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miércoles, 22 de enero de 2020

ESTA GENERACIÓN LITERARIA

Cierro la serie que he estado haciendo sobre mi generación literaria recopilando los enlaces de todas las entradas.

Estuve pensando si faltaría yo, pero en realidad no. Ellos son los que me han influido a mí y con quienes he compartido esta aventura, pero ellos son los de los logros y las buenas historias. Yo no he visto un número uno en Amazon, ni he ganado premios importantes, ni tengo un corto a partir de uno de mis relatos o una serie de televisión; yo no escribo tan bonito, ni tan profundo, no emociono tanto, ni siquiera soy tan popular. Si me apuráis, no tengo biografía ni para salir en la Wikipedia, y eso que ahí sale todo el mundo. Soy a la que más camino le queda de todos. Si he hecho esto es porque sé observar y alguien tenía que recoger sus historias.

¿Sabéis por qué?

Porque hay mucha gente como yo y pocas personas como ellos, y hay que combatir el ruido que a veces oculta la música. Por eso, aunque sea desde un blog que vemos tres, debe quedar por escrito quiénes son de verdad y quienes están porque en esta vida tiene que haber de todo.

Yo doy gracias por haberlos conocido y por seguir aprendiendo cada día de ellos.

Víctor Fernández Correas



Roberto Martínez Guzmán



Mayte Uceda



María José Moreno



Pilar Muñoz



Antonia J. Corrales



Mónica Gutiérrez



Laura Sanz

La imagen puede contener: 2 personas, incluido Ines De Antonio Pastor, lentes de sol, primer plano y exterior

viernes, 20 de diciembre de 2019

VÍCTOR FERNÁNDEZ CORREAS


Empiezo la serie dedicada a autores de mi grupo literario hablando de Víctor Fernández Correas. Llegó a mi mundo literario un día impreciso, no sé si de invierno o verano, solo recuerdo que un amigo común nos puso en contacto. Iba a ser una leve consulta, un ligero cambio de impresiones, pero aquella primera conversación fue más que eso, la puerta de entrada a muchas otras, la primera de un camino que decidimos, sin decidirlo en realidad, emprender al lado.

Comienzo con Víctor porque fue el primero en prestarse voluntario para esta recopilación de autores a los que me unen lazos literarios y de amistad. Autores vinculados a mí, y yo a ellos, a través de las palabras.



BIOGRAFÍA LITERARIA

Saint Denis (Francia) en 1974.

Hijo de emigrantes extremeños, sus raíces personales están repartidas entre en La Vera de Cáceres y Cuenca, de donde se siente hijo adoptivo. Actualmente vive en Madrid y se gana la vida como periodista freelance, consultor de comunicación, gestor de redes sociales y redactor de notas de prensa y comunicados, aunque su verdadera pasión son otras letras, aquellas con las que cuenta sus historias de ficción.

ALGUNOS PREMIOS

Víctor Fernández Correas arriba en la literatura en el 2000, con 26 años, tras ganar un certamen de relato corto en Valverde de la Vera (Cáceres). Animado por el resultado, se presenta al año siguiente y repite con un relato titulado Epílogo imperial. También en ese año resulta ganador del I Primer Certamen de Relato Corto 'Princesa Jariza' de Jaraíz de La Vera y en otro en Jerez de los Caballeros.

SUS NOVELAS

Son esos premios los que le hacen plantearse que tal vez pueda escribir una novela y se pone manos a la obra. El Epílogo imperial, ese primer relato, ampliado y documentado, acaba convirtiéndose en La conspiración de Yuste (La esfera de los libros, 2008), obra de ambientación histórica que narra los últimos coletazos del reinado de Carlos I de España y V de Alemania.


