Mañana se
clausura el Hay Festival de Segovia 2013.
Llevo
todo el día un poco abatida porque una de las actividades a la que me apuntaría
con los ojos cerrados, un paseo literario de la mano de Ian Gibson, será mañana
a las doce y media, en el que se recorrerá la ciudad, algunos de los recuerdos
que Segovia conserva de Machado, y que tiene previsto finalizar en la pensión
donde residió. No es que yo no conozca de memoria el recorrido, ni la pensión,
pero no es lo mismo hacer este camino sola que recorrerlo de manos del biógrafo
de Antonio Machado. A la fuerza tienes que aprender algo nuevo.
Pero me
lo voy a perder.
Este
año he estado poco atenta y cuando me he querido dar cuenta, casi todas las
actividades que me apetecían se habían acabado y las que no, como la de esta
tarde (el encuentro con Vargas Llosa) o la de mañana, no he podido acudir por
cuestiones personales. Vamos, que tengo otras cosas que tenía previstas de
antemano y me tocará esperar hasta el próximo año.
Sin
embargo, ayer pude asistir a una de las charlas, la que conducía Pedro de
Andrés, presidente de Cedro, y en la que Javier Sierra, el autor de El maestro
del Prado y Agustín Paz, de Me gusta leer, analizaban las posibilidades de
internet y las redes sociales como herramientas de promoción del libro.
Ambos
coincidieron en la importancia del manejo de estas herramientas y cómo todavía
no existen unas directrices claras que se puedan seguir porque se está
aprendiendo a base de prueba y error. Las mismas editoriales están aprendiendo
de la observación de los movimientos que van viendo en este sentido en las
redes. De la charla yo me llevé fundamentalmente tres ideas:
- Se debe tener una presencia constante
en las redes. No vale con abrir un perfil y olvidarse de que existe, o
utilizarlo de manera intermitente. Me llevé la sensación de que esto requiere
un compromiso serio. Un sí o no. De momento, es como me lo he tomado yo, así
que no me resultó chocante.
- Vida personal limitada al
máximo en las redes. En esto estoy más que de acuerdo. Se pueden dar pinceladas
porque somos humanos, por supuesto, pero siempre teniendo un cuidado exquisito
con esto. Esa línea es muy difícil de mantener y reconozco que a mí todavía me
cuesta desvincularlo del todo porque tanto este blog como mi perfil en algunas
redes son anteriores a que ni se me pasara por la cabeza escribir como algo más que un entretenimiento. Pero hace
tiempo que pongo límites. Si alguna vez no lo puedo evitar y comparto algo que se
entromete en lo personal procuro limitar el público en la red.
- Contenidos además de enlaces.
Eso creo que es esencial. Es aburridísimo un perfil en el que únicamente se
suceden enlaces de novelas. Por eso, de vez en cuando, viene bien compartir un
artículo que nos haya parecido interesante, o una reflexión sobre temas de
actualidad. Sin pasarnos. Todo en su justa medida porque esta es una balanza
que conviene que esté equilibrada.
Algo
que me dejó perpleja fue cuando entendí a Javier Sierra que el escritor tiene que
tener un aura de misterio a su alrededor que se debería mantener y que las
redes nos permiten seleccionar la información para manejarla en ese sentido. No
estoy de acuerdo en absoluto. Lo primero porque sería elevar al escritor a una
categoría por encima de lo humano y eso no tiene lógica. ¡Somos
personas normales! De hecho, estoy segura de que ayer, la gente que estaba
sentada entre el público no se dio ni cuenta
de que en la tercera fila había sentadas, una al lado de otra, dos escritoras:
Isabel Keats y yo. Les debimos parecer dos espectadoras más.
Si el
escritor se inventase a sí mismo, acabaría pasando lo que también él comentó:
que te puedes encontrar con alguien a quien admiras, y que has imaginado como
un ser excepcional, resulta ser un idiota redomado; o lo contrario, imaginas
que otro es un borde y de pronto, al encontrarlo de frente, te sorprende con lo
contrario.
De
todas maneras, cuando llevas tiempo dando vueltas por las redes, si eres un
poco observador, puedes conocer a alguien mucho más por los me gusta que pulsa o lo que retuitea que por lo que publica. A veces no somos conscientes de la información que
damos con ese pequeño gesto, así que lo de fingir no es muy inteligente.
Siento
decir esto pero no aprendí muchas cosas que no supiera ya. Sé que muchas veces
nos pasamos con el spam pero también considero que cuando guardas silencio,
cuando no hablas de un libro que no tiene más promoción que tu propia voz se
olvida, se pierde entre los millones que circulan por este mundo virtual.
Seguiremos
con la prueba y error.
No
queda otra.