Esta mañana estaba revisando la última novela que escribí en 2020 y, de pronto, he soltado una carcajada. Esta novela solo iba a ser para mi madre, fue su regalo de Navidad, así que me dejé llevar. Es espontánea, divertida, loca a ratos. Me tiene con una sonrisa boba en los labios mientras la releo y a veces hasta se me olvida que estoy repasando. Disfruto con lo que les pasa a unos personajes a los que ya he cogido cariño.
La experiencia de escribir historias para una sola persona no es nueva, tengo otra novela que se la escribí a mi amiga Elena (en el verano de 2019) y pienso seguir haciéndolo porque, la verdad, no necesito nada más. Con esto me lo paso muy bien, tenemos tema de conversación y, si tienen antojo de que algo salga en el libro, me las arreglo para que sea así.
¿Se puede pedir más? Yo, al menos, no.
Pero la vida te da sorpresas, ¿verdad? Y yo me llevé una hace un mes. Inesperadamente, la novela de mi madre, la que se iba a quedar en un disco duro y su lector, sí va a tener destino. Será publicada y digo será porque no lo voy a hacer yo sola, no va a ser una autoedición. Los detalles los contaré cuando llegue el momento, porque aún queda bastante, pero ¿verdad que es absolutamente increíble que acabe publicando algo que no tenía previsto ni sacar del cajón? Por eso tengo que echarle un vistazo extra, porque una cosa es para ti y para los tuyos y otra exponerse.
Todavía os estaréis preguntando por qué me he reído.
He hablado de la ausencia de corsés al escribir esta historia. La he escrito con pijama de verano y completamente descalza, aunque en la novela haga más bien frío. No pensé en nada, simplemente me sentaba cada mañana durante una o dos horas y tecleaba la escena que había dejado esbozada el día anterior. De vez en cuando, en los meses que tardé en escribirla, me permitía bromas personales, cosas de esas que solo entiendo yo y, en este caso, mi madre.
Pero en esta novela también hay otros guiños y se me habían olvidado, así que cuando he llegado a uno de ellos, no he podido por menos que reírme a carcajadas yo sola. Ulises me ha mirado con cara de qué te pasa y yo le he dado un abrazo porque sí, porque es el mejor perro del mundo y porque estaba contenta.
Me gusta esto, hacer lo que quiera, dejar que mis dedos vuelen por el teclado y construyan historias llenas de guiños.
Para los que se lo pregunten: es romántica, es el tipo de novela que le gusta a mi madre. Tiene unos secundarios de lujo y un prota con pinta de dios vikingo. Tiene salseo y todo. Tiene risas y algún pellizquito en el corazón. Y tiene el inmenso amor de una hija a su madre.
No sé cómo devolverle todo lo que me ha dado siempre, y no sé ya cómo soportar este año que la vida nos está obligando a vivir separadas. No sé, quizá le escriba otra novela.
En la foto, Ulises, que no tiene nada que ver, pero mira que es guapo el puñetero. Abrazando a la bruji, que es más guapa todavía. Quizá este año os la acabe enseñando por fin...