Siempre digo que la peor manera de acabar una historia es dejarla en puntos suspensivos. Colgando del último, aferrada a él, se queda la esperanza. La de que un día esa persona regrese y nos volvamos a sentir arropados en aquella historia que nos llenó tanto. Pero no te engañes, con esa secuencia imperfecta, con ese final que no sabes si lo ha sido, se marchan también la felicidad completa, las risas tontas, los besos en el pelo y las dichas compartidas.
Los planes.
El futuro.
Los sueños.
Los deseos.
No te engañes.
La vida no es una novela que se pueda reescribir para que todo encaje. La vida fue y los días dulces se marcharon. Se fueron incluso las tormentas y ya no queda nada.
Ese abrigo verde colgado del perchero de unos puntos que, en el final de una historia, nunca deberían ser suspensivos.
Por el bien de tu corazón.