Me lo
he preguntado a menudo, por qué libros que tienen un argumento solvente, que
resuelven una historia atractiva interesando a los lectores que se deciden finalmente
a acercarse a ellos, que utilizan además el lenguaje de manera eficiente, al
final no acaban de despegar y se pierden en el olvido.
Por qué son, al final, libros minoritarios.
La
publicación digital está poniendo de manifiesto más que nunca este fenómeno
porque hoy en día empiezan a salir a la luz todas esas novelas que hasta hace
poco no encontraban acomodo editorial y dormían tranquilamente en los cajones
más ocultos. Los autores podemos, con un poco de paciencia, lanzar en cualquier
de las plataformas disponibles en la red nuestros manuscritos. Las herramientas
de promoción son exactamente las mismas para todos: redes sociales como
Facebook, Twitter, Tuenti… foros y blogs, y todos las utilizamos.
Entonces,
¿qué es lo que falla?
De mis
cuatro novelas, no me puedo quejar nada de tres de ellas: Detrás del cristal va
perfectamente desde el primer momento; La arena del reloj sigue colocándose
periódicamente entre las biografías más vendidas de Amazon en formato kindle
(ahí, codeándose con el Papa…) y Su chico de alquiler… pues como siempre. A
pesar de su vespino cutre, muchos días aprieta el acelerador y se vuelve a
colocar en las primeras líneas de la parrilla de salida. La cuarta novela, sin
embargo, nunca ha acabado de despegar.
Hablo
de El medallón de la magia.
Me
gusta esta historia. Es una novela para niños, pero con ciertos guiños que
hacen que pueda ser leída por adultos. Me gusta Alonso, un fantasma que a pesar
de estar en pleno siglo XXI habla como si todavía viviera en el Siglo de Oro.
Creo que de todos mis personajes es el que más me gusta, por la mezcla de
bravuconería e inocencia que refleja.
Ha
tenido reseñas positivas.
Los
comentarios no están mal.
Lo que me llega de la gente real que la ha leído es bueno, sin
embargo, seamos sinceros, no acaba de funcionar del todo.
Esto,
en realidad, no es malo porque me permite aprender. Quizá no es conveniente
hacer algunas cosas que hice en esa novela, como dejar el final mínimamente
abierto. Sé, también, que me equivoqué con la primera portada, demasiado oscura
para una novela que es mucho más divertida que siniestra. Vale, la cambié, pero
tampoco es que la siguiente me saliera mucho mejor… He pensado en algo que
siempre dicen:
"nunca
hay una segunda oportunidad para causar una buena impresión"
Pasa
con todo en la vida, no sólo con las novelas. La primera vez que alguien se
presenta ante ti es un libro en blanco por escribir y como empiece con borrones…
eso no hay manera de levantarlo. Para bien o para mal, lo primero que se ve de
cada persona no es su alma sino su apariencia. Si alguien te parece
desagradable, malo o estúpido, es complicado cambiar esa opinión. Supongo que a
los libros, les pasa algo parecido. Si no te atrae el envoltorio no lo abrirás.
Si no sientes desde el principio que lo quieres leer, no lo harás.
A pesar
de todo, sigo escribiendo una segunda parte de esta historia, aún corriendo el
riesgo de que tenga poco público. ¿Por qué? Porque a mí, si me gusta.
* He tenido que modificar esta entrada porque Alonso, en la historia, no aparece en el XIX sino en el XXI. Acabo de darme cuenta de que necesito repasar los números romanos!!!