sábado, 11 de octubre de 2025

HOSTIAS COMO PANES

Es que no hablas nada más que de tus cosas...

¿Y de qué voy a hablar? ¿De la boda de Cayetano Martínez de Irujo? ¿De lo que se lleva en faldas esta temporada? ¿De con quién se ha liado la vecina?

Todas esas cosas me la sudan y, además, me parecen una falta de respeto como temas de conversación.

Me encantaría encontrar a alguien para poder hablar de los libros que leo, de algún hecho histórico interesante, de cómo en astronomía hay algunas cosas que, de puro perfectas, parecen magia.

Pero resulta que las personas con las que puedo tener esa conversación, no existen.

Hoy no estoy bien del todo, hoy me he llevado uno de esos bofetones que te da la vida que no te los esperas y te dejan sin respiración, pero ahora, que habrán pasado ¿cuatro horas? estoy mejor. Analizando por qué, tengo que decir que he dado un paseo de casi cuatro kilómetros por la orilla del río, en silencio, intentando encontrar la calma.

Y me he dado cuenta de algo.

Desde que empecé a publicar, bueno, más bien desde que mis libros empezaron a llamar la atención, me he llevado hostias como panes por parte de gente que no me conoce de nada. A veces, porque el libro que fuera no les gustó, pero otros han sido ataques a mi persona.

Joder lo que dolieron.

Pero joder, lo que he aprendido de ello.

Me he puesto a pensar que si he logrado respirar después de algunas de las putadas que me han hecho desde que estoy aquí, puedo con todo lo que me echen. He pensado que, si he logrado escribir tres novelas este año, y voy por la cuarta, después de todo lo que cargo en completa soledad en mi mochila, puedo con todo.

Lo de hoy es duro, por inesperado, por inexplicable, pero también tengo la conciencia muy tranquila. Empecé diciendo que no me gusta hablar de los demás, así que, en lo que ha pasado, mi pecado ha sido ese, no hablar de los demás, centrar todo en mí, porque no tengo por qué hacer leña con nada de nadie.

 Y resulta que ese ha sido mi error.

Tenía que haber sido cotilla, maleducada, borde, y muy empática con la persona de enfrente, pero maligna con otra que no soy quien para juzgar si se lo merece. Y no haber intentado ilustrar todo con ejemplos que no implicasen a nadie más que a mí.

Pues vale.

Error anotado, paso página para siempre.

La próxima vez que suene el teléfono la conversación durará dos minutos, lo justo para decir que no tengo tiempo para hablar.

En quince días termino del todo un trabajo. Ya no es ni será jamás mi responsabilidad. Siento que lo he intentado hacer lo mejor posible, pero si no me ha salido, también es verdad que nadie me preparó para ello. Ahora sé que solo con querer con toda tu alma, no sabes hacer las cosas. Y, bueno, ese error sí lo cometí, pensé que podía con todo

Pero se acabó.

Una cosa menos por la que preocuparme.

A partir de ahora me voy a concentrar en mis propias cosas. Sé que no tengo nada más que lo que consigo por mis medios, así que aprenderé a hacer algo que revierta en mí y así iré pasando las horas.

Así, y escribiendo.

No sirvo para nada más, resulta que no tengo ni habilidades sociales.


lunes, 6 de octubre de 2025

MI NUEVA NOVELA

 


Lo primero que he puesto es una fotografía que incluye los datos del archivo porque, de otro modo, es imposible explicar esto. A lo único que no hay que hacer caso es al tiempo de edición, porque tengo la mala costumbre de no cerrar los archivos en los que estoy trabajando y los tiempos no salen. Siempre me digo que para la siguiente novela voy a modificar la costumbre, pero se me olvida.

Llevo 108 páginas.

Van 34092 palabras.

Empecé el 15 de septiembre.

Le estoy dedicando horas: por la mañana, hora y media o dos. A medio día, un par de horas. Después de cenar, otras dos.

Y ahora viene lo mejor: no es para nada.

