Cerrar un libro que te ha encantado, aunque se te haya hecho
un nudo en la garganta en más de una ocasión al pasear los ojos por sus páginas, provoca tristeza. Sabes que, aunque recuerdes un tiempo a los
personajes, aunque seas capaz de evocarlos con nitidez, acabarán cediendo su lugar a otros.
Tarde o temprano.
Tarde o temprano.
Te apena que llegue el final de una gran historia, pero no
se puede vivir eternamente entre las páginas de la misma novela. Cuando se acaba, cuando
llega el instante de volver la contraportada y devolverla a la estantería,
también es el momento de otra nueva. De darte de nuevo la oportunidad de sentir
las emociones que siempre encuentras entre el blanco del papel y el negro de la
tinta.
No se puede leer siempre la misma página de una novela, por muy bonita que te parezca. Los libros, como a veces pasa con la amistad, con las relaciones de pareja, los trabajos... llega un momento que se terminan.
Necesitas avanzar y escoges otro.
A veces, si la última lectura ha sido muy buena, se sucederán las
elecciones. Muchos libros se quedarán con el marcapáginas en el principio, incapaces de
atraer tu atención lo suficiente. Si hay mucha suerte y eres de los que enseguida encuentras otro que ocupe su lugar, continuarás disfrutando de este extraño y
maravilloso lado de la existencia que es leer.
Es tan extraño, se parece tanto a la vida, que a veces se confunden.
Claro, esto solo es cierto si te pasa igual que a mí.