Cuatro años después, publica otra novela, La tribu maldita (Temas de hoy, 2012). Este año es realmente el momento clave en el que la autoedición da un vuelco al panorama literario en España. Las editoriales, que no esperan de ninguna manera el éxito que van a tener algunos autores que decidirán emprender su camino en solitario, tampoco cuentan con los tremendos cambios que se van a ir produciendo en el mercado. La reacción que tienen, buscar en esa bolsa de nuevos autores que Amazon, la plataforma de autoedición recién llegada a España, deja fuera del foco a Víctor Fernández Correas. Le sucede como a otros muchos escritores que apenas están empezando; su condición de autores nuevos, pero con estructuras editoriales que empiezan a dar síntomas de agotamiento, los deja momentáneamente de lado. Su libro, una recreación de qué le pudo ocurrir a ese grupo de treinta Homo heidelbergensis cuyo yacimiento —la Sima de los Huesos de la Sierra de Atapuerca en Burgos— excava verano tras verano el Equipo Investigador de Atapuerca, prácticamente pasa de puntillas por las librerías.



Los siguientes años, Fernández Correas no deja de escribir. Artículos, efemérides, esa vida en diez líneas de Word en Facebook que con tanto interés muchos esperábamos cada tarde, relatos… van llenando páginas de su página personal en las redes sociales, mientras en solitario sigue escribiendo novelas. Sabe que la autoedición es un camino que no ha explorado, pero quizá el haber conseguido publicar dos veces con editorial, y su carácter reflexivo y sereno, le hace no desistir en intentarlo de nuevo por el modo tradicional.  Participará en la antología Cervantes tiene quien le escriba (Ediciones Traspiés , 2016) para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del escritor alcalaíno y después publicará su tercera novela Se llamaba Manuel (Versátil Ediciones, 2018) que llegará avalada por un enorme éxito de crítica.

               



UN CORTOMETRAJE QUE AÚN NO SE HA ESTRENADO

En 2018, obtiene el premio del jurado por el relato Del color del aceite, en el Primer Premio Internacional de Relato Corto sobre Olivar, Aceite de Oliva y Oleoturismo, organizado por la asociación MásQueCuentos (MMQC). Publicado en la recopilación Tinta de Olivo (Editorial Lieberman, 2018), en este relato se basa un cortometraje, Love Aove, dirigido por el director Luisje Moyano que en enero podremos disfrutar y en cuyo rodaje ha participado.





Finalmente, en 2019, aporta un relato a la antología autoeditada Un 4 de febrero, a beneficio de la Fundación Aladina.





COLABORACIONES

Las inquietudes literarias de Víctor Fernández Correas se mezclan con las periodísticas , es asiduo colaborador de la revista Pasar Página, y un apasionado de la Historia como demuestra prácticamente la totalidad de su producción literaria, novelas que siempre están insertadas en un contexto histórico.

LA AUTOEDICIÓN EN VÍCTOR

Todos los autores de mi generación, decía en la primera entrada de esta serie, tienen en común la autoedición y, sin embargo, en el caso de Víctor, el proceso lo está haciendo de forma inversa: primero publicó con editorial para, poco a poco, ir madurando la idea de dar el salto a la autoedición y convertirse en uno más de los autores híbridos de esta generación.

La experiencia con la antología Un 4 de febrero, quizá también la influencia que ejercemos los unos en los otros, le han hecho plantearse este camino en un futuro no muy lejano. Las largas charlas sobre la comodidad de poder controlar cualquier aspecto del libro, el precio, el formato, las promociones, la corrección de cualquier error casi en tiempo real… le han llevado a preguntarse cómo sería vivir esta experiencia y está preparándose para ella.

SU ESTILO LITERARIO

En cuanto al estilo de Víctor, su narrativa presenta frases cortas y descripciones que, a través de simples pinceladas, dibujan con asombrosa fidelidad el ambiente en el que instala a sus personajes. No le hacen falta grandes párrafos para crear la atmósfera adecuada en cada momento y eso lo consigue a través de una sintaxis especial, con interrupciones muy personales que a su vez crean un ritmo que, en suma, dota de una voz poderosa a sus textos. El equilibrio entre narración y diálogo está presente en todas sus novelas, salvo en La tribu maldita por razones de planteamiento de la misma novela.

Sus personajes son atípicos, desde los homos que en su segunda novela ni siquiera hablan, o el Canelita, un homosexual en pleno franquismo que aparece en la tercera, o el mismísimo Carlos I, del que hace un retrato de su lado más humano, pero todos tienen en común una caracterización minuciosa que no se queda en lo físico, sino que ahonda en el alma humana. Da igual que sean personajes de otro tiempo, él indaga sobre las emociones y las reacciones de los hombres y, en algunos de sus libros, no se ahorra la crítica a al tiempo al que pertenecen.



