jueves, 24 de octubre de 2019

MUJERES CON SEUDÓNIMO

Hace mucho tiempo hice una entrada sobre el primer escritor del que se tiene constancia. En realidad no fue escritor, sino escritora. Se llamaba Enheduanna, nació en 2285 a. C. y fue sacerdotisa e hija de Sargón de Acad. Es curioso que fuera una mujer, cuando después las mujeres han tenido tantas dificultades para que su trabajo escribiendo se reconozca.

Durante mucho tiempo, para publicar, se hizo necesario el uso de seudónimos, en muchos casos masculinos, para superar todas las barreras con las que tropezaron.

Hoy estoy hablando de esto, de mujeres con seudónimo, porque en la charla que tuve el sábado pasado, en el I Café Literario Bookeando en las Nubes, hablamos de seudónimos. Curiosamente, de las cuatro autoras que estábamos sentadas en la mesa solo una usa su nombre real: Laura Sanz. Las otras tres, Isabel Keats, MEG Ferrero y yo, firmamos con seudónimos. Cada una por distintas razones, pero el caso es que lo hacemos.

Isabel nos contó que buscó un nombre sonoro tanto en inglés como en español, por si acaso algún día la traducían. Entre su nombre real y con el que publica hay una notable diferencia.

En el caso de Meg Ferrero, MEG es el acrónimo de un nombre real: María Esther Garcia (por eso lo empezó escribiendo con mayúsculas) y Ferrero es su segundo apellido.

Mayte, mi nombre, es el diminutivo de María Teresa y, como he contado varias veces, no me enteré que vivo bajo un seudónimo hasta que no fui a registrar mi primera novela y la funcionaria de Cultura me lo explicó. Así que se podría decir que lo mío es un seudónimo involuntario o seudónimo por ignorancia.

En realidad, aunque tres de nosotras llevemos seudónimo, las cuatro publicamos con nombre de mujer porque, afortunadamente, vivimos en un lugar del mundo en el que podemos hacerlo. Tenemos la libertad para hacerlo. Tenemos el derecho de hacerlo. De hecho, podemos hacer exactamente lo mismo que los hombres. Nos ha costado muchos años de luchar contra prejuicios y leyes el poder hacer las mismas cosas que los hombres, pero lo hemos conseguido.

Podemos abrir cuentas en el banco, tener negocios a nuestro nombre, firmar contratos sin autorización masculina, votar, estudiar, pedir un divorcio... ¿sigo?

Podría, pero no es el objetivo de esta entrada. En objetivo se centra en que nosotras cuatro tomamos la decisión de firmar como quisimos. Con nuestro nombre real, con el real adaptado o con uno inventado, pero nombre de mujer. No nos ha pasado como a tantas otras que, en otro tiempo, tuvieron que esconder su talento tras un seudónimo. Muchos, nombres de hombre.