás de las palabras es algo inconsciente que frena la lectura y, algunas veces, como en aquellos libros, directamente la anula.

Así que, sí, la ortografía importa. Se puede cargar tu imagen.

sábado, 5 de noviembre de 2016

A IRA DOS MANSOS DE MANUEL ESTEBAN



La reseña están en castellano, aunque mantenga la sinopsis en gallego. No me atrevo a traducirla y a escribir alguna burrada.

Sinopsis (en gallego):

Premio Xerais de Novela, 2016 - O cadáver dunha nena con síndrome de down aparece nos terreos do edificio Bandeira en Vigo. Para resolver o crime, o inspector Carlos Manso ten que percorrer os intestinos da delincuencia viguesa e internacional. O inspector móvese habilmente polos diversos escenarios da cidade e vive, ao tempo, un proceso que derruba as súas barreiras emocionais. 

A ira dos mansos é unha magnífica novela policíaca, cun acusado enfoque social, que propón unha viaxe de superación de moitos prexuízos, cuestionando a normalidade e a perfección e obrigando á reflexión. 

Escrita cun estilo directo, rápido, eficaz, sen adobíos, a novela apóiase nun gran sentido do humor, ás veces ácido e cínico, e nunha trama que nos atrapa, e que nos obriga a seguir lendo, colocándonos contra as cordas á hora de percibir o que é e non é pertinente dentro das convencións sociais, e poñendo en valor as persoas que traballan con colectivos con síndrome de down. 

A ira dos mansos é unha novela negra cunha historia trepidante que trata sobre a inclusión, a dignidade e o respecto.

Mis impresiones:

Para hacer algo, lo que sea, siempre hace falta tener las herramientas necesarias, aunque solo con ellas, aunque las domines, no sirve. También hace falta motivación. Si esta es fuerte, el resultado llega y esta novela es un ejemplo de ello. El autor, que manejaba las herramientas necesarias para trasladar una historia al papel, tenía motivaciones personales para arrancarse con la novela, como ha dicho él mismo en varias entrevistas. La escritura fue su manera de sanar heridas, de expresar su punto de vista ante cómo la sociedad no permite que las personas con discapacidad encajen en ella. Su hijo, con Síndrome de Down, supuso para él la chispa para arrancar y desde la ficción, usando al personaje principal de esta novela, el inspector Carlos Manso, poner sobre el tapete prejuicios que se ha ido encontrando, ante los que reflexiona, enmarcado dentro de una trama de novela negra.

La ficción tiene ese poder de remover conciencias que muchas veces es más fuerte que una charla documentada.

Esa fuerte motivación ha tenido como resultado esta novela, A ira dos mansos, que he leído por otra motivación. La mía. No ha sido fácil. Como la sinopsis que os dejo, está en un idioma que ni hablo ni escribo, y en el que apenas había leído algo más que noticias de prensa, pero que ahora sé que entiendo. Aunque por el camino se me queden palabras y más de una vez haya tenido que recurrir al diccionario (maravillosa tecnología que me permite llevar todos los diccionarios del mundo en el móvil y conocer la respuesta al instante). Quería leerla porque él es quien es, mi primo, porque cuando supe que había ganado el Xerais me sentí como todos en la familia, orgullosa y feliz, pero me faltaba saber cómo escribía.

Lo resumo: impresionante.

Es que no se me ocurre otra palabra. Incluso con la barrera del idioma, la prosa de Manuel Esteban es impecable, ácida y en algunos puntos cínica. El personaje del inspector Carlos Manso transmite verdad por los cuatro costados y es uno de esos protagonistas redondos que de vez en cuando aparecen en las novelas y a los que apetece tanto conocer. Quizá es el que mejor retrata el autor, porque para contar la trama escoge la primera persona y es a él a quien escuchamos prácticamente en toda la narración, salvo en algunos párrafos de la segunda parte. Desde la limitación técnica que supone el uso de esta persona, que no te deja como autor asomarte a lo que piensan o viven el resto de los personajes, construye una novela en la que dos investigaciones, en principio separadas, acaban confluyendo en una idea. He visto en esas dos historias a dos padres opuestos. Protección y desapego, dos maneras de enfrentarse a una realidad que les ha tocado cuando la vida les ha puesto en los brazos un niño con Síndrome de Down.