Lo he dicho, tengo que mantener la forma. Antes escribir en redes cubría esa necesidad, porque merecía la pena dedicarle un rato a un post, a un relato, o a cualquier cosa que tenía un feedback. Ahora no, así que me he dedicado a hacer esto para mí.

Ya sé a quién le voy a dedicar esta novela y quién va a ser mi lectora cero. Está ilusionadísima y esa ilusión me la contagia a mí.

Esta novela es un experimento que está llenita de clichés de la romántica contemporánea. Todos los que me cabían, todos los he puesto. Creo que el otro día en redes se pensaron  que hablaba en broma, pero no, era completamente en serio.

No estoy revisando, igual me contradigo porque no me acuerdo de algo, pero esto está siendo tan divertido como cuando escribí Armando, esa novela loca en la que un chico aterrizaba en una clase llena de chicas y no entendía nada. La escribía los sábados por la noche, cuando mi hermana se estaba desmaquillando antes de meternos en la cama, después de estar toda la noche de fiesta. Después, cuando me tocaba desmaquillarme a mí, ella leía lo que había escrito y nos moríamos de risa.

Escribir en este país o en este mundo, ya no es un acto de rebeldía, es una puñetera moda. Yo, que crecí buscando ser distinta, cada vez me siento menos vinculada a esto. Voy a seguir escribiendo porque soy escritora, pero no de postureo, de ponerlo en redes, lo soy por convicción, por formación, por reconocimiento, por los pasos que he dado en la vida ya. Y como no tengo nada más que demostrar, creo que voy a buscar la manera de seguirlo siendo y de seguir marcando la diferencia hasta que me muera.

Si ahora me apetece escribir para una minoría y fuera de la ley, pues que me detengan.

sábado, 20 de septiembre de 2025

SI SE TERMINA UNA NOVELA, SE EMPIEZA OTRA

El día 13 de septiembre puse fin a la novela que ha ocupado mis pensamientos desde mayo. De ella puedo decir que es una novela corta de ficción histórica, donde hay también datos que me he sacado de la manga porque, lo he dicho muchas veces, la vida sola no funciona  en la ficción. He tenido que crear un hilo conductor que nunca existió y, si en algún momento se publica, obviamente diré que eso no es real.

Me ha encantado escribirla, mi protagonista ahora es mi mejor amigo, creo que no me lo voy a poder sacar del corazón y de la cabeza por muchos años que pasen porque los dos años que se ha instalado en mi cabeza le han hecho quedarse.

Es alguien que fue muy importante, que vivió una vida con un arco de transformación espectacular, pero de quien nos hemos olvidado porque tuvo la mala suerte de morir en el peor momento y muy joven, cuando no había explotado todo su potencial, que ya era extraordinario en ese instante.

He grabado cada capítulo y los he escuchado, emocionada, porque yo soy así, me emociono hasta con mis tonterías. No tengo ni idea de qué causará en los lectores, si les pasará lo mismo o los mataré de aburrimiento, pero para mí ha bastado.

Cuando terminas una novela, te quedas con la misma tristeza que cuando un tío te pone los cuernos y se larga con otra.

Es un poco esa desolación de querer volver aunque sabes que esa historia ha puesto el punto final.

Claro que tendré que volver para corregirla, pero esa emoción de construirla, de verlo todo por primera vez, ya no está. Ya no es tanto emoción, sino que hay que ponerle cabeza a cada frase, coherencia a la trama, ir quitando los hilos sueltos y que no se vean los hilvanes.

Ahora, con esa tusa que me invade, tenía que hacer algo y, siendo escritora, ¿qué voy a hacer?

Lo de enamorarse no es algo que se planifique, además, no se dan las circunstancias, así que solo cabía una posibilidad: empezar otra novela.

Tengo como tres o cuatro a medias, aparcadas desde hace años, pero la verdad es que no me apetece nada volver a ellas. Lo he hecho en varias ocasiones y no me atrae ya el planteamiento, por más que crea que están bien hasta donde escribí. Es solo que me he desconectado de esos personajes y ya no quiero saber cómo termina su historia.

