Hoy, 26 de junio, se cumplen 20 años desde que la editorial Bloomsbury sacó a la venta la primera de las novelas de la saga, Harry Potter y la Piedra Filosofal.
Los créditos que aparecen en la fotografía son los del libro que tengo en casa. Está en inglés y costó 5,99 libras. Tiene una imagen diferente a la que conocimos en España, cuando fue editado por Salamandra. Lo único que tienen en común ambas portadas es que son horrorosas, de esas que seguramente que si alguien de mucha confianza no te recomienda el libro, no se te ocurriría cogerlo en la tienda.
Por fortuna, a pesar de la portada, a pesar de que solo salieron unas 500 copias de la primera edición, el pequeño mago convenció casi de inmediato y fue todo un fenómeno literario. En mi entorno ha sido capaz de convertir a muchos niños en ávidos lectores, muchos cuyo primer encuentro con un libro largo fue precisamente una de las historias de Harry. Eso, para mí, ya le da un valor incalculable a las palabras de J.K. Rowling.
Se cuentan muchas cosas del difícil comienzo de esta novela. La primera, que una docena de editoriales rechazaron el manuscrito de la autora, incapaces de intuir el impresionante potencial de una historia en la que la realidad y la ficción son capaces de convivir.
Recuerdo cuando la empecé a leer, veía a un niño maltratado que, de pronto, encontraba su lugar en el mundo. Aparte de la magia, claro.
Al éxito de esta primera novela le siguió la película, las demás novelas de la saga que eran esperadas por millones de seguidores en el mundo (yo misma las leí en inglés, incapaz de esperar los seis meses que tardaban en traducirlas al castellano), una obra de teatro, exposiciones, parques temáticos... Harry Potter es una máquina de hacer dinero, pero me quedo sin duda con los sueños que despertó en montones de personas.
Porque, quizá a mí, también me despertó. Llevaba mucho tiempo sin escribir, postergando algo que había hecho toda la vida, pero que los años de Universidad frenaron por razones obvias. Leer estos libros fue convencerme de que podía volver a intentarlo. Sabía lo que disfrutaba escribiendo, inventando y me permití volver a soñar yo también con algo que había vetado para mí de manera inconsciente.
Así que hoy, estoy de celebración.
Las gafas ya las llevo todos los días, tengo una cicatriz (en una ceja) desde que era pequeña, así que solo me falta una varita (quizá un boli sirva) y puedo empezar a hacer magia.
Los créditos que aparecen en la fotografía son los del libro que tengo en casa. Está en inglés y costó 5,99 libras. Tiene una imagen diferente a la que conocimos en España, cuando fue editado por Salamandra. Lo único que tienen en común ambas portadas es que son horrorosas, de esas que seguramente que si alguien de mucha confianza no te recomienda el libro, no se te ocurriría cogerlo en la tienda.
Por fortuna, a pesar de la portada, a pesar de que solo salieron unas 500 copias de la primera edición, el pequeño mago convenció casi de inmediato y fue todo un fenómeno literario. En mi entorno ha sido capaz de convertir a muchos niños en ávidos lectores, muchos cuyo primer encuentro con un libro largo fue precisamente una de las historias de Harry. Eso, para mí, ya le da un valor incalculable a las palabras de J.K. Rowling.
Se cuentan muchas cosas del difícil comienzo de esta novela. La primera, que una docena de editoriales rechazaron el manuscrito de la autora, incapaces de intuir el impresionante potencial de una historia en la que la realidad y la ficción son capaces de convivir.
Recuerdo cuando la empecé a leer, veía a un niño maltratado que, de pronto, encontraba su lugar en el mundo. Aparte de la magia, claro.
Al éxito de esta primera novela le siguió la película, las demás novelas de la saga que eran esperadas por millones de seguidores en el mundo (yo misma las leí en inglés, incapaz de esperar los seis meses que tardaban en traducirlas al castellano), una obra de teatro, exposiciones, parques temáticos... Harry Potter es una máquina de hacer dinero, pero me quedo sin duda con los sueños que despertó en montones de personas.
Porque, quizá a mí, también me despertó. Llevaba mucho tiempo sin escribir, postergando algo que había hecho toda la vida, pero que los años de Universidad frenaron por razones obvias. Leer estos libros fue convencerme de que podía volver a intentarlo. Sabía lo que disfrutaba escribiendo, inventando y me permití volver a soñar yo también con algo que había vetado para mí de manera inconsciente.
Así que hoy, estoy de celebración.
Las gafas ya las llevo todos los días, tengo una cicatriz (en una ceja) desde que era pequeña, así que solo me falta una varita (quizá un boli sirva) y puedo empezar a hacer magia.