Hola.
Sé que lleváis viendo el blog abandonado semanas, en cualquier momento me van a invadir las telarañas, pero no es por vaguería. Por una vez, y sin que sirva de precedente, tengo una excusa.
Bueno, más bien NO TENGO.
NO TENGO ORDENADOR.
Llevo más de un mes haciendo uso del portátil de mi hijo, un nido infecto de virus que me tiene loca. Para mirar cualquier cosa tengo que apartar una selva de publicidad que no sé de dónde sale, se abren páginas a lo loco, va como una tortuga...
Soy muy paciente. Tanto que ni siquiera tengo ADLS, me las arreglo con una conexión USB a internet y aunque a todo el mundo le ponga de los nervios su lentitud, yo me siento bien con ella. Me compensa poder llevarlo allá donde vaya. Sin embargo, esto de ahora, me supera.
A finales de mes, no sé cómo, haré el sorteo del libro que tengo pendiente (iba a poner el enlace de la entrada para que pudierais pinchar pero cualquiera se atreve, igual buscarlo me obliga a cerrar después doce páginas, mejor lo dejo) y después me voy a tomar vacaciones. De blog, de redes y de escritura. Aplazo todos los proyectos porque no tengo prisa (nadie me está esperando) y porque así no hay quien trabaje.
Esta mañana, aprovechando que estaba en Madrid, he estado mirando ordenadores. He vuelto a casa aún más frustrada porque no me puedo permitir ni siquiera los que no me gustan. Junto a la frustración me he traído otro pensamiento: ¿y si es una señal? ¿Y si lo que de verdad me está diciendo es que me dedique a otra cosa, que ya está bien, que me tome vacaciones? Como no lo sé, lo iré meditando.
Sin ordenador, claro.
No tengo.
Pretender hacer una casa sin ladrillos es un poco difícil. Escribir un libro se puede, pero publicarlo en las redes sin ordenador... eso ya es directamente imposible. Soy de creer en imposibles pero esta vez como que no lo veo.