Sinopsis:
Gertrudis, Tula, al morir su hermana se hace cargo de su cuñado y sus sobrinos a los que siempre llamará hijos. Renuncia a una vida propia pero se adueña de los destinos de los otros, manteniendo la unidad familiar con su severo temperamento, fruto de una exacerbada castidad.
El conflicto entre el anhelo de maternidad y la aversión hacia el amor carnal lo afronta la Tía Tula con voluntad de hierro, rasgo acorde con su conducta católica donde el alma significa pureza y el cuerpo pecado.
Mis impresiones:
Quería volver a Unamuno. Durante algunos años tuve que leer varias de sus obras y, aunque recordaba argumentos e incluso algunas frases. el paso del tiempo había desdibujado su estilo en mi mente así que el otro día decidí regresar a él. Pensé en leer de nuevo San Manuel Bueno, martir, pero no sé dónde tengo ese libro. Supongo que en algún traslado se ha debido perder porque no logré encontrarlo. El que sí apareció fue La Tía Tula. Curiosamente este nunca lo había leído así que empecé con él.
Es corto, en mi edición apenas ciento cuarenta páginas, por lo que me ha durado un suspiro. Está estructurado en veinticinco capítulos cortos, lo que siempre facilita la lectura, precedidos por un prólogo. Este es curioso porque Unamuno advierte en él al lector de novelas que se lo salte si quiere porque es una digresión filosófica que puede obviarse perfectamente sin perjudicar al entendimiento de la novela.
Una vez superado, empieza esta novela (o nivola) corta. Aunque se publicó en 1921 y el argumento es bastante sencillo, Unamuno tardó veinte años en pulirla. No es su intención el simple entretenimiento de quien se acerque a este libro sino la reflexión en torno a una paradoja: el tema de la virgen-madre. Tula, casta hasta el final, se acaba convirtiendo en la madre de los hijos de su hermana Rosa, en la madre de los hijos del segundo matrimonio de su cuñado, incluso un poco de él, al que llama hijo en varias ocasiones. Su necesidad es tal que actúa también un poco como madre de Manuela, la segunda esposa de Ramiro, su cuñado, y extiende ese trato a Caridad, la que será la mujer del mayor de sus sobrinos. Pero no es una maternidad frustrada la de Tula, voluntariamente asume la crianza de sus sobrinos y desarrolla el instinto maternal sin necesidad de perder la virginidad. Es madre sin haberlo sido nunca.
En esta novela el personaje principal, en el que Unamuno centra toda su atención, es Tula. Los demás, Rosa, Ramiro, sus sobrinos, son meros instrumentos para dibujar a un personaje de gran fuerza narrativa, presa en contradicciones que la acompañan hasta la muerte. La dibuja por dentro, firme, con un carácter arrollador pero en muy pocos momentos da datos concretos (más allá de sus ojos apenas habla de nada más de ella) porque no le interesa, dejará que sea el lector quien le ponga rostro.
Unamuno elige para contarnos esta historia un narrador omnisciente en tercera persona al que a menudo interrumpen, entre comillas, los pensamientos de la protagonista. Todo el texto está salpicado de diálogos, muchas veces entre dos personajes en los que prescinde del recurso de recordar al lector, durante muchas intervenciones seguidas, quién es quien está hablando en cada momento. Incluso, al final, dado que la conversación que cierra el libro es entre tres personajes, prefiere situar delante de la intervención de cada personaje la inicial de su nombre, acercándose con esto a un recurso del teatro.
A mí, personalmente, la novela me parecía muy teatral todo el tiempo.
La novela me ha gustado mucho, como no podía ser de otra manera. Tiene un tono muy litúrgico, como lo recordaba, y he sido consciente de que la obra está llena de leísmos, algo que sabía que forma parte de su manera de escribir pero que no recordaba con tanta intensidad. Otro elemento que antes no he mencionado es que en la novela hay una confusión que parece no importar a Unamuno. En algún momento confunde el sexo de los hijos de Ramiro, donde decía hijo ahora es hija. No sé si eso fue un error consciente o en realidad era tan poco importante para él, estaba tan en segundo plano con respecto a lo que en realidad quería transmitir, esa idea de la maternidad entregada, la paradoja de ser la mejor madre sin serlo, que le dio lo mismo.
Igual que creo que se debe conocer lo que sucede a nuestro alrededor ahora mismo, conocer autores nuevos, leer a los clásicos es un buen ejercicio para el espíritu. Además de un excelente aprendizaje.
Voy a aprender un poco estos días. Ya tengo otro clásico entre manos.
Cuántos grandes personajes nos ha dejado Unamuno, ¿verdad? Augusto Pérez, Abel Sánchez, la tía Tula... Son personajes bien definidos, bien caracterizados, tan difíciles de olvidar...
ResponderEliminarBesotes!!!
De Unamuno tan sólo leí "Niebla" y la verdad que esperaba más de esa obra. Quizás no lo leí en el mejor momento y no supe captar toda su esencia. Este que nos traes lo tengo, a ver si lo leo y profundizo un poco más en su obra.
ResponderEliminarBesitos