Hay momentos en los que la vida revuelve los caminos, la
niebla desdibuja el horizonte y me siento perdida. Entonces, cuando no soy
capaz ni de intuir el siguiente paso, mi valor se esfuma, perdido entre esa
nada blanca que me rodea, y lo único que me apetece es hacerme un ovillo y
esperar a que vuelva a salir el sol.
Quizá no sea valiente.
Quizá no sirva más que para aplazar lo inevitable.
Hoy amaneció con una densa niebla que no ha despejado en
todo el día. Las calles están húmedas, se me han mojado el pelo y el abrigo y
en cuanto he llegado a casa he buscado mi manta.
Me he refugiado en ella, con un buen cargamento de palabras.
No conozco otro lugar mejor en este mundo.