Sinopsis
(extraída de Amazon):
Toledo, 1485.
El Santo Oficio juzga a un hombre por su
supuesta vinculación con una Orden secreta, enemiga de la Iglesia.
Madrid, 2012.
Carla Martín sufre la muerte de su padre.
Casi al mismo tiempo, los dos amigos íntimos de éste son asesinados en extrañas
circunstancias…
Éste es el punto de partida de una aventura
en la que una trepidante sucesión de acontecimientos terminan poniendo al
descubierto la verdadera identidad de los tres muertos y el impresionante
secreto que protegían, uno que, de hacerse público, arruinaría a la Iglesia.
El Vaticano, con el cardenal Candutere a la
cabeza, y en su afán de protegerse, dirige dos acciones paralelas semejantes a
las que desarrollaban en los tenebrosos días de la Inquisición.
Varios episodios de intensísima acción, en
los que se suceden asesinatos, traiciones, dobles juegos, pistas y
descubrimientos, serán la antesala de un sorprendente desenlace que afectará,
no solo a los protagonistas directos de la historia, sino a toda la humanidad.
A veces
los libros te llaman. De verdad.
Había
visto este libro de Eduardo Perellón en Amazon, y me llamó la atención la
portada, sobre todo porque no entendía qué tenía que ver con el título, así que
me dispuse a leer la sinopsis, por si me daba una pista. Y ahí, de pronto, me
encontré que empezaba en Toledo en 1485, narrando un proceso de la Inquisición,
para más tarde trasladarse a nuestros días. Supe que tenía que leer este libro
sí o sí, porque es un tema del que he leído bastante y me interesa. Pero no
acabó ahí. Coincidí con Eduardo en Twitter, donde empezamos a retuitearnos y,
para rematar, Blanca Miosi hizo una reseña del libro que leí con interés.
Ahí,
definitivamente, supe que lo leería.
Procuro
seguir un orden de lectura, y digo procuro porque no hay manera. Se me ocurrió,
nada más comprar el libro, empezar a leer. Un poquito. A ver qué tal… y ya no
pude dejarlo. Abandoné la lectura de otro libro y me sumergí en las más de
seiscientas páginas de El pozo de Harod, que se me han acabado haciendo cortas.
Mis impresiones.
Siempre
digo que no hago reseñas al uso, que escribo sensaciones de lectura, las
huellas que cada libro me van dejando. Este empezó bien, narrando un hecho
sucedido siglos atrás con un realismo tal que pone los pelos de punta. Las
torturas a las que someten a Pedro de Villanueva, por defender sus ideas, me
hicieron pensar que los inquisidores que retrato en El medallón de la magia
habían pasado por una conversión mental (mía) que casi los había dejado en
malos de Walt Disney. Todo era tan cruel y tan cierto que te hacía plantearte
cómo los hombres pueden llegar a ser tan
inhumanos con los de su misma especie, tan solo por conservar el poder.
En
cuanto la novela se traslada a la actualidad, el ritmo de la narración es
diferente, incluso el lenguaje cambia, pero siguió arrancándome emociones que
venían muy de dentro. Siempre digo que jamás lloro con los libros y en este
caso me salté mis propias costumbres. Hubo un momento en el que me derrumbé y
no pude controlar las lágrimas porque cuando Carla Martín, la protagonista,
pierde a su padre, enfermo de cáncer, ella era yo y esa noche horrible que
vive, la última de su padre, se convirtió en otra noche que me tocó vivir en
primera persona. Eduardo me contó que nunca ha experimentado una situación como
esa y todavía me hizo creer más en él como narrador, porque ha sido capaz de
crear, imaginando, un momento que para otros fue en su día muy real.
Nunca
desvelo nada del contenido, ni rescato frases de los libros, pero hubo una en
este que me tocó y, con el permiso del autor, la comparto: "y en sus ojos,
aún cerrados, comenzó a llover". No se me ocurre una manera mejor de
expresar la emoción que esta, la verdad. No es una novela intimista, en cuanto
al género, podemos decir que estamos ante una novela de suspense y aventuras,
pero ello no quita para que en algunos momentos la prosa te envuelva en
sensaciones muy profundas.
El
narrador de El pozo de Harod, en tercera persona, nos va conduciendo a través
de un relato en el que los personajes tienen que ir desenmarañando pistas. En
esto tengo algo que contar: no soy muy hábil. Es facilísimo sorprenderme, pero
hubo un par de ellas que logré descifrar a la primera. Una de ellas tenía que
ver con un lugar geográfico que debían averiguar y lo supe al instante. Supongo
que tiene que ver con que he estado allí y con mi formación, porque en El
eterno olvido, de Enrique Osuna, me pasó lo mismo. Una pista sobre tres
ciudades la capté al vuelo. En este, además, fui capaz de ver la relación que
había en unos números que aparecían en una tabla también sin ninguna
dificultad. Las demás necesité que los personajes llegasen a sus propias
conclusiones para hilvanarlas…
La
cronología del relato es lineal, los hechos se van sucediendo ordenados, salvo
cuando aparecen referencias a documentos que van descubriendo y que los
protagonistas leen, trasladándonos al pasado. El autor elige para la novela una
estructura en 37 capítulos largos, a los cuales añade un prólogo y un epílogo.
El estilo ágil, directo, pero a la vez con un vocabulario amplio y rico hace
que avances en la lectura muy rápidamente, pero a la vez disfrutando de ella.
Los diálogos están muy presentes y acercan y definen a los personajes mucho más
de lo que lo hace el narrador. Este procura no posicionarse, pero cuando se
trata de los "malos" a veces no lo puede evitar y se le escapan
algunos pensamientos sobre ellos que pueden condicionar de alguna manera al
lector. Es lo único que podría haber tratado de evitar, pero tampoco creo que
esté mal.
Los
personajes que aparecen durante la novela son muchísimos. Destaca Carla Martín,
la hija de Luis Martín, gran Maestre de la Orden del Ocho, una orden que lleva
existiendo según el relato desde hace miles de años, y que defiende una postura
de la religión más acorde con las enseñanzas bíblicas que la que ha mostrado la
Iglesia de Roma. Carla es valiente y decidida y cuenta con Pablo, un joven
arqueólogo, reconvertido a informático, como ayudante para resolver los
misterios. Junto a ellos, en la primera parte, también tendrán a Inaki, hermano
de Carla, que resulta ser esencial en la historia. Frente a todos, el Cardenal
Candutere, que busca eliminar a la Orden y destruir cualquier prueba de su
existencia. Un personaje siniestro le acompaña: Franek, un mercenario a sus
órdenes sin ningún escrúpulo. Además de estos, aparecen muchos otros que sirven
para completar este mosaico, pero que no os voy a desvelar: los tendréis que ir
descubriendo al leer.
Como he
dicho, las sensaciones de lectura son muy buenas y además ocurre algo peculiar
con esta novela: cuando crees que ha terminado tienes ante ti más de medio
libro sin leer. De pronto da un giro inesperado y la historia crece de nuevo,
ofreciendo si cabe, y en mi humilde opinión, lo mejor de sí misma. Pero no
acaba ahí, otra vez cerca del final vuelve a girar y sorprende aún más.
La
novela creo que puede interesar a quienes les gusta sumergirse en novelas con
trasfondo histórico, cargadas de aventuras y misterios.
¿El
título? En el libro se explica…