Uno de los primeros blogs que seguí cuando me introduje en este mundo de la blogosfera fue Serendipia. Reconozco que en la cabecera del blog de Mónica Gutiérrez Artero descubrí esta palabra y fue mi curiosidad lo que me empujó a indagar en su significado.
“Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual o por destino, o cuando se está buscando una cosa distinta.”
Con nosotras, las cosas sucedieron exactamente de ese modo. No sé lo que estaba buscando cuando aterricé en su blog, realmente fue un descubrimiento inesperado y, con el tiempo, sé que también afortunado y valioso, pues tras la elegancia con la que se reseñaban los libros en ese blog había y hay una persona maravillosa. Excelente compañera y mejor amiga.
Todavía eso no lo sabía, aunque estaba segura de que, tras las reseñas que escribía con tanta pasión, habitaba una enorme narradora. Con ella, descubrí un género que para mí tiene y tendrá siempre su nombre: el feelgood.
BIOGRAFÍA LITERARIA
Mónica Gutiérrez Artero nació y vive en Barcelona.
Es licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, y en Historia por la Universitat de Barcelona, y la mayor parte de su carrera profesional la ha desarrollado en el ámbito de la comunicación y la enseñanza.
Empezó a escribir ficción cuando todavía era una niña, en la escuela, donde sus maestros se dieron cuenta de la enorme capacidad que tenía para transmitir con las palabras. En el instituto, Mónica ganaba cada año los premios Sant Jordi de narrativa breve y poesía, primeros pasos necesarios para ir construyendo los cimientos de lo que sería en el futuro su recorrido como narradora.
Escribe despacio, porque a veces sus actividades personales no le dejan tiempo, pero se ha propuesto que nunca pase una semana sin escribir un capítulo y quizá por eso lleva una trayectoria pausada pero constante. Lectora de todos los géneros, considera que un buen libro es aquel que está exquisitamente escrito y que emociona. Busca en sus lecturas originalidad y estilo, y le encantan los personajes excéntricos, las comedias clásicas y reconocer a un autor por su prosa.
En ella, como narradora, todas estas características están conseguidas.
Lo que le hizo tomarse en serio esto de ser escritora de ficción fueron dos cosas: ganar el Premio Narrativa Breve de la Universidad de Barcelona (2006) y leer a D. E. Stevenson y “La sociedad literaria y el pastel de patata de Guernsey”. El jurado del premio, catedráticos universitarios, la animaron a enfocarse a la escritura. Pero si algo fue definitivo fue descubrir el género feelgood de la mano de Stevenson, el empujoncito que necesitaba para pensar en una novela. Cuando terminó el libro de Shaffer se dijo: “yo quiero escribir así, justo así, contando historias pequeñas de personajes pequeños, hacer sonreír al lector”.
LA CORRECCIÓN COMO MARCA PERSONAL
Mónica Gutiérrez dice que en Historia le enseñaron a pensar y en Periodismo a escribir con corrección. Todo lo que sabe de semiótica, gramática, lingüística..., lo aprendió en la Facultad de Periodismo. Una de las cosas que compartimos es el no comprender que alguien publique sin saber escribir con corrección. Al fin y al cabo, las palabras y sus mecanismos de conexión, son las herramientas del escritor y es una obligación saber manejarlas con soltura. Sabemos que existen los correctores que pueden acabar de encontrar esos pequeños fallos que todos inevitablemente cometemos, pero deben ser eso, pequeños.
El trabajo principal siempre tiene que ser obra del escritor que firma la obra.
SERENDIPIA, EL BLOG.
Hace unos diez años, Mónica decidió abrir un blog de reseñas literarias para compartir con otros lectores sus libros preferidos. La idea que tenía en mente era que reseñar lecturas le ayudaba a mejorar la fluidez y la expresión, a resumir, a opinar con respeto y a analizar a fondo lecturas que le encantan. Se puso manos a la obra y construyó un espacio en el que, además, ofrecía un extra que no tiene casi ninguno de los blogs que sigo, incluido el mío, y es que ella siempre reelabora las sinopsis de las novelas. Tanto es así que, en una de las que hizo a uno de mis libros, le pedí permiso para utilizarla en lugar de la mía, porque era infinitamente mejor.
Recuerdo Serendipia como un remanso de paz. Siempre que entrabas a leer su opinión de una novela te ibas con una sensación maravillosa, aunque la mitad de las veces ni siquiera hubieras oído hablar del libro. Porque, otra cualidad de Mónica es que lee alentada en exclusiva por sus deseos lectores: busca libros que le llamen la atención y la da lo mismo si son de hoy de ayer o de hace un siglo. En todos ellos descubre valores positivos y sus impresiones de lecturas despiertan el deseo de quienes están al otro lado de la pantalla.
