Esta mañana
me he despertado con la noticia de que el escritor Lorenzo Silva ha sido el ganador de la 61 edición del premio
Planeta por su novela La marca del
meridiano. Finalista del mismo premio ha sido la periodista Mara Torres,
con la novela La vida imaginaria.
Lorenzo
Silva tiene una impresionante trayectoria literaria, no sólo por los premios
que ha ido acumulando (recibió el Premio Nadal del año 2000 por su
obra El alquimista impaciente y fue finalista de ese mismo premio
en 1997 con La flaqueza del bolchevique, una novela que posteriormente fue
llevada al cine), sino porque a día de hoy es ya una autoridad en lo que a
novela negra se refiere. Su aguda crítica se deja ver en los artículos de
prensa en los que colabora y en las entradas de su blog personal.
En
condiciones normales hoy sería un día de fiesta para mí. Admiro a Lorenzo por
cómo escribe, sigo su blog
desde hace tiempo y en la Feria del Libro de Madrid viví un momento muy
especial cuando mi hijo Alex, que es seguidor de Lorenzo a pesar de su corta
edad, se acercó a la caseta para que le firmase su ejemplar de Niños Feroces, una novela que le encantó, que reseñó en su blog
y que conserva en su memoria como una de las mejores que ha leído. Ver la cara
de felicidad que tenía mi hijo y las palabras cariñosas que le escribió en la
dedicatoria Lorenzo, así como leer el post que el autor hizo en su blog días
después a las sensaciones que le produjo encontrarse con que, a pesar de los
tiempos que vivimos, todavía hay esperanza, que quedan niños como él que serán
un día adultos, preocupados por aprender, por formar su criterio y por crecer
como personas en medio de estos tiempos convulsos, fue mágico.
El día
27 de este mes, dentro de las actividades de Getafe Negro, el festival de novela policiaca de Madrid, hay programada
una mesa redonda a las ocho de la tarde, a la que han llamado Las leyes de la frontera, donde el
autor conversará con el escritor Javier Cercas
(autor de Soldados de Salamina). Teníamos pensado ir, regalarle a Alex
un recuerdo de esos que conservas siempre en la memoria. Queríamos escuchar la
conferencia y pasar una tarde especial pero ya no sé si podremos.
Ayer me
robaron las cuatro ruedas del coche.
Supongo
que no soy la primera ni la última persona del mundo a quien le pasa esto, pero
eso no me consuela. Sé que hay miles de cosas que te pueden pasar que son
infinitamente peor que esto. Sé que es algo que se arregla con dinero. Sé que
hay seguros. Sé que se me olvidará, que dentro de un tiempo sólo será un
recuerdo difuso, una anécdota que contar.
Lo sé.
Pero a
la vez, sé que me siento mal. Que cuando baje a mi garaje, que es donde me
robaron, lo haré con miedo. Sé que durante un tiempo no dormiré tranquila por
si se repite. Sé que es injusto, que me ha costado muchísimo comprar mi coche
para que ahora llegue alguien y por la cara se apropie de parte de él.
Me da
rabia que alguien, por avaricia, por quien sabe qué negocio oscuro hará con mis
ruedas (me estoy imaginando que las venderá a través de internet), hoy no me
sienta todo lo bien que me debería sentir y que, probablemente, tenga que
privarle de ese recuerdo a mi hijo.
Indignada.
Dolida.
Cabreada.
Rabiosa.
Triste.
Así me
siento, a pesar de que los adjetivos de hoy, deberían ser otros. Haré el
esfuerzo mental de cambiarlos.
Si
puedo.