 En próximas entradas os iré presentando a otros autores de este particular grupo literario.



viernes, 22 de junio de 2018

SE LLAMABA MANUEL DE VÍCTOR FERNÁNDEZ CORREAS



Sinopsis:

El cuerpo del joven Manuel Prieto aparece en el Cerro Garabitas de la Casa de Campo de Madrid el día de Nochebuena de 1952. Gonzalo Suárez, inspector de segunda del Cuerpo General de Policía, se hace cargo del caso. Un caso que, sin saberlo, cambiará su vida tal y como la conoce.

El teniente Arturo Saavedra negocia los términos del acuerdo que permitirá a Estados Unidos establecer bases militares en España. Y lo hace por convicción, pero también por interés personal: las negociaciones son la puerta abierta a la nueva vida que ansía por encima de todo.

Marga Uriarte vive con odio. En el pasado coqueteó con el entorno del Partido Comunista de España. Ahora, un viejo conocido le pide ayuda en nombre del partido. Lo que parecía un mero trámite para ganar algo de dinero se convierte en una oportunidad inmejorable para saldar cuentas con su pasado.

Tres historias que se desarrollan en una España en la que, se aseguraba, había empezado a amanecer. Aunque no para todos.

Mis impresiones:

Leí las primeras palabras de esta novela hace mucho tiempo, cuando Víctor, con quien mantengo contacto de manera habitual, me preguntó qué me parecían. Recuerdo perfectamente la sensación que se me quedó prendida en la piel, la de estar presenciando el germen de una gran historia. Había algo intangible, algo que iba más allá de las palabras ordenadas en una secuencia, formando frases. Había una atmósfera que me envolvió y me trasladó al escenario que él estaba construyendo. Me fascinó su voz, algo que creo que ya he repetido más veces, y quise saber en qué quedaría aquel principio que apuntaba tan bien.

Poco a poco, lo fui sabiendo.

Algunos días, después de una de nuestras charlas, él me dejaba ver algún fragmento en el que había estado trabajando. Para mí era un acto de confianza y un regalo, que me apresuraba a beberme. No me llegó en principio una novela completa sino una especie de adelantos que lo que consiguieron es que tuviera muchas más ganas de leer la novela entera. De degustarla toda. De dejar que mi piel respondiera a sus palabras, como responde siempre ante los grandes narradores y las grandes historias.

Cuando llegó la novela completa, la leí y solo pude darle la enhorabuena. Sentí que frente a mis ojos asombrados se había gestado una novela enorme. Y estuve segura de que, en algún momento, encontraría el camino para llegar hasta los lectores.

Tenía que lograrlo.

Había sido un viaje fascinante por un Madrid desconocido para mí y supongo que para la mayoría, una ciudad que se ocultaba bajo esa otra que la oficialidad de la época pretendió hacernos pasar por la única existente. Me descubrió las sombras de la ciudad, y me llevó a otra ciudad, a otra novela y a otras sombras, aquellas que dejaba el viento en la de Zafón. No por el estilo ni por la historia, que ni se parecen, sino por el descubrimiento de Madrid que supuso para mí, como en el otro caso sucedió con Barcelona.

Me imaginé -a imaginar no hay quien me gane- que un día de otoño, ligeramente lluvioso y frío, Victor me servía de cicerone por los escenarios de la novela, emulando la visita que hice al lado de Helena Tornero (no sé por qué me acuerdo del nombre de la guía) hasta los de La sombra del viento.

Ya me dirá él si esto se queda en mi imaginación o un día lo hacemos realidad.

Si os habéis fijado, no estoy hablando nada del contenido de la novela. Pensaba hacerlo, pensaba analizarla como en cualquier reseña, fijándome en el narrador omnisciente, en la magnífica y realista ambientación o en la personalidad de los personajes, pero me vais a perdonar que esta vez no pueda. Esta no es una novela más para mí, sé que hoy peco de no ser nada objetiva. Da lo mismo, ya os lo digo yo, no quiero serlo porque me resulta imposible desprenderme de todo lo que ha supuesto esta novela para mí. Con ella he vivido como espectadora privilegiada el proceso entero hasta que ha llegado a mis manos.

