Sinopsis:
A la remota bahía de Byron llega don Amós, su enigmática
presencia cambiará el futuro de los tres habitantes del lugar. Fascinados
por el paisaje donde están de algún modo encerrados, los personajes dan
continuos paseos mientras se cuentan historias y festejan la belleza de un
atardecer o de un guiso de pescado. El tiempo no lo marcan los relojes sino las
mareas y los paseos y las charlas, mientras se van sucediendo los dulces
atardeceres y los temibles aguaceros que pautan los estados anímicos de la
trama.
Esta obra ganó el premio Irún de novela, y aunque es de
2003, para mí es de la semana pasada, que fue cuando realmente entró en mi memoria
literaria. Sé que hubo una edición impresa, tan pequeñita que apenas se
distribuyó más allá del País Vasco. Se agotó así que ésta ha sido una lectura
digital.
No sé
cuándo descargué esta novela. De verdad, no me acuerdo. Probablemente fue en
alguna de las promociones gratuitas del autor, incitada por la curiosidad. Contrario
a lo que hacen muchos, que descargan cuando es gratis por el mero hecho de
hacerlo, yo sólo lo hago si hay algún detalle que me llama la atención y además
me leo los libros, o al menos les doy la oportunidad de empezar su lectura. El
caso es que hace unos días, repasando lo que tenía pendiente en mi kindle me
volví a percatar de su presencia y me adentré en Byron Bay.
Ha sido
una sorpresa muy agradable.
Mi
mejor lectura en lo que va de año.
El
caracol de Byron es una novela de ritmo pausado, una novela enigmática en la
que la prosa exquisita de Rafael R. Costa te va envolviendo y sin querer te
encuentras en la bahía de Byron, sintiendo la brisa del mar en tu rostro, como
si fueras parte de ese paisaje por el que se mueven cuatro personajes. Porque
no hay más. Aunque las referencias a personas que forman parte del pasado que
los vincula son constantes, nada más son cuatro: Amós, un arquitecto
septuagenario que se instala en la casa cerca del faro y la familia que vive en
la bahía formada por Henrique, un adolescente de catorce años, Agapito
Venturini, marinero al que le falta el brazo izquierdo y mamá Cesárea. Los
demás, los que le sirven al autor para dibujar esta preciosa estampa, planean
por los recuerdos de los habitantes de El
comodoro, el antiguo restaurante donde viven. Amós ha viajado para
comunicarles una noticia importante pero habrá que leer para saber, para
encajar las piezas de este puzle. El amor, la muerte, el destino que ha ido
tejiendo sus hilos en torno a ellos se narran desde el punto de vista de un
narrador en tercera persona que indaga en los sentimientos de cada uno, dejando
para el final una conclusión que tienes que establecer tú.
Dibujo del autor, Rafael R. Costa |
Me vino
a la mente Al faro, de Virginia
Woolf. Ella no explica la simbología en la novela de ese elemento aglutinador
en torno al cual gira toda su obra. Rafael, acertadamente en mi opinión,
tampoco explica este enigmático título dejando que sea el lector quien saque sus
propias conclusiones. Os aseguro que no es difícil, aunque para ello hay que
llegar al final de la novela.
A veces
querría preguntar al autor muchas cosas y no siempre es posible, pero en este
caso juego con la ventaja de que un día de octubre del año pasado, en una
librería, tropecé con Rafael. Fue un encuentro fugaz, poco más de un
intercambio de saludos, pero las redes tienen algo bueno y es que ese contacto
se puede mantener en el tiempo y hoy, concluida la lectura, puedo acceder a él
y preguntarle lo que quiera.
Lo hice.
Otro elemento
que fascina en la novela es la presencia del mar, tratado casi como si fuera un
personaje. Éste se presenta vivo, con sus mareas, cambiando los colores que
refleja al ritmo que le marca una naturaleza que a veces se vuelve tan
inconstante como los estados de ánimo de unos personajes que saben en todo
momento que esos días en los que se mueve la novela van a cambiar sus vidas por
completo. Los términos marineros, el léxico vinculado al océano es riquísimo y
me ha permitido saber que alguien como yo, de tierra adentro, no sabe nada de
nada de horizontes azules.
Oye,
Rafael, ¿cómo sabes tanto del mar?
¿Cómo sé tanto de la mar? No diría yo tal cosa... pero, vamos. Ten en
cuenta que yo nací a 100 metros de una orilla, que yo me bañaba todos los días
antes de comer, según mi abuela "para abrir el apetito", como si a mí
me hiciera falta eso, je,je,je... Aunque dicen que como poco... En fin... Además,
mi querida novela "Valdemar Canaris..." trata sobre un tipo que le da
la vuelta al mundo en solitario en un barquito de 10 metros, ahí sí que salen
cosas de la mar salada.
Me fijo
en el matiz, en la manera distinta de usar el artículo que tenemos los que
somos de secano frente a los que tienen el alma enredada con la sal y la brisa
marina…
Salto a
otro de los temas del libro que me ha llamado la atención, la comida.
Mamá
Cesárea cocina como los ángeles, sabe sacarle al mar los sabores más auténticos
y los adereza con las hierbas que cultiva en su pequeño huerto. Esa mujer, que
retrata como alguien físicamente imperfecto (obesa, estrábica) a medida que
avanza el relato, con su particular visión del mundo, con esa manera tan suya
de entender la vida y de sentirla, se va haciendo un hueco en ti. A mí me olía
a cocina a media mañana, a sabiduría antigua encerrada en una mujer que es
muchas a la vez. Mamá Cesárea fue cantante en el pasado pero el tiempo, aunque
ha borrado esa imagen no se ha llevado su voz, con la que deleita a su marido
pero sólo el día de su cumpleaños, momento en el que El comodoro se transforma en una fiesta íntima pero aderezada como
si los invitados fueran cientos. Igual que sus platos, exquisitos, dignos de un
restaurante de cuatro tenedores aunque cocine sólo para el pequeño grupo que
habita Byron Bay.
Los
platos que prepara mamá Cesárea, ¿te los has inventado o de verdad existen?
¿Tú qué crees? Mira, algunos días, mi abuela quería cocinar "arroz
con música", y me decía: ¿por qué no te acercas a la orilla a ver si coges
algunas almejitas para echárselas al arroz? Y yo tenía una caña de pescar
(casera, me la fabriqué yo) con la que pescaba esos peces que salen en la
novela.
Sonrío
y me imagino a su abuela haciendo un gesto de mamá Cesárea que es pura ternura,
el de secarse los ojos con la punta del delantal.
El
misterio que envuelve la llegada de Amós se desvela al final y los personajes
que hemos ido conociendo a través de las conversaciones de los protagonistas se
unen dando coherencia a la historia. Doris, El Neme, La Consulesa… dejan de ser
anécdotas para completar este cuadro marinero en el que los nudos que ha ido
tejiendo Rafael se deshacen frente a tus ojos.
Quiero
seguir leyéndote. ¿Me recomiendas otro de tus libros?
¿Que te aconseje una…?
Pues La interpretadora de sueños, pero elige la que quieras, y léela cuando
quieras, puedas o te parezca, nunca tengo prisa por eso.
Eso está hecho, seguro que la leeré. ¿Y vosotros?