Más de una vez, sus recomendaciones han acabado siendo lecturas para mí.
Hace un tiempo, cuando su nombre como escritora empezó a sonar con fuerza, trasladó su blog y usó su nombre para presentarlo, pero siempre, de alguna manera, será Serendipia, porque el espíritu de esta escritora de raza está presente en él.
CUÉNTAME UNA NOCTALIA.
Estábamos a finales de 2012 cuando recibí un correo de Mónica. Yo ya había publicado algunos libros y ella me preguntó si me apetecía leer uno que acababa de terminar. Me sorprendió mucho, la verdad, porque aunque yo sabía que detrás de la persona que firmaba las reseñas de su blog había alguien que escribía muy bien, no tenía ni idea de que estaba inmersa en una novela. Ella es tímida y esa timidez le había hecho no decir una sola palabra de su proyecto, como tampoco había contado en público sus logros literarios ni sus premios.
Sin saber qué me iba a encontrar, empecé a leer
Cuéntame una noctalia (Amazon, 2012).
Fue una delicia perderse por las páginas de un cuento de invierno, ambientado en Mic Napoca, un lugar tan inolvidable que, por más que pasan los años, siempre recuerdo. Sobre todo cuando entro en Pedraza (Segovia), que no es ni por lo más remoto el pueblo de su novela, pero que para mí se convirtió, en la imaginación, en mi Mic Napoca particular.
Mientras leía, era capaz de sentir el frío de las calles o el calor de la chimenea. Podía oler las magdalenas del Sinaloa, podía sentirme parte de esa historia en la que, además, iba en zapatillas. Porque eso es el feelgood y esa es la magia de Mónica, en hacerte sentir en casa y bien, muy a gusto entre sus palabras que se convierten en sensaciones que se quedan contigo.
La novela hizo que yo, y como yo muchas más personas, descubriéramos que hay libros que tienen mucha magia envuelta en el relato de la sencillez de las cosas cotidianas. Que una taza de té al calor de la chimenea es tan emocionante como veinte asesinatos en serie, aunque te deja mejor el cuerpo, por supuesto.
UN HOTEL INOLVIDABLE
Después de esa experiencia, llegó
Un hotel en ninguna parte (Amazon, 2014). Otra vez tuve la inmensa suerte de descubrirlo un poco antes que los lectores y, si en la primera novela me había sentido bien, esta superó todas mis expectativas.
Es una novela epistolar, pero con cartas del siglo XXI; son los correos electrónicos sin respuesta los que constituyen el armazón de esta novela. Varios personajes van contando una historia que sirve de hilo conductor, y que tiene que ver con un camino en mal estado que hace que el hotel se convierta prácticamente en inaccesible. Pero no es eso lo que importa en este libro: son todas las pequeñas historias que contiene, los magníficos personajes que están caracterizados a la perfección. Unos, a través de las palabras que van escribiendo en esos correos. A otros los conocemos a través de los primeros.
Prima en la novela un excelente sentido del humor que convierte las situaciones muchas veces en cómicas.
EL SALTO AL MUNDO EDITORIAL
No hacía falta ser un lince para darse cuenta de que Mónica Gutiérrez enseguida acabaría llamando la atención de una editorial tradicional. No solo por la maestría que muestra en el uso de las palabras, en la imaginación que desborda en sus historias y ese sentido del humor tan especial, sino porque
Un hotel en ninguna parte batió records de ventas y de permanencia en el top de las novelas más vendidas en Amazon. Y, no solo eso, convenció a lectores poco propensos a leer nada de este género que acabaron rendidos a sus pies.
La primera novela con editorial de Mónica fue
El noviembre de Kate (Roca, 2016). Otra vez, no sé si pretendiéndolo o no, una de sus novelas volvía a ambientarse en invierno. Eso tienen en común sus tres primeras novelas, el frío que invita a tomar un té calentito, un frío que solo es escenario, porque la calidez de la escritura lo inunda todo. Una tormenta de nieve hace que los personajes se queden encerrados durante unos días en una casa, pero dentro se puede estar en calcetines porque así es como te sientes.
LA LIBRERÍA DEL SEÑOR LIVINGSTONE
Mónica Gutiérrez participó en la antología
La librería a la vuelta de la esquina con un relato en el que aparecía una librería extraordinaria. Cuando lo leí, creo que le dije lo mismo que todo el mundo, que quería que me contase muchas más cosas de aquella librería, que me había enamorado del escenario que había planteado en ese cuento.
