Un día mi editora me comentó lo incómodo de mi posición.
Estoy en medio de la nada, teniendo un blog en el que se hacen reseñas, y además
escribiendo. Me coloca en un limbo donde apenas hay gente, en una postura que
puede ser incómoda vista desde fuera. Le dije que no lo sentía así, porque solo
hablo de los libros que de verdad me apetece comentar, que nunca destrozo el
trabajo de otra persona porque yo, mejor que nadie, sé del esfuerzo que supone
sentarte durante mucho tiempo a tramar una historia como para que venga alguien
y en unas cuantas líneas lo tire todo por tierra.
Por mucha razón que lleve, por bien que pueda argumentar
dónde encuentro fallos.
Por eso me centro en reseñas positivas, pero hoy me he dado
cuenta de la otra interpretación que se le hace a esto. “Tú no me reseñas,
luego no te ha gustado”. Y eso, que parece un silogismo de filosofía básica, no
es cierto en todos los casos, porque se pueden dar infinidad de circunstancias
por las que no me siento a escribir nada de un libro.
Un ejemplo: la falta de tiempo.
Es mío, y si acabo de terminar un libro y me embarco en
otras cuestiones, pasa el tiempo y dejo correr una posible reseña. Total, es mi
blog, no es referente, no soy ninguna influencer como para preocuparme. Me lo
he comprado yo con mi dinero y no tengo que rendirle cuentas a nadie sobre si
hago o no hago.
Otra: que no me apetezca, aunque me haya gustado mucho.
Este fin de semana he terminado un libro que me ha gustado
mucho: El peso de los muertos. No habrá reseña porque me senté y no se me
ocurría qué contar, así que lo voy a dejar correr. ¿Significa que no me ha llenado?
En absoluto, pero no sé qué aportar con mi análisis, ni siquiera a mí misma, y
no lo voy a hacer.
Más razones: que no me haya terminado de convencer.
Tampoco lo reseñaré, porque seguro que lo voy dejando,
intentando encontrar la manera de decir las cosas que sea lo más constructiva
posible y… al final se cruzarán mil historias y el libro quedará perdido en el
limbo de los que se me escapan sin reseñar.
Otra más: que no lo haya leído.
Y diréis, pues normal, si no has leído un libro cómo puñetas
te vas a poner a reseñarlo (y entonces me da la risa cuando me acuerdo de las
cientos de veces que veo reseñas publicadas en las que me juego lo que queráis
a que no se ha hecho una lectura del libro). No entro en por qué se hace eso,
por qué se copia de otros blogs, cuando este no es un trabajo que se tenga que
hacer. Ni siquiera es un trabajo escolar del que dependa una nota, así que… Pero yo no lo haré. No reseño ni opino sin
leer.
La última, que en realidad es la primera: que no me haya
gustado.
Tengo todo el derecho del mundo a pasarlo por alto, ¿no es
cierto? Hay libros que no me han gustado nada de nada y ahí se han quedado, en
mi privacidad, porque no tengo derecho, creo, a condicionar la futura lectura
que quiera hacer alguien de ellos. Todos, los libros pueden tener lectores,
porque todos los lectores somos diferentes. Incluso cada uno podemos vivir el
libro de modo diferente según lo que nos esté pasando en ese momento.
Esto viene a cuento de algo de lo que me he enterado y que me ha hecho
reír (por no llorar). Cosas de la vida, he sabido que tengo a alguna persona
resentida porque no hice en su día reseña de su texto. Como es mejor siempre
echar mierda sobre los demás que reconocer lo propio, ha preferido decir que yo
me enfadé porque no hizo reseña de uno de mis trabajos. Dándole la vuelta de
manera conveniente a un argumento un poco endeble.
¡Qué poquito me conoce!
No he pedido un comentario ni una reseña jamás, es más, he
regalado montones de ejemplares digitales de mis libros y siempre digo lo
mismo: no existe un compromiso de reseñarlo. Si lo regalo, es porque me da la
gana, pero no para obtener nada a
cambio. Igual que no vendo mi criterio. ¿Cómo os sentiríais si os recomendase
un libro que no me ha gustado? Que no, que no lo pienso hacer, que encima se me
nota un montón.
Que las reseñas que hago son sinceras y, sobre todo, para mí
misma, y que no estoy buscando nada a cambio de nadie.
¿Lo necesito como autora?
Pues igual sí, porque hay mucha gente que después de casi
nueve años con el blog y seis publicando ni tienen ni puñetera idea de quién
soy, pero es que me da lo mismo. Ya llegarán los lectores que tengan que llegar
y se quedarán lo que se quieran quedar.
El camino, el que sea, lo pienso hacer, sobre todo, con la
verdad por delante.