Como lo que pretendo hacer, seguir escribiendo ficción histórica, tiene un tiempo grande de documentación antes de sentarse a escribir, pensé que tocaba romántica contemporánea. No hay tanto que aprender en estas novelas porque con levantar la vista del teclado, gran parte de la documentación la tienes delante de las narices, así que me senté y empecé.

Primer paso: reunir en una sola novela todos los clichés de la novela romántica que pudiera.

Me he dado cuenta de que luchar contra ellos, darles una vuelta, suele funcionar para mi público objetivo, más aficionado a La Celestina que a Elisabet Benavent, pero yo me quiero divertir un poco. Así que, con mi carretada de lugares comunes, empecé a crear un esquema.

Llené media agenda de notas en dos días. 

Terminé un bolígrafo negro y otro azul.

Tengo título, personajes y dos mil palabras escritas desde que la empecé. Lleva 9 páginas y el archivo fue creado hace 5 días, aunque en realidad solo puse el título el primero y una cita. Porque sí, porque ya que estoy haciendo una locura, en vez de crear una historia y después adornarla, he decidido colgar un cuadro ya en una pared que no existe. Igual con el tiempo ni siquiera hay una pared ahí y se me cae, pero como esto es solo diversión no pasa nada.

¿Por qué escribir sin darte tiempo a nada más?

Pues porque he estado un par de años escribiendo lo justo por problemas personales. Tuve suerte y ya había terminado La lectora de Bécquer cuando empezaron, pero para cuando quise retomar, me sentía como un atleta que ha tenido una lesión: era capaz de caminar, pero mejor no hablamos de correr un poco. Era incapaz de encontrar el ritmo y la fluidez necesarios y no ha sido hasta ahora cuando he sentido que estoy en forma.

No quiero perder esa forma para cuando llegue el momento de escribir otra novela seria.

Así que, medio en broma, me embarco en el caos de una novela que no pretende nada más que divertirme a mí y permitirme llegar fuerte a la siguiente.

Y también hará otra función, casi más importante, suplir la tusa. 

Estaría bonito hacerlo viajando por el mundo, pero los asnos no tomamos miel. Nos conformamos con imaginarla.

jueves, 18 de septiembre de 2025

BENDITO KARMA




Llevo toda la tarde pensando en este concepto. Leí una vez que el karma es una ley natural, que se asemeja a la gravedad. No es que el universo "castigue" por nuestras malas acciones, sino que nuestras acciones tienen consecuencias. Las buenas atraen lo bueno y las malas, lo malo.

No sé por qué, pero me he dado cuenta de que en mi caso, cuando lo menciono, hablo más de karma para lo malo que para lo bueno, igual porque leí Maldito karma hace muchos años y tampoco es que yo tenga mucha experiencia en filosofías que no sean de andar por casa.

El caso es que reconozco haber pasado tiempo deseando que el karma actuara contra alguien que me hizo daño. Fue tanto el dolor que me causó, que en algún momento quise que esa persona lo sintiera también. Como si la vida, igual que en aquel libro, tuviera que darle una lección.

Sin embargo, cuando por fin el karma entró en acción y esa persona se enfrentó a algo parecido a lo que provocó, me di cuenta de que no me alegra. 

A mí, el alma se me llena de pena con las desgracias de todo el mundo, hasta las de las personas que han sido bastante capullas conmigo.

Creo que no estoy programada para regocijarme de los desastres ajenos, por más que en algún momento sea humana, esté dolida y llegue a pensar que ojalá alguien acabe tomando su propia (amarga) medicina que en un momento se tomó la libertad de administrarme a mí. 

No, señor.

Lo que yo necesitaba no era la caída de esa persona, sino entrenar mi propia capacidad para levantarme y seguir adelante a pesar de todo. Pase lo que pase. Haya provocado el desastre quien lo haya provocado. Lo importante era aprender a apartar lo que me hace daño y mirar en otra dirección.

La verdadera justicia no tiene nada que ver con el karma, no es ver caer a quien nos hizo daño, sino convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos a pesar del dolor que quien sea nos haya causado.