Desde la idea, hasta el papel.

Con todas las luces y las sombras que esto conlleva, con todas las charlas, las dudas, las incertidumbres hasta que se hizo real. Con los avatares inesperados y las alegrías inmensas.

Todo.

Lo más bonito, la confianza que él depositó en mí Victor compartiendo tantos momentos. El aprendizaje vital. La constatación de que en este mundo de egos desmedidos y de relaciones interesadas -a ver qué puedo sacar de ti me lo he tenido que encontrar muchas veces- quedan personas magníficas. Autores con los que compartes dudas, miedos, alegrías a lo largo de los años, por muchos que pasen. Lectores también, como tú, con quien entusiasmarte con un ensayo de Delibes y que lo viven como el mismo descubrimiento que hiciste cuando tropezaste con él.

Algo impagable por lo extraordinario que resulta.

Por eso no puedo ser objetiva con Gonzalo, con Marga y con Arturo. No puedo hablar de El Canelita desde la distancia necesaria, ni puedo mantenerme al margen de los sentimientos que provoca la muerte de Manuel. Ni sé decir sin que se note que tengo mis emociones comprometidas, que la trama me parece perfecta y que no soy capaz de ponerle un pero a la historia que ha escrito. Porque es de eso, del contenido, de lo que quiero hablar, de lo que en realidad nos remueve y nos conmueve.

Será mejor, pues, que le hagáis poco caso a esta loca que lleva un rato escribiendo sin pensar mucho más allá de lo que siente y juzguéis a solas, pasando cada página de las 357 de esta novela y decidáis por vuestra cuenta si os gusta.

De él, de Victor, también os puedo hablar un rato. La primera vez que estuvimos en el mismo lugar, él no me vio. Yo sí, lo reconocí entre el público en una sala a la que habíamos acudido a una charla y ni se me ocurrió acercarme. Al fin y al cabo, en ese momento yo solo era una lectora que escribía y él era un escritor que publicaba con grandes editoriales.

Después, cuando un amigo común nos puso en contacto al cabo de los años, se lo conté. Nos reímos bastante con esto, con mi torpeza para las relaciones humanas que muchas veces me cuesta dejarlas pasar. Rompimos el hielo y desde entonces estamos ahí,descongelados, listos para cuando necesitemos ojos extra. No todos los días, a veces ni todas las semanas, pero con la tranquilidad y la confianza de saber que el otro siempre estará. A un silbido o a un mensaje.

Se llama Víctor, en presente.

Víctor Fernández Correas.

Se llamaba Manuel.

lunes, 5 de enero de 2015

LA TRIBU MALDITA DE VÍCTOR FERNÁNDEZ CORREAS.


Sinopsis

Anar teme por su clan. Todo lo que los rodea se ha vuelto hostil: los animales han desaparecido, los frutos escasean y varios compañeros han sido devorados por las fieras. Además, el implacable y violento invierno se cierne sobre ellos. Todos los miembros de la tribu desean emigrar. Todos menos unos pocos. Entre ellos, Kamu, el líder de los cazadores. Ellos prefieren esperar a la siguiente primavera. Pero Anar, el chamán de la tribu, insiste en buscar una tierra maravillosa y pacífica, un valle donde el agua fluye, donde abundan los frutos y donde megaceros y manadas de caballos pastan. Un valle en el que el grupo podría establecerse de forma permanente y al resguardo de las amenazas de la naturaleza y de otros homínidos. Con sus compañeros, y pese a la infinidad de riesgos que habrán de afrontar durante el trayecto —entre ellos el encuentro con tribus rivales—, Anar emprenderá un azaroso y peligroso viaje en busca del mágico lugar. La llegada de otra tribu permite al líder de los cazadores, Kamu, cumplir su deseo de fortalecer el clan con nuevos y poderosos miembros. Sin embargo, el nuevo grupo trae consigo a una extraña y atractiva hembra pelirroja que amenaza la supervivencia de todos aquellos que decidan acogerla. Ocurrió hace 400000 años y La tribu maldita lo narra en esta excelente primera novela sobre el mundo de Atapuerca. Anar, Kamu y Numu, junto al resto de la tribu y a la extraña pelirroja Kanai, vagaron por la península en busca de una tierra soñada. Fue una travesía repleta de amenazas que finalizó en la fatal Sima de los Huesos.