No tardó mucho en publicar
La librería del señor Livingstone, la novela que constituía su vuelta a la autoedición. Si hay algo que tiene claro es que quiere mantenerse como autora híbrida, unas veces publicando con editorial y otras probando suerte en solitario con sus historias. La verdad es que la suerte la necesita poco, porque si has leído a Mónica quieres volver a ella.
Y LLEGÓ EL VERANO
Mi teoría de que en Mónica el invierno era el protagonista casi absoluto de su narrativa se vino abajo con su siguiente novela: nada más bajar del coche en el pueblo de su infancia, Serralles, Helena recibe una bofetada de calor. Recuerdo que cuando vi el título de esta novela,
Todos los veranos del mundo (Roca, 2018), pensé que tal vez Mónica había decidido cambiar de registro, que era posible que estuviera ante una novela diferente a las anteriores, pero no fue así. Otra vez encontré las mismas sensaciones, aunque esta vez sí que hay algo más de romance. Transmite paz, nostalgia, felicidad… pero que también hace pensar. No recuerdo que en ningún otro de sus libros me parase tanto a poner señaladores de colores a las frases que me iban llegando dentro.
Y eso que me lo bebí, que solo me duró una tarde de verano porque no podía dejar de leer.
Eso es algo que siempre busco en los libros y que después me hace sentir culpable. Quiero libros que me evadan del mundo, que me hagan olvidar los problemas cotidianos y
Todos los veranos del mundo lo consigue.
ALICE LOVELACE
Mónica es una aventurera, aunque su timidez le impida verse a sí misma en el espejo de este modo. Lo es porque un día decidió que tenía ganas de cambiar de registro y lanzarse a escribir una novela de fantasía y para ello eligió un seudónimo. Alice Lovelace fue el nombre elegido para presentarse. De pequeña, una de sus maestras le dijo que le gustaban sus relatos porque estaban justo en el límite entre la realidad y la fantasía. Quizá siempre es así, sus novelas, aunque se muevan en la realidad, tienen determinados toques fantásticos, pero en ninguna predomina la fantasía como en esta,
El invierno más oscuro (Amazon, 2018).
Otra vez en invierno se convierte en protagonista de sus páginas.
En esta novela, vampiros y humanos conviven, y Mónica construye una historia que cabalga entre el romance y lo paranormal, con el sello inconfundible del
feelgood subyaciendo en sus líneas. Y es que, aunque quiera desprenderse de alguna manera de su otro yo adoptando un seudónimo, la realidad es que su yo narrador siempre está presente en la novela. Es ella, es su voz la que inunda cada página, porque es de las personas que escriben desde el corazón y, en realidad, solo tenemos uno, por grande que sea.
UNA ANTOLOGÍA SOLIDARIA
Mónica Gutiérrez forma parte de esta antología de la que vengo hablando en todas estas entradas, Un 4 de febrero. Fue a través de ella por lo que yo supe del proyecto y me animé a participar. Su relato,
El truco de las naranjas, ha sido uno de los que más críticas positivas ha cosechado de los lectores,
quizá por la dulzura de su narrativa.
SU ESTILO LITERARIO
Las novelas de Mónica Gutiérrez Artero cuentan historias cotidianas con un punto de vista humorístico, al estilo de P. G. Wodehouse, E.F. Benson, Arnold Bennett o D.E. Stevenson. Se encuadran en el
feelgood, un género literario que tuvo su época de esplendor en la Gran Bretaña de la Segunda Guerra Mundial con autores como P. G. Wodehouse, Stella Gibbons, Dorothy L. Sayers, A. G. Macdonell, James Herriot, Frank Baker, E. M. Delafield, etc. Una tradición de género literario que hundía sus raíces en los inicios de ese mismo siglo y a finales del XIX, con autores que se desmarcaron de la literatura de Virginia Wolfe, D. H. Lawrence o James Joyce, por ejemplo, para seguir senderos más ligeros y algo singulares para la época, como E. F. Benson, Earl Derr Biggers, George Barr MacCutcheon, Winifred Watson, o Arnold Bennett, entre otros.
Pero más allá de las fuentes donde bebe su narrativa, Mónica tiene un estilo reconocible por el uso del lenguaje que hace, un lenguaje valorativo positivo que consigue que el lector sienta paz y termine sus libros con una sonrisa. Si somos como hablamos, diríamos que ella es un maravilloso y estupendo día de primavera, aunque sus novelas, casi en su totalidad, transcurran en invierno.
Como autora, reivindica la definición de literatura
feelgood y siempre que puede la recuerda, porque está cansada de que la confundan con otros géneros o que la desprecien. Como ella, yo pienso que hay novelas buenas y malas en todos los géneros literarios, es mezquino y simplista generalizar.
¿Conocéis a Mónica? ¿No? Estáis tardando.