Yo me he dado cuenta de que no necesito que nadie sufra para sentirme bien. Mi paz y felicidad depende de la persona que soy yo.

Bendito karma que me ha enseñado que todo, siempre, tiene dos caras.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

SUPERADAS LAS 50.000 PALABRAS

Ayer 2 de septiembre hizo cuatro meses que puse la primera palabra en la novela que estoy escribiendo. Ayer, también, superé las 50.000 palabras.

Aún no he terminado, me queda completar un capítulo, el epílogo y la nota histórica, pero no creo que se vaya mucho de esa cifra de palabras.

Me han dicho que es demasiado corta para ser una novela, pero a veces se considera novela a partir de 40.000, así que, aunque corta, es una novela.

No una novelette, esas no llegan a las 20.000 palabras.

¿Podría alargarla?

Pues claro, contando cosas irrelevantes, metiendo toda la paja que se me ocurra, podría prolongarla hasta que tuviera una longitud más estándar, pero si algo he aprendido a lo largo de estos años de escritura (que ya son para tener un máster) es que las historias no tienen una longitud establecida. Las hay que se cuentan con pocas palabras, sin que les sobre ni falte nada, y otras que necesitan muchas más páginas porque, de otro modo, parecen inconclusas.

Esta novela corta está siendo una maravilla en lo que se refiere a los momentos de escritura. Estoy disfrutando mucho, jugando con el lenguaje, con los personajes de otro siglo, metiéndome hasta el cuello en las emociones que vive mi protagonista en uno de los dos hilos argumentales de los que consta la novela.

El otro día me paré a pensar en algo: nunca había seguido este esquema. Después de cinco minutos de reflexión me di cuenta de que no es cierto, pero hace tantísimo tiempo de la última vez que lo había olvidado.

En aquella primera aproximación a lo que he hecho ahora, no escribí los dos hilos de manera simultánea en el mismo archivo, como ahora. Fue en La arena del reloj y me guardé para mí, en la primera copia impresa de la novela (impresa en mi impresora) todo el hilo en el que era mi propia voz la que hablaba, que escribí en una noche.

Para quien no lo sepa, escribí esa novela con mi padre en sus últimos meses de vida. Él me contó sus recuerdos para que se quedaran en alguna parte y mis hijos y mi sobrino pudieran conocerlo en el futuro. Era como una carta para ellos, una charla en papel que supliera lo que jamás iba a poder intercambiar con ellos cuando fueran mayores y capaces de entenderlo.

Esta vez, las dos voces las he escrito tal y como las leerá el lector (si esta novela tiene alguno) y se van dando la mano para contar una historia desde dos perspectivas diferentes.

No, no repito lo mismo con dos narradores, los dos hacen avanzar la historia. 

No sé si es una novela para todo el mundo o si nos la he escrito al protagonista y a mí, pero a estas alturas me da igual todo.

Escribo porque lo necesito.

Lo que digo de mi protagonista es un poco extraño. Vivió en el siglo XIX, en un entorno que no es el mío y yo no iba a contar su historia. Yo me estaba documentando para otra cosa cuando sentí que me tocaba en el hombro y me pedía, con exquisita educación, que contase su historia.

No he sido capaz de imitar su voz, a pesar de que he leído muchísimas cartas suyas, pero creo que he logrado atrapar sus emociones. 

Fue un hombre apasionado de su profesión, pero muy poco dado a excesos en lo personal.

Hay una frase suya, de sus últimas horas, en ka que habla de secretos de familia. Nadir sabe a qué se refería y es aquí donde entra mi ficción. 

Por supuesto, avisaré al lector de lo que no es cierto y, si por casualidad algún club de lectura quiere leerla conmigo, creo que puedo hacer la mejor exposición de todas las wue he hecho hasta ahora.

¿Sabéis por qué? Porque aunque no nos dedicamos a lo mismo, él se parece mucho a mí. Le dolía lo mismo que me duele a mí, se emocionaba con las mismas cosas. 

Me voy, me estoy empezando a emocionar.