Mis impresiones

Los libros ambientados en la Prehistoria ejercen una especial fascinación sobre mí. Supongo que tiene que ver con que la profesora que tuve en la universidad, Primitiva Bueno Ramírez, que vivía todo lo que nos contaba en clase. Su manera de transmitir conocimientos la recuerdo repleta de pasión y, quizá por ello, desde el principio se convirtió en mi asignatura de Historia favorita. Coincidió además que leí en aquel momento El clan del oso cavernario y la novela terminó de despertar mi interés por nuestros primeros pasos por el planeta.

Por eso, cuando tropecé con una reseña de La tribu maldita en el blog El búho entre libros, comenté que me apetecía mucho leerla. La sinopsis me resultaba atractiva y la valoración que se hacía del libro también. Lo que no me esperaba es que Víctor leyera mi comentario y la novela acabase en el buzón de mi casa. Me hizo tanta ilusión que se saltó toda la lista de pendientes y a punto estuvo de pasarle por encima al libro que estaba leyendo en esos momentos. Tuve que contenerme porque ya no soy capaz de simultanear lecturas; si lo intento alguna acaba abandonada.

Así que, cuando finalmente pude empezar, descubrí algo que me he guardado, que no le he comentado a él todavía: ¡no había visto la dedicatoria! ¡Muchas gracias! A veces parezco idiota y otras lo soy directamente. Menos mal que la evolución humana no dependió de mí, apañada estaba la especie con mi despiste monumental… Tenía que haberme imaginado que el libro llegaría personalizado.

La historia que plantea Víctor está situada cronológicamente en el Pleistoceno medio, una época que coincide con el Paleolítico en el desarrollo humano. Es un momento en el que los homínidos que habitan el planeta son nómadas que se desplazan constantemente en busca de recursos para su supervivencia. El autor elige precisamente este período porque coincide con la datación de los restos que existen del homo heidelbergensis, los individuos que poblaron la Sierra de Atapuerca, en Burgos, hace más o menos cuatrocientos mil años.

La tribu maldita pretende ser un reflejo del modo de vida de una tribu y para ello el autor hace una profunda investigación de su modo de vida, pero no se conforma con eso, sino que crea una trama de novela que nos va llevando de la mano. La realidad se pone el traje de la ficción pero no la perdemos nunca de vista porque estos personajes no viven vidas extraordinarias, más allá de lo extraordinario que es sobrevivir en las tremendas condiciones en las que lo hacen. Y es que, un elemento clave para subsistir es el fuego. En La tribu maldita, el clan protagonista no ha alcanzado aún su dominio, lo que convierte la supervivencia en algo todavía más sorprendente. Cazan, pero sobre todo viven de la carroña, de los restos de animales abandonados por los lobos o leones. Sienten frío, hambre, dolores que no son capaces de calmar. Nacen y mueren, completando el ciclo de la vida sin apenas dilemas morales. No entienden por qué morimos, pero tampoco les preocupa demasiado cuando ocurre. Hay un pasaje que a mí me produjo un tremendo desconcierto. Unas hembras recolectoras están en su tarea cuando aparece una pantera (una especie que habitaba la península). Se ven rodeadas y una de las hembras sufre su ataque. La pantera se lanza a su cuello y la arrastra para llevársela como alimento mientras los demás… no sienten nada… salvo que tienen hambre. Es la misma sensación que el autor logra transmitir cuando mueren niños tras el parto o los primeros años de vida: no hay dramas, hay supervivencia de los más fuertes y la vida que sigue adelante completando su ciclo.

