Hay momentos en la vida en los que se produce un fenómeno extraño: lo que sentimos no se corresponde con lo que estamos viviendo. ¿Os ha pasado? Es como si el cerebro se desconectase de alguna manera y fuera incapaz de registrar la realidad circundante, moviéndose por una paralela.
La no correspondencia es difícil porque impide disfrutar plenamente de los éxitos, por pequeños que sean, de las cosas sencillas que hacen que nuestro paso por aquí merezca la pena. O al contrario, maximiza lo cotidiano, engorda hasta los más mínimos detalles haciéndonos creer que nos podemos comer el mundo. Nos mantiene en un equilibrio inestable, caminando por una navaja demasiado afilada.
No lo había pensado así cuando empecé a escribir, pero estoy pensando en la no correspondencia en el amor. El dolor de quien siente solo es inmenso, pero yo, que no puedo dejar de pensar, me he intentado poner en el otro lado, en el de la persona que recibe ese amor que es incapaz de corresponder. Cuando uno ama el tiempo cura. Cuando uno ama está vivo y en cualquier momento puede reorientar ese sentimiento hacia otra persona. Pero, ¿qué pasa cuando eres amado y no puedes dar al otro lo que necesita? Tiene que ser doloroso saber que, aunque no quieras, estás haciendo daño a una persona que te quiere.
Hay que dormir por las noches, porque si no se escriben cosas muy raras...