Este
verano he tratado de poner orden en los armarios de casa, en las estanterías,
en los cajones. No es que estuvieran desordenados, es que hacía tanto que no
emprendía esta tarea que empezaba a tener problemas para recordar dónde tenía
guardadas determinadas cosas y además, de vez en cuando, me gusta deshacerme de
trastos superfluos que vamos acumulando en nuestro día a día. La de cosas
estúpidas que guardamos por si acaso y que al final no sirven nada más que para
ocupar espacio.
Unos
días y unas cuantas bolsas de basura después, me encontré que tengo más libros
de arte de los que recordaba. El arte es una materia que siempre me ha
interesado, que siempre he tenido presente en mi vida. Elegí esta asignatura en
el instituto y después, en la facultad, formaba parte del programa. La mejor
parte. He pasado cinco años estudiando los distintos períodos de su historia y
hay algunos que no me gustan nada, del mismo modo que hay otros que me
fascinan.
Todo
esto me ha llevado a una reflexión. ¿Qué es el arte para algunas personas? A mí
me interesan sobre todo los sentimientos que provocan en mí determinadas obras,
de manera que entrar en un museo suele despertarme las sensaciones que para
otros surgen al introducirse en un templo. El Museo del Prado, por ejemplo, es
el Santuario. Con mayúsculas.
Tengo problemas para controlar mi emoción una vez
que pongo el pie en la primera sala.
Decidí
sacar mi vieja caja de óleos y emborroné un lienzo sin demasiado acierto. Una
cosa es sentir y otra cosa tener la capacidad de hacer sentir a otros con lo
que creas. Dios, desde luego, no me ha llamado por el camino de la pintura. Así
que, para recuperarme de mi torpeza, me pasé a la copia, que es bastante más
sencilla. Tampoco tenía el momento… pero recordé que hubo un tiempo en el que
mi hermana (que sí lo tiene) ponía su paciencia a mi servicio y me ayudaba a
convertir en algo que se podía mirar mis torpes intentos pictóricos. Se salvó
de la quema un pequeño ejercicio basado en un cuadro de Gauguin. No está mal
para no tener aptitudes, ¿no creéis?
En el
futuro me conformo con relajarme con los pinceles, sin más pretensión. Seguiré disfrutando
con los cuadros de Van Gogh o mi favorito, El beso de Kilmt, cuando tropiece
con ellos. Y continuaré disfrutando los paseos por cada santuario que encuentre
a mi paso.