¿Por donde empiezo? Quizá por el momento en el que lo elegí como lectura. Mi madre tiene montones de libros en su biblioteca, así que, para pasar las horas de parque obligatorias en verano había que pertrecharse de material. No hay manera de leer en la tablet con luz solar, así que, por más que tenga libros en este formato pendientes, no servían. Necesitaba libros de verdad, y los míos están todos leídos. Elegí este ejemplar con un criterio simple: estaba a mano.
Bueno, simple no, simplemente sin criterio. El resultado: horas perdidas.
Podría haberlo dejado abandonado a la primera de cambio pero soy cabezota y trataba de encontrar la razón que acreditase su perfecta encuadernación en tapa dura con sobrecubierta, algo que justificase que su autora ha vendido, según se indica en el mismo libro, quinientos setenta millones de ejemplares en su carrera. Y su precio, por supuesto. Bueno, pues tras concluir la novela, no he podido llegar a ninguna conclusión que avale todo esto.
Perpleja estoy desde entonces.
No he leído más de esta autora y a lo mejor es que, vaya por Dios, he ido a elegir el peor ejemplo. ¡Quién sabe! El caso es que me he encontrado con un libro escrito sin ningún estilo, con una ausencia casi absoluta de metáforas, demasiado descriptivo, con una adjetivación muy pobre y una historia mal gestionada de principio a fin. El uso del lenguaje me resultó arcaico en muchos momentos, con expresiones que creo que están ya medio en desuso (miré la edición, por si era antiguo, pero se publicó en 2008), repleto de frases hechas. Recuerdo un consejo de Lázaro Carreter, de mi manual de lengua española de COU. Tenía un apartado que se llamaba El arte de escribir, que la profesora se saltó, pero yo no. Él insistía en que, un escritor, no puede escribir con muletillas ni frases hechas, debe evitarlas siempre, así como la repetición insistente de palabras. Estos dos errores están por todas partes en el libro.
He pensado que, tal vez, sea que la traducción es mala, pero no creo. Las descripciones de lugares donde transcurre la historia parecen hechas teniendo delante una guía de viajes. Por encima y sin pasión. Mi mente, que no sabe parar, ha estado maquinando justificaciones para todo, y la conclusión ha sido que esta señora ya no escribe, le dicta al ordenador, o a cualquier otro medio. Construye historias en las que pasan muchas cosas pero no las cuenta de manera que emocionen. Puede que en su momento lo hiciera bien. O puede que una película de esas que ponen los domingos a las cuatro se inspirara en ella. Entonces encajaría todo. Yo me entiendo.
Y no ha sido un descuido el no mencionar el título. Es que, simplemente, es para olvidar.