Víctor Fernández Correas documenta los escenarios, los animales, las herramientas, las formas de caza, la vestimenta, el paisaje y lo hace tan bien que escribe una novela rigurosa, sin dejar de ser una historia de ficción. Da un paso más y elige fabular sobre seres humanos concretos, reales, que habitaron en la Sierra de Atapuerca. Así, el conocido como Miguelón, el cráneo número 5 que podemos contemplar en el Museo de la Evolución humana de Burgos, se convierte por obra y gracia de su pluma en Kamu, líder de esta tribu. Sabemos la causa de la muerte de este individuo y Víctor la usa para recrear una hipotética situación sobre cómo se pudo producir (tomándose alguna licencia narrativa). Y no solo él. El dueño de la pelvis mejor conservada que existe aquí se llama Anar, un anciano que ha sido líder de su tribu hasta que sus achaques le impiden seguir siéndolo y cede el mando a Kamu. Y así, unos cuantos personajes más son construidos a partir de lo que sabemos de los restos fósiles encontrados en la Sima de los huesos. A su vez, se permite también imaginar sobre excalibur, un bifaz de cuarcita roja encontrado en Atapuerca, extremadamente raro  por la poca frecuencia de ese material en la zona.



No os voy a contar cómo acaba, qué hipótesis elige el autor para hablar sobre la causa de la muerte de todos estos individuos, cómo acabaron todos en esa Sima de los Huesos, porque quiero que, si podéis, la descubráis vosotros mismos. Lo que sí os diré es que toda la novela transmite la dureza de un tiempo en el que la mayor preocupación era seguir vivo.

La novela se sustenta en descripciones, tanto de paisajes como de sentimientos, teniendo el diálogo escasísima importancia. Cuando aparece no son más que palabras muy cortas, gruñidos que incluyen ideas muy básicas (hay una lista al final para no perderse pero no hace falta, la vi después de haber terminado la novela y deduje siempre qué significaban los términos por el contexto). A pesar de la ausencia de diálogos se lee muy rápido porque está muy bien escrita. El epílogo es una auténtica clase de historia (prehistoria).

Ah, y además esta novela está prologada por Eudald Carbonell, prehistoriador, arqueólogo, antropólogo, geólogo y paleontólogo,  así que supongo que tratando el tema que trata no puede traer mejor aval.

Hace años visité Atapuerca. Me gustó la visita guiada por el yacimiento, pero me gustó mucho más el parque arqueológico, la explicación in situ de técnicas de pintura, el tallado de herramientas o cómo encendían fuego. Creo que una vez que has leído la novela la explicación sobre el terreno cobra otra dimensión. Entre mis planes está volver. No creo que tarde, cuando haga un poco mejor en Burgos, que ahora hace un frío que pela.



Sobre el autor, para quienes no le conozcáis, Víctor Fernández Correas nació en Saint Denis (Francia) en 1974 mientras sus padres trabajaban allí; una familia de tantas, de emigrantes que buscaban ganarse la vida. Sin embargo él se declara extremeño casi por los cuatro costados. En la actualidad vive en Getafe (Madrid).

Comenzó a escribir a mediados del año 2000, animado al ganar un certamen de relato corto en Valverde de la Vera (Cáceres). En el Primer Certamen de Relato Corto ‘Princesa Jariza’ de Jaraíz de La Vera, en 2001 se alzó con el premio, con una historia de templarios y semana santa en Jerez de los Caballeros.

Un relato escrito en 2001, Epílogo imperial, se transformó, ampliado y documentado, en La conspiración de Yuste, su primera novela, editada por La esfera de los libros en 2008. Cuatro años después, en 2012,  reapareció en el mercado literario con La tribu maldita, editada por Temas de hoy.
Actualmente trabaja en su tercera novela, mientras que escribe cada mañana efemérides con las que nos da los buenos días en Facebook y que yo, particularmente, disfruto como una enana. Tengo que decir que si en esta novela muestra grandes dotes narrativas, en los textos que ha escrito últimamente ha evolucionado hasta encontrar una voz personalísima que a mí, particularmente, me tiene enganchada. 

No hay que perderle la pista.


Con esta novela inicio mi reto 2015 en el apartado de novela histórica. Prehistórica no hay. ¡Sólo me quedan 19 para conseguirlo!