Y he visto a un hombre, el inspector, a en quien esas dos historias le provocan que salten por los aires sus ideas preconcebidas, que quizá son las de muchos, ante las personas con Síndrome de Down. A Carlos Manso nos lo presenta como un cuarentón solitario, adicto al café y con problemas para conciliar el sueño. Descreído, algo antisocial y con un humor ácido.

La historia arranca con el asesinato de Violeta, una joven con Síndrome de Down cuyo cadáver aparece en los terrenos del edificio Bandeira en Vigo. De madrugada, Carlos Manso recibe una llamada para presentarse en el lugar y los rasgos especiales de Violeta no le pasan desapercibidos. La investigación comienza y toma contacto con la Asociación a la que pertenecía la víctima, Alza Down. Descubre un mundo al inspector que enseguida se da cuenta de que no se corresponde con los prejuicios que estaban asentados en él, que se van plantando frente a sus ojos y ante los nuestros como lectores. Carlos Manso resuelve el caso, pero el conflicto interno, lo que se ha despertado en él conocer un mundo del que se da cuenta de que no sabía nada en realidad, se queda flotando y, cuando aparece otro relacionado con la Asociación, él ya no es el mismo. Hay un personaje femenino, Lorena, la directora de la Alza Down, que al autor le sirve de excusa para dos cosas: que arranque en él un interés personal en la mujer y que sus propias barreras emocionales se vayan derrumbando cuando ella le sirva de guía en este universo.

El mundo que encuentra tras las paredes de Alza Down, difuso, imperfecto, extraño, empieza a enfocarse en su mente y encuentra en las personas que conviven allí mucha más humanidad que fuera.

Como novela policíaca, es muy interesante, pero añadido ese plus que le dan las reflexiones del personaje, aderezado con una prosa sobresaliente (incluso, lo repito, aunque no esté en mi idioma), me ha parecido magnífica.

Una buena apuesta lectora.

Podéis pensar que es pasión de prima. Creo que no, que es más bien pasión de lectora. Es cierto que la he leído por ser él, pero lo que he encontrado ha superado las mejores expectativas.

Y sabéis que en esta casa no se miente sobre los libros. Solo os cuento lo que me encanta.

Por cierto, es el libro más vendido en gallego estas semanas. Eso también da una pista de que os estoy contando algo que es cierto.

jueves, 3 de noviembre de 2016

LOS CÓDIGOS LITERARIOS



Estaba repasando los elementos de la comunicación, aplicados a la literatura, cuando una idea me asaltó por sorpresa.

En literatura, el emisor es el autor, el receptor es múltiple, los lectores de la obra, incluso los espectadores cuando se trata de teatro que ha sido para representarse sobre un escenario. Los canales han ido variando a lo largo de la historia, desde las primeras tablillas de arcilla encontradas que marcan el inicio de lo que conocemos como Historia, pasando por soportes como el pergamino, el papiro, el papel y, hoy en día, el digital. El mensaje es propio de cada obra y el contexto tiene que ver con la época que se refleja.

Me falta el código, pero me voy a parar antes en el contexto, porque aquí también hay algo que decir.

Es importante conocer el contexto histórico de cada obra para que no hagamos análisis simplistas de lo que nos está contando el autor, para que no digamos estupideces como las que he tenido que leer a veces. No es lo mismo una escena escrita para una obra del siglo XXI, que la misma para mediados del XX, porque la sociedad no era la misma y lo que ahora nos parece reprobable (porque lo es) quizá en ese momento formaba parte de la "normalidad" social. Criticarlo como algo intolerable es signo de ignorancia.

Esto lo he visto en algún comentario que no tenía en cuenta el contexto de la obra y siento pena por quien se atreve a lanzarse a la piscina con argumentos absurdos. Yo no vería verosímil, en pleno siglo XXI, un duelo con pistolas al amanecer, pero en La Regenta hay uno y jamás se me ocurriría tildarlo de absurdo. En esa época la gente se comportaba así y si yo decido escribir sobre ese tiempo y retratar un duelo es porque es perfectamente verosímil. Aunque lo escribiera ayer mismo.

