Hace unos años me acerqué al registro de la propiedad intelectual para registrar mi primera novela. El objetivo, como he dicho mil veces, era documentar un proceso en primera persona, porque tenía que dar una charla sobre autoedición y siempre he sido bastante suicida. No se me ocurrió mejor idea que hacerlo de primera mano, con la primera novela que escribí (con todas las carencias que puede tener una primera novela escrita con veinte años).
No pudo salir mejor.
Años después, sigue siendo una novela que se lee a diario (eso lo sé porque Amazon me da esos datos) y, a pesar de algunos tropezones, ha ido incluso mejor de lo esperable en mis sueños más locos.
Hoy me enfrento a un reto. Uno que puede ser igual de suicida que aquel que emprendí entonces, y es poner en marcha otra novela que tiene mucho que ver con ella. No creo que sea una segunda parte, sobre todo porque el tema no tiene nada que ver y porque me he esforzado mucho en que se pueda leer de manera independiente, sin tener en cuenta la primera. Claro que hay datos que las relacionan y tenía que ser así porque los protagonistas son los mismos. Ha pasado el tiempo y ellos han madurado, su vida ha seguido y ahora se enfrentan a otro momento vital.
No será una novela juvenil, sino ficción contemporánea. Los mismos personajes, como he dicho, pero en otro momento y con otras preocupaciones radicalmente diferentes.
Ahora, en unos minutos, pondré en marcha en plan que tengo para ella. No tengo ni idea de qué va a suceder, pero la verdad es que, releyendo esta mañana algunos fragmentos (sí, ya sé que dije hace días que no la tocaría, pero no he sido capaz) me siento orgullosa de ella. Mantiene el mismo tono, el mismo narrador, tiene fragmentos de humor y lo que esperaba de ella, ya lo tengo.
Lo demás, como la otra vez, será un regalo.
Volveré a ver al maestro, a contarle a mi manera que sigo aprendiendo, que no me rindo a pesar de todo.
Porque rendirse antes de empezar, es absurdo.
No pudo salir mejor.
Años después, sigue siendo una novela que se lee a diario (eso lo sé porque Amazon me da esos datos) y, a pesar de algunos tropezones, ha ido incluso mejor de lo esperable en mis sueños más locos.
Hoy me enfrento a un reto. Uno que puede ser igual de suicida que aquel que emprendí entonces, y es poner en marcha otra novela que tiene mucho que ver con ella. No creo que sea una segunda parte, sobre todo porque el tema no tiene nada que ver y porque me he esforzado mucho en que se pueda leer de manera independiente, sin tener en cuenta la primera. Claro que hay datos que las relacionan y tenía que ser así porque los protagonistas son los mismos. Ha pasado el tiempo y ellos han madurado, su vida ha seguido y ahora se enfrentan a otro momento vital.
No será una novela juvenil, sino ficción contemporánea. Los mismos personajes, como he dicho, pero en otro momento y con otras preocupaciones radicalmente diferentes.
Ahora, en unos minutos, pondré en marcha en plan que tengo para ella. No tengo ni idea de qué va a suceder, pero la verdad es que, releyendo esta mañana algunos fragmentos (sí, ya sé que dije hace días que no la tocaría, pero no he sido capaz) me siento orgullosa de ella. Mantiene el mismo tono, el mismo narrador, tiene fragmentos de humor y lo que esperaba de ella, ya lo tengo.
Lo demás, como la otra vez, será un regalo.
Volveré a ver al maestro, a contarle a mi manera que sigo aprendiendo, que no me rindo a pesar de todo.
Porque rendirse antes de empezar, es absurdo.