Tengo varios libros en el cajón, envejeciendo. No sé si lo harán como el buen vino o, por el contrario, dejarlos ahí hará que se vuelvan vinagre, pero el caso es que no me decido a dejarlos volar.
Hay varias razones.
Una, seguro que la más potente, es que no son lo que se espera de una autora de romántica. Aunque personalmente no me considere eso, sé que es la imagen que se tiene de mí y dudo mucho que estos textos vayan a encontrarse con los lectores potenciales que podrían ser su público objetivo. Pienso que mucha gente, que me conoce por mi otra faceta, se sentiría decepcionada si tropieza con historias que son duras y que, de ninguna manera, tienen el final feliz que se supone para el género que llevo publicando un tiempo.
Otra razón es que se me da muy mal eso de crear una portada, de acertar con ella. Ya metí la pata con Brianda, estropeé el impacto que una historia que considero muy potente -aunque puedo estar equivocada y de hecho lo estaré- podía tener a primera vista. Se quedó perdida y eso me dio mucha pena, porque trabajé muchísimo en ella. No solo en la documentación del Siglo de Oro, sino en encajar todas las piezas de una historia que es mucho más que una novela de aventuras y magia.
También pesa el que no quiera confundir a la gente y que me niegue a usar seudónimo. De momento, quiero que lo que escriba lleve mi nombre, independientemente de si se trata de un género u otro. Eso ya sé que va contra las leyes del marketing, pero es lo que siento, que sería deshonesta conmigo misma si lo hiciera de otro modo. Yo soy yo siempre, con luces y sombras.
Y sin esa parte, estaría incompleta.
Hace unos años, en la Feria del Libro de Madrid, hablando con Víctor del Árbol me dijo una cosa. Una frase que no se me ha olvidado a pesar del tiempo transcurrido: "Escribe lo que sientas que quieres escribir". Sigo su consejo, aunque para mí, de momento, esté vetado el publicar estas otras historias. Necesito un nombre para que al lector le dé igual si cuento una historia de amor o, lo contrario, una en la que pese más esa otra faceta del amor que también existe y que arrasa cuando se pone frente a tus ojos, el lado oscuro del desamor. Sé que en eso hay más verdad y más emociones que en cualquier otra cosa que haya escrito, pero también entiendo que no todo el mundo está dispuesto a dejarse llevar de la mano a la parte más difícil de una relación, darla por concluida, desvincularse de la persona a la que se ama cuando no es uno quien toma la decisión de marcharse, sino que se la encuentra.
Un día, de pronto, de la manera más tonta e inesperada.
Hoy, quizá porque sigo sin rendirme del todo, he estado mirando fotos para portadas y he vuelto a constatar que no se me dan bien, que aunque yo sola quisiera salir a la palestra con esta historia, aunque venciera todos los inconvenientes que acabo de exponer, me ocurriría lo mismo que con Brianda: la acabaría estropeando del todo. Y he vuelto a cerrar la página y a dejar a oscuras esas novelas.