Pero vamos al código, que era en realidad lo que me hizo pensar ayer.

El código literario tiene sus reglas. Hay que conocerlas para entender del todo la obra, porque si no hay matices que se nos escapan. Tenemos que saber qué es una metáfora, por ejemplo. Las figuras literarias forman parte de ese código y alejan el lenguaje literario del coloquial. Lo enriquecen, lo transforman, le dan contenido. Si yo escribo: "El texto estaba tan mal escrito que el autor parecía hijo de la ESO", estoy diciendo mucho más que lo que pone y si el lector no encuentra la metáfora, obviamente se estará perdiendo gran parte del contenido de la obra.

Por poner un ejemplo.

Pero no solo existe ese código. Hay otros que hemos interiorizado con el tiempo y que regulan de alguna manera cómo funcionan las obras. Por ejemplo, y me voy a lo que conozco de primera mano, la novela romántica tiene sus códigos. Siempre, en primer plano, debe existir una historia de amor. Chico chica. Chico chico. Chica chica. Eso ya lo elige el autor, pero siempre tiene que estar ahí, moviendo el hilo principal porque si no no sería romántica. Por debajo de eso, debe existir otra trama que mueva a los personajes. Que suponga la diferencia con respecto al resto de historias. Y, al final, siempre, de manera ineludible, un final satisfactorio para el lector, que en este género es feliz y que acaba con perdices en el menú. Si te saltas el código, descolocas al lector del género. Si el lector que se acerca a la obra lo desconoce, emite análisis absurdos en los que la palabra "predecible" se convierte en la estrella.

Igual pasa en la novela policiaca. ¿Os imagináis una en la que se plantee un asesinato y no se resuelva? ¿Qué pensaríais?

...

Pues eso, que la novela no funciona porque se ha saltado una de las premisas básicas de este subgénero narrativo, la que regula que todo misterio tiene que tener su solución completa.

Creo que antes de lanzarnos a analizar las obras literarias deberíamos hacer un pequeño trabajo de reflexión, intentar conocer el ADN literario para juzgar de verdad, no solo desde lo que a nosotros nos gustaría que pasara. Porque, eso de que "no es lo que esperaba", solo me indica que se ha hecho un nulo trabajo en este sentido.

SOBRE PLAGIOS. O POR QUÉ PUBLICAS SI NO ESCRIBES

El lunes encontré en Wattpad a una usuaria que había subido Su chico de alquiler, atribuyéndose su autoría. No es la primera vez que esto sucede, hace años logré que retiraran otra versión de esta novela. Esa vez lo disfrazaron de fanfic. El del lunes era una "adaptación", que consistía en que había cambiado la portada, poniendo en ella a un chico horroroso y había tocado el texto.

Por descontado, no lo mejoraba...

Desde hace tiempo, a los autores se nos abre un frente más con el que luchar. Además de los piratas, ahora tenemos que lidiar con los listos que se dedican a subir nuestros textos con su nombre.

Lo único bueno de Wattpad es que, en unas horas, habían escuchado mi petición, habían comprobado la información que mandé, y que me reconoce como autora legítima de esa obra, y retiraron el plagio, aunque no sé si esa usuaria estará bloqueada para usar la página, al menos con ese perfil. Estaría bien que lo hicieran, aunque no sirva de mucho porque podría abrir otra cuenta, pero ya sabemos que crear otro correo y empezar de nuevo un camino recorrido a veces da pereza.

Quizá no es una idea tan idiota.

Todo esto me ha hecho reflexionar sobre algo. ¿Por qué publicar una historia que no es tuya en una plataforma como esta? Lo veo en Amazon. Y cuando digo que lo veo, me refiero a que se puede obtener un beneficio. Estos días, sin ir más lejos, hay una novela vendiendo muchísimo, de la que los rumores cuentan que es un refrito de los libros de otra. Es una idea estupenda. Coges un libro conocido y te lo casi apropias, cambiando tres tontunas, y si suena la flauta, para ti los beneficos. Pero, ¿en Wattpad? ¿Para qué?

En mi caso la novela se empeoró y eso sí me molesta. No estoy libre de que alguien me pueda atribuir un texto que al final no es el mío.